En junio de 1937 Pablo Picasso pintó el mural que fija en la memoria los hechos ocurridos en 27 de abril del mismo año, fecha en que el fascismo de Franco y sus aliados alemanes bombardearon Guenica, pequeño pueblo del país vaso situado al norte de España. Obra maestra, esta pintura fue presentada durante la World’s Fair in Paris (1937). Aquí, un brevísimo tour en 3D elaborado en la Universidad de Georgia.
jueves, 24 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
Quechuahablante en Polvos Azules
Polvos from danielthissen on Vimeo, un cortometraje para reflexionar.
lunes, 21 de noviembre de 2011
Las mujeres que amaron a Beckett
Estando en parís en enero, decidí visitar la tumba de Samuel Beckett en el Cementerio de Montparnasse. Tenía ganas de estar a solas con “Sam”, como le decían sus amigos, y como le digo yo en mi fuero interno, pues de tiempo atrás lo siento como un amigo cercano, uno que lamentablemente ya se ha ido. ¿Dónde encontrarlo ahora? En sus escritos, sí. Pero también, de una manera especial, en el lugar donde reposan sus huesos. Quería conversar con él sobre uno de sus personajes, justamente aquel que se sentía a sus anchas entre las lápidas, disfrutando del olor de los cadáveres y riéndose de los epitafios. Me refiero al protagonista de su relato Primer amor, que yo he venido interpretando durante meses ante diversos públicos. Aquel viejo sin nombre me había invadido, casi diría que poseído. Iría a la tumba de su creador para desahogarme y para comunicarme con Sam, en silencio. Pero nunca imaginé que, ese mismo día, él me fuera a compensar con dos grandes sorpresas.
(... ) El camino señalado en el mapa me condujo a una larga piedra rectangular que yacía en el suelo y llevaba dos inscripciones. La primera decía: “Suzanne Beckett, née Déchevaux-Dumesnil 1900-1989”. Y la segunda simplemente: “Samuel Beckett 1906-1989”. Suzanne era seis años mayor que su marido; habían muerto los dos en el mismo año, ella en julio, él en diciembre. Al contemplar los escuetos datos grabados en ese frío mármol, no podía menos que pensar en el cruel día de verano de 1989 cuando, en el mismo sitio donde yo estaba en ese momento, Sam Beckett, viejo ya y muy frágil, se paró a ver descender el ataúd de Suzanne a una fosa abierta por los sepultureros. Se había ido para siempre la mujer con quien compartió la vida durante cincuenta años, y de quien solía decir: “A Suzanne le debo todo”. Esa tarde Beckett regresó a su cuarto en el austero asilo Tiers Temps a esperar su propia muerte.
(..) con el libro en mis manos –temblando, creo– cuando una voz a mi lado dijo: “Vous êtes amant de Beckett. Moi aussi”. Miré. Era una mujer más bien pequeña de estatura y de edad indefinida. Había entrado a la librería casualmente en ese momento para comprar un volumen de bandes dessinées de Hugo Pratt. Se presentó, Francesca Ragusa, y siguió hablando, rápido, con emoción, contándome que era documentalista y que estaba en el proceso de producir un filme sobre una mujer que había pasado toda su vida enamorada de Beckett. Media hora después seguíamos hablando en los jardines de Buttes Chaumont, de todos los parques de París el más lindo tal vez por ser el más parecido a un parque inglés. La lluvia había cesado y nos quedamos un largo rato más en una banca, mientras Francesca –italiana, como era obvio– me hablaba de aquel amor frustrado y extraía de su gran cartapacio de cuero una cantidad de fotos y apuntes, material que venía recogiendo para su película. La historia es como sigue: en los primeros años de la década de los cuarenta, Beckett y Suzanne empezaron a colaborar con la Resistencia francesa. El trabajo era arriesgado y podía costarles el fusilamiento por parte del ejército alemán. El peligro se volvió inminente cuando la célula en que militaban fue detectada por los nazis y, para salvarse, tuvieron que abandonar la ciudad de inmediato y buscar refugio en el sur de Francia, en una zona aún libre. Allá, en la aldea de Rousillon, se encontraron con otros que, como ellos, escapaban de las hostilidades y esperaban ansiosos el fin de la guerra. En esa pequeña comunidad de refugiados conocieron a Henri Hayden, un pintor polaco-francés de sesenta años, y a su esposa Josette, mucho más joven que su marido. Beckett se hizo amigo de la pareja y con Hayden pasaba horas jugando ajedrez y hablando de arte y literatura. Los dos matrimonios formaron una amistad duradera; pronto prometieron seguir viéndose con regularidad después de la guerra. Mientras tanto, Beckett había advertido que Josette se estaba enamorando de él. Era demasiado evidente. Pero tal vez por su estrecha amistad con el pintor nunca se permitió ni siquiera un flirteo con ella...
El artículo completo de Joe Broderick, vía @malpensante.
