Las semanas que han
pasado, días de fiebres y hospitales, de gastroenterólogos y padecimientos sin
nombre, me han servido para varias cosas. Estar atado a una cama obliga a
repensar –por ejemplo- el discurso interrumpido, nos hace volver al rostro
hacia el pasado, sentirnos como una alimaña en su madriguera, constatar la solidaridad, revisar nuestra
historia personal, la capacidad humana de ser y existir. El tiempo transcurrido ha servido también para leer de un tirón varios libros pendientes, para que la vida misma se encargue de cernir a los escasos e
incondicionales amigos que creía haber tenido.
El dolor nos puede
hacer insoportables. Sin embargo, he encontrado cierto poder terapéutico en la
literatura. Por eso escribí algunas cosas en papelitos, en Twitter, al reverso
de las recetas, esto que ahora pueden leer ustedes y da cuenta -en parte- de mis
prolongados silencios.
Estar enfermo es enfrentarse a un
sinnúmero de preguntas, la mayoría de ellas sin respuesta. Si bien es cierto, la
experiencia del sufrimiento es una de las constantes más universales en la vida
del hombre (la aparición de alguna enfermedad o la irrupción de la muerte puede
repercutir en todas las dimensiones de la persona y traducirse en un quiebre
vital), estar atado a una cama es también -como toda crisis- una oportunidad de
la cual podemos sacar cierto provecho o lograr un cambio de sentido en la vida.
Llegué al hospital y -tras ver
a mi alrededor- me asusté con el comercio de las almas y las balanzas
miserables pesando espantapájaros como yo, enloquecidos de la vida. Llegué al
nosocomio y pensé en si era o no la última vez que veía la calle, las flores
del parque frente a casa. Ingresé al hospital como se ingresa a una caverna, a
un túnel, a una gruta desconocida donde las cosas funcionan de cualquier manera
menos como la lógica señala.
¿Qué tengo que hacer para que
cesen las fiebres?, ¿hasta cuándo me doblaré en dos y me cogeré el estómago
esperando se detengan las punzadas en el costado derecho?, ¿cómo me
veré -en este momento de dolor e inquietud- ante los ojos de Tere, compañera,
deshacedora de entuertos, sanadora de penas?
Mañana será otro día, uno en el que
ojalá las amas de casa vuelvan con más cosas del mercado. Estar enfermo tiene
algunas ventajas, pero eso a nadie le interesa.
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