Augusto Rubio Acosta
Queridos hermanos, el Señor esté con vosotros
Hoy ante ustedes, después de besar este altar, pedir permiso a vuestro
párroco e interrumpir el inicio del Te Deum, me tomo la libertad de
saltearme la antífona de entrada, el acto penitencial y las invocaciones
de desagravio; me salteo asimismo el gloria, la oración colecta y hasta
la liturgia de la palabra; el salmo y las lecturas, todo, lo dejamos
para más adelante, para el final, si es que acaso aún se dignan
acompañarme cuando terminemos con esta breve homilía adelantada,
apriori, palabras necesarias y urgentes que por muchos años me han
venido obstruyendo la garganta.
Ustedes, queridos hermanos, se supone son gente vinculada a la pesca;
ustedes a cuyos padres y abuelos vi llegar a estas tierras a bordo de un
ferrocarril, a pie o a lomo de bestia, exhaustos, hambrientos,
necesitados de trabajo; ustedes, hombres sencillos de origen
abrumadoramente andino, que eran, que fueron, que están todavía ligados a
una sólida tradición religiosa, me duele mucho ver hoy en lo que se han
convertido. Me duelen las circunstancias en que ustedes sobreviven,
hermanos; me duele constatarlo mas no me sorprende todo ello. Ustedes,
que me eligieron desde el principio como divino acompañante durante sus
faenas de pesca, hicieron férrea esta vocación y fidelidad; ustedes
expandieron la fe y el culto hacia todos los chimbotanos generando un
fervor intenso hacia el Patrón de los Pescadores; ustedes, que
retribuyeron los dones y la bonanza que el mar les entregó a manos
llenas, me llenaron en su momento de esperanza; ustedes construyeron
nuestra tradición poco a poco, forjaron la primera piedra de nuestra
identidad y juntos salimos adelante en las circunstancias más difíciles e
inenarrables que hayan podido acontecer en el puerto, sobre la faz de
la Tierra; ustedes vienen hoy ante mí y aquí me tienen, pero no
precisamente van a escuchar las paporretas que por décadas han venido
escuchando…
Hace años, hermanos, me cansé de salir en procesión por la bahía y por
las principales avenidas del puerto, calladito, sin manifestarme. Son
décadas de indignación y de silencio las que hoy se quiebran por la
vergüenza que he sentido todos estos años. Ustedes, hermanos,
permitieron que la transformación social de Chimbote, que de ranchería
de pescadores se convirtió en la barriada más grande de América, no
tuviese un saldo positivo, favorable para todos. Ustedes, que acogieron a
cientos de familias españolas que cambiaron el Atlántico por el
Pacífico, que recibieron con los brazos abiertos a Banchero y a
incontables empresarios pesqueros a quienes sólo interesó pescar y
contaminar, contaminar y explotar, enriquecerse, contaminar y largarse
una vez acabado el recurso hidrobiológico, son responsables de todo lo
que ahora vivimos.
¿Por qué vienen ahora a rezar ante mi imagen?, ¿por qué piensan que
orando a estas alturas de sus vidas el mar volverá a ser el que fue?,
¿dónde están los que se fueron abandonándolo todo en busca de mejores
horizontes?, ¿dónde se les puede hallar a los que se autodenominan
‘chimbotanos verdaderos’ por el sólo hecho de haber nacido en esta
tierra, a pesar de no haber aportado en lo más mínimo ni movido un solo
dedo en su defensa?, ¿dónde están los que pusieron los pies en el puerto
antes de 1950?, ¿por qué permitieron la desgracia, la instalación de la
industria conservera, la depredación y muerte del mar, las más de 41
fábricas de harina de pescado y las siete conserveras que existían a
inicios de 1964?
Me jode hablar de todo esto, hermanos, no crean; y no me miren así
porque ‘joder’ no es mala palabra, ustedes la usan con más frecuencia
que yo; es indignante la conducta que han tenido todos estos años, no me
jodan, algún día tenía que decirles en su cara si es que vergüenza aún
sienten o les queda alguito después de lo que les voy a decir. Yo, que
he visto nacer Chimbote, pasar de ranchería a caleta, de pueblo a villa,
finalmente a lo que ahora tenemos y no puedo explicar en qué consiste,
los he visto dejar pasar las grandes oportunidades que hemos tenido, los
he visto desperdiciar los grandes proyectos y momentos históricos que
hubiesen hecho del puerto una sociedad distinta a la que nos legaron
nuestros ancestros. Con estos ojos pude ver cómo –a mediados del siglo
diecinueve- se dejaron arrancar las Pampas de Chimbote, en mis narices
vi la subasta pública de esos terrenos y cómo el gobierno indemnizaba a
extranjeros que no supieron trabajar ni invertir en tierras que nos
pertenecían a todos. Con estos ojos vi cómo los hermanos Meiggs, con el
cuento del ferrocarril, se apoderaron de las pampas y la forma en que
trazaron y modificaron los planos de la nueva ciudad. Desde que somos
elevados a la categoría de Puerto Mayor, en 1872, hemos tenido
brillantes oportunidades que salir adelante, hermanos; si bien es cierto
la guerra con Chile y la barbarie que vivimos con la destrucción del
muelle, la aduana y el parque automotor, nos devolvió a la condición de
Puerto Menor, en 1916 volvimos a la categoría que hoy tenemos. Y eso que
no olvido el boom del guano algunas décadas antes, del cual tampoco
supimos sacar provecho.