(..) con el libro en mis manos –temblando, creo– cuando una voz a mi lado dijo: “Vous êtes amant de Beckett. Moi aussi”. Miré. Era una mujer más bien pequeña de estatura y de edad indefinida. Había entrado a la librería casualmente en ese momento para comprar un volumen de bandes dessinées de Hugo Pratt. Se presentó, Francesca Ragusa, y siguió hablando, rápido, con emoción, contándome que era documentalista y que estaba en el proceso de producir un filme sobre una mujer que había pasado toda su vida enamorada de Beckett. Media hora después seguíamos hablando en los jardines de Buttes Chaumont, de todos los parques de París el más lindo tal vez por ser el más parecido a un parque inglés. La lluvia había cesado y nos quedamos un largo rato más en una banca, mientras Francesca –italiana, como era obvio– me hablaba de aquel amor frustrado y extraía de su gran cartapacio de cuero una cantidad de fotos y apuntes, material que venía recogiendo para su película. La historia es como sigue: en los primeros años de la década de los cuarenta, Beckett y Suzanne empezaron a colaborar con la Resistencia francesa. El trabajo era arriesgado y podía costarles el fusilamiento por parte del ejército alemán. El peligro se volvió inminente cuando la célula en que militaban fue detectada por los nazis y, para salvarse, tuvieron que abandonar la ciudad de inmediato y buscar refugio en el sur de Francia, en una zona aún libre. Allá, en la aldea de Rousillon, se encontraron con otros que, como ellos, escapaban de las hostilidades y esperaban ansiosos el fin de la guerra. En esa pequeña comunidad de refugiados conocieron a Henri Hayden, un pintor polaco-francés de sesenta años, y a su esposa Josette, mucho más joven que su marido. Beckett se hizo amigo de la pareja y con Hayden pasaba horas jugando ajedrez y hablando de arte y literatura. Los dos matrimonios formaron una amistad duradera; pronto prometieron seguir viéndose con regularidad después de la guerra. Mientras tanto, Beckett había advertido que Josette se estaba enamorando de él. Era demasiado evidente. Pero tal vez por su estrecha amistad con el pintor nunca se permitió ni siquiera un flirteo con ella...
El artículo completo de Joe Broderick, vía @malpensante.
Adiós a Daniel Sada
Para celebrar el Premio Nacional de Ciencias y Artes, el escritor mexicano Daniel Sada habría cantado Respeta mi dolor o La flor de capomo. Canciones norteñas, sus favoritas. Habría cantado y también habría bailado de no ser porque la noticia del galardón, revelada al mediodía de este viernes, llegó cuando el autor de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe estaba sedado, postrado en una cama. Su vida termino ese mismo día, demasiado prematuramente, a los 58 años, a consecuencia de diabetes y disfunción renal.
Falleció Daniel Sada, el creador de un paisaje literario único en el castellano, constructor de un mundo en el que se combinaban su obsesión por contar historias con el inagotable afán de usar para ello todos los elementos del idioma, ortodoxia e innovación que le generaron el calificativo de autor barroco, que rechazaba.
Anclado en sus raíces norteñas -nació en Méxicali (Baja California,) pero su familia era de Coahuila y trabajó varios años en Sinaloa- huyó de todo lo que le alejara de su empeño por crear historias perfectas, en las que se recrean el habla y entorno del recio carácter de los norteños con la puntillosa elección de giros verbales que le hicieron un autor único al grado que fue comparado con Lezama Lima.
“Con la memoria, vuelvo a abrir la puerta de la editorial en la que trabajé décadas atrás, y me saluda un joven, robusto y sonriente Daniel Sada. Lleva el manuscrito de su primer novela, en la que ya está el germen de lo que será toda su obra: Lampa vida. Allí está el ingenio asombroso que siempre lo caracterizará. Después de leerla, recomiendo que se publique de inmediato. Con el paso del tiempo, él restó importancia a esta novela, pero para mí fue una revelación temprana”, dice el escritor y crítico Sergio González Rodríguez al evocar a Sada.
Por influencia familiar, y ya instalado en la capital mexicana, el joven Sada intentó convertirse en contable. El banco lo asfixió tanto como los otros trabajos que le impedían escribir. “Necesitaba la intemperie”, le dijo al periodista Antonio Bertrán, que publica en el número de noviembre de Gatopardo un largo perfil del escritor. Se llegaba a concentrar de tal manera, retrata Bertrán, que durante una época escribía totalmente desnudo, para evitar que la ropa constituyera una distracción.
Su primer éxito llega con Una de dos, publicado por Alfaguara en 1994, en la que unas gemelas idénticas comparten un novio que no atina a descubrir el engaño en el que vive.
“Creador de una retórica basada en el neologismo, la regularidad del ritmo y el fervor prosódico, supo aplicarla a su narrativa. Fue uno de los precursores de los relatos del norte de México, la corriente más importante en los últimos años, y un poeta notable”, dice González Rodríguez.
Tusquets le edita en 1999 Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, la obra que consagra su vocación de experimentador del lenguaje. Era un maestro exigente pero generoso que lo único que no toleraba en su taller era la tontería. Aborrecía los lugares comunes, los recursos fáciles. “La narración debe ser circular, sin perder los tiempos verbales de los hechos”, recordaba a sus alumnos: “La argumentación debe ser concreta y certera, sin dejar de ser sugerente. La narración excesiva anula el sentido estético de la literatura y no debemos eliminar el enigma presente en los hechos narrados, sino exaltarlo con argumentación”.
Amante del ajedrez y el béisbol, de cantar norteñas y recitar poemas, Anagrama publicará pronto El lenguaje del juego, libro que alcanzó a terminar antes de que la vista le fallara. Con este volumen se completa la veintena de libros de cuentos, poesía y novela que produjo a lo largo de su vida. Como ni en sus últimas horas quiso vivir sin literatura, en el hospital Adriana Jiménez, su compañera y madre de su hija Fernanda, le leyó cada día extractos de El Quijote, de La divina comedia, poemas de Octavio Paz, de Guimarães Rosa, entre otros.
