viernes, 31 de agosto de 2007
DENUNCIA DE ERNESTO CARDENAL
El poeta de Nicaragua denuncia a Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo
Me veo en la penosa obligación de denunciar ante
Nicaragua y el mundo que me ha llegado la información
de que el presidente Daniel Ortega y su esposa Rosario
Murillo se han alarmado por la promoción (sin ninguna
participación mía) de la candidatura al premio Nobel
(de literatura) por considerar que soy un adversario;
y que han decidido parar esta iniciativa lanzando una
campaña de desprestigio contra mí, tanto nacional como
internacionalmente por todos los medios a su alcance.
En caso de ser así, yo estoy indefenso ante esta
campaña del gobierno de Nicaragua, y lo único que
puedo hacer es anunciarlo antes de que suceda. Son
muchos los medios que el gobierno puede lanzar contra
mí, y siendo muy fácil la presentación de falsas
evidencias y falsos testigos y falsas pruebas, y
estando todos los juzgados y las instancias judiciales
y aun la Corte Suprema de Justicia bajo su control,
ante esta impotencia en que me encuentro no puedo sino
decirle a Dios como en el salmo: Sin motivo me
pusieron una trampa, hicieron un hoyo para que cayera
en él; que caigan en su propia trampa.
Managua, 21 de agosto de 2007
lunes, 27 de agosto de 2007
cielo abierto
PRIMER FESTIVAL LATINOAMERICANO DE POESÍA
1, 2 Y 3 DE SETIEMBRE DEL 2007
Paramonga, Barranca, Supe Puerto y Supe
El Grupo de Literatura ANÁBASIS y LA MUNICIPALIDAD PROVINCIAL DE BARRANCA en coordinación con los Grupos Culturales, Voz Universitaria y Huellas del Nuevo Siglo de esta Ciudad, organizan por vez primera el “Festival Latinoamericano de Poesía CIELO ABIERTO” que albergará los días 1, 2 y 3 de Setiembre del 2007 en diferentes ambientes de esta Provincia. Llevándose a cabo la inauguración el Sábado 1 de Setiembre alas 10:00 a.m en la Plaza de Armas de Barranca.
CIELO ABIERTO es uno de los proyectos a largo plazo del Grupo de Literatura Anábasis en favor a la Descentralización Poética y Cultural del Perú, Evento que estará compuesto por lecturas de Poesía, Presentaciones de Libros, Performans, Espectáculos Artísticos, Proyección de video-poemas y conciertos de Rock y Trova, en Plazas, Colegios, Calles, Párques, y Ruinas Arqueológicas (El Áspero y Caral), de igual manera se recordará la vida y trayectoria de la poeta peruana Blanca Varela en Puerto Supe.
Para esto se ha invitado a más de 50 poetas peruanos y 4 extranjeros, entre ellos [Carlos Sánchez (Chile), Rocío Cerón (México), Héctor Hernández Montecinos (Chile) y Alan Mills (Guatemala), estos dos últimos de la Colección País Imaginario de la Editorial Limeña Zignos.
Con este festival se podrá reafirmar, difundir y compartir la poesía hecha en provincias desde diferentes ángulos de opinión. ¡¡¡La poesía es vida, te esperamos!!!.
(Poetas Invitados)
cielo abierto
Barranca 2007
Héctor Hernández Montecinos (Chile), Bethoven Medina (Cajamarca), Omar Robles (Huaraz),Giancarlo Huapaya (Lima), Gino Roldan (Lima), Alan Mills (Guatemala), César Panduro (Ica), Ricardo Ayllón (Chimbote), Rocío Cerón (México), José Manya (Cusco), Andrés Torres (Barranca), Ana Maria Falcóni(Lima), Carlos Sánchez (Chile), Luis Boceli (Chiclayo), José de la Roca (Ica), Augusto Rubio (Chimbote), Galia Gálvez (Lima), Ronal Marcelo (Barranca), Alejandro Benavides (Trujillo), Jorge Luis Roncal (Lima), Miguel Ildefonso (Lima), Alex Morillo(Lima),Willy Gómez (Lima),Josefina Jiménez (Lima), Alessandra Tenorio(Lima), Harold Alva (Piura), Gustavo Tapia (Chimbote), Paulo Peña (Lima), Dalamacia Ruis Rosas (Lima), Dalia Espino(Lima), Daniel Amayo(Lima), Adrián Terán(Lima),Gustavo Reátegui(Lima), John López (Chimbote), Alberto Gonzáles(Lima), Andrea Cabel(Lima), Eva Velásquez(Chimbote), Luis Salazar Orsi (Rioja), Juan Pablo Mejía(Lima), Álvaro Lasso(Lima), Manuel Fernández(Lima), Eloy Jaúregui(Lima), Diego Lazarte(Lima), Armando Arteaga(Lima), Melisa Patiño(Lima), Salomón Valderrama(Lima), Fernando Pomareda(Lima), Víctor Coral(Lima), Abraham Huamán (Ucayali), Víctor Ruiz(Lima), Armando Arteaga(Piura), Paul Guillén(Ica), Wilver Moreno(Lima), Lucia Prada(Ica).
(Músicos Invitados)
Miguel A. Olivares (Chimbote)
José de la Roca (Ica)
Luís Salazar Orsi (Rioja)
Andrés Torres (Barranca)
Luis Boceli (Chiclayo)
Los del Fondo (Barranca)
(Actor Invitado)
Gustavo Reátegui (Lima-Perú)
martes, 21 de agosto de 2007
LANCHA VARADA
Notas sobre la novela de Fernando Cueto. Río Santa Editores, Chimbote, 2005
Javier Garvich *
Lancha Varada debe su título inicialmente a uno de sus capítulos que habla de la aparición de una enorme lancha varada en una de las playas de la ciudad y que se convierte en testigo del paso de la niñez a la adolescencia de toda una generación de chimbotanos. La novela es una historia de historias que narran las tribulaciones de Beto y sus condiscípulos: El Gringo, el alumno más inteligente de la clase que, entre sus cualidades, tiene la de doblar cucharas con la mirada cual Uri Geller tercermundista; el Negro Aceituna, Pellejón y Calambrito, productos en bruto del lumpen de la ciudad; la precozmente lujuriosa Bruja Maruja, el escéptico Silbapato. Todas víctimas del terremoto de 1970 que los obliga a mudarse al otro lado de la ciudad.
Sin embargo, no es solamente una novela de iniciación. También está la historia del profesor Montoro, docente de ideas marxistas a quien su pensamiento político no impide que apruebe alumnos merced a los favores sexuales de sus madres y que, curiosamente, se toma como cruzada personal el cierre de un prostíbulo cercano al barrio magisterial. Está la contradictoria historia del jefe del lupanar que intenta acomodar su negocio con su pasado de seminarista. Están las historias menores de las prostitutas y los empleados del burdel. Toda historia de Chimbote tiene que ser plural, tiene que poner de escenarios simultáneos el arenal y las playas, los olores de la sanguaza y las cervezas, el mercado, las casas de esteras y el colegio. Alcaldes y delincuentes, curanderas y migrantes, pescadores y burócratas; todos tienen su pequeño papel en la polifónica historia de la ciudad.
También una historia adicional: Los orígenes. La generación de campesinos cordilleranos que deciden migrar y conocen, por primera vez, el mar. La hija embarazada por cualquier pescador anónimo, el terremoto de 1970 que marca indeleblemente a los habitantes de la ciudad –“...el asmático era mi amigo pero yo no sentía pena por él, con eso del terremoto yo no tenía cabeza ni para sentir pena”- la cruda niñez casi en la intemperie, en medio de un paisaje destartalado cuya imagen más cruda es la fila de demacrados escolares haciendo cola con una taza de metal para desayunarse siquiera un puñado de avena con leche.
Pero, la historia de Chimbote no es solamente un recordatorio infantil, avanza y se trunca: ¿Qué fueron de estos chicos inquietos y revoltosos, todos llenos de sueños y ganas de vivir? Algunos consumidos en la delincuencia, casi todos golpeados por la pobreza y algunos segados bajo las cuchillas de la violencia política. La historia la empieza a contar Beto, pero terminan hablando otros sobre Beto, uno más entre los cientos de víctimas del genocidio de los penales en 1986. De lejos, la más salvaje matanza en masa cometida por un Estado en toda Sudamérica.
Y el final es tanto más chocante dado que en el inicio del relato profesores y alumnos se dan ánimos para sobrevivir la tragedia del terremoto, se prometen a sí mismos reconstruir no solamente la ciudad sino todo el país. Un puñado de adolescentes que bautizaron su promoción con el nombre de Mao Tse Tung y esperaban, ingenuamente, algún tipo de ayuda de la República Popular China (tema recurrente en muchos relatos de esa época: la esperanza que los países socialistas les echaran una mano a unos jovenzuelos dejados de la mano de dios, esperanza antes confiada a la inexistente generosidad del capitalismo norteamericano).
En fin, los sueños de una generación que lucharía por la justicia social y la dignidad del Perú ¿Y en qué terminó esa generación? ¿Dónde están esos sueños? Es así que la Lancha Varada termina siendo una metáfora de todas las historias narradas en la novela: Las promesas cortadas de toda una generación tragada por la bancarrota económica, la violencia política y la desesperanza final. Las últimas páginas son recorridas por los sobrevivientes: El profesor como un intelectual frustrado y autoconsciente de su mediocridad, y el Gringo, emigrado a España, inmerso en empresas literarias que le dan la confianza perdida y le ayudan a no olvidar sus duros orígenes: Una novela dentro de la novela, un relato que continúa el fin del relato. O diciéndolo más claro: La literatura como salvación dentro de un país de náufragos.
* Editor de la Revista Peruana de Literatura
lunes, 20 de agosto de 2007
The Peruvian Notebooks de Braulio Muñoz *
La enorme distancia de Tacora a Lima
Domingo Martínez
Se escribe mucho, en estos años, sobre inmigrantes «ilegales», «mojados», obviamente por los ingentes mares de gente que, especial pero no exclusivamente desde el sur, vienen hacia el norte. Los nortes: Europa y Estados Unidos reciben grandes cantidades de inmigrantes, con papeles y sin ellos. Imperfectos cálculos sugieren que hay unos once millones de inmigrantes no autorizados viviendo en Estados Unidos, aumentando en unas 700,000 personas por año, cantidad algo menor a la del último lustro del milenio pasado, cuando alcanzó quizá a 800,000 por año: 57 por ciento mexicanos, 24 por ciento de otros países latinoamericanos.
