"Es verdad. Hubo un tiempo glorioso en el que los libros, la lectura, el conocimiento y los idiomas provocaron un efecto afrodisíaco en una generación de mujeres sensibles, inteligentes y bellas que hoy tienen entre 40 y 50 años. Y no es que las mujeres menores de 40 ya no sean sensibles, inteligentes y bellas, sino que ahora las mujeres saben que la mayoría de los hombres no pasa del suplemento de deportes y por eso no hay tío que aguante dos rounds de vis-á-vis literario con una tía. Pero en los años 70 no era así, y uno se conmueve al recordarlo. Yo entré a la universidad en 1978 y -a punto de cumplir los diecisiete- alcancé a estudiar con las últimas chicas que todavía creían en el «hombre ilustrado». A mi favor estaba que yo leía muchísimo y en contra tenía que todas eran mayores que yo. Pero entonces uno era optimista y cuanto más adulta e inalcanzable era la chica de mis sueños, más densos y enrevesados eran los libros que devoraba en vano, porque nadie me advirtió que una cosa era parecer interesante y otra muy distinta resultar rarísimo. A fines de los 70 era inimaginable ligar presumiendo de borrico, pues el mínimo exigible a un manganzón en edad de merecer suponía Cien años de soledad, Historias de cronopios y de famas, El arte de amar de Erich Fromm, ciertas nociones de Marx y cualquier película de Fellini. ¿Quién no ha formado parte de algún círculo de estudios durante los años 70? Y es que en los círculos de estudios se ligaba más que en las convivencias, porque las chicas eran la mar de intelectuales y sólo se fijaban en eso:- ¿Sabías que Fulanito tiene una bien gorda?- Será el Ulises de Joyce.- Yo creo que es Guerra y Paz.Las chicas de los 70 me hicieron leer El Principito, Juan Salvador Gaviota, El viejo y el mar, Cartas a un joven poeta y todos los pensamientos de Khalil Gilbran, antes de cumplir los 15. Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante. Muchos contemporáneos míos presumen de disfrutar de una segunda juventud al lado de chicas más jóvenes y hermosas. Puede que sean más jóvenes pero no más hermosas, porque las chicas más bonitas siguen siendo las mujeres de mi edad. Las únicas mujeres de las que me he enamorado siempre a través de sus conversaciones, sus ideales y sus reivindicaciones. Las únicas chicas que comparten conmigo melancolías, canciones y lecturas. Gracias a ellas puedo escribir una autobiografía y no una «autoviagrafía», porque ellas me enseñaron a soñar, a vivir y a leer. Aquellos fueron unos años mágicos, maravillosos y emocionantes, porque la cultura y la belleza eran igual de conmovedoras para las chicas de los 70. Ellas querían saber qué libros leíamos y sus ojos relampagueaban sensuales cuando uno les hablaba de Poe, Jünger, Dumèzil o Lawrence Durrell. Por eso las mujeres que hoy tienen entre 40 y 50 son así de tiernas, fuertes, brillantes, ilustradas y cómplices. Y a mí, que me hechizaron en la juventud, me siguen fascinando en su plenitud."
miércoles, 28 de diciembre de 2011
miércoles, 21 de diciembre de 2011
la palabra encendida: ¡feliz navidad!
a ustedes, hermanos de la palabra encendida, a quienes le preparan el desayuno a mamá, a la esposa, a los hijos y vigilan sus fiebres, su pulso, sus alegrías y tristezas. a ustedes que se convencen con el día a día de que al mal tiempo buena cara, a quienes conservan intacta y rebelde su capacidad de indignación ante las injusticias que vivimos, a quienes aman la lectura y acuden a ella en las circuntancias más desesperadas. a quienes oran de pie y se alzan incólumes frente al llanto y las oscuridades que nos impone siempre la existencia. a quienes -por encima de todo- conservan siempre la esperanza. a ustedes, a los niños de mi patria que miran su único futuro posible con un libro bajo el brazo (o brazo en alto con libro empuñado), a ellos siempre este reconocimiento sincero, este deseo de una cálida navidad junto a los seres que amamos.
es navidad, compartamos con los que nada tienen lo poco o mucho que dios nos alcanza.
un abrazo sincero de @mareacultural
es navidad, compartamos con los que nada tienen lo poco o mucho que dios nos alcanza.
un abrazo sincero de @mareacultural
miércoles, 7 de diciembre de 2011
De cultos y culturosos
Eloy Jáuregui
Escribir genéticamente es un acto subversivo. Uno expone sus travesías y naufragios. Repito, ya lo dijo claro pero lo dijo, refutando al DRAE, el refulgente Marco Aurelio Denegri, que los peruanos tenemos la particularidad de generar cojudez con una facilidad asombrosa. Somos, pues, cojudógenos”.
Escribir genéticamente es un acto subversivo. Uno expone sus travesías y naufragios. Repito, ya lo dijo claro pero lo dijo, refutando al DRAE, el refulgente Marco Aurelio Denegri, que los peruanos tenemos la particularidad de generar cojudez con una facilidad asombrosa. Somos, pues, cojudógenos”.
La vez que produje un reportaje para “Panorama” de Canal 5, “De qué viven los escritores en el Perú”, el dueño de Panamericana, el omnipresente Genero Delgado Parker impidió su emisión. Entre otras cosas me tildó de ser un periodista exageradamente “culturoso”. El adjetivo es despectivo en Argentina, Cuba y Venezuela. Se describe de “aquel que aparenta tener alta formación cultural” según el DRAE. El asunto viene a cuento a raíz de las filudas declaraciones del crítico literario, caricaturista, sexólogo, polígrafo y gramático (sic), Marco Aurelio Denegri cuando en la última edición de su programa “La función de la palabra” llamó a la lingüista Martha Hildebrandt de computarse “la última chupada del mango”, dijo que su reciente libro: “1,000 palabras y frases peruanas” (Editorial Planeta, 2011) muestra una serie de errores y dejó entrever que ya era hora que a la Hildebrandt le digan sus cuatro verdades porque “ha creído durante muchos años que ella es lo máximo en materia lingüística y eso no es cierto”.
Tiene razón el especialista en el arte de Onán, la cajonística y la gallística. El libro es un vademécum de gazapos. Pero esa es una pelea de blancos y ahí no me meto. Hace unos días, cuando asistí a su programa a raíz de la aparición de mi libro “El Pirata” (Mesa Redonda Editores, 2011), Denegri –a quien le teme medio mundo y no es para tanto— de arranque se me lanzó a la yugular exigiendo que explique por qué el compositor Felipe Pinglo Alva era “un reverendo huachafo” como afirmaba en mi texto. Le expliqué, le hice ver, lo convencí que los temas de “El bardo” tenían varios momentos y que al principio, cierto, pecaba de cursi en sus valses. Al final el “huachafo” era yo y por qué no, “huachafo” también era Denegri.
Entre otras huachaferías, lo fui amansando cuando le hablé de otros ángulos de nuestro criollismo, del “gato broster”, del “juego de tablón” donde Abraham Falcón, de las grupas de las morenas en lo de “La Valentina”, de la chispa de Pepe Villalobos, de las amanecidas con Carlos “Chino” Domínguez y Arturo “Zambo” Cavero, de la gracia de Alberto Romero, de don Pepe Durand, de los “amorfinos” de Augusto Azcues, de la penumbra brillante de Pablo Casas Padilla –autor del verso que intitula mi página “Tu mala canallada”— Y vamos que Denegri demostró que tenía correa. Se cagaba de risa cuando nos íbamos al “corte” y demostró su espíritu palomilla y su experiencia en la cultura de esquina y que no era palomilla de azotea.
Hay una manga de cojudos que viven de lo que escribe uno. El breve César Hildebrandt –hermano, sobrino, cuñado e hijo putativo de Martha Hildebrandt— me chanca porque en una de mis crónicas escribí que el presidente Humala era ignorante del “nudo tubo” porque como militar, apenas sabía del arte del “nudo Wilson”. Lo decía con cacha, enano mental pero como eres una papilla de odio, confundiste mi elegancia barrial propia del Duque de Windsor con tu gigantesca petulancia de las bancas del Parque Huiracocha en Jesús María. Sé que te falta esquina pero ahora estoy seguro que eres un reverendo cojudógeno (Ver “Diccionario de Peruanismos. El habla castellana en el Perú”. Álvarez Vita, Juan. Fondo Editorial Universidad Alas Peruanas. Lima 2009).
Escribir, genéticamente es un acto subversivo. Uno expone sus travesías y naufragios. Repito, ya lo dijo claro pero lo dijo, refutando al DRAE, el refulgente Marco Aurelio Denegri, que los peruanos tenemos la particularidad de generar cojudez con una facilidad asombrosa. Somos, pues, cojudógenos. El neologismo cojudógeno dícese de la persona que genera cojudez, que la suscita y despierta, que la provoca y engendra. Cuando en una reunión, por ejemplo, comienzan a proliferar las cojudeces, ello indica que hay uno o más circunstantes cojudógenos. El proceso se llama cojudogenia. He tratado de limpiarme de esa plaga, lástima, en este país eso es un imposible. Cambio de tema. Hacer periodismo para periodistas en sí, es una cojudez.
Por ello, en mi último taller “La crónica, la hija mala de la literatura”, el pasado 30 de noviembre en el marco del V Festival del libro de la Universidad Nacional San Agustín, en Arequipa, varios periodistas salieron disparados porque afirmé que el periodismo peruano no se recupera todavía de la década putrefacta del fujimontesinismo. La Sala Melgar tembló. Por ello, aquello de hablar a media voz, que es un deporte nacional, ya no va más. O dices las cosas de manera estentórea o te quedas callado. Este año he viajado como nunca por todo el Perú. Y a los gritos he dicho mis verdades. En Piura, en Iquitos, en Chimbote, en Huancayo, recientemente en Ica y ahora en Arequipa que es donde escribo esta crónica.
Repito, frente a la gente que no te quiere, igual, no he parado de escribir erecto. Ha ocurrido, cuando me he preguntado sobre las razones de este quehacer, el de escribir, aquello de confirmar en grafías las ideas y los sueños, pues no siempre estoy de acuerdo con los otros: esos que también escriben. En mi caso, ya no me interesaba el hablarme al oído dudando a más no poder. No a las certezas tajantes, jamás a las afirmaciones inapelables. En ese proceso de grado cero de la escritura, hipótesis e impulsos eléctricos ganan la necesidad de hallar la certeza a partir de sus opuestos. Por eso algunos doctos me han tildado de chiflado más que de huachafo que en el fondo creo que es lo mismo. En el fondo, ese “escribir” tiene, sobre cualquier otra cosa, bastante de experimento, voluntad más de aprender que de enseñar, esfuerzo por mejorar el mundo, humanizar a tantos usureros, liberarse de la angustia de las miserias todas, hacerse conocido más que famoso y construir un mundo para que lo habiten menos imbéciles.
Y en el Perú hay muchos escritores a los que yo me parezco. Mis amigos de Athenea de Piura. Augusto Rubio y Jaime Guzmán en Chimbote, Leydy Loayza y Martín Horta, Mauricio Rosales en Ica, Jaime Vásquez Valcárcel, Percy Vílchez y Carlos Reyes en Iquitos, Juan Carlos Romero y Jorge Salcedo en Huancayo, Misael Ramos, Cristhian Ticona, Augusto Carrasco, Filonilo Catalina, Julio Mauricio, Miguel Cordero y Luis Aspajo en Arequipa. Es decir, como diría Paco Moreno, mi colega en este diario: “Gente como uno”. peruanos dispuestos a dialogar. A vivir en una cultura de la paz. A ser permeables y saber escuchar y no ser intolerantes como muchos radicales de la estupidez. Aquí, en Arequipa, bajo el volcán como un Malcolm Lowry del pobre y abstemio hasta no más, escribo estas líneas. Aquí nacieron mis padres. Ellos me enseñaron a ser decente y a querer a los míos, los peruanos que tanto nos respetamos, sobre todo ahora que andamos peleados. Perdonen la tristeza.
Tomado del Diario La Primera.
Tiene razón el especialista en el arte de Onán, la cajonística y la gallística. El libro es un vademécum de gazapos. Pero esa es una pelea de blancos y ahí no me meto. Hace unos días, cuando asistí a su programa a raíz de la aparición de mi libro “El Pirata” (Mesa Redonda Editores, 2011), Denegri –a quien le teme medio mundo y no es para tanto— de arranque se me lanzó a la yugular exigiendo que explique por qué el compositor Felipe Pinglo Alva era “un reverendo huachafo” como afirmaba en mi texto. Le expliqué, le hice ver, lo convencí que los temas de “El bardo” tenían varios momentos y que al principio, cierto, pecaba de cursi en sus valses. Al final el “huachafo” era yo y por qué no, “huachafo” también era Denegri.
Entre otras huachaferías, lo fui amansando cuando le hablé de otros ángulos de nuestro criollismo, del “gato broster”, del “juego de tablón” donde Abraham Falcón, de las grupas de las morenas en lo de “La Valentina”, de la chispa de Pepe Villalobos, de las amanecidas con Carlos “Chino” Domínguez y Arturo “Zambo” Cavero, de la gracia de Alberto Romero, de don Pepe Durand, de los “amorfinos” de Augusto Azcues, de la penumbra brillante de Pablo Casas Padilla –autor del verso que intitula mi página “Tu mala canallada”— Y vamos que Denegri demostró que tenía correa. Se cagaba de risa cuando nos íbamos al “corte” y demostró su espíritu palomilla y su experiencia en la cultura de esquina y que no era palomilla de azotea.