“Daniel tenía cierta noción de que quizá le darían el Premio Nacional este año”, contaba ayer Adriana por teléfono, “estaba muy contento por eso, para él significaba mucho”. Su viuda agregaba con una voz, al mismo tiempo vehemente y tranquila, que en la últimas semanas, cuando la enfermedad se ensañó, Sada se refugió “en su paisaje interior”, ese donde escribía durante meses y meses sus libros antes de someterlos a eternas revisiones. En ese paisaje interior quizá resuene hoy la voz del Piporro, el popular intérprete de norteñas, su favorito, que en Respeta mi dolor entona: “Han de perdonar, raza, que esté cantando más triste que de costumbre”.
Anclado en sus raíces norteñas -nació en Méxicali (Baja California,) pero su familia era de Coahuila y trabajó varios años en Sinaloa- huyó de todo lo que le alejara de su empeño por crear historias perfectas, en las que se recrean el habla y entorno del recio carácter de los norteños con la puntillosa elección de giros verbales que le hicieron un autor único al grado que fue comparado con Lezama Lima.
“Con la memoria, vuelvo a abrir la puerta de la editorial en la que trabajé décadas atrás, y me saluda un joven, robusto y sonriente Daniel Sada. Lleva el manuscrito de su primer novela, en la que ya está el germen de lo que será toda su obra: Lampa vida. Allí está el ingenio asombroso que siempre lo caracterizará. Después de leerla, recomiendo que se publique de inmediato. Con el paso del tiempo, él restó importancia a esta novela, pero para mí fue una revelación temprana”, dice el escritor y crítico Sergio González Rodríguez al evocar a Sada.
Por influencia familiar, y ya instalado en la capital mexicana, el joven Sada intentó convertirse en contable. El banco lo asfixió tanto como los otros trabajos que le impedían escribir. “Necesitaba la intemperie”, le dijo al periodista Antonio Bertrán, que publica en el número de noviembre de Gatopardo un largo perfil del escritor. Se llegaba a concentrar de tal manera, retrata Bertrán, que durante una época escribía totalmente desnudo, para evitar que la ropa constituyera una distracción.
Su primer éxito llega con Una de dos, publicado por Alfaguara en 1994, en la que unas gemelas idénticas comparten un novio que no atina a descubrir el engaño en el que vive.
“Creador de una retórica basada en el neologismo, la regularidad del ritmo y el fervor prosódico, supo aplicarla a su narrativa. Fue uno de los precursores de los relatos del norte de México, la corriente más importante en los últimos años, y un poeta notable”, dice González Rodríguez.
Tusquets le edita en 1999 Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, la obra que consagra su vocación de experimentador del lenguaje. Era un maestro exigente pero generoso que lo único que no toleraba en su taller era la tontería. Aborrecía los lugares comunes, los recursos fáciles. “La narración debe ser circular, sin perder los tiempos verbales de los hechos”, recordaba a sus alumnos: “La argumentación debe ser concreta y certera, sin dejar de ser sugerente. La narración excesiva anula el sentido estético de la literatura y no debemos eliminar el enigma presente en los hechos narrados, sino exaltarlo con argumentación”.
Amante del ajedrez y el béisbol, de cantar norteñas y recitar poemas, Anagrama publicará pronto El lenguaje del juego, libro que alcanzó a terminar antes de que la vista le fallara. Con este volumen se completa la veintena de libros de cuentos, poesía y novela que produjo a lo largo de su vida. Como ni en sus últimas horas quiso vivir sin literatura, en el hospital Adriana Jiménez, su compañera y madre de su hija Fernanda, le leyó cada día extractos de El Quijote, de La divina comedia, poemas de Octavio Paz, de Guimarães Rosa, entre otros.
“Daniel tenía cierta noción de que quizá le darían el Premio Nacional este año”, contaba ayer Adriana por teléfono, “estaba muy contento por eso, para él significaba mucho”. Su viuda agregaba con una voz, al mismo tiempo vehemente y tranquila, que en la últimas semanas, cuando la enfermedad se ensañó, Sada se refugió “en su paisaje interior”, ese donde escribía durante meses y meses sus libros antes de someterlos a eternas revisiones. En ese paisaje interior quizá resuene hoy la voz del Piporro, el popular intérprete de norteñas, su favorito, que en Respeta mi dolor entona: “Han de perdonar, raza, que esté cantando más triste que de costumbre”.
Pearl jam: imagine in cornice (documental)
Crónica de una de las visitas de Pearl Jam a Italia, este documental recoge las presentaciones en vivo y los backstage de uno de los mayores símbolos del grunge en su gira europea de 2006. Bologna, Verona, Milán, Torina y Pistoia. Doce capítulos. Ojalá alguien hubiese hecho algo similar sobre su reciente visita al Perú.
#Indignados, el documental sobre el #15M
Estrenado hace algunas semanas, Indignados. Del 15-M al 20-N, dirigido por Antoni Verdaguer, recoge a lo largo de casi una hora los testimonios de unas 70 personas que hablan de los orígenes, las razones, los problemas y el futuro de las movilizaciones ciudadanas que se iniciaron en España y que se han ido extendiendo por medio mundo. La historia comienza con una reunión entre internautas y el exdirector de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia, y llega a la actualidad hilando entrevistas a protagonistas del movimiento: Katherina M., la menor que fue agredida por la policía durante la marcha laica de Madrid; el activista del software libre Richard Stalman; el bloguero y profesor de la IES Business School Enrique Dans; el cantautor Paco Ibáñéz, etcétera. Un documento imperdible.
Las cuatro "c" de la revolución 2.0
Contenido. Se debe innovar en cómo y de qué se escribe. Los medios deben de conocer el lenguaje de las redes sociales, ser capaces de innovar en la forma de decir las cosas.
