sábado, 6 de noviembre de 2010

Como un detective austeriano

nada entre manos / como un detective austeriano / persigo un objeto ajeno / que se vuelve propio / soy yo a quien persiguen / y me río / pensando que soy yo quien persigo / me personifico / ropavejero / oficinista / escritor de disfuncionales glándulas hepáticas / entrenado para olfatear el miedo / y los graznidos que se ocultan / detrás de las palabras / creo ver secuencias del verdugo / previo al delito / sorteo estrategias / para sacarle alguna / siquiera / ínfima verdad / o una mentira contundente / para seguir caminando / por este costado viscosamente inmune / sin sentir ganas de apedrear lunas / y demoler edificios / nada entre manos / sólo unos informes a medio hacer / formulando preguntas ociosas / que parecen conducentes / detallando los movimientos de mi víctima / cómo masturba sus mal ensayadas seguridades / su forma de palidecer / cuando enciende una pista de Thelonius Monk / y lo disuelve la oscuridad / frente a frente nuestros edificios / nos separa un saludo antiséptico e inoficioso / de tanto convivir con él / me conmueve su soledad / es él quien me vigila a mí / es mi plan el que se supedita / a sus imprecaciones / y me deja una inaccesible pista / marcada en la nuca / me tienta ir a su habitación / con todos estos papeles / contarle todo lo que he especulado sobre él / y reírnos / como dos cabras / uno en el otro fundidos / en una alarma ciega / esperando todo / menos un final de McCarthy / ha de abalanzarse sobre mí con un estilete / “mi caso es no tener un caso / soy yo el caso de lo que le hace falta / enunciar a mi voz” / le confesaría / antes de llegar a mi yugular / pero soy yo quien debe esperar / la señal del delito / la absolución / de mi último informe
* Poema de Denisse Vega Farfán tomado de la última edición de Periódico de Poesía, revista de la Universidad Autónoma de México.

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