Pero
nada, hermanos, nunca hemos sabido planificar ni aprovechar los
ingentes recursos que hemos tenido, qué imbéciles que hemos sido. Cuando
surge la Corporación Peruana del Santa y se construye la siderúrgica y
la hidroeléctrica del Cañón del Pato, tuvimos la oportunidad inmejorable
de levantarnos contundentemente como urbe. ¿Acaso lo hicimos? Nos
conformamos con la construcción del hospital La Caleta, con la
arborización del Vivero, la edificación del Hotel Chimú y de
urbanizaciones de medio pelo en Antúnez de Mayolo y Laderas del Norte;
más importancia le dimos a las campañas de fumigación para combatir el
paludismo y al Plan de Padrinos, centro meramente asistencial, que a
cualquier otra cosa. Así somos, así son ustedes los chimbotanos, qué
lástima…
De
la pesca artesanal e industrial, del boom pesquero y de exportaciones,
mejor ni les hablo, ustedes conocen de sobra la triste historia. Por eso
estamos como estamos: jodidos, con el mar contaminado, sin pesca y sin
trabajo, con el alto horno de la planta siderúrgica detenido y con
universidades de paupérrimo nivel educativo; vivimos sin proyectos de
irrigación tangibles y con corrupción en todas las instancias
gubernamentales y societarias, con violencia y criminalidad generando
más muertes cada día. Desde esta maltrecha nave de madera, desde la
puerta de esta iglesia, durante décadas los he visto embriagarse en
plena calle durante mi fiesta, durante décadas los he visto venir
-velita en mano- para pocos metros antes de ingresar al templo desviarse
tras cualquier bebida alcohólica que se les presenta ante los ojos. No
lo nieguen, no sean cínicos, aquí mismo en esta vereda han orinado y
vomitado junto a los perros, de aquí mismo han partido sus eructos
camino a los burdeles después de tantas malas noches. No soy quién para
juzgarlos, no soy nadie para decirles lo que deben hacer con sus vidas,
pero no me jodan después viniendo a confesarse ni a prenderme velitas
rogando les haga el milagro cuando se quedan misios, cuando no hay
trabajo. Se los digo de frente y de buena fe, como deben ser las cosas:
no me jodan, chimbotanos, ¡hasta cuándo!.. En un par de años más se
habrán registrado ya medio siglo de ‘celebraciones’ oficiales, cincuenta
años desde que se estableció la ‘Semana cínica’ de Chimbote, cínica,
las mismas que en su mayoría me avergüenzan (basta ver su programa
oficial) porque no representan la esencia, el verdadero sentir de las
gentes de esta tierra. ¿Acaso piensan que cuando las élites, los
acaudalados del puerto, los narcos ésos me cargan y transportan en sus
mejores lanchas ataviadas de suntuosos acabados interiores, cadenetas y
papel picado, me siento cómodo, me siento tranquilo?, ¿acaso creen que
con más castillos y vacas locas, con más luces coloreando el cielo de
las madrugadas, más columnas de cajas de cerveza, San Pedrito se
alegra?, ¿alguno de ustedes piensa que mientras más flores me traiga y
más velas coloque alrededor de mi lancha, derramaré una mejor bendición
para todos?
Y
encima son lo suficientemente cínicos y conchudos como para venir a
verme hoy vestidos con sus mejores trajes, perfumados con sus colonias
de medio pelo y en sus carrazos comprados con los diezmos, con la
coima... Pero, claro, la misa Te Deum no me la pierdo, ahí estarán todos
además: los dueños de ‘lavanderías’, ‘la gentita’, los ladrones del
municipio, de la subregión y del gobierno regional que aún no salen en
las nuevas listas (si saldrán), los periodistas vendidos, los
congresistas... Todos, los corruptos del Poder Judicial también han
venido, los de la Fiscalía qué se lo van a perder, hasta la sucia
Policía está presente; es increíble lo que pasa hoy, hartos cínicos (con
el perdón de los escasos pero auténticos fieles) pueblan mi casa, por
eso se ha llenado la iglesia.
Sí, ya sé que les llega altamente lo que oyen, ustedes están blindados
ante mis palabras. De esto y más quería hablarles hace tiempo, de su
incapacidad y desidia, de su corrupción y frustraciones. Pero me voy, no
tiene caso, esperaba que se largaran uno a uno de esta misa, pero han
tenido la frescura de permanecer en sus asientos. Puede proseguir o en
todo caso iniciar la misa usted, monseñor; que Dios perdone a esta
gentuza por destruir Chimbote, porque yo los desprecio…