Creatividad. Los comunicadores necesitan transmitir mejores historias y contarlas de otra forma. Deben contextualizar para que el contenido generado explique a los lectores como es que se llegó a la situación actual y por ende les aporte valor.
Control. Si se quiere estar activamente presente en las redes sociales, se debe aceptar que se perderá un poco el control de la información. Se debe estar consiente de la gente va a comentar nuestras notas, destrozarlas, hasta insultarnos, y ello generará debate. Van a suceder muchas cosas a partir de los contenidos. Lo importante de esto es qué tanto vamos a poder dialogar en ese proceso.Comunidad. Crear una comunidad propia, ya que el lector quiere sentir que forma parte de una comunidad de interés, de sensaciones y de iguales. En la medida en que los medios y comunicadores conformen una comunidad, van a generar lealtad a sus comentarios, letras o plumas. Pero para crear comunidad hay que interactuar; si no se está dispuesto a interactuar no estamos hablando de la revolución 2.0. Hay que tener disposición para estar disponibles fuera del horario de oficina, a recomendar, a agregar, a buscar a quiénes son los influenciadores y a incidir en la conversación del ciudadano.
Más lectura sobre periodismo y revolución 2.0 vía Theslogan Magazine.
MVLL, sobre The wire: los dioses indiferentes
Desde que la serie televisiva The Wire se transmitió he leído tantos elogios sobre ella que no exagero si digo que he vivido varios años esperando robar un tiempo al tiempo para verla. Lo he hecho, por fin, y he gozado con los episodios de las cinco temporadas como leyendo una de esas grandes novelas decimonónicas -las de Dickens o de Dumas- que aparecían por capítulos en los diarios a lo largo de muchas semanas.
Lo primero que sorprende es que la televisión de Estados Unidos -la HBO en este caso- haya producido una serial que critica a la sociedad y a las instituciones de ese país de una manera tan feroz. Probablemente en ningún otro hubiera sido posible; pero, esto no es novedad, pues tanto en el cine como en la televisión norteamericanos es frecuente esa visión destemplada y beligerante de sus políticos, empresarios, jueces, carceleros, banqueros, militares, policías, sindicalistas, profesores, etcétera. La diferencia es que aquellas críticas suelen ser individualizadas: son sujetos concretos los que se corrompen y delinquen, excepciones negativas que no afectan la esencia benigna del sistema. En The Wire ocurre al revés; es el sistema mismo el que parece condenado sin remedio, pese a que quienes trabajan en él sean gentes de buena entraña y hasta heroicos idealistas como Howard Colvin.
Aunque tiene el clásico esquema de una confrontación entre policías y delincuentes, The Wire rompe a cada paso ese maniqueísmo mostrando que, en el mundo en que transcurre la historia -los barrios negros y miserables de Baltimore, los colegios públicos de la periferia, las comisarías marginales, los almacenes y muelles del puerto, la redacción del principal periódico de la ciudad, The Sun, y las oficinas de la Municipalidad- hay buenos y malos entreverados y que en muchos casos la bondad y la maldad coexisten en una misma persona por momentos y según las situaciones. Lo único que queda claro, al final, es que, en aquella sociedad, casi todos fracasan, y, los pocos que tienen éxito, lo alcanzan porque son unos pícaros redomados o por obra del azar.
Una obra semejante debería dejar una sensación profundamente pesimista en el espectador, y, sin embargo, sucede todo lo contrario. Pese al fatalismo que preside la vida de esas gentes, hay entre los policías, los camellos vendedores de drogas, los ladrones, los matones, los periodistas, los profesores, gentes tan entrañables como el detective borrachín y parrandero Jimmy McNulty, o el policía convertido en maestro de escuela Roland Prez Pryzbylewski, el tierno adicto y confidente Bubbles, o los estibadores que ven, impotentes pero risueños, la desaparición de los astilleros que les han dado de comer y ahora los dejarán en el paro y el hambre. Gracias a ellos, uno sale reconciliado con la fauna humana, esa sensación de que, a pesar de que todo anda mal, la vida vale la pena de ser vivida aunque sólo sea por aquellos momentos de alegría que se viven disfrutando un trago en el bar de la esquina con los compañeros, o recordando aquella noche de amor, o la emboscada que tuvo éxito y -¡por una vez!- mandó al asesino entre rejas.
Los dos autores de The Wire, el ex periodista David Simon y el ex policía Ed Burns, trabajaron muchos años en el mundo que describe la serie. El primero de ellos dice que la concibieron como una novela filmada, y, también, que la mayor influencia que ambos reconocen es la de la tragedia griega, pues, en su historia, también la suerte de los individuos está fijada desde antes de nacer, por "unos dioses indiferentes" contra los que es inútil rebelarse. Algo de cierto hay en ambas afirmaciones. The Wire tiene la densidad, la diversidad, la ambición totalizadora y las sorpresas e imponderables que en las buenas novelas parecen reproducir la vida misma (en verdad, no es así, pues la vida que muestran es la que inventan), algo que no he visto nunca en una serie televisiva, a las que suele caracterizar la superficialidad y el esquematismo.
El artículo es de Mario Vrgas Llosa y en su versión completa está aquí.
Otro post de interés vía qué veo.