Hay una manga de cojudos que viven de lo que escribe uno. El breve César Hildebrandt –hermano, sobrino, cuñado e hijo putativo de Martha Hildebrandt— me chanca porque en una de mis crónicas escribí que el presidente Humala era ignorante del “nudo tubo” porque como militar, apenas sabía del arte del “nudo Wilson”. Lo decía con cacha, enano mental pero como eres una papilla de odio, confundiste mi elegancia barrial propia del Duque de Windsor con tu gigantesca petulancia de las bancas del Parque Huiracocha en Jesús María. Sé que te falta esquina pero ahora estoy seguro que eres un reverendo cojudógeno (Ver “Diccionario de Peruanismos. El habla castellana en el Perú”. Álvarez Vita, Juan. Fondo Editorial Universidad Alas Peruanas. Lima 2009).
Escribir, genéticamente es un acto subversivo. Uno expone sus travesías y naufragios. Repito, ya lo dijo claro pero lo dijo, refutando al DRAE, el refulgente Marco Aurelio Denegri, que los peruanos tenemos la particularidad de generar cojudez con una facilidad asombrosa. Somos, pues, cojudógenos. El neologismo cojudógeno dícese de la persona que genera cojudez, que la suscita y despierta, que la provoca y engendra. Cuando en una reunión, por ejemplo, comienzan a proliferar las cojudeces, ello indica que hay uno o más circunstantes cojudógenos. El proceso se llama cojudogenia. He tratado de limpiarme de esa plaga, lástima, en este país eso es un imposible. Cambio de tema. Hacer periodismo para periodistas en sí, es una cojudez.
Por ello, en mi último taller “La crónica, la hija mala de la literatura”, el pasado 30 de noviembre en el marco del V Festival del libro de la Universidad Nacional San Agustín, en Arequipa, varios periodistas salieron disparados porque afirmé que el periodismo peruano no se recupera todavía de la década putrefacta del fujimontesinismo. La Sala Melgar tembló. Por ello, aquello de hablar a media voz, que es un deporte nacional, ya no va más. O dices las cosas de manera estentórea o te quedas callado. Este año he viajado como nunca por todo el Perú. Y a los gritos he dicho mis verdades. En Piura, en Iquitos, en Chimbote, en Huancayo, recientemente en Ica y ahora en Arequipa que es donde escribo esta crónica.
Repito, frente a la gente que no te quiere, igual, no he parado de escribir erecto. Ha ocurrido, cuando me he preguntado sobre las razones de este quehacer, el de escribir, aquello de confirmar en grafías las ideas y los sueños, pues no siempre estoy de acuerdo con los otros: esos que también escriben. En mi caso, ya no me interesaba el hablarme al oído dudando a más no poder. No a las certezas tajantes, jamás a las afirmaciones inapelables. En ese proceso de grado cero de la escritura, hipótesis e impulsos eléctricos ganan la necesidad de hallar la certeza a partir de sus opuestos. Por eso algunos doctos me han tildado de chiflado más que de huachafo que en el fondo creo que es lo mismo. En el fondo, ese “escribir” tiene, sobre cualquier otra cosa, bastante de experimento, voluntad más de aprender que de enseñar, esfuerzo por mejorar el mundo, humanizar a tantos usureros, liberarse de la angustia de las miserias todas, hacerse conocido más que famoso y construir un mundo para que lo habiten menos imbéciles.
Y en el Perú hay muchos escritores a los que yo me parezco. Mis amigos de Athenea de Piura. Augusto Rubio y Jaime Guzmán en Chimbote, Leydy Loayza y Martín Horta, Mauricio Rosales en Ica, Jaime Vásquez Valcárcel, Percy Vílchez y Carlos Reyes en Iquitos, Juan Carlos Romero y Jorge Salcedo en Huancayo, Misael Ramos, Cristhian Ticona, Augusto Carrasco, Filonilo Catalina, Julio Mauricio, Miguel Cordero y Luis Aspajo en Arequipa. Es decir, como diría Paco Moreno, mi colega en este diario: “Gente como uno”. peruanos dispuestos a dialogar. A vivir en una cultura de la paz. A ser permeables y saber escuchar y no ser intolerantes como muchos radicales de la estupidez. Aquí, en Arequipa, bajo el volcán como un Malcolm Lowry del pobre y abstemio hasta no más, escribo estas líneas. Aquí nacieron mis padres. Ellos me enseñaron a ser decente y a querer a los míos, los peruanos que tanto nos respetamos, sobre todo ahora que andamos peleados. Perdonen la tristeza.
Tomado del Diario La Primera.
jueves, 24 de noviembre de 2011
El Guernica en 3D
En junio de 1937 Pablo Picasso pintó el mural que fija en la memoria los hechos ocurridos en 27 de abril del mismo año, fecha en que el fascismo de Franco y sus aliados alemanes bombardearon Guenica, pequeño pueblo del país vaso situado al norte de España. Obra maestra, esta pintura fue presentada durante la World’s Fair in Paris (1937). Aquí, un brevísimo tour en 3D elaborado en la Universidad de Georgia.
martes, 22 de noviembre de 2011
Quechuahablante en Polvos Azules
Polvos from danielthissen on Vimeo, un cortometraje para reflexionar.
lunes, 21 de noviembre de 2011
Las mujeres que amaron a Beckett
Estando en parís en enero, decidí visitar la tumba de Samuel Beckett en el Cementerio de Montparnasse. Tenía ganas de estar a solas con “Sam”, como le decían sus amigos, y como le digo yo en mi fuero interno, pues de tiempo atrás lo siento como un amigo cercano, uno que lamentablemente ya se ha ido. ¿Dónde encontrarlo ahora? En sus escritos, sí. Pero también, de una manera especial, en el lugar donde reposan sus huesos. Quería conversar con él sobre uno de sus personajes, justamente aquel que se sentía a sus anchas entre las lápidas, disfrutando del olor de los cadáveres y riéndose de los epitafios. Me refiero al protagonista de su relato Primer amor, que yo he venido interpretando durante meses ante diversos públicos. Aquel viejo sin nombre me había invadido, casi diría que poseído. Iría a la tumba de su creador para desahogarme y para comunicarme con Sam, en silencio. Pero nunca imaginé que, ese mismo día, él me fuera a compensar con dos grandes sorpresas.
(... ) El camino señalado en el mapa me condujo a una larga piedra rectangular que yacía en el suelo y llevaba dos inscripciones. La primera decía: “Suzanne Beckett, née Déchevaux-Dumesnil 1900-1989”. Y la segunda simplemente: “Samuel Beckett 1906-1989”. Suzanne era seis años mayor que su marido; habían muerto los dos en el mismo año, ella en julio, él en diciembre. Al contemplar los escuetos datos grabados en ese frío mármol, no podía menos que pensar en el cruel día de verano de 1989 cuando, en el mismo sitio donde yo estaba en ese momento, Sam Beckett, viejo ya y muy frágil, se paró a ver descender el ataúd de Suzanne a una fosa abierta por los sepultureros. Se había ido para siempre la mujer con quien compartió la vida durante cincuenta años, y de quien solía decir: “A Suzanne le debo todo”. Esa tarde Beckett regresó a su cuarto en el austero asilo Tiers Temps a esperar su propia muerte.
(..) con el libro en mis manos –temblando, creo– cuando una voz a mi lado dijo: “Vous êtes amant de Beckett. Moi aussi”. Miré. Era una mujer más bien pequeña de estatura y de edad indefinida. Había entrado a la librería casualmente en ese momento para comprar un volumen de bandes dessinées de Hugo Pratt. Se presentó, Francesca Ragusa, y siguió hablando, rápido, con emoción, contándome que era documentalista y que estaba en el proceso de producir un filme sobre una mujer que había pasado toda su vida enamorada de Beckett. Media hora después seguíamos hablando en los jardines de Buttes Chaumont, de todos los parques de París el más lindo tal vez por ser el más parecido a un parque inglés. La lluvia había cesado y nos quedamos un largo rato más en una banca, mientras Francesca –italiana, como era obvio– me hablaba de aquel amor frustrado y extraía de su gran cartapacio de cuero una cantidad de fotos y apuntes, material que venía recogiendo para su película. La historia es como sigue: en los primeros años de la década de los cuarenta, Beckett y Suzanne empezaron a colaborar con la Resistencia francesa. El trabajo era arriesgado y podía costarles el fusilamiento por parte del ejército alemán. El peligro se volvió inminente cuando la célula en que militaban fue detectada por los nazis y, para salvarse, tuvieron que abandonar la ciudad de inmediato y buscar refugio en el sur de Francia, en una zona aún libre. Allá, en la aldea de Rousillon, se encontraron con otros que, como ellos, escapaban de las hostilidades y esperaban ansiosos el fin de la guerra. En esa pequeña comunidad de refugiados conocieron a Henri Hayden, un pintor polaco-francés de sesenta años, y a su esposa Josette, mucho más joven que su marido. Beckett se hizo amigo de la pareja y con Hayden pasaba horas jugando ajedrez y hablando de arte y literatura. Los dos matrimonios formaron una amistad duradera; pronto prometieron seguir viéndose con regularidad después de la guerra. Mientras tanto, Beckett había advertido que Josette se estaba enamorando de él. Era demasiado evidente. Pero tal vez por su estrecha amistad con el pintor nunca se permitió ni siquiera un flirteo con ella...
El artículo completo de Joe Broderick, vía @malpensante.
(..) con el libro en mis manos –temblando, creo– cuando una voz a mi lado dijo: “Vous êtes amant de Beckett. Moi aussi”. Miré. Era una mujer más bien pequeña de estatura y de edad indefinida. Había entrado a la librería casualmente en ese momento para comprar un volumen de bandes dessinées de Hugo Pratt. Se presentó, Francesca Ragusa, y siguió hablando, rápido, con emoción, contándome que era documentalista y que estaba en el proceso de producir un filme sobre una mujer que había pasado toda su vida enamorada de Beckett. Media hora después seguíamos hablando en los jardines de Buttes Chaumont, de todos los parques de París el más lindo tal vez por ser el más parecido a un parque inglés. La lluvia había cesado y nos quedamos un largo rato más en una banca, mientras Francesca –italiana, como era obvio– me hablaba de aquel amor frustrado y extraía de su gran cartapacio de cuero una cantidad de fotos y apuntes, material que venía recogiendo para su película. La historia es como sigue: en los primeros años de la década de los cuarenta, Beckett y Suzanne empezaron a colaborar con la Resistencia francesa. El trabajo era arriesgado y podía costarles el fusilamiento por parte del ejército alemán. El peligro se volvió inminente cuando la célula en que militaban fue detectada por los nazis y, para salvarse, tuvieron que abandonar la ciudad de inmediato y buscar refugio en el sur de Francia, en una zona aún libre. Allá, en la aldea de Rousillon, se encontraron con otros que, como ellos, escapaban de las hostilidades y esperaban ansiosos el fin de la guerra. En esa pequeña comunidad de refugiados conocieron a Henri Hayden, un pintor polaco-francés de sesenta años, y a su esposa Josette, mucho más joven que su marido. Beckett se hizo amigo de la pareja y con Hayden pasaba horas jugando ajedrez y hablando de arte y literatura. Los dos matrimonios formaron una amistad duradera; pronto prometieron seguir viéndose con regularidad después de la guerra. Mientras tanto, Beckett había advertido que Josette se estaba enamorando de él. Era demasiado evidente. Pero tal vez por su estrecha amistad con el pintor nunca se permitió ni siquiera un flirteo con ella...
El artículo completo de Joe Broderick, vía @malpensante.
Adiós a Daniel Sada
Para celebrar el Premio Nacional de Ciencias y Artes, el escritor mexicano Daniel Sada habría cantado Respeta mi dolor o La flor de capomo. Canciones norteñas, sus favoritas. Habría cantado y también habría bailado de no ser porque la noticia del galardón, revelada al mediodía de este viernes, llegó cuando el autor de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe estaba sedado, postrado en una cama. Su vida termino ese mismo día, demasiado prematuramente, a los 58 años, a consecuencia de diabetes y disfunción renal.
Falleció Daniel Sada, el creador de un paisaje literario único en el castellano, constructor de un mundo en el que se combinaban su obsesión por contar historias con el inagotable afán de usar para ello todos los elementos del idioma, ortodoxia e innovación que le generaron el calificativo de autor barroco, que rechazaba.
Anclado en sus raíces norteñas -nació en Méxicali (Baja California,) pero su familia era de Coahuila y trabajó varios años en Sinaloa- huyó de todo lo que le alejara de su empeño por crear historias perfectas, en las que se recrean el habla y entorno del recio carácter de los norteños con la puntillosa elección de giros verbales que le hicieron un autor único al grado que fue comparado con Lezama Lima.
“Con la memoria, vuelvo a abrir la puerta de la editorial en la que trabajé décadas atrás, y me saluda un joven, robusto y sonriente Daniel Sada. Lleva el manuscrito de su primer novela, en la que ya está el germen de lo que será toda su obra: Lampa vida. Allí está el ingenio asombroso que siempre lo caracterizará. Después de leerla, recomiendo que se publique de inmediato. Con el paso del tiempo, él restó importancia a esta novela, pero para mí fue una revelación temprana”, dice el escritor y crítico Sergio González Rodríguez al evocar a Sada.
Por influencia familiar, y ya instalado en la capital mexicana, el joven Sada intentó convertirse en contable. El banco lo asfixió tanto como los otros trabajos que le impedían escribir. “Necesitaba la intemperie”, le dijo al periodista Antonio Bertrán, que publica en el número de noviembre de Gatopardo un largo perfil del escritor. Se llegaba a concentrar de tal manera, retrata Bertrán, que durante una época escribía totalmente desnudo, para evitar que la ropa constituyera una distracción.
Su primer éxito llega con Una de dos, publicado por Alfaguara en 1994, en la que unas gemelas idénticas comparten un novio que no atina a descubrir el engaño en el que vive.
“Creador de una retórica basada en el neologismo, la regularidad del ritmo y el fervor prosódico, supo aplicarla a su narrativa. Fue uno de los precursores de los relatos del norte de México, la corriente más importante en los últimos años, y un poeta notable”, dice González Rodríguez.