¿Y cómo era la cosa hace treinta años? Los inmigrantes, en su gran mayoría, venían con los papeles en regla: unos 650,000 al año (número bastante estable que sólo recientemente ha disminuido un poco). En los años setenta, el número de no documentados aumentaba en quizá unos cien mil por año: una gota de agua que tendía probablemente a diluirse principalmente en las grandes ciudades estadounidenses.
Hace treinta años, otras aguas corrían en el río Rímac y en el río Bravo y en el río Grande. Los pioneros eran pocos: la novela The Peruvian Notebooks, de Braulio Muñoz, cuenta la historia del limeño Antonio Alday Gutiérrez, que entró en 1973 a vadear el Río Bravo para salir del Río Grande y empezar desde cero a reinventarse como Anthony Allday. Algo terrible se anuncia en la segunda página: Alday, residente de Lima, condado de Delaware, estado de Pensilvania, ha asesinado a alguien y a su propio sueño de ser, definitivamente, Anthony Allday.
La novela tiene dos líneas narrativas principales que confluirán en el momento del anunciado acto fatal, cuya naturaleza no se revela hasta el final. Por un lado, está la juventud familiar de Alday, salido de la temible zona de Tacora, que en la Lima peruana de los 70 era una de las áreas comerciales más temidas de la capital, especializada en la venta de artículos usados —muchos, robados— y rodeada de toda laya de gente «de dudoso vivir», como dice el lugar común. En suma, un sitio hecho a la medida para huir.
La otra línea muestra la vida de Allday en los Estados Unidos, incluyendo su paso bautismal por el río de la frontera, y sendas estadías en la tejana Houston, New Bedford en el estado de Massachussets y la ciudad de Filadelfia, para por fin afincarse en la pequeñísima (menos de 4,000 habitantes) Lima de Pensilvania, donde consigue trabajo estable como guachimán nocturno en un centro comercial.
Quisiera el protagonista que las aguas del río fronterizo hubieran diluido sus recuerdos y disuelto para siempre los lazos de la identidad original, y ése es el libro. Los esfuerzos de Antonio Alday Gutiérrez por llegar a ser Anthony Allday son futiles y conmovedores a la vez, yendo desde su bastante exitosa eliminación del acento hasta su invención de dos personajes al gusto del cliente: por un lado, sus parientes en el Perú creen que es un empresario de éxito y de mucho dinero, mientras que sus contados amigos estadounidenses suponen que viene de una «buena familia» peruana. La lucha entre Alday y Allday se revela mejor en los fragmentos de los cuadernos que el protagonista —que, sin mucha convicción, quisiera ser escritor— escribe entre 1983 y 1994 y que dan título al libro. De Lima a Lima (pronúnciese ésta «laima»), el círculo de la identidad y el desarraigo tiene el color de la soledad y la dictadura de un personaje casi palpable que el inmigrante trajo de Tacora: el Azar —así, en castellano—, que pareciera esmerarse en juntar las dos vidas del protagonista.
Muñoz incluye en la narración frecuentes modismos peruanos y particularmente limeños, traducidos al paso para beneficio del lector anglohablante, pero que tienen la virtud adicional de revelar mucho de la idiosincrasia del protagonista y de la permanencia, ineludible, de su identidad original. Trabajo novedoso, en suma, probablemente imprescindible para los emigrados... que lean inglés. (La versión en castellano está en camino.)
* Braulio Muñoz: The Peruvian Notebooks (a novel)
The University of Arizona Press, Tucson, Arizona, EE.UU., 2006 (271 pp.)
Domingo Martínez
Se escribe mucho, en estos años, sobre inmigrantes «ilegales», «mojados», obviamente por los ingentes mares de gente que, especial pero no exclusivamente desde el sur, vienen hacia el norte. Los nortes: Europa y Estados Unidos reciben grandes cantidades de inmigrantes, con papeles y sin ellos. Imperfectos cálculos sugieren que hay unos once millones de inmigrantes no autorizados viviendo en Estados Unidos, aumentando en unas 700,000 personas por año, cantidad algo menor a la del último lustro del milenio pasado, cuando alcanzó quizá a 800,000 por año: 57 por ciento mexicanos, 24 por ciento de otros países latinoamericanos.
¿Y cómo era la cosa hace treinta años? Los inmigrantes, en su gran mayoría, venían con los papeles en regla: unos 650,000 al año (número bastante estable que sólo recientemente ha disminuido un poco). En los años setenta, el número de no documentados aumentaba en quizá unos cien mil por año: una gota de agua que tendía probablemente a diluirse principalmente en las grandes ciudades estadounidenses.
Hace treinta años, otras aguas corrían en el río Rímac y en el río Bravo y en el río Grande. Los pioneros eran pocos: la novela The Peruvian Notebooks, de Braulio Muñoz, cuenta la historia del limeño Antonio Alday Gutiérrez, que entró en 1973 a vadear el Río Bravo para salir del Río Grande y empezar desde cero a reinventarse como Anthony Allday. Algo terrible se anuncia en la segunda página: Alday, residente de Lima, condado de Delaware, estado de Pensilvania, ha asesinado a alguien y a su propio sueño de ser, definitivamente, Anthony Allday.
La novela tiene dos líneas narrativas principales que confluirán en el momento del anunciado acto fatal, cuya naturaleza no se revela hasta el final. Por un lado, está la juventud familiar de Alday, salido de la temible zona de Tacora, que en la Lima peruana de los 70 era una de las áreas comerciales más temidas de la capital, especializada en la venta de artículos usados —muchos, robados— y rodeada de toda laya de gente «de dudoso vivir», como dice el lugar común. En suma, un sitio hecho a la medida para huir.
La otra línea muestra la vida de Allday en los Estados Unidos, incluyendo su paso bautismal por el río de la frontera, y sendas estadías en la tejana Houston, New Bedford en el estado de Massachussets y la ciudad de Filadelfia, para por fin afincarse en la pequeñísima (menos de 4,000 habitantes) Lima de Pensilvania, donde consigue trabajo estable como guachimán nocturno en un centro comercial.
Quisiera el protagonista que las aguas del río fronterizo hubieran diluido sus recuerdos y disuelto para siempre los lazos de la identidad original, y ése es el libro. Los esfuerzos de Antonio Alday Gutiérrez por llegar a ser Anthony Allday son futiles y conmovedores a la vez, yendo desde su bastante exitosa eliminación del acento hasta su invención de dos personajes al gusto del cliente: por un lado, sus parientes en el Perú creen que es un empresario de éxito y de mucho dinero, mientras que sus contados amigos estadounidenses suponen que viene de una «buena familia» peruana. La lucha entre Alday y Allday se revela mejor en los fragmentos de los cuadernos que el protagonista —que, sin mucha convicción, quisiera ser escritor— escribe entre 1983 y 1994 y que dan título al libro. De Lima a Lima (pronúnciese ésta «laima»), el círculo de la identidad y el desarraigo tiene el color de la soledad y la dictadura de un personaje casi palpable que el inmigrante trajo de Tacora: el Azar —así, en castellano—, que pareciera esmerarse en juntar las dos vidas del protagonista.
Muñoz incluye en la narración frecuentes modismos peruanos y particularmente limeños, traducidos al paso para beneficio del lector anglohablante, pero que tienen la virtud adicional de revelar mucho de la idiosincrasia del protagonista y de la permanencia, ineludible, de su identidad original. Trabajo novedoso, en suma, probablemente imprescindible para los emigrados... que lean inglés. (La versión en castellano está en camino.)
* Braulio Muñoz: The Peruvian Notebooks (a novel)
The University of Arizona Press, Tucson, Arizona, EE.UU., 2006 (271 pp.)
viernes, 17 de agosto de 2007
Machu Picchu: la maravilla indígena
Francisco Vásquez
Machu Picchu viene siendo festejada por ricos y pobres y eso es bueno. La elite y burguesía limeña está feliz, nosotros también. Pero si es tan maravillosa la labor de los indígenas, ¿por qué siguen motejando, discriminando, soslayando a los cholos y herederos genéticos de los constructores de Machu Picchu? Los herederos de Manco Cápac siguen muriendo de a pocos en los socavones de Casapalca, Yanacocha, Cerro Verde y continúan siendo los broncinos sirvientes en Miraflores, San Isidro, Monterrico, Asia. ¿Es que los hijos de Mama Ocllo son capaces de construir maravillas para el mundo, pero están condenados a vivir y morir como peones y sirvientes en las peores condiciones de vida?
Desde la Colonia y la toma del poder por los criollos a partir de la falsificada independencia, los hijos del sol doblaron el espinazo únicamente para sobrevivir, en adelante jamás tendría la oportunidad de gobernar y crear nuevas maravillas para el mundo. Los indígenas y posteriores cholos, se vieron en los campos y nuevas urbes como los trabajadores de los bisnietos y tataranietos de españoles nacidos en el Perú.
Nuestra clase política gobernante, verá en Machu Picchu una oportunidad de negocio, que en mucho de los casos van a agrandar las arcas de los corredores turísticos de chilenos y extranjeros. No importa cuántos ingresen diariamente, les importará cómo incrementar sus chequeras. Machu Picchu es un trofeo de guerra, arrebatada para explotarlo sin medir las consecuencias de su conservación y su real valor histórico.
El Cusco, como el resto del país sigue siendo un contraste de poseedores y desposeídos, que en las rutas turísticas hacen de cargadores de las vituallas de turistas en condiciones infrahumanas. A Machu Picchu hay que defenderlo y conservarlo sin la voracidad de los caucheros que acabaron por aniquilar indígenas y extinguir los shiringales de la Amazonía, de los empresarios pesqueros que sobre explotaron la sardina y la anchoveta y actualmente esquilman los yacimientos mineros que en algún momento llegarán a colapsar. Los exclusivos ganadores de éste péndulo serán siempre las empresas transnacionales y los perdedores quedaran con sus tierras áridas y con aguas contaminadas. Machu Picchu tiene que correr otra suerte, no puede estar al acecho del mercantilismo insensato.
Deseamos que Machu Picchu nos dure eternamente. El precio de ser una maravilla del mundo deberá pagarse con el cuidado metodológico de un turismo responsable y del mejoramiento económico de la nueva generación de indígenas.