Aunque tiene el clásico esquema de una confrontación entre policías y delincuentes, The Wire rompe a cada paso ese maniqueísmo mostrando que, en el mundo en que transcurre la historia -los barrios negros y miserables de Baltimore, los colegios públicos de la periferia, las comisarías marginales, los almacenes y muelles del puerto, la redacción del principal periódico de la ciudad, The Sun, y las oficinas de la Municipalidad- hay buenos y malos entreverados y que en muchos casos la bondad y la maldad coexisten en una misma persona por momentos y según las situaciones. Lo único que queda claro, al final, es que, en aquella sociedad, casi todos fracasan, y, los pocos que tienen éxito, lo alcanzan porque son unos pícaros redomados o por obra del azar.
Una obra semejante debería dejar una sensación profundamente pesimista en el espectador, y, sin embargo, sucede todo lo contrario. Pese al fatalismo que preside la vida de esas gentes, hay entre los policías, los camellos vendedores de drogas, los ladrones, los matones, los periodistas, los profesores, gentes tan entrañables como el detective borrachín y parrandero Jimmy McNulty, o el policía convertido en maestro de escuela Roland Prez Pryzbylewski, el tierno adicto y confidente Bubbles, o los estibadores que ven, impotentes pero risueños, la desaparición de los astilleros que les han dado de comer y ahora los dejarán en el paro y el hambre. Gracias a ellos, uno sale reconciliado con la fauna humana, esa sensación de que, a pesar de que todo anda mal, la vida vale la pena de ser vivida aunque sólo sea por aquellos momentos de alegría que se viven disfrutando un trago en el bar de la esquina con los compañeros, o recordando aquella noche de amor, o la emboscada que tuvo éxito y -¡por una vez!- mandó al asesino entre rejas.
Los dos autores de The Wire, el ex periodista David Simon y el ex policía Ed Burns, trabajaron muchos años en el mundo que describe la serie. El primero de ellos dice que la concibieron como una novela filmada, y, también, que la mayor influencia que ambos reconocen es la de la tragedia griega, pues, en su historia, también la suerte de los individuos está fijada desde antes de nacer, por "unos dioses indiferentes" contra los que es inútil rebelarse. Algo de cierto hay en ambas afirmaciones. The Wire tiene la densidad, la diversidad, la ambición totalizadora y las sorpresas e imponderables que en las buenas novelas parecen reproducir la vida misma (en verdad, no es así, pues la vida que muestran es la que inventan), algo que no he visto nunca en una serie televisiva, a las que suele caracterizar la superficialidad y el esquematismo.
El artículo es de Mario Vrgas Llosa y en su versión completa está aquí.
Otro post de interés vía qué veo.
Saramago: charla con un visionario 'apocalíptico'
Dos amigos portugueses conversan rodeados por volcanes en Lanzarote entre 1996 y 1997. Hablan de música, literatura y mujeres, "las principales pasiones de Saramago", dice su mujer en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. José Saramago, un retrato apasionado, del periodista y escritor Armando Baptista-Bastos (Clave Intelectual, la editorial argentina recién desembarcada en España) es una charla sobre "el oficio de escribir entre dos personas que no se podían mentir, con una concepción muy particular del mundo", apostilla Pilar del Río.
Baptista-Bastos pregunta a Saramago sobre el comunismo, las mujeres, su escritura más o menos neorrealista y la religión. Dispara con literatura y recibe su recompensa con la creatividad de un Nobel que supo decir no sin pliegos ni ornamentos. "Baptista pertenecía a la élite cultural de Portugal -era 10 años más joven- y José tardó mucho en entrar en esos círculos, no fue a la universidad, venía de fuera, era autodidacta", explica Del Río.
La periodista es también la autora del prólogo que introduce un libro cuyo eje central, la conversación, se completa con una cronología, una bibliografía, una breve autobiografía del propio autor y testimonios de otros escritores. Además de un reportaje fotográfico inédito de Saramago en Lanzarote firmado por el fotógrafo portugués Joao Francisco Vilhena. "Un pequeño gran libro, un homenaje", dice su viuda. Casi un manual para aquellos que aún tengan alguna duda acerca del autor de Ensayo sobre la ceguera.
Más lectura vía El País.
Más lectura vía El País.
Buñuel, ídolo de la generación del boom
En la misma medida que Faulkner, Joyce, Borges, Proust, Flaubert o Thomas Mann; como la realidad exuberante que retrataban y todos los subterráneos estratos difusos utilizados para reinventarla, los autores del boom literario latinoamericano tenían otro referente, incluso más unánime: el cine de Buñuel. Don Luis, para todos ellos.
Lo idolatraban sin fisuras, como prueban las cartas rendidas que le remitieron Julio Cortázar, José Donoso, Álvaro Mutis o García Márquez, como desvela Carlos Fuentes en su libro Diana o la cazadora solitaria, como se comprueba en las dedicatorias enviadas por autores como los citados, además de Miguel Ángel Asturias o Alejo Carpentier, que guardaba el cineasta en su archivo.
e le envió dedicados varios de sus libros y una carta relatándole el impacto que le produjo Viridiana. “En todo lo que filmaba estaba él entero, su personalidad, su ser”.
La impronta es lo que les subyugaba. Pero también la leyenda. El privilegio de poder tratar con alguien que no solo había vivido, sino que había formado parte activa de las vanguardias en París. Concretamente, de pasar a la historia como un referente activo del surrealismo después de haber impactado a todo el mundo junto a Salvador Dalí inventándose Un perro andaluz y La edad de oro. “En Un perro andaluz, él niega la misma esencia del cine cortándose el ojo”, comenta Fuentes. “Para nosotros Buñuel era la verdad vivida, la experiencia directa de aquel tiempo”, afirma Mutis.