Tusquets le edita en 1999 Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, la obra que consagra su vocación de experimentador del lenguaje. Era un maestro exigente pero generoso que lo único que no toleraba en su taller era la tontería. Aborrecía los lugares comunes, los recursos fáciles. “La narración debe ser circular, sin perder los tiempos verbales de los hechos”, recordaba a sus alumnos: “La argumentación debe ser concreta y certera, sin dejar de ser sugerente. La narración excesiva anula el sentido estético de la literatura y no debemos eliminar el enigma presente en los hechos narrados, sino exaltarlo con argumentación”.
Amante del ajedrez y el béisbol, de cantar norteñas y recitar poemas, Anagrama publicará pronto El lenguaje del juego, libro que alcanzó a terminar antes de que la vista le fallara. Con este volumen se completa la veintena de libros de cuentos, poesía y novela que produjo a lo largo de su vida. Como ni en sus últimas horas quiso vivir sin literatura, en el hospital Adriana Jiménez, su compañera y madre de su hija Fernanda, le leyó cada día extractos de El Quijote, de La divina comedia, poemas de Octavio Paz, de Guimarães Rosa, entre otros.
“Daniel tenía cierta noción de que quizá le darían el Premio Nacional este año”, contaba ayer Adriana por teléfono, “estaba muy contento por eso, para él significaba mucho”. Su viuda agregaba con una voz, al mismo tiempo vehemente y tranquila, que en la últimas semanas, cuando la enfermedad se ensañó, Sada se refugió “en su paisaje interior”, ese donde escribía durante meses y meses sus libros antes de someterlos a eternas revisiones. En ese paisaje interior quizá resuene hoy la voz del Piporro, el popular intérprete de norteñas, su favorito, que en Respeta mi dolor entona: “Han de perdonar, raza, que esté cantando más triste que de costumbre”.
Anclado en sus raíces norteñas -nació en Méxicali (Baja California,) pero su familia era de Coahuila y trabajó varios años en Sinaloa- huyó de todo lo que le alejara de su empeño por crear historias perfectas, en las que se recrean el habla y entorno del recio carácter de los norteños con la puntillosa elección de giros verbales que le hicieron un autor único al grado que fue comparado con Lezama Lima.
“Con la memoria, vuelvo a abrir la puerta de la editorial en la que trabajé décadas atrás, y me saluda un joven, robusto y sonriente Daniel Sada. Lleva el manuscrito de su primer novela, en la que ya está el germen de lo que será toda su obra: Lampa vida. Allí está el ingenio asombroso que siempre lo caracterizará. Después de leerla, recomiendo que se publique de inmediato. Con el paso del tiempo, él restó importancia a esta novela, pero para mí fue una revelación temprana”, dice el escritor y crítico Sergio González Rodríguez al evocar a Sada.
Por influencia familiar, y ya instalado en la capital mexicana, el joven Sada intentó convertirse en contable. El banco lo asfixió tanto como los otros trabajos que le impedían escribir. “Necesitaba la intemperie”, le dijo al periodista Antonio Bertrán, que publica en el número de noviembre de Gatopardo un largo perfil del escritor. Se llegaba a concentrar de tal manera, retrata Bertrán, que durante una época escribía totalmente desnudo, para evitar que la ropa constituyera una distracción.
Su primer éxito llega con Una de dos, publicado por Alfaguara en 1994, en la que unas gemelas idénticas comparten un novio que no atina a descubrir el engaño en el que vive.
“Creador de una retórica basada en el neologismo, la regularidad del ritmo y el fervor prosódico, supo aplicarla a su narrativa. Fue uno de los precursores de los relatos del norte de México, la corriente más importante en los últimos años, y un poeta notable”, dice González Rodríguez.
Tusquets le edita en 1999 Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, la obra que consagra su vocación de experimentador del lenguaje. Era un maestro exigente pero generoso que lo único que no toleraba en su taller era la tontería. Aborrecía los lugares comunes, los recursos fáciles. “La narración debe ser circular, sin perder los tiempos verbales de los hechos”, recordaba a sus alumnos: “La argumentación debe ser concreta y certera, sin dejar de ser sugerente. La narración excesiva anula el sentido estético de la literatura y no debemos eliminar el enigma presente en los hechos narrados, sino exaltarlo con argumentación”.
Amante del ajedrez y el béisbol, de cantar norteñas y recitar poemas, Anagrama publicará pronto El lenguaje del juego, libro que alcanzó a terminar antes de que la vista le fallara. Con este volumen se completa la veintena de libros de cuentos, poesía y novela que produjo a lo largo de su vida. Como ni en sus últimas horas quiso vivir sin literatura, en el hospital Adriana Jiménez, su compañera y madre de su hija Fernanda, le leyó cada día extractos de El Quijote, de La divina comedia, poemas de Octavio Paz, de Guimarães Rosa, entre otros.
“Daniel tenía cierta noción de que quizá le darían el Premio Nacional este año”, contaba ayer Adriana por teléfono, “estaba muy contento por eso, para él significaba mucho”. Su viuda agregaba con una voz, al mismo tiempo vehemente y tranquila, que en la últimas semanas, cuando la enfermedad se ensañó, Sada se refugió “en su paisaje interior”, ese donde escribía durante meses y meses sus libros antes de someterlos a eternas revisiones. En ese paisaje interior quizá resuene hoy la voz del Piporro, el popular intérprete de norteñas, su favorito, que en Respeta mi dolor entona: “Han de perdonar, raza, que esté cantando más triste que de costumbre”.
Pearl jam: imagine in cornice (documental)
Crónica de una de las visitas de Pearl Jam a Italia, este documental recoge las presentaciones en vivo y los backstage de uno de los mayores símbolos del grunge en su gira europea de 2006. Bologna, Verona, Milán, Torina y Pistoia. Doce capítulos. Ojalá alguien hubiese hecho algo similar sobre su reciente visita al Perú.
#Indignados, el documental sobre el #15M
Estrenado hace algunas semanas, Indignados. Del 15-M al 20-N, dirigido por Antoni Verdaguer, recoge a lo largo de casi una hora los testimonios de unas 70 personas que hablan de los orígenes, las razones, los problemas y el futuro de las movilizaciones ciudadanas que se iniciaron en España y que se han ido extendiendo por medio mundo. La historia comienza con una reunión entre internautas y el exdirector de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia, y llega a la actualidad hilando entrevistas a protagonistas del movimiento: Katherina M., la menor que fue agredida por la policía durante la marcha laica de Madrid; el activista del software libre Richard Stalman; el bloguero y profesor de la IES Business School Enrique Dans; el cantautor Paco Ibáñéz, etcétera. Un documento imperdible.
Las cuatro "c" de la revolución 2.0
Contenido. Se debe innovar en cómo y de qué se escribe. Los medios deben de conocer el lenguaje de las redes sociales, ser capaces de innovar en la forma de decir las cosas.
Creatividad. Los comunicadores necesitan transmitir mejores historias y contarlas de otra forma. Deben contextualizar para que el contenido generado explique a los lectores como es que se llegó a la situación actual y por ende les aporte valor.
Control. Si se quiere estar activamente presente en las redes sociales, se debe aceptar que se perderá un poco el control de la información. Se debe estar consiente de la gente va a comentar nuestras notas, destrozarlas, hasta insultarnos, y ello generará debate. Van a suceder muchas cosas a partir de los contenidos. Lo importante de esto es qué tanto vamos a poder dialogar en ese proceso.Comunidad. Crear una comunidad propia, ya que el lector quiere sentir que forma parte de una comunidad de interés, de sensaciones y de iguales. En la medida en que los medios y comunicadores conformen una comunidad, van a generar lealtad a sus comentarios, letras o plumas. Pero para crear comunidad hay que interactuar; si no se está dispuesto a interactuar no estamos hablando de la revolución 2.0. Hay que tener disposición para estar disponibles fuera del horario de oficina, a recomendar, a agregar, a buscar a quiénes son los influenciadores y a incidir en la conversación del ciudadano.
Más lectura sobre periodismo y revolución 2.0 vía Theslogan Magazine.
MVLL, sobre The wire: los dioses indiferentes
Desde que la serie televisiva The Wire se transmitió he leído tantos elogios sobre ella que no exagero si digo que he vivido varios años esperando robar un tiempo al tiempo para verla. Lo he hecho, por fin, y he gozado con los episodios de las cinco temporadas como leyendo una de esas grandes novelas decimonónicas -las de Dickens o de Dumas- que aparecían por capítulos en los diarios a lo largo de muchas semanas.
Lo primero que sorprende es que la televisión de Estados Unidos -la HBO en este caso- haya producido una serial que critica a la sociedad y a las instituciones de ese país de una manera tan feroz. Probablemente en ningún otro hubiera sido posible; pero, esto no es novedad, pues tanto en el cine como en la televisión norteamericanos es frecuente esa visión destemplada y beligerante de sus políticos, empresarios, jueces, carceleros, banqueros, militares, policías, sindicalistas, profesores, etcétera. La diferencia es que aquellas críticas suelen ser individualizadas: son sujetos concretos los que se corrompen y delinquen, excepciones negativas que no afectan la esencia benigna del sistema. En The Wire ocurre al revés; es el sistema mismo el que parece condenado sin remedio, pese a que quienes trabajan en él sean gentes de buena entraña y hasta heroicos idealistas como Howard Colvin.
Aunque tiene el clásico esquema de una confrontación entre policías y delincuentes, The Wire rompe a cada paso ese maniqueísmo mostrando que, en el mundo en que transcurre la historia -los barrios negros y miserables de Baltimore, los colegios públicos de la periferia, las comisarías marginales, los almacenes y muelles del puerto, la redacción del principal periódico de la ciudad, The Sun, y las oficinas de la Municipalidad- hay buenos y malos entreverados y que en muchos casos la bondad y la maldad coexisten en una misma persona por momentos y según las situaciones. Lo único que queda claro, al final, es que, en aquella sociedad, casi todos fracasan, y, los pocos que tienen éxito, lo alcanzan porque son unos pícaros redomados o por obra del azar.
Una obra semejante debería dejar una sensación profundamente pesimista en el espectador, y, sin embargo, sucede todo lo contrario. Pese al fatalismo que preside la vida de esas gentes, hay entre los policías, los camellos vendedores de drogas, los ladrones, los matones, los periodistas, los profesores, gentes tan entrañables como el detective borrachín y parrandero Jimmy McNulty, o el policía convertido en maestro de escuela Roland Prez Pryzbylewski, el tierno adicto y confidente Bubbles, o los estibadores que ven, impotentes pero risueños, la desaparición de los astilleros que les han dado de comer y ahora los dejarán en el paro y el hambre. Gracias a ellos, uno sale reconciliado con la fauna humana, esa sensación de que, a pesar de que todo anda mal, la vida vale la pena de ser vivida aunque sólo sea por aquellos momentos de alegría que se viven disfrutando un trago en el bar de la esquina con los compañeros, o recordando aquella noche de amor, o la emboscada que tuvo éxito y -¡por una vez!- mandó al asesino entre rejas.
Los dos autores de The Wire, el ex periodista David Simon y el ex policía Ed Burns, trabajaron muchos años en el mundo que describe la serie. El primero de ellos dice que la concibieron como una novela filmada, y, también, que la mayor influencia que ambos reconocen es la de la tragedia griega, pues, en su historia, también la suerte de los individuos está fijada desde antes de nacer, por "unos dioses indiferentes" contra los que es inútil rebelarse. Algo de cierto hay en ambas afirmaciones. The Wire tiene la densidad, la diversidad, la ambición totalizadora y las sorpresas e imponderables que en las buenas novelas parecen reproducir la vida misma (en verdad, no es así, pues la vida que muestran es la que inventan), algo que no he visto nunca en una serie televisiva, a las que suele caracterizar la superficialidad y el esquematismo.
El artículo es de Mario Vrgas Llosa y en su versión completa está aquí.
Otro post de interés vía qué veo.
Aunque tiene el clásico esquema de una confrontación entre policías y delincuentes, The Wire rompe a cada paso ese maniqueísmo mostrando que, en el mundo en que transcurre la historia -los barrios negros y miserables de Baltimore, los colegios públicos de la periferia, las comisarías marginales, los almacenes y muelles del puerto, la redacción del principal periódico de la ciudad, The Sun, y las oficinas de la Municipalidad- hay buenos y malos entreverados y que en muchos casos la bondad y la maldad coexisten en una misma persona por momentos y según las situaciones. Lo único que queda claro, al final, es que, en aquella sociedad, casi todos fracasan, y, los pocos que tienen éxito, lo alcanzan porque son unos pícaros redomados o por obra del azar.
Una obra semejante debería dejar una sensación profundamente pesimista en el espectador, y, sin embargo, sucede todo lo contrario. Pese al fatalismo que preside la vida de esas gentes, hay entre los policías, los camellos vendedores de drogas, los ladrones, los matones, los periodistas, los profesores, gentes tan entrañables como el detective borrachín y parrandero Jimmy McNulty, o el policía convertido en maestro de escuela Roland Prez Pryzbylewski, el tierno adicto y confidente Bubbles, o los estibadores que ven, impotentes pero risueños, la desaparición de los astilleros que les han dado de comer y ahora los dejarán en el paro y el hambre. Gracias a ellos, uno sale reconciliado con la fauna humana, esa sensación de que, a pesar de que todo anda mal, la vida vale la pena de ser vivida aunque sólo sea por aquellos momentos de alegría que se viven disfrutando un trago en el bar de la esquina con los compañeros, o recordando aquella noche de amor, o la emboscada que tuvo éxito y -¡por una vez!- mandó al asesino entre rejas.
Los dos autores de The Wire, el ex periodista David Simon y el ex policía Ed Burns, trabajaron muchos años en el mundo que describe la serie. El primero de ellos dice que la concibieron como una novela filmada, y, también, que la mayor influencia que ambos reconocen es la de la tragedia griega, pues, en su historia, también la suerte de los individuos está fijada desde antes de nacer, por "unos dioses indiferentes" contra los que es inútil rebelarse. Algo de cierto hay en ambas afirmaciones. The Wire tiene la densidad, la diversidad, la ambición totalizadora y las sorpresas e imponderables que en las buenas novelas parecen reproducir la vida misma (en verdad, no es así, pues la vida que muestran es la que inventan), algo que no he visto nunca en una serie televisiva, a las que suele caracterizar la superficialidad y el esquematismo.