Machu Picchu es una maravilla gracias a la mentalidad maravillosa de las personas que lo construyeron. Machu Picchu es un centro de atracción unificador de los peruanos. Es una suerte de Meca peruana. Es un deber histórico y religioso de los peruanos, conocerlo para avivar el fuego de sus antepasados. Actualmente la patria requiere urgentemente de seres extraordinarios, como los edificadores de esta ciudadela.
Detrás de la belleza extraordinaria de Machu Picchu, se esconde adrede el culto al trabajo, la labor planificada, cooperativa, la acción colectiva y coordinación en equipo del hombre andino, que tanta falta nos hace en este mundo globalizado. Detrás del magnetismo turístico de Machu Picchu, esconden al líder indígena Pachacutec, “el transformador del mundo”. Aquel que hizo posible la construcción de Cápac Ñan que unió Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia. El primer político que pensó como conseguir la unidad continental, y a su manera la denominó Tahuantinsuyo. Machu Picchu, es el patrimonio latinoamericano.
La ciudadela inca es obra de hombres que trabajaron en equipo, con la mentalidad estratégica de Pachacutec. Es hora de dejar de hablar y pensar en Machu Picchu, de referirnos parcialmente de sus bondades maravillosas sin aludir al hombre del ande que sigue viviendo, mantiene la fuerza y la voluntad de regenerar la moral de la patria y transformar nuestros sistemas de gobierno y poder.
ELVIS, SÍMBOLO IMPERECEDERO
Germán Torres Cobián
Elvis Presley apareció en los años sombríos de la Guerra Fría, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, cuando era imposible imaginar la rebelión juvenil de los sesenta: contestatarios en las universidades de Berkeley y la Autónoma de México, el mayo de París, los hippies, la contracultura y otros movimientos que pusieron en cuestión la estructura social de Occidente.
Para los adultos, Elvis era una incongruencia, un absurdo, un extravagante desatino de la maquinaria del “showbusiness”. Para millones de adolescentes, era la figura que esperaban sin ellos saberlo; la concreción de aquel tímido sentimiento de identificación que les había turbado al contemplar en la pantalla a Marlon Brando y James Dean. Elvis era algo más que un producto frío, distante e introvertido del Actor`s Studio, tal como lo eran aquellos. Él tenía una imagen caliente, descarada, tan provocadora por su irreverencia como por su sexualidad primitiva.
A fin de poder entender lo que representó la irrupción de Elvis Presley, es necesario trasplantarnos a un mundo polarizado entre la Norteamérica de Eisenhower y la Unión Soviética de Stalin, todo reducido a un terror mudo provocado por las consecuencias de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. En aquellos tiempos la música popular estaba dominada por los “crooners” de origen italiano (Frank Sinatra, Tony Bennett, Dean Martin, Perry Como) que daban voz a cancioncillas llenas de sentimientos falsificados, cursis; romanticismo de la peor estofa con violines almibarados.
Pero en esto llegó Elvis Presley, puro WASP (blanco, anglosajón y protestante) usando como ariete los ritmos, las maneras y hasta las mismas canciones de los interpretes negros de blues. Y como un nuevo flautista de Hamelín arrastró a todos los jóvenes educados cuidadosamente en el temor de Dios y el odio a los comunistas. Por la brecha por él abierta, entraron otros monstruos: Jerry Louis Lewis, Chuck Berry, Gene Vincen, Fats Domino…
Los conservadores entendieron erróneamente que Elvis era una amenaza para el sistema. La Enciclopedia Británica describió su música como “salvajismo insistente”. El New York Herald Tribune le definió como “un entertainer joven, vulgar e inimaginablemente falto de talento”. Look dijo que su ascensión a la popularidad era “una pesadilla de mal gusto”. El obispo católico de Boston, pidió que se prohibiera la difusión de su música en las emisoras. Newsweek comparó su apariencia exterior a la de “un traficante de drogas, un presidiario o una culebra mortífera”. Los cazadores de brujas vieron en él una conspiración para “desgastar los fundamentos de nuestro gran país”, asegurando que detrás del rock and roll estaba “la mano negra de los bolcheviques”. Y así, ad infinitum.
Pero ya era imposible detenerle: había fuertes intereses económicos impulsando el rock and roll. No sólo los de la industria fonográfica, sino que también se habían subido al carro las cadenas de televisión, los estudios de Hollywood y la prensa. Elvis era un nuevo tipo de ídolo que generaba una devoción histérica y de la noche a la mañana surgió un nuevo mercado para satisfacer la necesidad de conocer su pasado, sus preferencias, su vida cotidiana y sus amoríos. Detrás de la prensa y las revistas juveniles, saltaron los “souvenirs” con su imagen grabada, los clubes de fans y todos los inventos en los que se podía ganar dinero.
Pero hay mucho más. Con anterioridad a 1955, los jóvenes carecían de una música que reflejara sus necesidades y preocupaciones, esa inquietud cuya única salida estaba en la violencia más o menos gratuita (en esta época surge la figura jurídica y sociológica del “delincuente juvenil”). El horror de las armas nucleares, la sensación de vivir al borde de la tercera guerra mundial, había alterado el sistema de valores de todo el mundo occidental. Una serie de esquemas, de ideales, de formas de vivir quedaban obsoletos, ridículos, inaplicables. Las generaciones de posguerra adoptaban un tímido hedonismo, un inconformismo nebuloso que los diferenciaban de sus padres, cuyas vidas grises rechazaban. Elvis Presley fue el profeta que de forma instintiva logró expresar la naciente rebeldía de sus coetáneos.
No es que articulara una carta de agravios contra el sistema, o un programa de reformas o una llamada a la revolución: su impacto fue a nivel sensorial, con una música irresistible y una apariencia externa –patillas, pelo engomado, trajes chillones- que trastornaron primero a los jóvenes norteamericanos y posteriormente a los del llamado “mundo libre”. Actuando simultáneamente –pero a niveles diferentes- con los escritores “beat”, Elvis fue la personificación del rock and roll, que resultó ser el agente catalizador que inició una reacción que concluyó en los años sesenta con la eclosión de las formas de vida englobadas bajo el apelativo de “contracultura”.Naturalmente, esto no entraba dentro de los cálculos de Elvis, que siempre se mantuvo dentro de las estrictas fronteras del mundo del espectáculo, negándose a hacer declaraciones políticas o a tomar partido por alguna causa progresista. Más bien, fue integrado al sistema con gran rapidez. Antes de que acabaran los cincuenta, ya había editado discos de canciones de Navidad y de himnos religiosos; se había prestado a los manejos de la industria del cine y había ingresado alegremente en la US Army, que le destinó a una división estacionada en Alemania. A la vuelta del servicio militar, reapareció en un especial de televisión, actuando mano a mano con Frank Sinatra.
Luego llegó el eclipse de los años sesenta, cuando declinó las ofertas para actuar y se contentó con pasearse por una larga lista de películas de serieB que le dieron pingues beneficios. Y cuando le creíamos listo para marcharse a un hospital geriátrico, retornó triunfando apoteósicamente en la ciudad sagrada del sueño americano: Las Vegas.
Resulta extraordinario comprobar cómo Elvis mantuvo su atractivo a lo largo de veintidós años, a pesar de renunciar al rock and roll e inclinarse hacia las baladas más trasnochadas. En los años setenta, recuperó su popularidad mediante actuaciones multitudinarias y algunos discos interesantes. Su magnetismo no había disminuido, era un mito propiedad de la mayoría silenciosa. Elvis aguantó unos años más, pero ya era claramente una estrella crepuscular, que paseaba su decadencia física y espiritual por los escenarios y las páginas de las revistas frívolas. Pero su reputación estaba asegurada: era el rey del rock and roll, aquella música estridente que cambió un poco nuestro mundo. A pesar de que han pasado treinta años desde su muerte, así lo recordamos.
Chimbote, agosto de 2007
DOS POEMAS DE ANA MARÍA INTILI *
Herencia
a mis ancestros de
Tufara Campobasso
hunde tus manos
en la masa del recuerdo
saca los pedazos
júntalos
únelos
átalos
reconocerás tu sangre
latir en las cenizas
de los que se fueron
Soñando olvido
olvido
estoy hambrienta de aquí
aquí
la niña con miedo
la de los amaneceres callados
y de las noches con frío
la que cambió tierra por tierra
cargando culpas ajenas
la que vendió el dolor
a precio de nada
aquí
aún soñando olvido
y bendiciendo la vida
vivo
* Tomados de su poemario Niña de San Miguel, (Editorial San Marcos, Lima, 2007)
jueves, 16 de agosto de 2007
TERREMOTO *
César Hildebrant
Cuando tiembla la tierra somos nadie, más ínfimos que nunca, más
anecdóticos que siempre. ¿Valía la pena tanta vaina si en cualquier
momento podemos morir de cornisa? ¿Y esa batalla, que parecía magna,
no es mezquina a la luz de esta reventazón subterránea que nos pone a
tiro del miedo? Como si la tierra nos dijera, pero a gritos: recuerden
lo que son, pobres diablos. Y hasta los que creemos en el agnosticismo
nos preguntamos, con la boca a media caña, si no será que hay alguien
que quiere castigar lo brutos que somos, lo imbéciles que somos, lo
sanguinarios que somos, lo reincidentes y malévolos que nos gusta ser.
Ondulan los asfaltos (no se incendian, como en el poema de Moro), los
vidrios chillan y el retrato de mi abuelo Benjamín Pérez Treviño se
cae de una mesa y la mujer hecha de tuercas que compré en Artco
aparece en el suelo, como si alguien hubiese querido abusar de ella, y
mi perra Molly Bloom vuelve a morir lanzándose en retrato desde una
repisa de la cocina.
Fue un largo minuto y medio de meneo grandioso, de polvo colosal.
Fueron muchísimos segundos de obscenidad entre placas que se frotaban
y olones que lo festejaban, todo bajo el cielo de Chincha y a costa,
como siempre, de los más pobres. Porque los terremotos casi sólo matan
o arruinan a los pobres. La escala de Richter no mide la intensidad de
un movimiento sino el carácter medio aristocrático de las tembladeras.
¿Siete punto cinco en la escala de Richter? –pregunta un jefe de
redacción. Y de inmediato despacha sus equipos al Agustino, a Villa
María del Triunfo, a Vitarte, donde reinan la quincha y los palos
cruzados, el adobe con remiendo o la lata, el techo aligerado cuando
hay plata, la madera de rebusque, la viga de demolición. Allí vibra la
noticia, digamos.