Lea el artículo completo aquí.
e le envió dedicados varios de sus libros y una carta relatándole el impacto que le produjo Viridiana. “En todo lo que filmaba estaba él entero, su personalidad, su ser”.
La impronta es lo que les subyugaba. Pero también la leyenda. El privilegio de poder tratar con alguien que no solo había vivido, sino que había formado parte activa de las vanguardias en París. Concretamente, de pasar a la historia como un referente activo del surrealismo después de haber impactado a todo el mundo junto a Salvador Dalí inventándose Un perro andaluz y La edad de oro. “En Un perro andaluz, él niega la misma esencia del cine cortándose el ojo”, comenta Fuentes. “Para nosotros Buñuel era la verdad vivida, la experiencia directa de aquel tiempo”, afirma Mutis.
Lea el artículo completo aquí.
En el epicentro del 'boom'
Sus talentos explotaron más al unísono que sus formas y sus ideas. El caso es que se convirtieron en uno de los fenómenos literarios cumbres del XX: el boom latinoamericano. En el epicentro estaba la catalana Carmen Balcells. Un solo nombre, Gabriel García Márquez, le habría bastado para enriquecerse y hacerse un hueco en la historia. Pero Balcells tuvo el olfato de ficharlos a casi todos: Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda, José Donoso, Augusto Monterroso, Miguel Ángel Asturias, Isabel Allende, Mario Benedetti, Julio Cortázar, Jorge Edwards, Juan Carlos Onetti o Augusto Roa Bastos. Entre las referencias a derechos, tiradas y proyectos, los escritores van desgranando en sus cartas grandezas y miserias.
Mario Vargas Llosa "Harto de dar clases"
El 24 de marzo de 1970, el peruano Vargas Llosa nombra agente a Carmen Balcells. Antes ya mantenían un contacto fluido, a tenor de las desnudas confidencias que le hace el escritor, frustrado por no poder dedicarse en exclusiva a escribir. "Ocurre que cada día estoy más harto de dar clases y de vivir como un gitano, y cada día más dispuesto a llegar al asesinato para poder mandar al diablo los trabajos alimenticios y dedicarme solo a escribir", le contaba desde Puerto Rico el 25 de marzo de 1969...
Encendidas expresiones de amistad, confesiones y luchas de egos salpicaron siempre la relación de Balcells con las mejores plumas de América Latina. Un artículo vía El País, que no debes dejar de leer.
sábado, 19 de noviembre de 2011
Marea cultural: un pequeño testimonio
Tecnologías y Gestión Cultural from encultura on Vimeo.
Con cierto retraso posteamos este vídeo registrado en agosto último en la Casona de San Marcos, en el marco del Encuentro Nacional de Cultura 2011. Lo compartimos con ustedes.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Un libro solitario. Entrevista al poeta Carlos Germán Belli
Miguel Ildefonso
Carlos Germán Belli es el poeta vivo más importante no solo en el Perú sino a nivel hispanoamericano. Su poesía ha influenciado a varias generaciones de poetas, y ha sido traducida a muchos idiomas. Después de César Vallejo es el de mayor traducción, y eso dice mucho de la universalidad de su palabra. Aquí unas rápidas preguntas a raíz de la aparición de una nueva antología, editada por Cascahuesos.
¿Qué actividad, fuera de la escritura misma, está más relacionada a su creación poética?
Entre las diversas actividades que he desempeñado exclusivamente para ganarme el pan, tendría que señalar la docencia universitaria, la traducción y el periodismo como las que han estado, en cierta manera, más próximas al quehacer poético. La actividad docente, porque la materia que dictaba era el género de la poesía - la hispanoamericana y la italiana -. En cuanto al quehacer de la traducción - en agencias noticiosas -, hizo que me adentrara en la traducción poética, ligada tan estrechamente a la creación. En fin, el periodismo, en razón al uso directo de la palabra.
¿Desde un comienzo usted buscó un lenguaje personal? ¿En qué momento lo consiguió? La pregunta no va tanto en qué libro, sino en qué momento de la creación –el punto en que se trabó la lengua, por decirlo de alguna manera- y sus circunstancias.
Por cierto que no. Lo que originalmente he buscado era superar mis limitaciones como hablante, y ello creo que me llevó imperceptiblemente a mi modo de escribir. Pienso que cuando leía y traducía a poetas franceses modernos y cuando repasaba con ahínco a los clásicos renacentistas, serían éstas las circunstancias que lo propiciaron, aunque sin ninguna premeditación estilística.
¿Qué opina de la poesía neobarroca, también denominada “neobarrosa”, que se practica hoy en día?
Si no me equivoco, constituye un hecho literario inherente a todos los tiempos e idiomas. La poesía hispanoamericana neobarroca actual es una secuela directa de Lezama Lima y Martín Adán, quienes seguramente serán los antecesores remotos de los neobarrocos futuros.
Recuerdo gratamente cuando estuvimos en el Museo Metropolitano de Nueva York, junto con el poeta Evgueni Bezzubikoff. ¿De sus viajes qué ciudad le parece más fascinante y le ha impulsado a escribir?
Evidentemente, muchas son las ciudades que poseen una fascinación particular, y entre ellas Nueva York sin duda alguna. He sido de ella un residente efímero, que de la Gran Manzana se le ha quedado en los labios sólo una leve miel. Devoto en la Catedral San Patricio, lector en la Biblioteca Pública de la calle 42, contemplador en el Metropolitano y el Moma, aunque lamentablemente asaz fugaz en todas esas circunstancias, soy un nostálgico de algo que se me escurre de las manos. Sin embargo, por suerte, alcancé a escribir algunas líneas en prosa acerca de mi experiencia neoyorquina.
