Augusto Rubio Acosta
Siete años después, hemos vuelto. El regreso,
tras prolongado silencio, obedece a la necesidad de generar un espacio
-en nuestra cada vez más denigrada y convulsa sociedad- donde sea
posible proponer experiencias estéticas, transmitir ideales, creatividad, preocupaciones del mundo intelectual que nos rodea y una cierta visión compartida de la vida.
Volvemos porque –dejémoslo en claro- en esto consiste nuestra forma de vida; regresamos porque en las tradiciones, ideologías, posturas, paradigmas y compromisos de nuestro contexto actual e inmediato, encontramos un vacío que consideramos urgente llenar con letras e imágenes.
En tiempos en que la enorme mayoría de medios de comunicación del país le rinde pleitesía al poder económico, empresarial y político, quienes vivimos el periodismo desde la verdad, la responsabilidad social y la independencia, necesitamos expresarnos desde esa utopía que dignifica porque impulsa la excelencia de nuestro trabajo, de la pasión que nos consume. La ética, más que conocimiento es sensibilidad, un asunto de sabiduría que nace de la experiencia humana, y aquí lo reafirmamos; por eso nuestra razón de ser es proporcionar conocimiento, no aspirar a tener el mayor número de suscriptores ni a vender todos los ejemplares que se impriman. Nos situamos a años luz de metas comerciales, priorizamos la inteligencia, la sensibilidad de los lectores y la dignidad de la profesión, a pesar de lo que ello signifique.
Símbolo y emblema del ejercicio intelectual, las publicaciones de cultura son al mundo cultural lo que el periódico es a la vida diaria. Nuestro país cuenta con una larga tradición de periodismo cultural, la misma que –salvo honrosas excepciones- ha ido cayendo en desmedro en las últimas décadas. La vida cultural escrita tuvo siempre una vida intensa y de alta calidad en el Perú, historia que nos obliga a reivindicar, promover y dar solidez a la sociedad cultivada, atenta, informada y crítica, que tanto necesitamos.
Gracias por estar ahí, estimados lectores, por la paciencia de todos estos años. Hemos vuelto, aquí nos quedamos, vamos por el mismo camino.
Volvemos porque –dejémoslo en claro- en esto consiste nuestra forma de vida; regresamos porque en las tradiciones, ideologías, posturas, paradigmas y compromisos de nuestro contexto actual e inmediato, encontramos un vacío que consideramos urgente llenar con letras e imágenes.
En tiempos en que la enorme mayoría de medios de comunicación del país le rinde pleitesía al poder económico, empresarial y político, quienes vivimos el periodismo desde la verdad, la responsabilidad social y la independencia, necesitamos expresarnos desde esa utopía que dignifica porque impulsa la excelencia de nuestro trabajo, de la pasión que nos consume. La ética, más que conocimiento es sensibilidad, un asunto de sabiduría que nace de la experiencia humana, y aquí lo reafirmamos; por eso nuestra razón de ser es proporcionar conocimiento, no aspirar a tener el mayor número de suscriptores ni a vender todos los ejemplares que se impriman. Nos situamos a años luz de metas comerciales, priorizamos la inteligencia, la sensibilidad de los lectores y la dignidad de la profesión, a pesar de lo que ello signifique.
Símbolo y emblema del ejercicio intelectual, las publicaciones de cultura son al mundo cultural lo que el periódico es a la vida diaria. Nuestro país cuenta con una larga tradición de periodismo cultural, la misma que –salvo honrosas excepciones- ha ido cayendo en desmedro en las últimas décadas. La vida cultural escrita tuvo siempre una vida intensa y de alta calidad en el Perú, historia que nos obliga a reivindicar, promover y dar solidez a la sociedad cultivada, atenta, informada y crítica, que tanto necesitamos.
Gracias por estar ahí, estimados lectores, por la paciencia de todos estos años. Hemos vuelto, aquí nos quedamos, vamos por el mismo camino.
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