Los extremos se tocan. Donde hay concreto el terremoto es sólo
espanto. Y donde hay estera no hay daño posible: esa pobre gente vive
como después de un terremoto crónico, el terremoto de la miseria sin
chorreo, el maremoto de las leches aguadas. Esas pobres gentes no
tienen nada que se les pueda caer y podrían resistir un sismo de grado
10. Alguna ventaja tiene que dar el hecho de morir cada día en las
fenomenales dunas de Lima.
El terremoto de 1687 destruyó la pequeña Lima de aquel entonces.
Pequeña es un decir: contaba ya con 67 iglesias y sus respectivos
campanarios. Todo se vino abajo.
El libro de Enrique Silgado y Alberto Giesecke cuenta que fue el
virrey Melchor de Navarra y Rocafull, duque de La Palata, quien la
reconstruyó.
Pero en 1746, como si de maldición se tratara, otro enorme sismo, en
combina con un maremoto, la trajo abajo nuevamente. Fue el virrey José
Manso de Velasco quien se encargó de levantarla por segunda vez.
Las crónicas del padre Murúa repiten la historia oral del terremoto
que desapareció Arequipa durante el reinado de Túpac Yupanqui
(1471-1493), cataclismo de origen volcánico causado por la erupción
del Misti.
Somos tierra de terremotos. No teníamos uno desde 1974. Treinta y tres
años después de ese episodio –ocurrido un 3 de octubre, el día que
Velasco celebraba como el día de su revolución– el suelo nos recordó
anoche que estamos en el cinturón de fuego del Pacífico –donde se
produce el 75% de los grandes sismos– y que, al frente de nuestra
costa central, los acomodos de las profundidades, los viajes de las
placas continental y de Nazca, desatan porciones de energía difíciles
de imaginar. Giesecke afirma en su famoso libro sobre la sismicidad en
el Perú que el total de terremotos producidos cada año por las diez
placas del planeta Tierra equivalen a una explosión de 120 millones de
toneladas de dinamita –algo que está por encima de cualquier cálculo
termonuclear–.
Mi teoría –extremista, desde luego; imposible de probarse, por
supuesto– es que la Tierra está harta de tanto idiota hablando de
globalización.
* Tomado del Diario La Primera. Lima, 16 de agosto de 2007
510 MUERTOS Y MÁS DE MIL QUINIENTOS HERIDOS DEJA TERREMOTO EN PERÚ
Defensa Civil confirma balance parcial de víctimas aunque advierte que cifras seguirán in crescendo. Urge ayuda para miles de damnificados.
Esta tarde se hizo público un nuevo balance de víctimas causada por el sismo de 7,9 grados que azotó nuestro país ayer miércoles en horas de la noche. De acuerdo con los datos de Defensa Civil, el mayor número de víctimas se encuentra en la ciudad de Pisco, Ica.
Al menos 510 muertos y más de 1.500 heridos es nuevo balance de víctimas causadas por el terremoto según confirmó hoy el jefe del Instituto Nacional de Defensa Civil, Luis Felipe Palomino. "Oficialmente, la cifra es esa, aunque ésta sigue aumentando", afirmó el funcionario.
El mayor número de víctimas mortales hasta el momento corresponde a la ciudad de Pisco, una de las más afectadas por el temblor de 7,9 grados en la escala Richter, en la que se teme que haya muchos más muertos después de que una iglesia abarrotada se hundiera, sepultando a los fieles.
Los servicios de rescate llevan ayuda desde las últimas horas de la tarde de ayer miércoles tratando de hallar sobrevivientes entre las ruinas. "Estamos recuperando gente atrapada bajo los escombros. Estaban en plena misa y eso produjo muchas víctimas, pues el edificio se derrumbó completamente. Ya encontramos supervivientes y seguimos trabajando en ello", reveló Palomino.
El ministro de Salud, Carlos Vallejo, confirmó en declaraciones a la televisión pública que se habían registrado cientos de muertos sólo en Pisco, donde más del 80 por ciento de la ciudad se encuentra en ruinas, mientras que los heridos superarían los 1.500.
El epicentro del sismo se ubicó en el mar, 167 kilómetros al sur de Lima, lo que originó una alerta de maremoto que fue cancelada horas después en casi todo el litoral. El Perú se encuentra conmovido por esta nueva tragedia que enluta a miles de familias en todo el país.
A 510 se elevaría la cifra de muertos por el terremoto, estimaron los bomberos
En diálogo con elcomercio.com.pe, el vicecomandante del Cuerpo General de Bomberos, Roberto Ognio, informó que los heridos podrían sumar 1.500. La mayor parte de ellos, dijo, está en las ciudades de Pisco, Chincha e Ica.
Ognio recalcó que dicha cantidad puede ir incrementándose en el transcurso del día, pues no se descarta que dentro de los escombros se encuentren personas que han sido reportadas como desaparecidas. Sin embargo, precisó que resulta muy difícil que se encuentre sobrevivientes.
Asimismo, agregó que en la mayoría de los casos las muertes sucedieron por asfixia o aplastamiento de las paredes, que en casi todas las ciudades eran de quincha o adobe. Detalló que el número de viviendas destruidas están ubicadas en: Chincha Alta (2.800), Pueblo Nuevo (5.000), Sunampe (2.000), Grocio Prado (1.500) y Tambo de Mora (400), dando un total de 11.700.
Debido a la cantidad de víctimas han colapsado los hospitales de dichas zonas, por lo que ha sido necesario el envío de dos aviones de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), trasladando frazadas y camillas. Ognio informó que los cuerpos de bomberos de Pisco y Chincha se encuentran trabajando en el lugar del desastre, mientras que de Lima ya partieron 4 unidades con 60 efectivos llevando 6 ambulancias, 3 cisternas de 5000 galones cada una y 4 unidades de rescate.
* Más información minuto a minuto en www.rpp.com.pe
FEBRERO LUJURIA *
Fragmento del capìtulo 31 de la nueva novela de Cristhian Reynoso (Matalamanga, Lima, 2007).
La noche llegó a Lago Grande. Los focos de neón se encendieron y la Parada de Danzas continuó como si la noche, invisible, con el tul de la complicidad, pasara de largo, desapercibida, sin captar la atención de los espectadores. Los trajes de luces cambiaron de color con el reflejo neón, y el mareo nocturno empezó a sentirse: dios, prístino, con sabor a eternidad.
De pronto, en ese vaivén festivo, sin que nadie se diese cuenta aparecieron ante el palco oficial los sicuris del barrio Mañazo: caramelo dulce, cerveza dorada, tufillo de amanecida, caldo de cabeza. Y formados en media luna soplaron las zampoñas de seis y siete cañas produciendo un diálogo musical entre sus soplidos, pregunta respuesta pregunta respuesta y las melodías del sicu cobraron vida. Y al centro, marcando el ritmo, se escuchó el sonido del bombo y la tarola; y todos, con pasitos ligeros, envueltos en la música, se perdieron entre los danzarines. Y es que en Mañazo no hay fórmulas creadas. La libertad es el alma y esencia del conjunto y cada quien baila a su manera desplegando el paso del sicu, que es una mezcla de movimientos entrecortados con grácil compás y furor exorcista. Y los disfraces, de todo y nada, extraños, coloridos, vibrantes. Y eso es Mañazo, ¡un caso!, como gritan a viva voz. Y fueron aplaudidos por los espectadores y queridos por la tradición y fiesta que irradiaban. Y ahí estaba Paco Macedo, alto, fornido, bruto, con el bigote rubio y disfrazado de vikingo; y más atrás, sin respiración y con la cara morada del cansancio el poeta Aramayo con su traje de diablo caporal; y a su lado, el indio Tomaylla con su largo cabello negro, vestido de piel roja y ondeando amenazantes hachas; y metros más allá, la chica Santisteban con su paso elegante y sonrisa a flor de piel que miraba al flaco Zea, y él, que bailaba y saludaba a la gente, chino de risa y tropezándose en sus pasos; y al final del conjunto, los espectadores que se contagiaron del ritmo y se unieron a la fiesta, entusiastas, sibaritas, sin disfraz, con botellas de cerveza a la mano y cigarrillos a la boca. Y recordaron al Volvo Montesinos, el china diabla de cabello amarillo rizado, impetuoso, jacarero y excéntrico que nunca dejaba de bailar, y a Tufo, su perro. ¿Y dónde estaban? ¿En el cielo, en el infierno o en Mañazo?; y él, el Volvo que venía siempre al último, bailando solito, con los labios pintados, pícaro, moviendo la carterita, levantándose la falda y alejándose cada vez más del conjunto, los miró desde la muerte en su guarida de Huajsapata y rió, ebrio y feliz, y se rascó la panza, y les dijo: ¡salud! Y nadie dejó de bailar porque Mañazo seducía, emborrachaba y liberaba; y de pronto, en el frenesí del sicuri, llegaron a una esquina y se perdieron, se equivocaron, y cambiaron el curso de su recorrido, y ya nadie supo a dónde ir, y empezaron a regresar por donde habían venido, atropellando a los contrarios y qué importaba dijeron, si con Mañazo no había caso, y nuevamente el repique de la tarola ametralló y los sonidos de las zampoñas emergieron desde las gargantas: saliva dulce, ron con Coca-Cola, bolita de coca, mamita Candelaria, Mañazo, Mañazo, energía del diablo, latido del corazón.
* Tomado de: http://notaszonadenoticas.blogspot.com/2007/08/febrero-lujuria-de-christian-reynoso.html
miércoles, 15 de agosto de 2007
ADVENIMIENTO
Un poema de Gerson Ramírez
Eufóricos tus pies
dibujan garabatos indelebles en la sala. Fiesta.
El abuelo nos mira impasible desde su retrato.
Bailas porque el año ha muerto
y descubres tu ceniza
en los muñecos de trapo que arden en las calles.
Baila nomás. Todos correremos esta suerte.
Hoy tus pies sobre la tierra
festejan un nuevo advenimiento. Mañana mirarás
desde el fondo de un retrato.
HABLA, CIRIACO, ¿VAS?...