Recientemente apareció una antología de su poesía, editada por Cascahuesos, Letra a letra. ¿Cómo ve en retrospectiva su poesía? ¿La considera un solo libro?
Un archipiélago de cuadernillos, un archipiélago de antologías, pero un insular libro, es decir, un libro solitario.
Carlos Germán Belli es el poeta vivo más importante no solo en el Perú sino a nivel hispanoamericano. Su poesía ha influenciado a varias generaciones de poetas, y ha sido traducida a muchos idiomas. Después de César Vallejo es el de mayor traducción, y eso dice mucho de la universalidad de su palabra. Aquí unas rápidas preguntas a raíz de la aparición de una nueva antología, editada por Cascahuesos.
¿Qué actividad, fuera de la escritura misma, está más relacionada a su creación poética?
Entre las diversas actividades que he desempeñado exclusivamente para ganarme el pan, tendría que señalar la docencia universitaria, la traducción y el periodismo como las que han estado, en cierta manera, más próximas al quehacer poético. La actividad docente, porque la materia que dictaba era el género de la poesía - la hispanoamericana y la italiana -. En cuanto al quehacer de la traducción - en agencias noticiosas -, hizo que me adentrara en la traducción poética, ligada tan estrechamente a la creación. En fin, el periodismo, en razón al uso directo de la palabra.
¿Desde un comienzo usted buscó un lenguaje personal? ¿En qué momento lo consiguió? La pregunta no va tanto en qué libro, sino en qué momento de la creación –el punto en que se trabó la lengua, por decirlo de alguna manera- y sus circunstancias.
Por cierto que no. Lo que originalmente he buscado era superar mis limitaciones como hablante, y ello creo que me llevó imperceptiblemente a mi modo de escribir. Pienso que cuando leía y traducía a poetas franceses modernos y cuando repasaba con ahínco a los clásicos renacentistas, serían éstas las circunstancias que lo propiciaron, aunque sin ninguna premeditación estilística.
¿Qué opina de la poesía neobarroca, también denominada “neobarrosa”, que se practica hoy en día?
Si no me equivoco, constituye un hecho literario inherente a todos los tiempos e idiomas. La poesía hispanoamericana neobarroca actual es una secuela directa de Lezama Lima y Martín Adán, quienes seguramente serán los antecesores remotos de los neobarrocos futuros.
Recuerdo gratamente cuando estuvimos en el Museo Metropolitano de Nueva York, junto con el poeta Evgueni Bezzubikoff. ¿De sus viajes qué ciudad le parece más fascinante y le ha impulsado a escribir?
Evidentemente, muchas son las ciudades que poseen una fascinación particular, y entre ellas Nueva York sin duda alguna. He sido de ella un residente efímero, que de la Gran Manzana se le ha quedado en los labios sólo una leve miel. Devoto en la Catedral San Patricio, lector en la Biblioteca Pública de la calle 42, contemplador en el Metropolitano y el Moma, aunque lamentablemente asaz fugaz en todas esas circunstancias, soy un nostálgico de algo que se me escurre de las manos. Sin embargo, por suerte, alcancé a escribir algunas líneas en prosa acerca de mi experiencia neoyorquina.
Recientemente apareció una antología de su poesía, editada por Cascahuesos, Letra a letra. ¿Cómo ve en retrospectiva su poesía? ¿La considera un solo libro?
Un archipiélago de cuadernillos, un archipiélago de antologías, pero un insular libro, es decir, un libro solitario.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Willy Gómez: “Escribo para encontrar respuestas que nadie puede darme”
Con su último libro, Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) confirma la buena salud y el buen momento de la poesía peruana contemporánea. Volumen de gran intensidad poética y testimonio personal de la condición humana, el poeta dialogó en breve con nosotros y aquí están sus palabras:
Leyendo tus poemas el lector se enfrenta a esa pugna interna del poeta que busca encontrar su esencia estética y el afán por retratar cabalmente la condición humana. En ese sentido, ¡cuáles son tus prioridades al momento de elegir determinados temas, a la hora de escribir?
Un escribe lo que no sabe, y ese acto es ya otra forma de pensamiento, de construcciones y destrucciones de uno mismo cuando atrapa la palabra; en ese sentido, más allá de la elección de temas, uno busca completarse y encontrar la verdad como belleza en todo lo que existe.
El lenguaje en tus poemas constituye una suerte de defensa natural ante la vida material que nos agobia, ¿en qué momento decidiste utilizarlo para contraponer poderes y fuerzas entre el bien y el mal?
El lenguaje es un desplazamiento de vida, otro poder de quienes tenemos esta misión de escribir la poesía. Mi mal nace del silencio y la incomunicación como estigma de la época que nos tocó vivir en el Perú. Entonces hacia esa destrucción avanzo para hablar y tomar partido por mí, por el otro, por los objetos del deseo y por la vida.
El despliegue de símbolos a lo largo de tu último libro no hace sino reafirmar la imagen de una existencia que avanza hacia lo desconocido. ¿Hacia dónde va tu poesía, Willy, cuáles son los temas que más te acercan a tu esencia ética, a tus propias certezas?
La obra que uno construye es como el edificio que todos los días vemos que se levanta en las calles. Si nos detenemos unos minutos a observarlo, algo avanzó y al día siguiente hay otro poco de modelos por contemplar. Así es mi obra, así trabajo diariamente para encontrar respuestas que nadie puede darme, entonces, aparecen, los diálogos con la poesía misma, la literatura, el amor, la muerte, esas banalidades que revestimos con otras palabras, siempre.