El artículo es de Mario Vrgas Llosa y en su versión completa está aquí.
Otro post de interés vía qué veo.
Saramago: charla con un visionario 'apocalíptico'
Dos amigos portugueses conversan rodeados por volcanes en Lanzarote entre 1996 y 1997. Hablan de música, literatura y mujeres, "las principales pasiones de Saramago", dice su mujer en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. José Saramago, un retrato apasionado, del periodista y escritor Armando Baptista-Bastos (Clave Intelectual, la editorial argentina recién desembarcada en España) es una charla sobre "el oficio de escribir entre dos personas que no se podían mentir, con una concepción muy particular del mundo", apostilla Pilar del Río.
Baptista-Bastos pregunta a Saramago sobre el comunismo, las mujeres, su escritura más o menos neorrealista y la religión. Dispara con literatura y recibe su recompensa con la creatividad de un Nobel que supo decir no sin pliegos ni ornamentos. "Baptista pertenecía a la élite cultural de Portugal -era 10 años más joven- y José tardó mucho en entrar en esos círculos, no fue a la universidad, venía de fuera, era autodidacta", explica Del Río.
La periodista es también la autora del prólogo que introduce un libro cuyo eje central, la conversación, se completa con una cronología, una bibliografía, una breve autobiografía del propio autor y testimonios de otros escritores. Además de un reportaje fotográfico inédito de Saramago en Lanzarote firmado por el fotógrafo portugués Joao Francisco Vilhena. "Un pequeño gran libro, un homenaje", dice su viuda. Casi un manual para aquellos que aún tengan alguna duda acerca del autor de Ensayo sobre la ceguera.
Más lectura vía El País.
Más lectura vía El País.
Buñuel, ídolo de la generación del boom
En la misma medida que Faulkner, Joyce, Borges, Proust, Flaubert o Thomas Mann; como la realidad exuberante que retrataban y todos los subterráneos estratos difusos utilizados para reinventarla, los autores del boom literario latinoamericano tenían otro referente, incluso más unánime: el cine de Buñuel. Don Luis, para todos ellos.
Lo idolatraban sin fisuras, como prueban las cartas rendidas que le remitieron Julio Cortázar, José Donoso, Álvaro Mutis o García Márquez, como desvela Carlos Fuentes en su libro Diana o la cazadora solitaria, como se comprueba en las dedicatorias enviadas por autores como los citados, además de Miguel Ángel Asturias o Alejo Carpentier, que guardaba el cineasta en su archivo.
e le envió dedicados varios de sus libros y una carta relatándole el impacto que le produjo Viridiana. “En todo lo que filmaba estaba él entero, su personalidad, su ser”.
La impronta es lo que les subyugaba. Pero también la leyenda. El privilegio de poder tratar con alguien que no solo había vivido, sino que había formado parte activa de las vanguardias en París. Concretamente, de pasar a la historia como un referente activo del surrealismo después de haber impactado a todo el mundo junto a Salvador Dalí inventándose Un perro andaluz y La edad de oro. “En Un perro andaluz, él niega la misma esencia del cine cortándose el ojo”, comenta Fuentes. “Para nosotros Buñuel era la verdad vivida, la experiencia directa de aquel tiempo”, afirma Mutis.
Lea el artículo completo aquí.
e le envió dedicados varios de sus libros y una carta relatándole el impacto que le produjo Viridiana. “En todo lo que filmaba estaba él entero, su personalidad, su ser”.
La impronta es lo que les subyugaba. Pero también la leyenda. El privilegio de poder tratar con alguien que no solo había vivido, sino que había formado parte activa de las vanguardias en París. Concretamente, de pasar a la historia como un referente activo del surrealismo después de haber impactado a todo el mundo junto a Salvador Dalí inventándose Un perro andaluz y La edad de oro. “En Un perro andaluz, él niega la misma esencia del cine cortándose el ojo”, comenta Fuentes. “Para nosotros Buñuel era la verdad vivida, la experiencia directa de aquel tiempo”, afirma Mutis.
Lea el artículo completo aquí.
En el epicentro del 'boom'
Sus talentos explotaron más al unísono que sus formas y sus ideas. El caso es que se convirtieron en uno de los fenómenos literarios cumbres del XX: el boom latinoamericano. En el epicentro estaba la catalana Carmen Balcells. Un solo nombre, Gabriel García Márquez, le habría bastado para enriquecerse y hacerse un hueco en la historia. Pero Balcells tuvo el olfato de ficharlos a casi todos: Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda, José Donoso, Augusto Monterroso, Miguel Ángel Asturias, Isabel Allende, Mario Benedetti, Julio Cortázar, Jorge Edwards, Juan Carlos Onetti o Augusto Roa Bastos. Entre las referencias a derechos, tiradas y proyectos, los escritores van desgranando en sus cartas grandezas y miserias.
Mario Vargas Llosa "Harto de dar clases"
El 24 de marzo de 1970, el peruano Vargas Llosa nombra agente a Carmen Balcells. Antes ya mantenían un contacto fluido, a tenor de las desnudas confidencias que le hace el escritor, frustrado por no poder dedicarse en exclusiva a escribir. "Ocurre que cada día estoy más harto de dar clases y de vivir como un gitano, y cada día más dispuesto a llegar al asesinato para poder mandar al diablo los trabajos alimenticios y dedicarme solo a escribir", le contaba desde Puerto Rico el 25 de marzo de 1969...
Encendidas expresiones de amistad, confesiones y luchas de egos salpicaron siempre la relación de Balcells con las mejores plumas de América Latina. Un artículo vía El País, que no debes dejar de leer.
sábado, 19 de noviembre de 2011
Marea cultural: un pequeño testimonio
Tecnologías y Gestión Cultural from encultura on Vimeo.
Con cierto retraso posteamos este vídeo registrado en agosto último en la Casona de San Marcos, en el marco del Encuentro Nacional de Cultura 2011. Lo compartimos con ustedes.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Un libro solitario. Entrevista al poeta Carlos Germán Belli
Miguel Ildefonso
Carlos Germán Belli es el poeta vivo más importante no solo en el Perú sino a nivel hispanoamericano. Su poesía ha influenciado a varias generaciones de poetas, y ha sido traducida a muchos idiomas. Después de César Vallejo es el de mayor traducción, y eso dice mucho de la universalidad de su palabra. Aquí unas rápidas preguntas a raíz de la aparición de una nueva antología, editada por Cascahuesos.
¿Qué actividad, fuera de la escritura misma, está más relacionada a su creación poética?
Entre las diversas actividades que he desempeñado exclusivamente para ganarme el pan, tendría que señalar la docencia universitaria, la traducción y el periodismo como las que han estado, en cierta manera, más próximas al quehacer poético. La actividad docente, porque la materia que dictaba era el género de la poesía - la hispanoamericana y la italiana -. En cuanto al quehacer de la traducción - en agencias noticiosas -, hizo que me adentrara en la traducción poética, ligada tan estrechamente a la creación. En fin, el periodismo, en razón al uso directo de la palabra.
¿Desde un comienzo usted buscó un lenguaje personal? ¿En qué momento lo consiguió? La pregunta no va tanto en qué libro, sino en qué momento de la creación –el punto en que se trabó la lengua, por decirlo de alguna manera- y sus circunstancias.
Por cierto que no. Lo que originalmente he buscado era superar mis limitaciones como hablante, y ello creo que me llevó imperceptiblemente a mi modo de escribir. Pienso que cuando leía y traducía a poetas franceses modernos y cuando repasaba con ahínco a los clásicos renacentistas, serían éstas las circunstancias que lo propiciaron, aunque sin ninguna premeditación estilística.
¿Qué opina de la poesía neobarroca, también denominada “neobarrosa”, que se practica hoy en día?
Si no me equivoco, constituye un hecho literario inherente a todos los tiempos e idiomas. La poesía hispanoamericana neobarroca actual es una secuela directa de Lezama Lima y Martín Adán, quienes seguramente serán los antecesores remotos de los neobarrocos futuros.
Recuerdo gratamente cuando estuvimos en el Museo Metropolitano de Nueva York, junto con el poeta Evgueni Bezzubikoff. ¿De sus viajes qué ciudad le parece más fascinante y le ha impulsado a escribir?
Evidentemente, muchas son las ciudades que poseen una fascinación particular, y entre ellas Nueva York sin duda alguna. He sido de ella un residente efímero, que de la Gran Manzana se le ha quedado en los labios sólo una leve miel. Devoto en la Catedral San Patricio, lector en la Biblioteca Pública de la calle 42, contemplador en el Metropolitano y el Moma, aunque lamentablemente asaz fugaz en todas esas circunstancias, soy un nostálgico de algo que se me escurre de las manos. Sin embargo, por suerte, alcancé a escribir algunas líneas en prosa acerca de mi experiencia neoyorquina.
Recientemente apareció una antología de su poesía, editada por Cascahuesos, Letra a letra. ¿Cómo ve en retrospectiva su poesía? ¿La considera un solo libro?
Un archipiélago de cuadernillos, un archipiélago de antologías, pero un insular libro, es decir, un libro solitario.
Carlos Germán Belli es el poeta vivo más importante no solo en el Perú sino a nivel hispanoamericano. Su poesía ha influenciado a varias generaciones de poetas, y ha sido traducida a muchos idiomas. Después de César Vallejo es el de mayor traducción, y eso dice mucho de la universalidad de su palabra. Aquí unas rápidas preguntas a raíz de la aparición de una nueva antología, editada por Cascahuesos.
¿Qué actividad, fuera de la escritura misma, está más relacionada a su creación poética?
Entre las diversas actividades que he desempeñado exclusivamente para ganarme el pan, tendría que señalar la docencia universitaria, la traducción y el periodismo como las que han estado, en cierta manera, más próximas al quehacer poético. La actividad docente, porque la materia que dictaba era el género de la poesía - la hispanoamericana y la italiana -. En cuanto al quehacer de la traducción - en agencias noticiosas -, hizo que me adentrara en la traducción poética, ligada tan estrechamente a la creación. En fin, el periodismo, en razón al uso directo de la palabra.
¿Desde un comienzo usted buscó un lenguaje personal? ¿En qué momento lo consiguió? La pregunta no va tanto en qué libro, sino en qué momento de la creación –el punto en que se trabó la lengua, por decirlo de alguna manera- y sus circunstancias.
Por cierto que no. Lo que originalmente he buscado era superar mis limitaciones como hablante, y ello creo que me llevó imperceptiblemente a mi modo de escribir. Pienso que cuando leía y traducía a poetas franceses modernos y cuando repasaba con ahínco a los clásicos renacentistas, serían éstas las circunstancias que lo propiciaron, aunque sin ninguna premeditación estilística.
¿Qué opina de la poesía neobarroca, también denominada “neobarrosa”, que se practica hoy en día?
Si no me equivoco, constituye un hecho literario inherente a todos los tiempos e idiomas. La poesía hispanoamericana neobarroca actual es una secuela directa de Lezama Lima y Martín Adán, quienes seguramente serán los antecesores remotos de los neobarrocos futuros.
Recuerdo gratamente cuando estuvimos en el Museo Metropolitano de Nueva York, junto con el poeta Evgueni Bezzubikoff. ¿De sus viajes qué ciudad le parece más fascinante y le ha impulsado a escribir?
Evidentemente, muchas son las ciudades que poseen una fascinación particular, y entre ellas Nueva York sin duda alguna. He sido de ella un residente efímero, que de la Gran Manzana se le ha quedado en los labios sólo una leve miel. Devoto en la Catedral San Patricio, lector en la Biblioteca Pública de la calle 42, contemplador en el Metropolitano y el Moma, aunque lamentablemente asaz fugaz en todas esas circunstancias, soy un nostálgico de algo que se me escurre de las manos. Sin embargo, por suerte, alcancé a escribir algunas líneas en prosa acerca de mi experiencia neoyorquina.
Recientemente apareció una antología de su poesía, editada por Cascahuesos, Letra a letra. ¿Cómo ve en retrospectiva su poesía? ¿La considera un solo libro?
Un archipiélago de cuadernillos, un archipiélago de antologías, pero un insular libro, es decir, un libro solitario.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Willy Gómez: “Escribo para encontrar respuestas que nadie puede darme”
Con su último libro, Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) confirma la buena salud y el buen momento de la poesía peruana contemporánea. Volumen de gran intensidad poética y testimonio personal de la condición humana, el poeta dialogó en breve con nosotros y aquí están sus palabras:
Leyendo tus poemas el lector se enfrenta a esa pugna interna del poeta que busca encontrar su esencia estética y el afán por retratar cabalmente la condición humana. En ese sentido, ¡cuáles son tus prioridades al momento de elegir determinados temas, a la hora de escribir?
Un escribe lo que no sabe, y ese acto es ya otra forma de pensamiento, de construcciones y destrucciones de uno mismo cuando atrapa la palabra; en ese sentido, más allá de la elección de temas, uno busca completarse y encontrar la verdad como belleza en todo lo que existe.
El lenguaje en tus poemas constituye una suerte de defensa natural ante la vida material que nos agobia, ¿en qué momento decidiste utilizarlo para contraponer poderes y fuerzas entre el bien y el mal?
El lenguaje es un desplazamiento de vida, otro poder de quienes tenemos esta misión de escribir la poesía. Mi mal nace del silencio y la incomunicación como estigma de la época que nos tocó vivir en el Perú. Entonces hacia esa destrucción avanzo para hablar y tomar partido por mí, por el otro, por los objetos del deseo y por la vida.
El despliegue de símbolos a lo largo de tu último libro no hace sino reafirmar la imagen de una existencia que avanza hacia lo desconocido. ¿Hacia dónde va tu poesía, Willy, cuáles son los temas que más te acercan a tu esencia ética, a tus propias certezas?