Tú no lo sabes, Ciriaco, pero hay cosas de nuestra vida que no podemos explicar: “karma“ le dicen, brother, y sea bueno o malo, la vaina es que hay cosas que se repiten una y otra vez a lo largo de nuestra existencia. Tampoco se trata de casualidades, es el resultado de nuestras acciones pasadas, y no sólo del pasado de nuestra vida sino también de otras vidas, cosas ajenas; es algo así como una ley, una vaina que no es premio ni castigo, sino la señal de que hay algo que no hemos aprendido... Pero yo no he venido para hablarte en difícil, mano, he llegado hasta aquí pa´ conversar, pa´ tomarnos esta chelita helada con su cevichito, y para ese loreo bravo que hace tiempo estaba esperando, causa, tiempo…
El negro Moncada echa el cuerpo hacia atrás en la silla que ocupa y husmea en los créditos de la etiqueta en la botella, la mirada desinhibida que lo caracteriza no lo ha abandonado, separa frenéticamente la cebolla del pescado y la destina al último rincón del plato (porque no le agrada su sonido al morderla, mucho menos su sabor). Ciriaco habla desesperadamente del mar, de jalar pescado, de los botes cortineros y de la cruz que carga al hombro desde hace mucho; el negro hace ininteligible por momentos su discurso, reduplica sus frases, hace crujir la cancha serrana del plato al centro de la mesa, chequea a los nuevos clientes y colige que por la manera en que lo observo está cada vez más cerca de la verdad.
¿Tú también te descolgaste, no?, ¿en qué año llegaste, negro?, ¿de dónde michi zorro?, ¿de arriba o de abajo?…
“Chocopano, torero, torerito de papel yo, yo mismito… De Chocope zorro, de abajo como los engendradaos víctimas de los Sogesas chuchesusmares, torero de fábricas pestilenciadas, yanquis go jóm uñas largas, largotas, Cuerpos de Paz, me cago yo, te cagas tú en los bancheros, en los alcaldes de Chimbote de aquí a cuarenta años, politiquitos loco, local, loquito Moncada, pobre, yo mismito… ¿Te acuerdas campeón?, estas son mis manos, ¡esta es tu gente, Dioooos…!, ¡Dioooos!, no te engañes, no te pares negrito, ¡no!, cierra el círculo pescador pecado, aquí tu pedazo e´ red, tu bolsa negra, pescao salao, tiradito, tu brazo, tu cruz, tu caleta remendadora, tu sol, también tu mar…”.
El sol del mediodía calienta las calles en este marzo inextinguible. Ciriaco apura el sorbo, la del estribo en La Línea y mientras se guarda un poco de cancha en la talega que le cuelga del hombro izquierdo, saca del bolsillo su trapo rojo que lo acompaña siempre y se pone a torear al mozo discapacitado que atiende las otras mesas, al Cojudito que va y viene con los cebiches y las cervezas heladas que apagan día a día el incendio de las tardes. ¡Ole…!, ¡oleee…! Salimos tarareando la tonadita bobalicona esa que sale de la radiola y que no sé por qué rayos se le acaba pegando a uno, a pesar que se intenta siempre desmarcarse… “¡A Gálvez!, ¡vamos a la Gálvez!, ¡una carrera a la barriada e´ Villa María, a San Pedro, al Acero, vamo´a la baldosa, al panteón de los pobres y de ahí a las fábricas de harina, al muelle, al Modelo, y La Caleta. Una carrera a La Rosada, también, por ley. Yo te voa´ enseñar periodista el corazón de tu ciudad!…”.
En la avenida Gálvez nos ha recibido una congestión de triciclos viejos y carretillas malolientes. Las cholas transpiran lo que no han transpirado una vida en el ande; el sombrero ennegrecido les oculta la mirada, los cabellos -quizá piojosos- y cierto aire de complicidad con quien se acerca a comprar sus plantas, los panes, sus dulces serranos. El auto levanta una nube de polvo sobre los burros atados a las tranqueras del camino, el chofer gramputea y las mujeres con sus llicllas e hijos en la espalda estrenan una mirada irascible hacia el irresponsable conductor. Mientras avanzamos camino al sur de la ciudad, el negro Moncada habla y calla cuando lo considera prudente…
“Tamare, tú habrás escuchado del José María, el taita que se murió en noviembre. Atormentao, pué, habrá querío morirse el profito... Paraba en Santiago e´ Chile, donde una loquera famosa dicen, como será, así ha salido en el periódico; paraba hablando en quechua el profe, tomándole fotos a los perros chuscos en la baldosa, a las chinas potonas que venden chicha en las barriadas, conversaba con la Ojiverde donde el puterío e´ Villa María, apuntaba cojucedes en una libreta, se ponía a chupar con los pescadores en el Gato Negro, en la peña del Cabeza e´ pato, en La Rosada, y seguía, seguía apuntando… Le habrán gustao las cojudeces, pué; habrá querío caminar en las barriadas, no sé… Conmigo habló varias veces en el Modelo, se quedaba mirándome hecho un cojudo; un mal se cura con otro mal, así me dijo el profito una vez. Se murió en noviembre, pobre, ya se lo habrán papeado los gusanos…”.
Hemos llegado a Villa María y las mujeres y los niños se alborotan alrededor del camión de agua que cobra media libra por cada lata. Esteras de carrizo son lo único que puede verse a varios cientos de metros a la redonda. Esteras, banderitas rojas donde venden chicha de jora, la humedad de los pantanos se filtra por debajo de los pisos de tierra en este el espacio más insalubre de la ciudad. “Al mercado, vamo´ al mercado”, señala Ciriaco -motivado- mientras dos niños sin pantalón y descalzos, merodean alrededor del automóvil y de los panes serranos que les hemos traído.
“¡Yo no soy patrón de lancha, señores, tampoco ladrón de aguas de mar y mucho menos Belaúnde, Haya e´ la Torre, mamá de Kennedy, ni autoridad pestilente. Yo, yo mismito, he salido de las aguas de La Florida para fundar con cuatro palos y tres carrizos una nueva pampa. Una chacra más soledad que el billete que sale de a sol pa´ comprar el agua el camión en las barriadas...!, ¡Yo no soy patrón de lancha, porsiacasito, señores, ni ladrón de municipio en terno oscuro. Si me ves por la calle encorbatao es porque me visto así pa´ joderlos a los chuchesusmares: un día e´ comerciante turco, al otro de alcalde o de ministro. Pero hoy, así les joda, yo mismito les voa decir su puta a vida a ustedes respetables que me han venido a escuchar, porque ya no me aguanto de llamarlos cojudos en su puta cara, C-O-J-U-D-O-S, huevas, zonzonazos, eso es lo que eres pecador pescado. No ve que el Belaúnde va a venir en su caballo y con manguera pa´ ponerte el agua, la luz, tu pista, tus jermas… cojudo ni que juera el Belaúnde, no, así que si no lo jodes al gobierno nada te lloverá del cielo, cielito!…Que quede claro, yo mismito lo he jodido al yanqui ladrón de todo menos de mi mar, de mi cerro colorado, mi sol, mi pachamama, mi cascada de agua y mis montañas… Hasta a mi hija le enseñao a joder, a predicar, torerita ya es. Gringos cojudos, go jóm, tamare, pásame el limón para sobarme la mitra que me quema el sol e´ miera que hace en Villa María…”.
Habla, Ciriaco, di la verdad, ¿por qué te computas una especie de iluminado, causa, una huevada así medio moralizadora, una vaina que linda con una especie de Cristo humanizado que predica en el desierto, en la barriada, en este Chimbote que te manya y que nos frustra?… Normal, brother, habla no más, qué va a pasar; así eres pues, así te manyan todos, total: estamos entre patas. Tu trabajas a la locura a la gente, al florencio, pero bien también te manejas un rollo interior que habla por ti, por ese karma y ese street spirit que de a leguas se percibe cuando se te ve latear. Yo no sé pero desde que te veo con ese telefonazo blanco y sarnoso que te encontraste en el basural y que utilizas para hablar y darle consejos en materia económica al presidente, como que te percibimos más cuerdo y no menos humano. Habla, causa, un parcito más; hace calor, hermano, jala tu silla, mañana ya vamos a La Rosada… Habla, Ciriaco, ¿vas?…
La tarde cae en este recodo del camino y el Loco Moncada ha empezado a lagrimear. Se habrá acordado de su hija que no ve hace mucho, habrá lagrimeado por el tiempo en que la cabeza le dio vueltas y ya no le podía enseñar a deletrear; quizá recordó la jirafita y la cabeza de payaso que le dejó pegada en la pared de su pequeña habitación el día soleado en que la mitra le estalló de un canto y se vio de pronto vestido de pescador y más negro que nunca en la playa de La Caleta, soleadazo, bronze, listecito para armar hamacas donde mecer su tormentosa existencia. Habrá reparado quizá en la forma en que vomitan las fábricas de La Florida, habrá querido encontrárselo en la calle al italiano ese que jodió Chimbote, al tacneñito heroico ese –chuchesu- pa´ meterle su combo, su cabe, su par de patadas donde se sienta y que se acomode bien el lompa, pero lejos, bien lejos del mar. Ciriaco llora, llora largo y tendido como esa lluvia que jamás cae sobre la ciudad, mientras una letanía ininteligible se deja escuchar cuando se acomoda la cruz en el hombro izquierdo y se pone de pie, echándose a andar… “Me voy a casa, periodista e´ periódico, al centro torero, torerito guelvo, yo mismito de papel. Mañana me encuentras en el mercao Modelo, habla, vas no más, mañana me toca terno, pantalón oscuro, florcita en el bolsillo y camisa, ¿camisa?… ah, sí, camisa, una camisita que tengo… del color de la libertad…”.
* Tomado de Crónica vida (MCE, 2007), volumen de narrativa de reciente publicación.
PRIMER FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA "PAÍS IMAGINARIO"
Cuba, Argentina, Chile, Guatemala, Ecuador, Urugual y Perú. Del 27 al 31 de agosto en Lima.
A fines de agosto se celebrará en la ciudad de Lima la primera versión del festival País imaginario, organizado por Editorial Zignos, que coincidirá con el lanzamiento de la colección de poesía País Imaginario. Esta colección dirigida por Harold Alva y Maurizio Medo aparece en Latinoamérica con la intención de crear un espacio para las nuevas escrituras trascendiendo los conceptos de literaturas nacionales y de generaciones. El país imaginario, a decir de sus directores, se articulará basándose en poéticas que abren un nuevo espacio discursivo, ideológico, crítico y político, entre los que se vienen generando en las aldeas de la lengua castellana.