Un escribe lo que no sabe, y ese acto es ya otra forma de pensamiento, de construcciones y destrucciones de uno mismo cuando atrapa la palabra; en ese sentido, más allá de la elección de temas, uno busca completarse y encontrar la verdad como belleza en todo lo que existe.
El lenguaje en tus poemas constituye una suerte de defensa natural ante la vida material que nos agobia, ¿en qué momento decidiste utilizarlo para contraponer poderes y fuerzas entre el bien y el mal?
El lenguaje es un desplazamiento de vida, otro poder de quienes tenemos esta misión de escribir la poesía. Mi mal nace del silencio y la incomunicación como estigma de la época que nos tocó vivir en el Perú. Entonces hacia esa destrucción avanzo para hablar y tomar partido por mí, por el otro, por los objetos del deseo y por la vida.
El despliegue de símbolos a lo largo de tu último libro no hace sino reafirmar la imagen de una existencia que avanza hacia lo desconocido. ¿Hacia dónde va tu poesía, Willy, cuáles son los temas que más te acercan a tu esencia ética, a tus propias certezas?
La obra que uno construye es como el edificio que todos los días vemos que se levanta en las calles. Si nos detenemos unos minutos a observarlo, algo avanzó y al día siguiente hay otro poco de modelos por contemplar. Así es mi obra, así trabajo diariamente para encontrar respuestas que nadie puede darme, entonces, aparecen, los diálogos con la poesía misma, la literatura, el amor, la muerte, esas banalidades que revestimos con otras palabras, siempre.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Vargas Llosa, vida y obra: exposición en Madrid
La Medalla del Premio Nobel que recibió el escritor peruano Mario Vargas Llosa en 2010, fotografías familiares, sus libros favoritos o algunas de sus cartas escritas a amigos como Julio Cortázar o Pablo Neruda son algunas de las joyas que acoge la exposición "Mario Vargas Llosa, la libertad y la vida". La muestra, que se podrá ver desde mañana hasta el 29 de enero en la Sala El Águila de Madrid, recoge los momentos más importantes de la vida del escritor, sus primeras notas, los diplomas obtenidos en su etapa escolar, su amor por la literatura o sus pasos en el mundo del periodismo y la política.
"Es el testimonio de mi vida, del amor que siempre he sentido por la literatura, mis actividades en la enseñanza, el periodismo y la política, y también el reflejo de mi evolución política: cómo fui
seducido en mi juventud por el espíritu revolucionario de izquierdas y mi desencanto posterior", ha explicado Mario Vargas Llosa en rueda de prensa. "Espero -ha añadido- que a los que me siguen de cerca les guste, y a los que no me han leído, que les abra el apetito de descubrir alguna de mis obras".
La exposición comienza con un espacio reservado al Premio Nobel obtenido en 2010 y su discurso manuscrito. Posteriormente, la muestra invita a conocer al escritor como persona, mostrando sus primeros pasos, las notas que obtuvo en el Colegio La Salle en 1945, los cuadernos que leía en su infancia o el certificado de ingreso en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1953. Poco a poco y a través de diversas fotografías -entre las que seencuentran tres tomadas por EFE-, el público va conociendo su evolución, los viajes que hizo en su juventud cuando marchó a París y conoció al literato Albert Camus, los años vividos en Londres o sus encuentros con genios de la literatura como Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges, para terminar admirando al Mario Vargas Llosa de hoy.
seducido en mi juventud por el espíritu revolucionario de izquierdas y mi desencanto posterior", ha explicado Mario Vargas Llosa en rueda de prensa. "Espero -ha añadido- que a los que me siguen de cerca les guste, y a los que no me han leído, que les abra el apetito de descubrir alguna de mis obras".
La exposición comienza con un espacio reservado al Premio Nobel obtenido en 2010 y su discurso manuscrito. Posteriormente, la muestra invita a conocer al escritor como persona, mostrando sus primeros pasos, las notas que obtuvo en el Colegio La Salle en 1945, los cuadernos que leía en su infancia o el certificado de ingreso en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1953. Poco a poco y a través de diversas fotografías -entre las que seencuentran tres tomadas por EFE-, el público va conociendo su evolución, los viajes que hizo en su juventud cuando marchó a París y conoció al literato Albert Camus, los años vividos en Londres o sus encuentros con genios de la literatura como Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges, para terminar admirando al Mario Vargas Llosa de hoy.
Así, en la sala "el refugio de un lector", se encuentra una enorme fotografía que muestra parte de su biblioteca, los hipopótamos que siempre tiene en su escritorio, o una lista de sus autores favoritos entre los que se encuentran Luis de Górgora, Víctor Hugo, Juan Carlos Onetti o Thomas Mann. También en esta sección se pueden leer las anotaciones escritas en sus libros favoritos como "Absalón, absalón", de William Faulkner que valora como "una obra maestra aunque no absoluta por el exceso de palabras", o "Siete noches", de Jorge Luis Borges, que describe como "miscelánea, que expresa a un Borges íntimo, sus amores, sus fobias, sus obsesiones y coqueterías".
La exposición también dedica un espacio a su obra, donde se encuentran los originales escritos a ordenador de sus libros o ejemplares antiguos en otros idiomas, como por ejemplo un volumen de
"Conversación en la catedral", traducido al alemán en 1969; o "La ciudad y los perros", publicado en finés en 1966. (Tomado de EFE)
"Conversación en la catedral", traducido al alemán en 1969; o "La ciudad y los perros", publicado en finés en 1966. (Tomado de EFE)
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