La obra que uno construye es como el edificio que todos los días vemos que se levanta en las calles. Si nos detenemos unos minutos a observarlo, algo avanzó y al día siguiente hay otro poco de modelos por contemplar. Así es mi obra, así trabajo diariamente para encontrar respuestas que nadie puede darme, entonces, aparecen, los diálogos con la poesía misma, la literatura, el amor, la muerte, esas banalidades que revestimos con otras palabras, siempre.
Un escribe lo que no sabe, y ese acto es ya otra forma de pensamiento, de construcciones y destrucciones de uno mismo cuando atrapa la palabra; en ese sentido, más allá de la elección de temas, uno busca completarse y encontrar la verdad como belleza en todo lo que existe.
El lenguaje en tus poemas constituye una suerte de defensa natural ante la vida material que nos agobia, ¿en qué momento decidiste utilizarlo para contraponer poderes y fuerzas entre el bien y el mal?
El lenguaje es un desplazamiento de vida, otro poder de quienes tenemos esta misión de escribir la poesía. Mi mal nace del silencio y la incomunicación como estigma de la época que nos tocó vivir en el Perú. Entonces hacia esa destrucción avanzo para hablar y tomar partido por mí, por el otro, por los objetos del deseo y por la vida.
El despliegue de símbolos a lo largo de tu último libro no hace sino reafirmar la imagen de una existencia que avanza hacia lo desconocido. ¿Hacia dónde va tu poesía, Willy, cuáles son los temas que más te acercan a tu esencia ética, a tus propias certezas?
La obra que uno construye es como el edificio que todos los días vemos que se levanta en las calles. Si nos detenemos unos minutos a observarlo, algo avanzó y al día siguiente hay otro poco de modelos por contemplar. Así es mi obra, así trabajo diariamente para encontrar respuestas que nadie puede darme, entonces, aparecen, los diálogos con la poesía misma, la literatura, el amor, la muerte, esas banalidades que revestimos con otras palabras, siempre.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Vargas Llosa, vida y obra: exposición en Madrid
La Medalla del Premio Nobel que recibió el escritor peruano Mario Vargas Llosa en 2010, fotografías familiares, sus libros favoritos o algunas de sus cartas escritas a amigos como Julio Cortázar o Pablo Neruda son algunas de las joyas que acoge la exposición "Mario Vargas Llosa, la libertad y la vida". La muestra, que se podrá ver desde mañana hasta el 29 de enero en la Sala El Águila de Madrid, recoge los momentos más importantes de la vida del escritor, sus primeras notas, los diplomas obtenidos en su etapa escolar, su amor por la literatura o sus pasos en el mundo del periodismo y la política.
"Es el testimonio de mi vida, del amor que siempre he sentido por la literatura, mis actividades en la enseñanza, el periodismo y la política, y también el reflejo de mi evolución política: cómo fui
seducido en mi juventud por el espíritu revolucionario de izquierdas y mi desencanto posterior", ha explicado Mario Vargas Llosa en rueda de prensa. "Espero -ha añadido- que a los que me siguen de cerca les guste, y a los que no me han leído, que les abra el apetito de descubrir alguna de mis obras".
La exposición comienza con un espacio reservado al Premio Nobel obtenido en 2010 y su discurso manuscrito. Posteriormente, la muestra invita a conocer al escritor como persona, mostrando sus primeros pasos, las notas que obtuvo en el Colegio La Salle en 1945, los cuadernos que leía en su infancia o el certificado de ingreso en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1953. Poco a poco y a través de diversas fotografías -entre las que seencuentran tres tomadas por EFE-, el público va conociendo su evolución, los viajes que hizo en su juventud cuando marchó a París y conoció al literato Albert Camus, los años vividos en Londres o sus encuentros con genios de la literatura como Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges, para terminar admirando al Mario Vargas Llosa de hoy.
seducido en mi juventud por el espíritu revolucionario de izquierdas y mi desencanto posterior", ha explicado Mario Vargas Llosa en rueda de prensa. "Espero -ha añadido- que a los que me siguen de cerca les guste, y a los que no me han leído, que les abra el apetito de descubrir alguna de mis obras".
La exposición comienza con un espacio reservado al Premio Nobel obtenido en 2010 y su discurso manuscrito. Posteriormente, la muestra invita a conocer al escritor como persona, mostrando sus primeros pasos, las notas que obtuvo en el Colegio La Salle en 1945, los cuadernos que leía en su infancia o el certificado de ingreso en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1953. Poco a poco y a través de diversas fotografías -entre las que seencuentran tres tomadas por EFE-, el público va conociendo su evolución, los viajes que hizo en su juventud cuando marchó a París y conoció al literato Albert Camus, los años vividos en Londres o sus encuentros con genios de la literatura como Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges, para terminar admirando al Mario Vargas Llosa de hoy.
Así, en la sala "el refugio de un lector", se encuentra una enorme fotografía que muestra parte de su biblioteca, los hipopótamos que siempre tiene en su escritorio, o una lista de sus autores favoritos entre los que se encuentran Luis de Górgora, Víctor Hugo, Juan Carlos Onetti o Thomas Mann. También en esta sección se pueden leer las anotaciones escritas en sus libros favoritos como "Absalón, absalón", de William Faulkner que valora como "una obra maestra aunque no absoluta por el exceso de palabras", o "Siete noches", de Jorge Luis Borges, que describe como "miscelánea, que expresa a un Borges íntimo, sus amores, sus fobias, sus obsesiones y coqueterías".
La exposición también dedica un espacio a su obra, donde se encuentran los originales escritos a ordenador de sus libros o ejemplares antiguos en otros idiomas, como por ejemplo un volumen de
"Conversación en la catedral", traducido al alemán en 1969; o "La ciudad y los perros", publicado en finés en 1966. (Tomado de EFE)
"Conversación en la catedral", traducido al alemán en 1969; o "La ciudad y los perros", publicado en finés en 1966. (Tomado de EFE)
viernes, 28 de octubre de 2011
Miguel Ildefonso: “Uno avanza en la escritura de un poema como quien se acerca a un abismo”
Augusto Rubio Acosta
Trabajar con el lenguaje y dejar que éste nos conduzca adonde sabemos tendrá que llevarnos, es parte del día a día para creadores como Miguel Ildefonso, uno de los más destacados poetas peruanos contemporáneos. A continuación nuestra breve conversa:
En tus libros, Miguel, están muy presentes siempre la vida underground y la depresión, el desempleo y la miseria, el alcohol. ¿Es la única forma de ser artista?, ¿es el caldo de cultivo en el cuál te sientes más cómodo a la hora de escribir?
Tengo diez libros de poesía publicados, que hace unos días pensé titular al conjunto Poesía Trash del Soul. Justamente en el sentido que señalas en mi estética y actitud vital. La voz poética de mis libros pertenece a un joven rebelde, un joven peruano, latinoamericano, perteneciente a una clase media o proletaria, hijo de migrantes de los Andes; de ninguna manera a la clase alta o criolla. Y justamente por ser de esta clase económica-cultural, es una voz de rebeldía, iconoclasta, siguiendo la tradición de los poetas malditos y morales de Baudelaire y los Beatnik. Asumo una voz desencantada para meter el dedo con la pluma en las llagas de este país y de este mundo, y para señalar la hipocrecía de todos los poderes que rigen la vida moderna: los gobiernos neoliberales, las iglesias, los medios de comunicación, por ejemplo. Como Dante Alighieri, la ruta de mi poesía trasunta infierno, purgatorio y un paraíso que se hermana con el reclamo de la voz de César Vallejo. Mi poesía no es política, sino trata de cuestionar todo, incluido la política.
Existe en tu obra una necesidad de expresar la hibridez de la cultura peruana, hay también cierta insistencia por lo chicha, lo marginal, el desencanto por lo urbano, lo metapoético, lo cual se refleja de algún modo en los giros radicales en el lenguaje. ¿Adónde va tu obra vista de manera integral, como unidad: poesía-narrativa, adónde miras como artista en este tiempo?
Siempre he sido atento, desde muy chico, con lo que ocurre en el país. Una de las preguntas más importantes de mi vida siempre ha sido qué es el Perú. Hoy vemos un país distinto a hace unas décadas. Mientras hay más tecnología, el hombre está involucionando. Será que la tecnología facilita las cosas, y entonces el ser humano no se exige un desarrollo interior. En ese proceso hay una evidente transformación de los valores. Por eso que no nos sorprendan más muertes, ya no por la violencia política, sino por la violencia del capital, del dinero, de la usura, como decía Ezra Pound. El Perú es un híbrido en constante desarrollo. Yo antes, en los fines del 80 e inicios del 90, creía que la chicha era una propuesta de autentica reinvindicación de un Perú Profundo y desdeñado. Lamentablemente con la dictadura del estado en la década del 90 y por la dictadura del raiting en los medios masivos, la chicha se ha vuelto hoy en día en un comercio más, una mercancía plástica y decadente, una maquinita de dinero fácil. Lo que hago con mis textos es reflejar estos cambios, narrar la violencia cotidiana y desnudar sus nexos con el gran proyecto de estupidización que es el dogma inmaculado de este mundo de hoy.
Como parte de la diáspora producida en el país en los años noventa, de una u otra forma o razón terminamos yéndonos, abandonando nuestro lugar de pertenencia originaria, aunque sin perder las raíces. ¿Por qué te fuiste del Perú?
Bueno, yo he salido del Perú una vez más, pero siempre estoy retornando. Ahora estoy ya unos meses aquí, por motivos familiares, sobre todo. Pero ya hace un tiempo que no estoy ni aquí ni allá. Mi país está en mis textos, ese es mi mundo, mi universo. Es cierto que muchos poetas, escritores, compañeros de los 90s, se fueron. Muchos no querían ser parte de la vida bajo el régimen que hubo en esa década, también por la imposibilidad de desarrollarse como intelectual, o como artista. Creo que ya no se idealiza tanto, por otra parte, el mundo allá afuera. El irse es una necesidad más inmediata. Un escritor ya no se va porque cree que se hará famoso, no existe necesariamente ese sueño que pudo haber existido en los años 60. Del 60 al 90 el mundo se puso al revés.
Eres un autor que viaja constantemente, ¿cómo ves la escena poética en las provincias?
Muy intensa, con buena calidad de poesía y narrativa, que se ve en los premios nacionales que van ganando constantemente ya hace décadas. Las editoriales también son una grata novedad, así ya no se depende de la capital. También es fructífero lo que se ve en los festivales que hay en las provincias, en las ferias de libro, en los blogs, etc. Hay también mayor comunicación, eso sí gracias a los medios tecnológicos, no solo dentro del Perú, también se articula con la poesía de otros países. En Puno, el trabajo de Darwin Bedoya, Walter Bedregal, por ejemplo. En Chiclayo, el grupo Signos, el Festival del Diantre. En Huancayo: la Feria del Libro, los Dosamarus. En Huánuco, en Cajamarca, los encuentros que hacen. En fin, el Perú tiene muchas voces, ya es hora de que esas voces se escuchen en todas partes por igual. Uno de los lastres de la colonia es el centralismo.
¿La poesía es un riesgo?, ¿qué te ha dado la poesía, qué le puede dar a los lectores, a nuestras vidas?
Como poeta, como creador, es un riesgo, no solo ante la escritura, pues uno avanza en la escritura de un poema como quien se acerca a un abismo. Uno no sabe de qué manera te va a transformar un poema o un libro que has escrito, has dejado parte o todo de tu "espíritu" o "alma" allí, a partir de entonces vienen más preguntas aun, preguntas que te impelen a ir hacia un adelante inexistente. Igualmente uno no sabe qué podrá ocurrirle al lector. No se trata solo de sintonizar bellamente, estéticamente con quien te lea. La poesía es un rayo, un flechazo, que puede entrar en uno y removerle la existencia. Esas cosas lo logran poetas como Pessoa o Eielson, por ejemplo. La poesía también me ha permitido viajes, conocer otras gentes, otras culturas. A partir de ello, ando escribiendo nuevos textos, con nuevas voces, ya no de alguien tan joven, ya no tan peruano quizás. Esos son mis nuevos proyectos en poesía y narrativa.
En tus libros, Miguel, están muy presentes siempre la vida underground y la depresión, el desempleo y la miseria, el alcohol. ¿Es la única forma de ser artista?, ¿es el caldo de cultivo en el cuál te sientes más cómodo a la hora de escribir?
Tengo diez libros de poesía publicados, que hace unos días pensé titular al conjunto Poesía Trash del Soul. Justamente en el sentido que señalas en mi estética y actitud vital. La voz poética de mis libros pertenece a un joven rebelde, un joven peruano, latinoamericano, perteneciente a una clase media o proletaria, hijo de migrantes de los Andes; de ninguna manera a la clase alta o criolla. Y justamente por ser de esta clase económica-cultural, es una voz de rebeldía, iconoclasta, siguiendo la tradición de los poetas malditos y morales de Baudelaire y los Beatnik. Asumo una voz desencantada para meter el dedo con la pluma en las llagas de este país y de este mundo, y para señalar la hipocrecía de todos los poderes que rigen la vida moderna: los gobiernos neoliberales, las iglesias, los medios de comunicación, por ejemplo. Como Dante Alighieri, la ruta de mi poesía trasunta infierno, purgatorio y un paraíso que se hermana con el reclamo de la voz de César Vallejo. Mi poesía no es política, sino trata de cuestionar todo, incluido la política.
Existe en tu obra una necesidad de expresar la hibridez de la cultura peruana, hay también cierta insistencia por lo chicha, lo marginal, el desencanto por lo urbano, lo metapoético, lo cual se refleja de algún modo en los giros radicales en el lenguaje. ¿Adónde va tu obra vista de manera integral, como unidad: poesía-narrativa, adónde miras como artista en este tiempo?