.
En este primer festival se presentarán los libros: Litane, de Alejandro Tarrab (México); Segunda mano, de Héctor Hernández Montecinos (Chile); Explanans, de José Manuel Barrios (Uruguay); Demonia Factory, de Ernesto Carrión (Ecuador); Síncopes, de Alan Mills (Guatemala), así como Óxido y Manicomio, de los peruanos Jorge Hurtado y Maurizio Medo.
.
En el marco de este encuentro, a desarrollarse en lugares como la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Universidad Católica Sedes Sapientiae, Antares, artes y letras y el Yacana bar, los poetas invitados compartirán escena con diversos autores peruanos (tales como Paul Guillén, Rafael García Godos, Luis Fernando Chueca, Alessandra Tenorio, Florentino Díaz, José Agustín Haya de la Torre, Willy Gómez Migliaro, entre otros) en un intento por dialogar desde la poesía misma trascendiendo las fronteras. Asimismo se tendrá la proyección de los videos de Karen Bernedo y Gustavo Reátegui y el del encuentro de poesía Poquita fe de Scott Meier y Héctor González y la celebración de perfomances y recitales.
¡ VAMOS AL CONELIT 2007 !
I2, 13 y 14 de Diciembre - Lima, Perú
Sede: Campus de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Aspectos Generales:
La crítica, estudios y creación literaria en el Perú actual se encuentran en un período de redefinición y reelaboración sobre su naturaleza, sus fines y qué representan. En este proceso, los estudiantes de literatura, como parte de su proceso de aprendizaje, deseamos presentar miradas y alternativas sobre cómo abordar nuestro campo de estudio. En un esfuerzo por generar espacios de diálogo académico y estudiantil interuniversitario, los centros de estudiantes de la PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ y la UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS se unen para organizar el PRIMER CONGRESO NACIONAL DE ESTUDIANTES DE LITERATURA (CONELIT), a realizarse los días 12 al 14 de diciembre de 2007.
Objetivos
· Proponer la reflexión y discusión en torno a problemas relacionados con los estudios
literarios peruanos y latinoamericanos.
· Proporcionar un espacio para la exposición y discusión de las investigaciones y
ponencias de estudiantes de literatura a nivel nacional, creando un intercambio de
experiencias y generando una situación de integración estudiantil interuniversitaria para
estrechar relaciones y vínculos.
Comité Organizador
Está conformado por estudiantes de las universidades Católica (PUCP) y San Marcos (UNMSM).
Bases disponibles en http://www.proyectoperuanos.org/conelit/bases.html. La fecha límite de recepción de ponencias y obras de creación (cuento y poesía) es el 15 de Octubre.
martes, 14 de agosto de 2007
VIRGINIA EN SU CELDA
Carlos Rengifo
Días previos a caminar bajo el río Ouse que la llevaría a la muerte, Virginia Woolf dejó constancia en su diario: «la vida es una estrecha franja pavimentada al borde de un abismo». Las mariposas en su cabeza revoloteaban, aun cuando debía concentrarse en la escritura, y la desazón de molestar a su esposo la llevó a tomar una decisión que la venía rumiando desde hacía tiempo, mientras el juego de los adjetivos ya no la satisfacía del todo y una mano invisible le presionaba el cráneo en la soledad de su estudio con vista al jardín. Leer a Joyce había sido una experiencia reconfortante, pero mirarse a sí misma, al cabo de tantas palabras escritas y vueltas a escribir, contradecía su ánimo ambivalente en una hora en que esa franja delgada se tambaleaba cada vez más, turbándola con el vértigo de su propio descenso.
La tranquilidad burguesa no era suficiente, el orden en la cocina la incomodaba sobremanera, más aún por aquella lejanía que su frágil naturaleza le imponía, esa distancia natural de ubicarse a unos metros entre los apios y las cacerolas. La loza tal vez era más amigable, la cucharita en movimiento circular en el fondo de una sustancia, y el olor agradable que del humo surgía alimentaba la menuda entretención que, por un instante, le hacía olvidar esas pequeñas olas que la mareaban en el papel. En algún momento —pero no era frecuente— se preguntaba: ¿y si hubiera tenido hijos? Y pensaba en los críos de sus amigas y vecinas, a quienes por las tardes contemplaba, acercando su mano a los cabellos infantiles, a una mejilla sonrosada, a un codo magullado. Las sonrisas y los juguetes eran parte de un universo familiar que apenas intuía, envuelta en sus cambiantes ideas de mujer meditativa, cauta, sumida en su labor. Procrear no bastaba; crear, a veces, tampoco bastaba, si no se sentía lo suficientemente lista como para tener una jornada de escritura larga y tendida.
Los vacíos de la tinta goteando en alto eran su más terrible pausa, el no poder avanzar en el engarce de los vocablos, en la convivencia feliz de la palabra con el pensamiento, así que se reclinaba en el respaldo de la silla para cerrar los ojos y ver en la oscuridad, pero la oscuridad le traía un sinfín de telarañas que la sobresaltaban de inmediato. Salía entonces a caminar, a pisar las hojas secas sobre el grass que la conducían hacia algún recodo donde pudiera respirar tranquila, aspirando el perfume de un viento cálido que le bañara el rostro de paz, de suave ternura. Evocaba su propia infancia para darse valor, para encontrar en la memoria fugaz algún pasaje multicolor que la aliviara de tanta inquietud; pero las dagas internas que apuñalaban de improviso continuaban su lento trabajo de acabamiento, de minación.
La señora Dalloway era una buena compañía mientras no hubiera distracciones; con sus trazos medidos y desbordantes podía ser tan agradable como Katherine Mansfield burlándose de Joyce. Solo que en ocasiones ni con una ni con otra, ni con ambas juntas, se sentía a gusto. Entonces pensaba en su hermana Vanessa, con quien había vivido un buen tiempo en Bloomsbury; pensaba en ella y se tendía sobre la cama para mirarla frente a frente sin asomar en su faz expectante ningún gesto de vergüenza. Los ojos nítidos y confiables correspondían a los suyos en el suave tacto de las yemas, mientras el rostro engañosamente angélico de Vanessa se iba pareciendo poco a poco al de Vita Sackville-West, compañera ideal, e iba diferenciándose cada vez más al de su hermanastro George, el monstruo. Entre el miedo y la pasión, el deseo se imponía como una necesidad apremiante, aunque sin desesperación, como un llamado al cariño que fue trastocado con violencia y requiere de una cura eficaz, y las sábanas parecían ondear en la sonrisa quieta de dos almas solitarias nacidas de una misma fuente, las piernas traían consigo reacciones fáciles y rubicundas en la majestuosidad de la piel, y los labios inflamados, húmedos, torpes, hambrientos, asomaban a los otros con un sabor amargo a cosa escondida, mamá nos puede ver.
Nada hubiera sido más perfecto que permanecer abrazadas una a la otra mientras el sol las eximía de todo rubor externo; nada, que eternizar ese momento en el que aún no aparecía Leonard (su esposo) ni Clive Bell (el marido de Vanessa), ni aun la propia Vita Sackville-West (amante y escritora). Pero el tiempo era un aguafiestas que lo mezclaba todo hasta enredar la vida misma en luz y oscuridad, un verdugo que mostraba el hacha de la caída (cuando ingirió somníferos para no despertar) y la volvía a esconder, mientras Orlando y Las olas ejemplificaban el fluir de la conciencia, y Flush corría libre en su imaginación tanto como en su prosa, y Una habitación propia la pintaba de cuerpo entero en su cuarto feminista, hasta que un día de marzo de 1941 salió de su casa a caminar, y siguió caminando hacia las aguas de un río que la recibió con un abrazo de explosión, pues se había llenado los bolsillos de piedras para hundirse cada vez más en este abrazo húmedo y liberador.
martes, 7 de agosto de 2007
Identidad chola como peruanidad
Afirmaciones en torno a la oportunidad de construir una identidad peruana
Pier Paolo Marzo
Afirmar una común identidad peruana como condición de un proyecto nacional
Sin duda, el Perú carece de un proyecto nacional que oriente las propuestas y programas de sus dirigencias políticas y, en general, de sus dirigencias sociales. Es más, las dirigencias políticas nacionales y la burocracia nacional suelen ser percibidas como desconectadas de las necesidades e intereses de la mayoría de la población. Quizá por ello millones de soles, cientos de proyectos y decenas de programas sociales no mellan la pobreza y sus múltiples manifestaciones a lo largo y ancho del Perú.Ante dicha realidad, la ausencia de un proyecto nacional ordenador de las diversas demandas sociales y propuestas políticas requiere ser afrontada como un problema central en el Perú, si se quiere cambiar radicalmente esa desconexión y las consecuentes fragilidades del Estado peruano, incluyendo sus inefectividades burocráticas. Pero un proyecto nacional requiere resolver la fractura identitaria que nos marca desde las invasiones españolas de principios del siglo XVI, reafirmadas tras la derrota de Túpac Amaru II a finales del siglo XVIII y desatendidas durante los siglos XIX y XX, en los que gobernaron nuestra patria dirigencias políticas mirando únicamente hacia los descendientes de los invasores, salvo contadas, aisladas y utilitaristas excepciones.
Es más, aun hoy las dirigencias políticas no terminan de expresar al Perú cholo que construye ciudades, diseña vestidos, reinventa comidas, crea y recrea música, pintura, poesía, cuentos, organizaciones, blogs, etc. Hacerlo conlleva al menos dos tareas: i) la de autoidentificación con las bases reales de la peruanidad y ii) la de proyectar una visión de lo que queremos expresar como peruanos ante el mundo, en el futuro próximo. Tareas que requieren de nuevos actores políticos que asuman los retos respectivos.
