Hace unas horas, dejó de existir el docente sanmarquino y diplomático
Carlos Eduardo Zavaleta (Caraz, 1928), reconocido por su fecunda obra narrativa y por ser el primero en introducir en nuestro país los estudios sobre el escritor norteamericano William Faulkner. Fue miembro de número del
Instituto Ricardo Palma desde 1998 y de la Academia Peruana de la Lengua desde 1999.
En lo que fue su última presentación pública, el destacado docente pronunció el discurso de orden en la ceremonia de otorgamiento de la Medalla de Honor Sanmarquina a nuestro Premio Nobel Mario Vargas Llosa, el 30 de marzo pasado, en el Centro Cultural de San Marcos, lugar en donde serán velados sus restos.
El profesor Zavaleta inició sus estudios de Medicina en la Decana de América (1944-1947); pero su vocación literaria pudo más y se matriculó en la Facultad de Letras en 1949, donde se doctoró en Literatura el 20 de enero de 1958, con la tesis William Faulkner, novelista trágico. Viajó becado por las universidades de Lawrence, Kansas, Duke, Carolina del Norte, Columbia, Nueva York (1953-1954). Luego viajó por España, Francia e Inglaterra (1953-1954) merced a la beca sanmarquina Javier Prado.
En su alma máter empezó su carrera docente teniendo a su cargo los cursos de Literatura en Lengua Inglesa (1958) y Literatura Española (1961). Al mismo tiempo, ingresó al servicio de la Dirección de Relaciones Culturales, en el Ministerio de RR. EE. (1958), donde publicó hasta 1964 el Boletín Cultural Peruano, que se difundía a través de embajadas y consulados por el mundo, bajo la inspiración inicial de Raúl Porras Barrenechea, de quien fue secretario por dos veces (1951,1955-1956).
La carrera diplomática del doctor Zavaleta se desarrolló durante más de 30 años. Fue agregado cultural en Bolivia (1964-1969), consejero cultural en México (1969-1973), ministro de asuntos culturales en España (1973-1980), así como asesor en aquella dirección (1981-1986). Cuando fue ascendido a la categoría de ministro consejero (1986), pasó a encargarse de los asuntos culturales en la embajada acreditada en Londres, hasta su jubilación (1992). En todos estos países dictó cursos y conferencias sobre literatura peruana contemporánea. Ha sido fundador de revistas culturalesm tales como: Centauro (1950-1951) y Letras Peruanas (1951-1964). Gracias a su dominio de la lengua inglesa, hizo trabajos de traducción de autores como T. S. Eliot, James Joyce, Ezra Pound, Tennesee Williams e introdujo en el Perú las nuevas técnicas narrativas en el cuento y la novela, producto de sus ensayos y lecturas públicas de James Joyce y William Faulkner.
Reconocimiento nacional e internacional
En cuanto a los premios y distinciones obtenidos en su fructífera existencia podemos mencionar el Premio Nacional. de Fomento a la Cultura Ricardo Palma, por su colección de cuentos (1952-1961); el Premio Nacional de Ensayo Manuel González Prada (1959); premio de cuento de La Prensa (1953); de la revista Cuadernos por la Libertad de la Cultura (París, 1965); premio de cuento de la revista Visión del Perú (1969); finalista del Premio Nacional. de Novela José María Arguedas (1973); ganador del Premio de Novela de la Municipalidad de Lima (1983); Premio Nacional de Periodismo Bausate y Meza (1984); premio al investigador más destacado entre 1990-1998 de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y del grupo de Facultades que conforman las áreas de Economía y Humanidades. En el 2000 obtuvo el Premio Nacional. de Novela Federico Villarreal (2000).
El también docente de la Unidad de Posgrado de Literatura, nos dejó una abundante obra narrativa, en la que destacan sus colecciones de cuentos: El Cristo Villenas (1955, corr. y aum. en 1956 y 1983), Vestido de luto (1961,1969,1992), Muchas caras del amor (1966,1984), Niebla cerrada (1970,1995), Unas cuantas ilusiones (1986), El padre del tigre (1993), entre otras.
Respecto a su narrativa de largo aliento podemos nombrar El cínico (1948), Los Ingar (1955, 4.a ed. 1983), Los aprendices (1974, 1977 y 1981), Retratos turbios (1982,1985), Un joven, una sombra (1993) y Campo pálido, pero sereno (1977).
Carlos Eduardo Zavaleta practicó también de manera sobresaliente, la crítica literaria, en la que además de su tesis de doctorado, destacan Narradores peruanos: la generación de los cincuenta. Un testimonio (1975), El ensayo en el Perú, 1970-1975 (1976), José María Arguedas, aprendizaje y logros del novelista (1979), y La prosa de César Vallejo (1989). Sus notas y artículos de carácter autobiográfico y crítico, publicados en diarios y revistas del Perú y del extranjero, fueron recogidos en El gozo de las letras (1997).Los restos del profesor Zavaleta serán velados en la Casona sanmarquina. ¡Maestro, descanse en paz!