Siempre he sido atento, desde muy chico, con lo que ocurre en el país. Una de las preguntas más importantes de mi vida siempre ha sido qué es el Perú. Hoy vemos un país distinto a hace unas décadas. Mientras hay más tecnología, el hombre está involucionando. Será que la tecnología facilita las cosas, y entonces el ser humano no se exige un desarrollo interior. En ese proceso hay una evidente transformación de los valores. Por eso que no nos sorprendan más muertes, ya no por la violencia política, sino por la violencia del capital, del dinero, de la usura, como decía Ezra Pound. El Perú es un híbrido en constante desarrollo. Yo antes, en los fines del 80 e inicios del 90, creía que la chicha era una propuesta de autentica reinvindicación de un Perú Profundo y desdeñado. Lamentablemente con la dictadura del estado en la década del 90 y por la dictadura del raiting en los medios masivos, la chicha se ha vuelto hoy en día en un comercio más, una mercancía plástica y decadente, una maquinita de dinero fácil. Lo que hago con mis textos es reflejar estos cambios, narrar la violencia cotidiana y desnudar sus nexos con el gran proyecto de estupidización que es el dogma inmaculado de este mundo de hoy.
Como parte de la diáspora producida en el país en los años noventa, de una u otra forma o razón terminamos yéndonos, abandonando nuestro lugar de pertenencia originaria, aunque sin perder las raíces. ¿Por qué te fuiste del Perú?
Bueno, yo he salido del Perú una vez más, pero siempre estoy retornando. Ahora estoy ya unos meses aquí, por motivos familiares, sobre todo. Pero ya hace un tiempo que no estoy ni aquí ni allá. Mi país está en mis textos, ese es mi mundo, mi universo. Es cierto que muchos poetas, escritores, compañeros de los 90s, se fueron. Muchos no querían ser parte de la vida bajo el régimen que hubo en esa década, también por la imposibilidad de desarrollarse como intelectual, o como artista. Creo que ya no se idealiza tanto, por otra parte, el mundo allá afuera. El irse es una necesidad más inmediata. Un escritor ya no se va porque cree que se hará famoso, no existe necesariamente ese sueño que pudo haber existido en los años 60. Del 60 al 90 el mundo se puso al revés.
Eres un autor que viaja constantemente, ¿cómo ves la escena poética en las provincias?
Muy intensa, con buena calidad de poesía y narrativa, que se ve en los premios nacionales que van ganando constantemente ya hace décadas. Las editoriales también son una grata novedad, así ya no se depende de la capital. También es fructífero lo que se ve en los festivales que hay en las provincias, en las ferias de libro, en los blogs, etc. Hay también mayor comunicación, eso sí gracias a los medios tecnológicos, no solo dentro del Perú, también se articula con la poesía de otros países. En Puno, el trabajo de Darwin Bedoya, Walter Bedregal, por ejemplo. En Chiclayo, el grupo Signos, el Festival del Diantre. En Huancayo: la Feria del Libro, los Dosamarus. En Huánuco, en Cajamarca, los encuentros que hacen. En fin, el Perú tiene muchas voces, ya es hora de que esas voces se escuchen en todas partes por igual. Uno de los lastres de la colonia es el centralismo.
¿La poesía es un riesgo?, ¿qué te ha dado la poesía, qué le puede dar a los lectores, a nuestras vidas?
Como poeta, como creador, es un riesgo, no solo ante la escritura, pues uno avanza en la escritura de un poema como quien se acerca a un abismo. Uno no sabe de qué manera te va a transformar un poema o un libro que has escrito, has dejado parte o todo de tu "espíritu" o "alma" allí, a partir de entonces vienen más preguntas aun, preguntas que te impelen a ir hacia un adelante inexistente. Igualmente uno no sabe qué podrá ocurrirle al lector. No se trata solo de sintonizar bellamente, estéticamente con quien te lea. La poesía es un rayo, un flechazo, que puede entrar en uno y removerle la existencia. Esas cosas lo logran poetas como Pessoa o Eielson, por ejemplo. La poesía también me ha permitido viajes, conocer otras gentes, otras culturas. A partir de ello, ando escribiendo nuevos textos, con nuevas voces, ya no de alguien tan joven, ya no tan peruano quizás. Esos son mis nuevos proyectos en poesía y narrativa.
"Polvo en el viento", de Hugo Coya
Se llama Demetrio Chávez Peñaherrera, pero todos los conocen como "Vaticano". Fue amigo del colombiano Pablo Escobar y asegura que para convertirse en el más importante capo del narcotráfico en Perú contó con el apoyo de Vladimiro Montesinos, el "hombre fuerte" del régimen de Alberto Fujimori. La historia de Peñaherrera ha sido escrita por el periodista Hugo Coya, quien ha publicado en el sello español Aguilar el libro "Polvo en el viento. Vaticano: esplendor y miserias de un narcotraficante".
Coya, cuyo libro se presenta hoy en la Feria del Libro Ricardo Palma, de Miraflores, señaló a Efe que "Vaticano", preso desde hace 18 años, estuvo a punto de formar el primer cártel peruano de la droga en la remota localidad selvática de Campanilla y que contó, según su testimonio, con el apoyo de las máximas autoridades del régimen fujimorista (1990-2000). El reportaje se originó hace un año y medio, cuando Coya fue contactado por los abogados de Peñaherrera, quienes le aseguraron que éste quería contarle su historia. "Me dijo señor, quiero contarlo todo, absolutamente todo, como yo trabajaba, todas las actividades, cómo se hace el narcotráfico en Perú", señala el periodista sobre ese primer encuentro. El narcotraficante le relató a Coya los detalles de sus operaciones: desde sus orígenes, su sociedad con los capos colombianos Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez Orejuela, hasta sus vínculos con Montesinos y su posterior captura.
"Polvo en el viento", remarca Coya, es el primer libro que cuenta esa historia "desde adentro", porque "difícilmente se accede a un narcotraficante que te dice: yo soy narcotraficante y operaba así". (Tomado de EFE)
"Polvo en el viento", remarca Coya, es el primer libro que cuenta esa historia "desde adentro", porque "difícilmente se accede a un narcotraficante que te dice: yo soy narcotraficante y operaba así". (Tomado de EFE)
jueves, 27 de octubre de 2011
R.E.M.: We all go back to where we belong
A manera de despedida, este video de “We all go back to where we belong”, que significa el adiós a R.E.M. tras 31 años de brillante carrera musical. La banda lanzará el 15 de noviembre una compilación de éxitos titulado Part Lies, Part Heart, Part Truth, Part Garbage: 1982-2011. Habrán además tres canciones nuevas, grabadas junto con el productor Jacknife Lee, el primer sencillo es “We all go back to where we belong”, del cual se acaban de estrenar dos videos (la otra versión tiene a Kirsten Dunst como musa, ambos fueron dirigidos por Michael Stipe y Dominic DeJoseph.
miércoles, 26 de octubre de 2011
“Las malas intenciones”: nuestra lectura
Hace un par de semanas, el suscrito tuvo el gusto de verla apenas estrenada. “Las malas intenciones”, el film de Rosario García-Montero nos devolvió desde el principio al Perú de los ochentas, cuando la guerra interna asomaba en la megaurbe del país y los peruanos asistíamos incrédulos –muchas veces indiferentes- a la mayor de nuestras desgracias. Film cargado de imágenes y de inteligencia encarnadas en una niña oscura y de personalidad muy definida, el puñado de cinéfilos que asistimos a esa función nocturna no pudimos evitar estremecernos ante la apabullante soledad a que muchas veces estamos expuestos los seres humanos, sobretodo los niños.
“A Túpac Amaru le amarraron las piernas y los brazos a unos caballos, y luego los espantaron para que quedara desmembrado; pero Túpac Amaru era muy fuerte y se los tuvieron que cortar”, reflexiona Cayetana ante una lámina escolar que ilustra la agonía del prócer de nuestra independencia. ¿Te dolió?, pregunta la protagonista, después de cercenarle los miembros al prócer con una navaja. A la mitad de su soledad, los héroes de la patria pueblan la imaginación una niña de nueve años y constituyen el reemplazo del padre ausente, sus únicos aliados al inicio del conflicto armado interno, la crisis familiar y el país cayéndose a pedazos. Así, Cayetana se desenvuelve entre el colegio y su casa de Ñaña, entre el bien y el mal, y transita siempre al filo de la navaja. “Dos soles no caben en un mismo cielo”; con esa frase la protagonista anuncia el fin de su vida ante la llegada de un nuevo miembro de la familia. La cita –sin embargo- se la dijo Bolívar a San Martín en la Conferencia de Guayaquil, pero para ella es un reflejo de la situación que vive, que palpita.
“A Túpac Amaru le amarraron las piernas y los brazos a unos caballos, y luego los espantaron para que quedara desmembrado; pero Túpac Amaru era muy fuerte y se los tuvieron que cortar”, reflexiona Cayetana ante una lámina escolar que ilustra la agonía del prócer de nuestra independencia. ¿Te dolió?, pregunta la protagonista, después de cercenarle los miembros al prócer con una navaja. A la mitad de su soledad, los héroes de la patria pueblan la imaginación una niña de nueve años y constituyen el reemplazo del padre ausente, sus únicos aliados al inicio del conflicto armado interno, la crisis familiar y el país cayéndose a pedazos. Así, Cayetana se desenvuelve entre el colegio y su casa de Ñaña, entre el bien y el mal, y transita siempre al filo de la navaja. “Dos soles no caben en un mismo cielo”; con esa frase la protagonista anuncia el fin de su vida ante la llegada de un nuevo miembro de la familia. La cita –sin embargo- se la dijo Bolívar a San Martín en la Conferencia de Guayaquil, pero para ella es un reflejo de la situación que vive, que palpita.
Crítica social abierta, crítica a la religión, a la clase alta que abandona el Perú de los años de la guerra y que poco a poco va desapareciendo, la cinta llega a su clímax en sus últimas escenas. Podríamos entrar en detalles, pero se trata de la simple y muy personal lectura de un film inolvidable, una película que difícilmente se proyectará en las provincias, pero que bien vale la pena conseguir y visualizar de cualquier forma. “Las malas intenciones” es mucho más que la ópera prima de García-Montero y los festivales europeos donde se ha exhibido, el film –como los buenos libros y las obras de arte recién estrenadas y puestas a circulación- ha dejado de pertenecerle a su autora y a sus protagonistas, la película ahora nos pertenece a todos y merece un mejor destino que la crítica o comments que puedan circular en blogs y en la twittósfera peruana. El cine nacional y los cinéfilos estamos por encima de Hollywood, las transnacionales y de la Asociación de Exhibidores de “films basura” que pueblan nuestra paupérrima cartelera cinematográfica. Fuimos a ver “Las malas intenciones” y salimos tarareando la vieja canción de Salvatore Adamo, el día que entrevistemos a Fátima Búntix se lo haremos saber, le daremos este abrazo.
lunes, 24 de octubre de 2011
Una piedra en el zapato. crónicas de un tiempo oscuro
Nelson Manrique
Para definir la significación de César Hildebrandt en la historia contemporánea del Perú, bastaría lo escrito ayer por Eduardo Adrianzén en Twitter: “Aunque le arda a muchísimos, César Hildebrandt ya llegó a ser historia, referencia y modelo en el periodismo peruano. Y sin coctelitos”. (Confieso que aunque tampoco frecuento los cócteles de las embajadas aprendí a respetarlos cuando me enteré que constituían un componente relevante de la frugal dieta de Alfonso Barrantes).
Elogiar a Hildebrandt es arriesgarse a caer en el lugar común. Por eso aprecio especialmente la opinión de un buen amigo que me confiesa que leerlo le irrita profundamente, pero no puede dejar de hacerlo religiosamente cada semana, porque considera su opinión imprescindible. César es tajante en sus opiniones; no hay medias tintas en sus afirmaciones y por lo tanto se lo toma o se lo deja; se le acepta con todo o se le rechaza con el mismo entusiasmo. No es casual su admiración por Manuel Gonzales Prada, nuestro mejor cultor del verbo exacto y la frase rotunda. Con él lo emparenta la voluntad de hablar donde otros callan y no es, por eso, sorprendente que su otro gran referente sea César Lévano, otro singular ejemplo de buen periodismo y limpieza moral.
En una reflexión personal sobre la significación de César Hildebrandt para el periodismo peruano me viene a la memoria lo que cierta vez dijo Pablo Macera -cuando era Pablo Macera- en los años setenta sobre V.R. Haya de la Torre: que el hecho de que el político más importante del siglo XX no hubiese llegado a ser elegido ni siquiera alcalde de un pueblito perdido de la sierra mostraba hasta qué punto andaba divorciada la política de la sociedad en el Perú. Algo similar sucede con Hildebrandt y los medios de comunicación: el hecho de que el periodista con mayor credibilidad del país no tenga un programa televisivo muestra hasta qué punto los dueños de los canales están decididos a hacer cualquier cosa menos a informar y comunicar y como su enemistad con la verdad es una cuestión de principios. Si algo debemos agradecerles a los patrones de la televisión es haber devuelto a Hildebrandt al texto impreso, el punto de partida de su quehacer como periodista y su amor de toda la vida.
César Hildebrandt nos ha prevenido siempre sobre la farsa que es confundir la libertad de prensa con la libertad de empresa. Tiene toda la autoridad del mundo para hacerlo; por algo ha sido una víctima recurrente de esta sutil diferencia semántica. “A mí me han censurado y me han desaparecido inútilmente –escribe-. A mí el poder me da náuseas porque sé que está en manos de locos y criminales. Y con el poder sólo he podido tener relaciones rotas”.
Posiblemente estas experiencias hayan modelado su intransigencia frente a la escritura para el gusto de las mayorías:
“Releo los párrafos anteriores y compruebo, gustoso, que no son fashion, que son anacrónicos, que vienen de la más amplia minoría. ¡Qué bien! ¡Cuánto me alegra! Me moriría de la pena si lo que escribo se pareciera, aunque fuese de perfil, a la “prosa” periodística moderna.
