"Año del Centenario del natalicio de José María Arguedas"
Chimbote, 14 de febrero de 2011
Sr.
José María Arguedas Altamirano
Presente.-
ASUNTO: El que se indica De mi mayor consideración:
Estimado José María, te escribo esta carta en la esperanza de que su escritura me ayude a entenderme a mí mismo, me ayude a desahogarme, me sirva para controlar mis emociones y nostalgias, me ayude a sopesar la agonía de todo un pueblo (de un pueblo como el nuestro que muchas veces ve que la palabra desaparece y siente que ya todo es en vano), de alguien como el suscrito a quien se le agotan las páginas de tu último libro y entonces nos queda sólo "este cuerpo medio ciego y deforme pero que acaso sea capaz de andar...". Aquí estoy, hermano de sangre, compañero de tierra, aquí estoy encendiéndome en la noche prostituta con las pocas y quien sabe inútiles palabras que me quedan, con mis recuerdos, la nostalgia y los mocos que me joden a la hora del llanto y del silencio. ¿Sabes?, anoche volví a tus libros, en ellos hallé el mismo espíritu que respiraste entre quienes te conocieron, la misma fraternidad callada, el mismo proyecto político y el mismo mundo: nuestra vida. Ahí estaba Pariabamba (Apurímac) en los cuentos de Amor mundo y en Los ríos profundos; ahí habitaban los territorios de las comunidades en crisis, la explotación capitalista minera y salvaje (que conlleva la reubicación geográfica y social, a partir del huayco migratorio que deshabita las provincias del Perú profundo), en Todas las sangres. Ahí estaba el suscrito, insípido lector, ante la esperanza utópica de El zorro de arriba y el zorro de abajo, Chimbote. Ahí estábamos: pie salado, en este puerto que continúa siendo pesquero y sigue siendo herida abierta sobre el planeta, mundo caótico y degradado, apocalíptico, cruel, desterritorializado, conflictivo, olvidado, profundamente heterogéneo: arguediano.
Rondaba la medianoche y revisábamos tus libros, algunos adquiridos con el sudor de nuestra frente, algunos otros (la mayoría) hurtados de las bibliotecas que hemos pisado. Qué culpa tenemos de que no se publiquen tus obras, de que circulen ediciones piratas y "resúmenes" mal redactados. Ahí estábamos ante el carácter revolucionario de tu obra, respecto a toda la literatura "indigenista" hasta ese entonces producida. Ahí estábamos ante la realidad de la ciudad que nos ha visto nacer y desarrollarnos, de pie ante la urbe que nos odia pero que tanto queremos, ahí estaba Chimbote con su indecible realidad, escueta, limpia, dura, intentando imponerse como único universo para quienes sobrevivimos a su escoria.
La una de la mañana, José María, y Asto -el indio quechua hablante que bajó de los cerros hacia el puerto escapando de la miseria andina, arrastrado por la leyenda de riqueza-, aprende a nadar amarrado a los fierros del muelle junto a una docena de "serranos" que bajaron desgalgados en los sesenta y -alienados- aprendieron a putear, a carajear, a cebar sus apetitos de machos brutos con las rameras de Tres cabezas, a corromper conciencias, a chavetear y a derrochar las ingentes cantidades del dinero de su salario en las chinganas y lupanares del puerto. Cómo te habrá jodido asistir a la vida grotesca y enajenada de mi urbe, cómo te habrá dolido la historia de los indios que bajaron a Chimbote a transformar su identidad, a aculturarse, y a dejar al descubierto un conflicto de culturas opuestas, de mundos encontrados, dinámicos, plurales. Tu último libro, José María, el "El zorro de arriba y el zorro de abajo", es el libro del pavor, del testimonio del aniquilamiento total, ahí el hombre y lenguaje (todos juntos y revueltos) se destruyen.
Si te escribo, Taita, es porque toda la vida he sentido que te debía una carta, una misiva que hable y nos interpele ante la vigencia de tu obra y de los problemas que nos asfixian como peruanos (siempre he dicho que leerte es uno de los más fecundos caminos para entender nuestra idiosincrasia). Tus conflictos, José María, los conflictos que enfrentaste, nunca fueron resueltos y continúan siendo los nuestros hoy en día. ¿Cómo hacer que nuestra cultura milenaria, acostumbrada a resistencias y adaptaciones, sobreviva a la modernidad?, ¿en qué medida es posible el sentimiento igualitario entre los peruanos, para -más allá de las diferencias- identificarnos con un proyecto común?, ¿cómo reaccionar ante la injusticia?
“Dicen que no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor. Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está lleno de temores, de lágrimas, como el de la calandria, como el de un toro grande al que se degüella, que por eso es impertinente. Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros, doctores que se reproducen en nuestra misma tierra, que aquí engordan o que se vuelven amarillos. Que estén hablando, pues: que estén cotorreando si eso les gusta. ¿De qué están hechos mis sesos? ¿De qué está hecha la carne de mi corazón?..”
Tu corazón, José María, está hecho de retamas, de retamas de flores rojas y blancas que regeneran las raíces y hacen germinar las semillas de nuestro suelo; tu corazón ya no es tu corazón, nos pertenece a todos (a él llegamos, a él accedimos, de él nos apropiamos , con la lectura, en el día a día); tu corazón, José María, es un arma tan poderosa como tus libros. Disculpa la tardanza, nomás, cien años no se cumplen todos los días, feliz cumpleaños, te dejo este abrazo amigo.
Siempre,
Augusto
cc. @mareacultural