Afirmar la igualdad en peruanidad como condición para una República de ciudadanos
Pero ¿existe o puede existir la “peruanidad”?. Si queremos construir una Nación sólida, la respuesta no puede sino ser SÍ. Pues una Nación es más que un acuerdo sobre límites y otro sobre organización jurídica. Una Nación es también autoidentificación de una cierta hermandad entre quienes compartimos un pasado común y un destino común, los conciudadanos de la Nación. Y esta autoidentificación presupone elementos culturales, acuerdos compartidos sobre qué nos identifica como connacionales, peruanos en nuestro caso. Pasarlos por alto supondría una cohesión meramente formal y por lo tanto, una debilidad intrínseca en la convivencia. Esto es lo que le ha venido pasando al Perú durante la República formal que sucedíó al virreynato. Por eso se explican las fracturas que facilitaron las derrotas de la Confederación Perú-Boliviana y de la guerra del Pacífico, así como la cruenta política peruana del siglo XX y el conflicto armado interno que cerró ese siglo con 69 mil víctimas, la mayoría quechuahablantes... En todos esos conflictos hubo una negación absoluta de la común peruanidad de inmensos sectores de nuestra población... En todos esos momentos se evidenció que unos se sentían esencialmente distintos a los otros. Por eso también, cuando baja la temperatura, todos los años mueren niños y ancianos que de haber estado bien nutridos y abrigados no morirían: mueren porque las dirigencias políticas nacionales no los identificaron como peruanos, iguales en dignidad a ellas mismas y merecedores de los mismos entornos sociales que garantizan la vida ante, por ejemplo, factores climáticos.
Superar esa dificultad para entendernos como iguales en peruanidad resulta esencial para que la idea de una República de ciudadanos cobre sustancia en el Perú. Pero para que eso ocurra, tenemos que partir reconociendo y valorando un elemento central de nuestro punto de partida nacional: nuestra condición de vivir en un país heredero cultural de la gran civilización andina y de la gran civilización europea, a la que se añadieron importantes aportes africanos durante todo el período virreynal, chinos en el primer siglo luego de la independencia de España, y de muchos otros pueblos en el siglo XX, incluyendo los pueblos amazónicos. Herencias o aportes que en su mayor parte no se aislaron, sino que se mezclaron, o, mejor aun, se fusionaron y se siguen fusionando, generando un mestizaje singular, una identidad nueva y distinta; en las que los aportes culturales no se pierden, sino que permanecen enriqueciendo la nueva identidad.
Afirmar la choledad como punto de partida de nuestra peruanidad
¿Cómo caracterizar esa identidad peruana producto de la confluencia de elementos culturales andinos, europeos, africanos, asiáticos? Cómo ya ha sido caracterizada: como mestiza. Pero no de cualquier manera. En el Perú hemos inventado un tipo de mestizaje único en el mundo, y ya le hemos puesto un nombre: “cholo”. Los peruanos nos llamamos “cholos”, le llamamos “cholita” a nuestra amiga linda, “acholamos” el pisco cuando mezclamos variedades de uvas. Lamentablemente, algunos, los que no quieren reconocer a todos los demás como sus hermanos en peruanidad, sus iguales en ciudadanía, “cholean” despectivamente a quienes no tienen el dinero, el color, la dicción, los ternos o trajes de “su nivel” o “condición social”, a los que no pertenecen a los círculos de la “GCU” (“gente como uno”), a los que no podrían entrar a ciertos clubes o discotecas (cada vez más marginales, ciertamente). Peor aun, muchos, a pesar de no compartir esos criterios discriminadores y alienantes, tienen internalizados los prejuicios contra el mestizaje cholo de la peruanidad, por lo que les cuesta aceptarlo como un signo de unión entre peruanos y peruanas.
Pero no hay alternativa. Y si bien es cierto que en su origen la palabra "cholo" fue usada como un despectivo, como tantas otras cosas y conceptos, lo que fue marginado y echado al final de la escala social, ha insurgido y se ha puesto en el centro de la vida común. Es pues el tiempo de aceptar que sólo valorando nuestro peculiar mestizaje cholo, que trasciende lo racial o lo étnico, que se proyecta culturalmente en muchísimas de las manifestaciones que expresan "lo peruano", podremos afirmar una República de ciudadanos, sólida en su base y poderosa en su proyección. Pues sólo afirmando una ciudadanía común, pero no formal únicamente, sino densa, llena de historia y de historias fusionadas, nos sentiremos bien de ser peruanos o peruanas. Y afirmarnos como cholos o cholas, queriéndonos así, es afirmar y querer nuestra andinidad, nuestra europeidad, nuestra africanidad, etc. Es afirmarnos afirmando al otro, que tenemos en frente, reconociendo que sus aportes nos han enriquecido a todos.
Cierto es que aun estamos lejos de afirmarnos de esa manera. Cierto es que seguimos pasando a las celebraciones sin “ver” a los conciudadanos excluidos de toda celebración por su extrema pobreza. Es verdad que buena parte del poder económico y político de nuestro país se concentra en quienes no reconocen la igualdad ciudadana de todos ni la valía cultural de los aportes andinos, amazónicos y africanos y, por lo tanto, al no reconocer a esos otros, tampoco se reconocen a sí mismos como cholos. Pero también es cierto que eso está cambiando. Como cierto es que las fuerzas políticas que aceleran ese cambio están organizándose. Con estas certezas podemos decir que afirmarnos como cholos y construir así una nueva peruanidad, inclusiva, es punto central de las agendas de cambio que la política tiene que proponerle al país. De esa manera podremos construir una nueva elite política para el Perú, que se distinga por proponerle un proyecto nacional que supere sus fracturas y lo haga una verdadera comunidad de ciudadanos y ciudadanas, profundamente orgullosas de su peruanidad chola. La oportunidad histórica está frente a nosotros. Sólo nos queda dejarla pasar o aprovecharla...
viernes, 3 de agosto de 2007
“Tierra de promisión Chimbote”: la mirada oligárquica de Tovar
Augusto Rubio Acosta
Si bien es cierto, el libro de Enrique Tovar (Sociedad Editorial Au-tour du monde, Lima, 1924) recoge datos geográficos, históricos y sociales de las primeras décadas del siglo XX en Chimbote, los mismos que sirven para acercarnos al variopinto panorama que presentaba nuestro puerto en los albores de su institucionalidad política y su desarrollo económico, esta publicación no deja de sentar un precedente respecto a cierta forma de ver el mundo y el entorno que le tocó vivir al autor en la todavía pequeña caleta de pescadores.
Publicado en homenaje a la batalla de Ayacucho (1924), el volumen del cual nos ocupamos en estas líneas, recogió también noticias históricas relacionadas con el origen del nombre de nuestra ciudad, el castigo despiadado del cual fue víctima a manos del invasor chileno y sobre la vida cotidiana de los habitantes del puerto, pero desde una perspectiva que podríamos calificar de sesgada, oligárquica y sin duda alejada del profundo sentir de sus habitantes, en su mayoría jornaleros sin nombre y gentes sencillas que laboraban en ese pequeño estado feudal que se alzaba en torno a los valles que rodeaban el puerto y sus primigenias actividades comerciales.
Tovar adjunta en su libro la ley que eleva a Chimbote a la categoría de puerto mayor, la de su elevación a distrito, y documentos que giran en torno a las observaciones surgidas en el Congreso alrededor de dicha ley. El autor deja constancia de su entusiasmo respecto al desarrollo de Chimbote con la puesta en funcionamiento de la Aduana (bajo su administración) y se refiere a la necesidad de creación de un hospital, la pavimentación de calles, dotación de servicios de agua, desagüe, etcétera, pero no escribe una línea en torno a la situación de exclusión social, crisis moral y de explotación económica en que sobrevivían miles de peones y empleados menores a la sombra de los poderosos terratenientes, propietarios de bienes y comercios de exportación local.
Uno a uno, sólo los algunos de los matices y personajes de Chimbote desfilan ante los ojos del autor: la situación hotelera, la realidad de las escuelas primarias, el camal edil, la pesca, la colonia china, la llegada del alumbrado público en 1924, la situación del ferrocarril, el avance del telégrafo y las comunicaciones entre el puerto y los fundos del valle. Tovar da cuenta en su libro -cifras de por medio- de las exportaciones de algodón, azúcar, minerales, tubérculos, cueros, semillas y ganado mayor, prediciendo un promisorio y casi inmediato porvenir para los habitantes de esta tierra, pero siempre desde una óptica mezquina que obvia referirse al futuro que le espera a las grandes masas.
En el libro se resaltan las privilegiadas condiciones del puerto en relación a otros existentes en el país y el Pacífico; se inserta una cronología de los burgomaestres que condujeron los destinos de la ciudad, la plana titular de la comuna, así como sus egresos, ingresos y el detalle de la labor que realizan, destacándose la “encomiable y fecunda labor” de las autoridades de turno.
En “Tierra de promisión Chimbote”, se mencionan sin mesura las “grandes calidades intelectuales” del autor del libro, sus condecoraciones, “carácter y entereza”, así como las de otros empleados de la Aduana y el volumen de exportaciones e importaciones de la misma, al frente de la cual laboró Tovar. En este libro el listado y dossier fotográfico de funcionarios y oficinas públicas de Chimbote tienen una participación estelar en sus páginas. La Capitanía, Correos y Telégrafos, “profesionales destacados” del valle (que no han trascendido en lo más mínimo en la historia del puerto, excepto por estar incluidos en reseñas que resaltan su caballerosidad, circunspección, don de gentes, inteligencia y brillante foja de servicios, lo cual deja entrever un desenfadado publirreportaje escrito por el autor del libro a la exacta medida de sus “virtuosos” personajes) son quienes “ilustran” las páginas de esta publicación que no pocos chimbotanos idolatran.
Líneas aparte merecen las páginas dedicadas a las Sociedades Agrícolas “Tambo Real”, “Vinzos”, a la Hacienda “Suchimán” y a los negocios agropecuarios del Santa y el Fundo “La Primavera”. Tovar destaca las grandes extensiones de tierra irrigadas y cultivadas por prósperos empresarios a quienes dedica decenas de fotografías, las mismas que si bien es cierto ilustran en gran medida nuestra visión del modus vivendi de los hacendados de la época, son innecesarias desde el punto de vista editorial y constituyen la mayor prueba de la visión oligárquica del autor en tanto se omiten detalles y las más mínimas menciones sobre la vida de “la peonada” o de los más de mil obreros que por ejemplo laboraban cañaverales y algodonales de Tambo Real y otros fundos.
El autor sí se refiere en cambio a las casas de los empleados de jerarquía, a la moderna maquinaria e infraestructura, al ganado suizo, al currículum vitae de los administradores de las haciendas, a las redes ferroviarias del latifundismo y a los grandes proyectos de irrigación de la clase dominante.