“Estoy, también en esto, en mis trece. Nadie me va a convencer de que para estar a la moda tienes que renunciar a pensar, tienes que apagar tu ira, tienes que pertenecer al colectivo del optimismo de las barras bravas.
“No tengo ganas de aplaudir después de oír este concierto. Es música que ya conozco y sé adónde nos conduce”.
Las crónicas que forman “Una piedra en el zapato” fueron publicadas en La Primera y en Hildebrandt en sus Trece. Cubren un arco temporal que se extiende desde julio del 2006 hasta agosto del 2011, para desgracia del doctor Alan García, uno de los caseritos habituales de sus columnas. El periodo ayuda a entender por qué ciertos temas son recurrentes: la denuncia de la corrupción y los corruptos, poner en evidencia el escándalo de la disociación entre lo que se dice y lo que se hace, el desprecio por los derechos humanos y la vasta confabulación por la impunidad, la alianza nada santa entre el poder económico y la política para imponerle al país una agenda que defiende los intereses de los menos y sacrifica el derecho al porvenir de los más.
Los buenos textos se escriben no sólo con el cerebro y las manos. Intervienen en ellos los pulmones, los riñones, el hígado (es de César hacer sobretiempos) y por supuesto el corazón. De ahí que digan mucho sobre sus autores, aún si ellos buscan púdicamente ocultarse. Hildebrandt no es de hablar de sí mismo, pero si exhibe sin inhibiciones una pasión que lo ha marcado de por vida: su amor por las palabras, la literatura. En las palabras, nos dice, encontró un refugio ante un mundo mediocre, donde prima la estupidez. Esta condena sin apelativos está hecha no desde el sentimiento elitista de sentirse por encima de los demás sino como conclusión de un análisis de qué pasó con ese mundo que en la década del 60 – lo cito- “era pura lucidez combatiente” y cómo los errores y las insuficiencias de la izquierda sirvieron al triunfo de las grandes campañas de desinformación que abrieron el camino al capitalismo salvaje, a Tatcher y Reagan. “La gran conspiración escribe ha funcionado. Ahora los medios de comunicación están, casi por decreto ley, condenados a ser estúpidos. Y lo están porque son parte del conservadurismo mundial que gobierna y que hay que mantener en el gobierno. Y ese conservadurismo mundial sólo se puede mantener desde la estupidez. De modo que el método es claro: fabricar estúpidos para el rebaño mundial de consumidores anuentes, que a eso nos han reducido los que cortan el jamón”.
Para componer este libro su autor ha tenido que seleccionar columnas: ni están todas las que son ni son todas las que están. Me llama la atención la forma cómo César escoge algunos temas en los cuales expone sus fobias. No se trata sólo de su ira contra las injusticias y su indignación contra quienes abusan de su poder para agraviar a los débiles. En sus textos trata también temas más triviales, como su aversión al pisco, el poco entusiasmo que le suscita la gastronomía peruana, su desagrado por las Olimpiadas, la escasa consideración que le tiene a La teta asustada y la -esta si irascible- defensa su derecho de fumar, dejando muy en claro que está perfectamente informado de los riesgos de su opción supone. Por supuesto, sus razones me parecen tan legítimas como espero le parezcan a él las mías para defender la opinión contraria, pero no deja de llamarme la atención que escoja asuntos en los cuales su opinión evidentemente va a chocar con la opinión de la mayoría. Creo adivinar ahí cicatrices conquistadas en su experiencia vital; la necesidad de defender su individualidad a todo trance, contra los intentos de someterla.
¿Tiene César Hildebrandt una posición política? Es claro que es un izquierdista que abomina del estalinismo, pero no se instala en la cómoda posición de proclamarse demócrata liberal. Las razones que expone debieran llamar a reflexión a quienes se cobijan bajo esa popular etiqueta, hoy consagrada como políticamente correcta:
“dejémonos de monsergas: ¿Qué es la democracia liberal? ¿La de Estados Unidos, donde si quieres mejorar la salud pública dándosela a los que no están cubiertos tienes que enfrentar un ejército de analfabetos cívicos encabezados por Sarah Palin, ejército que, al final, paraliza o esteriliza tus proyectos? ¿O la de Chile, que nació en el mar de sangre de Pinochet y continúa hoy con un enorme grado de desigualdad y con el desconocimiento de los derechos mapuches? ¿O la del Perú, parida en el golpe de Estado de Fujimori y ahondada hoy por un farsante, con quien Vargas Llosa se ha amistado, que dice que la plata viene sola cuando la verdad es que viene acompañada de una licitación, una ley a domicilio o una gran concesión fraudulenta y que añade que si Humala gana las elecciones, él promoverá un golpe de Estado? ¿Esa es la democracia liberal por la que debemos, como caballeros andantes, luchar hasta morir?”.
Las páginas de Una piedra en el zapato están cargadas por momentos de un pesimismo denso, alimentado por los desencantos en que esta primera década del tercer milenio ha sido pródiga. Sin embargo sus últimas páginas están alimentadas por un renovado optimismo.
Veamos algunas líneas y congratulémonos de que César Hildebrandt siga en la brega:
“Lo que revelan las noticias, por lo general, es que, en ese occidente jactancioso que creía haber llegado al “fin de la historia” y a la fórmula de la inmortalidad capitalista, la gente está harta. Lo que también revelan las noticias es que el sistema de contención del capitalismo neardenthal -redescubierto por la Thatcher y adorado en Wall Street -ha empezado a resquebrajarse.
“La gente está harta de que le hayan robado la democracia y de que una sola partitura -la de los tiburones de las bolsas y los ladrones de la banca -sea la que se imponga en los coros de los niños castrados de la prensa.
“Hartas están las gentes -y con razón- de que los truhanes de las finanzas y el hampa corporativa compren periódicos y televisiones para decirle a la gente que está bien que se joda, muy bien que se resigne, mejor que se calle y maravillosamente bien que obedezca. Lo que estamos viendo es como la película Despertares, pero en la versión de la Comuna de París: millones de aturdidos abandonan el limbo y gritan para comprobar que están vivos”.
* Texto leído, el 21 de octubre último, durante la presentación de "Una piedra en el zapato", en la Feria del Libro de Miraflores.
Para definir la significación de César Hildebrandt en la historia contemporánea del Perú, bastaría lo escrito ayer por Eduardo Adrianzén en Twitter: “Aunque le arda a muchísimos, César Hildebrandt ya llegó a ser historia, referencia y modelo en el periodismo peruano. Y sin coctelitos”. (Confieso que aunque tampoco frecuento los cócteles de las embajadas aprendí a respetarlos cuando me enteré que constituían un componente relevante de la frugal dieta de Alfonso Barrantes).
Elogiar a Hildebrandt es arriesgarse a caer en el lugar común. Por eso aprecio especialmente la opinión de un buen amigo que me confiesa que leerlo le irrita profundamente, pero no puede dejar de hacerlo religiosamente cada semana, porque considera su opinión imprescindible. César es tajante en sus opiniones; no hay medias tintas en sus afirmaciones y por lo tanto se lo toma o se lo deja; se le acepta con todo o se le rechaza con el mismo entusiasmo. No es casual su admiración por Manuel Gonzales Prada, nuestro mejor cultor del verbo exacto y la frase rotunda. Con él lo emparenta la voluntad de hablar donde otros callan y no es, por eso, sorprendente que su otro gran referente sea César Lévano, otro singular ejemplo de buen periodismo y limpieza moral.
En una reflexión personal sobre la significación de César Hildebrandt para el periodismo peruano me viene a la memoria lo que cierta vez dijo Pablo Macera -cuando era Pablo Macera- en los años setenta sobre V.R. Haya de la Torre: que el hecho de que el político más importante del siglo XX no hubiese llegado a ser elegido ni siquiera alcalde de un pueblito perdido de la sierra mostraba hasta qué punto andaba divorciada la política de la sociedad en el Perú. Algo similar sucede con Hildebrandt y los medios de comunicación: el hecho de que el periodista con mayor credibilidad del país no tenga un programa televisivo muestra hasta qué punto los dueños de los canales están decididos a hacer cualquier cosa menos a informar y comunicar y como su enemistad con la verdad es una cuestión de principios. Si algo debemos agradecerles a los patrones de la televisión es haber devuelto a Hildebrandt al texto impreso, el punto de partida de su quehacer como periodista y su amor de toda la vida.
César Hildebrandt nos ha prevenido siempre sobre la farsa que es confundir la libertad de prensa con la libertad de empresa. Tiene toda la autoridad del mundo para hacerlo; por algo ha sido una víctima recurrente de esta sutil diferencia semántica. “A mí me han censurado y me han desaparecido inútilmente –escribe-. A mí el poder me da náuseas porque sé que está en manos de locos y criminales. Y con el poder sólo he podido tener relaciones rotas”.
Posiblemente estas experiencias hayan modelado su intransigencia frente a la escritura para el gusto de las mayorías:
“Releo los párrafos anteriores y compruebo, gustoso, que no son fashion, que son anacrónicos, que vienen de la más amplia minoría. ¡Qué bien! ¡Cuánto me alegra! Me moriría de la pena si lo que escribo se pareciera, aunque fuese de perfil, a la “prosa” periodística moderna.
“Estoy, también en esto, en mis trece. Nadie me va a convencer de que para estar a la moda tienes que renunciar a pensar, tienes que apagar tu ira, tienes que pertenecer al colectivo del optimismo de las barras bravas.
“No tengo ganas de aplaudir después de oír este concierto. Es música que ya conozco y sé adónde nos conduce”.
Las crónicas que forman “Una piedra en el zapato” fueron publicadas en La Primera y en Hildebrandt en sus Trece. Cubren un arco temporal que se extiende desde julio del 2006 hasta agosto del 2011, para desgracia del doctor Alan García, uno de los caseritos habituales de sus columnas. El periodo ayuda a entender por qué ciertos temas son recurrentes: la denuncia de la corrupción y los corruptos, poner en evidencia el escándalo de la disociación entre lo que se dice y lo que se hace, el desprecio por los derechos humanos y la vasta confabulación por la impunidad, la alianza nada santa entre el poder económico y la política para imponerle al país una agenda que defiende los intereses de los menos y sacrifica el derecho al porvenir de los más.
Los buenos textos se escriben no sólo con el cerebro y las manos. Intervienen en ellos los pulmones, los riñones, el hígado (es de César hacer sobretiempos) y por supuesto el corazón. De ahí que digan mucho sobre sus autores, aún si ellos buscan púdicamente ocultarse. Hildebrandt no es de hablar de sí mismo, pero si exhibe sin inhibiciones una pasión que lo ha marcado de por vida: su amor por las palabras, la literatura. En las palabras, nos dice, encontró un refugio ante un mundo mediocre, donde prima la estupidez. Esta condena sin apelativos está hecha no desde el sentimiento elitista de sentirse por encima de los demás sino como conclusión de un análisis de qué pasó con ese mundo que en la década del 60 – lo cito- “era pura lucidez combatiente” y cómo los errores y las insuficiencias de la izquierda sirvieron al triunfo de las grandes campañas de desinformación que abrieron el camino al capitalismo salvaje, a Tatcher y Reagan. “La gran conspiración escribe ha funcionado. Ahora los medios de comunicación están, casi por decreto ley, condenados a ser estúpidos. Y lo están porque son parte del conservadurismo mundial que gobierna y que hay que mantener en el gobierno. Y ese conservadurismo mundial sólo se puede mantener desde la estupidez. De modo que el método es claro: fabricar estúpidos para el rebaño mundial de consumidores anuentes, que a eso nos han reducido los que cortan el jamón”.
Para componer este libro su autor ha tenido que seleccionar columnas: ni están todas las que son ni son todas las que están. Me llama la atención la forma cómo César escoge algunos temas en los cuales expone sus fobias. No se trata sólo de su ira contra las injusticias y su indignación contra quienes abusan de su poder para agraviar a los débiles. En sus textos trata también temas más triviales, como su aversión al pisco, el poco entusiasmo que le suscita la gastronomía peruana, su desagrado por las Olimpiadas, la escasa consideración que le tiene a La teta asustada y la -esta si irascible- defensa su derecho de fumar, dejando muy en claro que está perfectamente informado de los riesgos de su opción supone. Por supuesto, sus razones me parecen tan legítimas como espero le parezcan a él las mías para defender la opinión contraria, pero no deja de llamarme la atención que escoja asuntos en los cuales su opinión evidentemente va a chocar con la opinión de la mayoría. Creo adivinar ahí cicatrices conquistadas en su experiencia vital; la necesidad de defender su individualidad a todo trance, contra los intentos de someterla.
¿Tiene César Hildebrandt una posición política? Es claro que es un izquierdista que abomina del estalinismo, pero no se instala en la cómoda posición de proclamarse demócrata liberal. Las razones que expone debieran llamar a reflexión a quienes se cobijan bajo esa popular etiqueta, hoy consagrada como políticamente correcta:
“dejémonos de monsergas: ¿Qué es la democracia liberal? ¿La de Estados Unidos, donde si quieres mejorar la salud pública dándosela a los que no están cubiertos tienes que enfrentar un ejército de analfabetos cívicos encabezados por Sarah Palin, ejército que, al final, paraliza o esteriliza tus proyectos? ¿O la de Chile, que nació en el mar de sangre de Pinochet y continúa hoy con un enorme grado de desigualdad y con el desconocimiento de los derechos mapuches? ¿O la del Perú, parida en el golpe de Estado de Fujimori y ahondada hoy por un farsante, con quien Vargas Llosa se ha amistado, que dice que la plata viene sola cuando la verdad es que viene acompañada de una licitación, una ley a domicilio o una gran concesión fraudulenta y que añade que si Humala gana las elecciones, él promoverá un golpe de Estado? ¿Esa es la democracia liberal por la que debemos, como caballeros andantes, luchar hasta morir?”.
Las páginas de Una piedra en el zapato están cargadas por momentos de un pesimismo denso, alimentado por los desencantos en que esta primera década del tercer milenio ha sido pródiga. Sin embargo sus últimas páginas están alimentadas por un renovado optimismo.