Las páginas dedicadas a Chimbote y sus haciendas contiguas constituyen, sin embargo (hay que decirlo), la más escasa porción del libro en cuestión. En efecto, artículos de Abelardo Gamarra “El Tunante” sobre el Callejón de Huaylas (incluido de acuerdo al pie de página inserto en el libro “por su colorido poético”), de otros autores que prefirieron no firmar sus escritos y dedicarse a pintar el departamento de Ancash, sus provincias y distritos, excepto nuestro puerto, figuran dentro de una larga lista de semblanzas y crónicas como las que se refieren al rol de Bolívar en la batalla de Ayacucho (sin firmar), los próceres huarasinos de la independencia (firmado por el senador Glicerio Fernández), la espada de Bolívar (suscrita por Arístides Rojas), semblanza de Bolívar (firmada por José Antonio de Sucre), la vida de Sucre (suscrito por Simón Bolívar), un poema dedicado a Sucre en Chuquisaca (de autor venezolano), el parte oficial de la batalla de Ayacucho (firmado por Sucre), un artículo sobre Córdova (sin firmar) y hasta un “homenaje fotográfico” a la representación parlamentaria de Ancash y fotos de la alta sociedad santeña.
Tovar desperdició de esta forma legarnos un panorama más democrático del Chimbote que le tocó vivir, una visión más universal y sensible de las cosas, que nos permita dilucidar y entender a la distancia de los años (más de ochenta) la forma de vida y la entraña social de su época. Con “Tierra de promisión Chimbote” se abre, qué duda cabe, el horizonte de Chimbote en el campo editorial y se ausculta (por no decir se profetiza) a una ciudad con promisorio futuro económico. Quizá aquí resida el único mérito del autor a quien el título del libro le queda bastante grande en la medida que sus páginas estuvieron dedicadas mayoritariamente al autoelogio y a resaltar las virtudes de quienes protagonizaron la epopeya bélica de Ayacucho, así como la actividad económica y comercial de una urbe primigenia pero bullente por dentro y que, sin embargo, no le alcanzó a todos para vivir como es debido por esos factores a los cuales ya nos hemos referido de sobra en estas líneas.
La Zcuela nunca estuvo Crrada
Se ha ido Edwin Z, la esquina ya no es la misma
Martín Roldán
Cuando escribí mi novela – y perdónenme si hablo de la misma – quise que fuera también un homenaje para todos aquellos que vivieron la época del rock subterráneo. Tanto para aquellos que fueron partícipes, como para los que sin haberlo vivido, lo sienten como suyo. Cuando la acabé pensé inmediatamente en la dedicatoria. Tenían que estar los nombres de aquellos que bien pudieron ser protagonistas de dicha novela y que por esos motivos de la vida ya no estaban presentes.
Ya la tenía elaborada. A algunos solamente los conocía por apodos: Beni Gil, el Cachinero, Edgard Barraza, más conocido como Kilowatt, y Saúl Cabrera, el Omiso. Ya a punto de publicar, se sumo un nuevo amigo: El Maya. Cuando entregué el libro a la imprenta, pensé y anhelé en que la lista no aumentara nunca. O, en todo caso, en muchísimos años.
El pasado domingo 29 de julio, falleció Edwin Nuñez o Edwin Z, cantante de una de las bandas subtes más prometedoras de esa época, Zcuela Crrada.
Cuando escuché, algo tardíamente, su canción “La esquina es la misma”, me encontré con un tema de esos que te marcan la vida. El tema es la inutilidad de todo. La angustia, el absurdo. El disfraz con el que cubrimos la esencia verdadera. “Toda la mierda es la misma, las calles desnudas, el bar. No hay Dios que sane la herida, que se abre más, mucho más”.
Desde esa vez se convirtió, para mí, en un tema emblemático. Cada vez que la escuchaba me reenviaba a esos años, y me fue de mucha ayuda para sentir otra vez la esencia de la época y poder plasmarla en mi novela. Es más me tomé el atrevimiento de colocar el extracto de esa canción que líneas arriba pongo en el capitulo IV de mi libro. Aparte de mencionar en muchos momentos al grupo.
Hace unos años volvieron para presentarse en un concierto, y yo no pude reprimir mi emoción de volver a cantar “La esquina es la misma”. Allí estuve, siguiendo la canción, línea a línea, y observando a Edwin que sentado sobre el escenario, asumía el abatimiento, en una caracterización de la depresión y el sinsentido de su tema. Inolvidable.
Pero Edwin no sólo estuvo ligado a la música con su banda, era cronista de rock. Recuerdo con mucho cariño su crónica sobre el reggae en el primer número de la Revista Esquina. O Su columna en el fenecido diario Página Libre. Allí pude conocer a grupos que ahora son fundamentales para mí. Pude ampliar mis gustos, que en esos años se limitaban al Punk y al Hardcore más recalcitrante.
Dicen que después de Leuzemia, el grupo a grabar un Lp era Zcuela. Por motivos que hasta ahora pocos conocen, no lo hicieron. Muchos se preguntan qué hubiera sido del rock subte si ellos, junto a Narcosis, hubieran concretado su disco. También se dice que la canción Lola de Miki Gonzáles, era una copia de uno de los temas de Zcuela Crrada que estaban grabando en el estudio del afrorockero, para el long play que nunca salió a la luz.
Todo esto ya es parte de la leyenda y confirma el gran talento que él y su gente tenían. Si bien no lo conocí personalmente, he sentido su deceso como si se tratara de un amigo.
Para ti Edwin Zcuela, va mi recuerdo más grato. Deseo confesarte que tus canciones me enseñaron a ser un mejor ser humano. En ese sentido la Zcuela nunca va estar Crrada, nunca.
Una guitarra eléctrica para Edwin Zcuela
Roger Santiváñez
A pedido de mi amigo el poeta Paolo de Lima, enhebro estas líneas sobrelpucho, inmediatamente después de haberme enterado de la muerte de Edwin Núñez, fundador, líder y cantante del conjunto Zcuela Crrada, uno de los cinco grupos iniciales de la movida del rock subterráneo del Perú, junto a Leuzemia, Narcosis, Autopsia y Guerrilla Urbana hacia 1985.
Una avalancha de imágenes vienen a mi memoria pero entre ellas destaco la primera vez que me reuní con los subtes (entrevistándolos para la revista Oiga) en las gradas del edificio de la Unidad Vecinal que queda cerca de San Marcos, a la puerta del departamento de Daniel F. Allí conocí a Edwin vestido con su uniforme punk, su parado rape y su lacia colita que le caía sobre la nuca. Fue Leo Escoria quien me llevó hasta ese encuentro. También estaban Montaña, Kimba Vilis, Kilowatt, Matute, Kike Excomulgado, el Omiso y Espátula Venérea. Es decir, la plana mayor de esa juventud rockanrolera radical que me tocó conocer, cuando ya el Movimiento Kloaka había desaparecido, pero del que ellos me reconocían extraído de allí y me consideraban entre las Ovejas Negras que los habían antecedido en su propuesta de ruptura.
Cuando yo le pregunté a Edwin el porqué del nombre de su grupo, él me contestó muy seriamente que se trataba de cerrar todas las escuelas, colegios y universidades porque moldeaban el espíritu de las gentes bajo un férreo y alienante proceso castrador, que liquidaba y domesticaba toda la vitalidad y creatividad de la persona. Esto hacía que todo el mundo viviera alienado, encerrado como en una cárcel mental, en una "Zcuela Crrada" me dijo; y de allí el nombre que quería denunciar esta situación de opresión a que el sistema somete a los seres humanos.
A mí me pareció muy interesante dicha tesis y a partir de entonces una gran amistad me unió a este pata, con quien me encontraba en todos los conciertos subtes de aquella fulgurante época: en la sala de Magia, en el canchón de Chofers, o en la Plaza de Acho la noche que le tocó a Zcuela Crrada compartir el estrado con Los Violadores de Buenos Aires. "Ansias de Loco Burdel" o "La Calle de la Muerte" son algunos de los estribillos que recuerdo entre las canciones que reventaban los escenarios, mientras las mejores mentes de mi generación (Ginsberg dixit) se rompían el alma en un pogo salvaje que remecía los cimientos de una Lima pacata, hipócrita y reaccionaria.
La sinceridad de la propuesta subterránea se propagó como un reguero de pólvora por toda la ciudad. Se trataba de hacer un rock primeramente en nuestra lengua, y que reflejara lo que ocurría en el país, con letras directas y en una tonalidad punk e inmediatamente dark, que provocara la conciencia y motivara a los jóvenes hacia el cambio radical de una sociedad con la que no estaban de acuerdo. Era una sola mancha subte, conformada por muchachos y algunas chicas provenientes de distintos barrios y estratos de Lima, unidos y solidarizados bajo una estética centrada en la revuelta y en un visionario humanismo. Esto es lo que ocurría en 1984 y 85.
La vida cambia y con el paso del tiempo dejé de ver a Edwin Zcuela. Ya en los 90s lo encontré una noche en el Bar Queirolo de Quilca y nos abrazamos entre un bosque de botellas de cerveza. Trabajaba en una editorial (o una imprenta) y le iba muy bien. Mi oscura vida maldita de esos días se iluminaba cada vez que lo encontraba y podíamos recordar los viejos tiempos y volver a hablar de Zcuela Crrada, ya que hacia el 99 o 2000 Edwin tuvo la idea de reflotar el grupo y empezar a presentarse públicamente de nuevo. Inmediatamente después (2001) yo abandoné Lima, primero en son de curación total en mi natal Piura y luego partí becado a seguir un post-grado en los Estados Unidos.
Hace unos pocos meses -a través de Montaña- me enteré que estaba hospitalizado. La súbita noticia de su pase a la Gloria me coge desprevenido. Es un aire malsano que se filtra entre el hirviente verano boreal. Pero algo me dice que Edwin pudo haberse salvado y haber vivido y creado mucho más. Siempre he oído que el Perú mata a sus artistas. El caso de Edwin Zcuela parecería confirmar dramáticamente este aserto. Y esto llena de indignación a cualquiera. Porqué tiene que morir -debido a la ausencia de recursos- una excelente persona, joven creador cuyo talento tenía mucho para darle no solo al rock and roll, sino a la entera vida que acontece en cada esquina de nuestro país. Como dijo el gran Lucho Hernández, no es que la sociedad está mal, sino que no hay sociedad.
Aquí le pongo punto a esta nota. Una nota que se amplifica y se eleva, cruza las nubes y llega al profundo cielo de Lima. Una nota en rock como a Edwin Zcuela le hubiera gustado.
Collingswood, New Jersey, 31 julio 07.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)