Veamos algunas líneas y congratulémonos de que César Hildebrandt siga en la brega:
“Lo que revelan las noticias, por lo general, es que, en ese occidente jactancioso que creía haber llegado al “fin de la historia” y a la fórmula de la inmortalidad capitalista, la gente está harta. Lo que también revelan las noticias es que el sistema de contención del capitalismo neardenthal -redescubierto por la Thatcher y adorado en Wall Street -ha empezado a resquebrajarse.
“La gente está harta de que le hayan robado la democracia y de que una sola partitura -la de los tiburones de las bolsas y los ladrones de la banca -sea la que se imponga en los coros de los niños castrados de la prensa.
“Hartas están las gentes -y con razón- de que los truhanes de las finanzas y el hampa corporativa compren periódicos y televisiones para decirle a la gente que está bien que se joda, muy bien que se resigne, mejor que se calle y maravillosamente bien que obedezca. Lo que estamos viendo es como la película Despertares, pero en la versión de la Comuna de París: millones de aturdidos abandonan el limbo y gritan para comprobar que están vivos”.
* Texto leído, el 21 de octubre último, durante la presentación de "Una piedra en el zapato", en la Feria del Libro de Miraflores.
sábado, 22 de octubre de 2011
Perdonen la franqueza
No hay nada que nos irrite tanto como escuchar a los políticos caducos, lamentables e hipócritas, hablar de moral y prometerle al pueblo -en la plaza o en cualquier noticiero de radio o de tevé- la ansiada estabilidad económica, asegurar que habrá empleo suficiente para todos y que al fin se desterrará la pobreza, la injusticia, la maldita corrupción.
No hay nada que nos reviente más que leer publicaciones pésimamente escritas; nos irrita hasta el límite estar en la cola del estadio, del paradero interprovincial o de saludo del matrimonio, y que alguien (alguna fémina atractiva o dama entrada en años) pretenda “colarse”. Nos revientan los cantantes sin voz en el mejor de los karaokes; las mujeres vulgares, “lanzas” y sofisticadas; los que dicen ser periodistas pero la profesión les queda grande a pesar de sus estudios de postgrado. Nos enerva además los peloteros de fin de semana (¿acaso no tienen nada que hacer?) y el respectivo “full vaso” (podría emplearse el tiempo en actividades más productivas); los padres que compran metralletas de juguete a sus hijos; los menores de edad que mueren de una bala perdida y por la espalda; los TLC “con beneficios” para sus impulsores; la gente hipócrita; los piscos peruanos pero “chilenos”; los que dicen “Que Dios te bendiga” si les das cincuenta céntimos; tantas cosas…
Para variar, el suscrito odia a quienes crían perros y no saben cómo cuidarlos o evitar que muerdan al prójimo (después se escudan en seudo asociaciones protectoras de animales); odia a los policías corruptos (en verdad no los odiamos, se trata de desprecio) y a sus abusivos integrantes. Nos enerva (además nos da risa) que la ignorancia sea tal en los gobiernos regionales, que no tengan un solo proyecto de desarrollo cultural en su lista de prioridades; nos revienta que los municipios de la provincia no promuevan la lectura y todo lo vean construir “obras de cemento” y losas deportivas sobre los desolados arenales. Nos da bronca los que se emborrachan y provocan trifulcas, los que afanan hembritas con sonrisa fingida, los profesores que nunca leen (y jamás leerán), y los tristemente célebres jueces corruptos y trabajadores “vendidos al poder de turno” del Poder Judicial, el edificio ése que nos avergüenza a muchos.
Nos dijeron que no deberíamos escribir sobre las cosas que odiamos sino sobre aquéllas que no odiamos, que sería más sencillo –dada nuestra naturaleza- “carburar” sobre ello. Emplearíamos menos papel, seguro; ¿por qué no mencionas sólo lo que te agrada, Augusto?, usarías menos tiempo y tus aburridos lectores del blog no estarían pensando abandonarte antes de terminar de leer estas líneas…
El hecho es que detestamos también que la gente gaste su plata yendo al estadio a ver a la selección peruana y se olvide de la podrida Federación Peruana de Fútbol, cuya corrupción se pretende ocultar con algunos partidos ganados (dizque para clasificar al mundial); nos irrita que haya quienes creen que algún día un equipo peruano campeonará en la Libertadores (son tan ilusos). Nos da náuseas comprobar que la prensa vendida gana cada vez más adeptos, que aparezcan más locutores de programas chicha y tristes periódicos y revistas dedicados a la farándula, al fútbol y al seudo periodismo. Olvidábamos decir que nos revienta sobremanera que al tema cultural las autoridades no le den importancia (allá ellos, morirán sin conocer lo que es verdaderamente importante en la vida). Podríamos desaparecerlos a todos, pero no creo que valga la pena; además nos ensuciaríamos las manos, son demasiadas las cosas que nos molestan y sólo hemos podido acordarnos de algunas de ellas en este avión camino a la capital de la República. Es hora de aterrizar; seguramente el piloto y su tripulación podrían ser parte de algunos de los personajes que he nombrado hoy y sobre los que he escrito en ésta mi libreta huancaína que siempre me acompaña. Es todo, amigos; tranquilos nomás, no los odiamos. Nos jode sí que no nos lean (perdonen la franqueza), que compren un panfletos chicha para coleccionar “malcriadas” y que sintonicen una de esas radios o canales de tevé que solo producen ruido, escándalos mediáticos y no aportan en absoluto al desarrollo. Es tarde, viajamos en vuestras palabras y nuestras palabras viajan (Hinostroza); hablamos, entonces; uno de estos días nos encontramos en cualquier café de la ciudad o en Twitter, ya nos vemos.
No hay nada que nos reviente más que leer publicaciones pésimamente escritas; nos irrita hasta el límite estar en la cola del estadio, del paradero interprovincial o de saludo del matrimonio, y que alguien (alguna fémina atractiva o dama entrada en años) pretenda “colarse”. Nos revientan los cantantes sin voz en el mejor de los karaokes; las mujeres vulgares, “lanzas” y sofisticadas; los que dicen ser periodistas pero la profesión les queda grande a pesar de sus estudios de postgrado. Nos enerva además los peloteros de fin de semana (¿acaso no tienen nada que hacer?) y el respectivo “full vaso” (podría emplearse el tiempo en actividades más productivas); los padres que compran metralletas de juguete a sus hijos; los menores de edad que mueren de una bala perdida y por la espalda; los TLC “con beneficios” para sus impulsores; la gente hipócrita; los piscos peruanos pero “chilenos”; los que dicen “Que Dios te bendiga” si les das cincuenta céntimos; tantas cosas…
Para variar, el suscrito odia a quienes crían perros y no saben cómo cuidarlos o evitar que muerdan al prójimo (después se escudan en seudo asociaciones protectoras de animales); odia a los policías corruptos (en verdad no los odiamos, se trata de desprecio) y a sus abusivos integrantes. Nos enerva (además nos da risa) que la ignorancia sea tal en los gobiernos regionales, que no tengan un solo proyecto de desarrollo cultural en su lista de prioridades; nos revienta que los municipios de la provincia no promuevan la lectura y todo lo vean construir “obras de cemento” y losas deportivas sobre los desolados arenales. Nos da bronca los que se emborrachan y provocan trifulcas, los que afanan hembritas con sonrisa fingida, los profesores que nunca leen (y jamás leerán), y los tristemente célebres jueces corruptos y trabajadores “vendidos al poder de turno” del Poder Judicial, el edificio ése que nos avergüenza a muchos.
Nos dijeron que no deberíamos escribir sobre las cosas que odiamos sino sobre aquéllas que no odiamos, que sería más sencillo –dada nuestra naturaleza- “carburar” sobre ello. Emplearíamos menos papel, seguro; ¿por qué no mencionas sólo lo que te agrada, Augusto?, usarías menos tiempo y tus aburridos lectores del blog no estarían pensando abandonarte antes de terminar de leer estas líneas…
El hecho es que detestamos también que la gente gaste su plata yendo al estadio a ver a la selección peruana y se olvide de la podrida Federación Peruana de Fútbol, cuya corrupción se pretende ocultar con algunos partidos ganados (dizque para clasificar al mundial); nos irrita que haya quienes creen que algún día un equipo peruano campeonará en la Libertadores (son tan ilusos). Nos da náuseas comprobar que la prensa vendida gana cada vez más adeptos, que aparezcan más locutores de programas chicha y tristes periódicos y revistas dedicados a la farándula, al fútbol y al seudo periodismo. Olvidábamos decir que nos revienta sobremanera que al tema cultural las autoridades no le den importancia (allá ellos, morirán sin conocer lo que es verdaderamente importante en la vida). Podríamos desaparecerlos a todos, pero no creo que valga la pena; además nos ensuciaríamos las manos, son demasiadas las cosas que nos molestan y sólo hemos podido acordarnos de algunas de ellas en este avión camino a la capital de la República. Es hora de aterrizar; seguramente el piloto y su tripulación podrían ser parte de algunos de los personajes que he nombrado hoy y sobre los que he escrito en ésta mi libreta huancaína que siempre me acompaña. Es todo, amigos; tranquilos nomás, no los odiamos. Nos jode sí que no nos lean (perdonen la franqueza), que compren un panfletos chicha para coleccionar “malcriadas” y que sintonicen una de esas radios o canales de tevé que solo producen ruido, escándalos mediáticos y no aportan en absoluto al desarrollo. Es tarde, viajamos en vuestras palabras y nuestras palabras viajan (Hinostroza); hablamos, entonces; uno de estos días nos encontramos en cualquier café de la ciudad o en Twitter, ya nos vemos.
lunes, 10 de octubre de 2011
Hablemos de fútbol (y de cierto periodismo)
La mediocridad de la mayor parte de la prensa deportiva peruana es algo que siempre nos ha indignado. Para ciertos periodistas la escena deportiva se reduce a veintidós inútiles tras un balón, a los resultados de las copas europeas y las grandes ligas sudamericanas, pues nuestro triste campeonato descentralizado solo les sirve para exaltar las “virtudes” de nuestros futbolistas, para recoger “declaraciones” de jugadores fracasados -que nunca pisaron ni pisarán un mundial- y que ahora –sorpresivamente- “presionan” en los medios pretendiendo subirse al carro de Markarián a última hora, entrar a la selección nacional de fútbol por la ventana. Lo vemos a diario. Basta revisar las deportivas de la semana que pasó (en realidad el fenómeno se viene dando desde la última Copa América, en que contra todo pronóstico nos fue regular, no bien) para comprobar lo que declaran los “Solanos”, las opiniones de una serie de personajes que en algún momento vistieron la camiseta de la selección y solo nos dieron fracasos, mayúsculas vergüenzas.
Cierta prensa deportiva le da espacio a los mediocres (¿por qué será, qué intereses oscuros existirán detrás?) y olvida que el deporte de las ligas menores está abandonado y es el más importante, el que necesitamos visibilizar, potenciar y defender. ¿Por qué nuestra prensa deportiva no denuncia las mafias existentes en el fútbol?, ¿por qué cuando hay violencia y muerte en los estadios los titulares exaltan el resultado del clásico?, ¿tanto les importa vender un ejemplar?, ¿no interesan, no existen el ajedrez, el frontón, el tiro, el ciclismo, los deportes paraolímpicos?
En nuestro país basta asomarse a la realidad del deporte en los pueblos jóvenes para constatar los terrales y las condiciones lamentables donde juegan sin zapatos nuestros verdaderos cracks, basta pisar los barrios y colegios más humildes para ver en qué condiciones practican el voleibol nuestras auténticas matadoras. Las verdaderas noticias deportivas están en la periferia, no en las grandes ligas donde todo se mueve al ritmo de los empresarios deportivos, los “sponsor” y las mafias dirigenciales que todo lo corrompen, todo lo nublan. Esta tarde juega la selección peruana de fútbol en Santiago de Chile y el país vibrará estamos seguros. Aquí en el blog no seremos indiferentes a lo que ello significa, pero estaremos pensando en las pocas o nulas oportunidades que tienen los sacrificados deportistas de otras disciplinas donde se han conseguido siempre más logros, más medallas, más orgullo nacional. El rol de los comunicadores siempre será trascendente en el desarrollo de nuestra sociedad, no es falacia; no lo olvidemos.
Cierta prensa deportiva le da espacio a los mediocres (¿por qué será, qué intereses oscuros existirán detrás?) y olvida que el deporte de las ligas menores está abandonado y es el más importante, el que necesitamos visibilizar, potenciar y defender. ¿Por qué nuestra prensa deportiva no denuncia las mafias existentes en el fútbol?, ¿por qué cuando hay violencia y muerte en los estadios los titulares exaltan el resultado del clásico?, ¿tanto les importa vender un ejemplar?, ¿no interesan, no existen el ajedrez, el frontón, el tiro, el ciclismo, los deportes paraolímpicos?
En nuestro país basta asomarse a la realidad del deporte en los pueblos jóvenes para constatar los terrales y las condiciones lamentables donde juegan sin zapatos nuestros verdaderos cracks, basta pisar los barrios y colegios más humildes para ver en qué condiciones practican el voleibol nuestras auténticas matadoras. Las verdaderas noticias deportivas están en la periferia, no en las grandes ligas donde todo se mueve al ritmo de los empresarios deportivos, los “sponsor” y las mafias dirigenciales que todo lo corrompen, todo lo nublan. Esta tarde juega la selección peruana de fútbol en Santiago de Chile y el país vibrará estamos seguros. Aquí en el blog no seremos indiferentes a lo que ello significa, pero estaremos pensando en las pocas o nulas oportunidades que tienen los sacrificados deportistas de otras disciplinas donde se han conseguido siempre más logros, más medallas, más orgullo nacional. El rol de los comunicadores siempre será trascendente en el desarrollo de nuestra sociedad, no es falacia; no lo olvidemos.
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