A propósito de su libro 'El más vid de los oficios' (de inminente publicación), Eloy Jáuregui nos obsequia esta crónica sobre Constantino Carvallo, mítico educador peruano sobre quien leímos el domingo pasado un entreñable texto firmado por Jorge Eslava. A continuación, fragmentos y texto completo de 'Clase y tino de Constantino', crónica que registra nostalgia y agradecimiento dedicados a la memoria de uno de los grandes educadores peruanos:
El pasado domingo, Jorge Eslava, mi compañero de trabajo, publicó en El
Dominical un texto recordando a Carvallo: “El timonel mayor”. Soy
injusto, más que recordarlo hay que trabajar con él, digo yo. Y por
supuesto que citaba los tres libros del maestro que fueron compilados
precisamente por Eslava. Diario Educar (2005), Séptima Luna (2011) y
Dónde Habita la Moral (2011). Todos publicados bajo el sello de Aguilar
Santillana. Eslava en otra parte ha escribió: A principios de los
ochenta, cuando lo conocí, era un Cristo: melenudo, barbado y
comprometido por hacer el bien. Un predestinado a cuidar el alma del
prójimo, a facilitar el encuentro de nuestras vidas múltiples y darles
sentido. Por eso fundó el Colegio Los Reyes Rojos, inspirado en un verso
de Eguren, ese poeta profundo y bueno. Qué tiempos difíciles
significaron levantar una escuela innovadora -a contracorriente de los
dictados del ministerio-, que concibiera la educación como una comunidad
humanísima, sin odios ni discriminaciones. Constantino fue la lucidez y
también el nervio para que -junto a un puñado de profesores
entrañables- Los Reyes Rojos se constituyera en el lugar deseado para
crecer. Cientos de adultos agradecemos al cielo la existencia de
Constantino y de su colegio; nos devolvió la confianza en la bondad.
Miles de chicas y chicos están orgullosos de haber estudiado en ese
colegio barranquino; de haber abrazado a su director”.
(...)
Carvallo es pedagogo desde sus entrañas. Habla con tilde al asombro
porque sabe. Y enseña porque domina la seducción, ese clavel
esplendoroso para domeñar la ignorancia. Esto lo hace único en un país
donde muy pocos leen. Entonces tiene enjundia y duende. Por eso cuando
funda y dirige el colegio Los Reyes Rojos en 1978 en la calle Cajamarca
en Barranco, le cayó el orden y la disciplina castrense. Yo soy su
vecino. A dos casas más, vivo en los predios amorosos de Raúl Gallegos y
Nené Herrera. Dos amigos propios de los personajes de José María
Eguren.
Y cuando su colegio es cuestionado por innovar o revolucionar en este
espacio tan sublime y al mismo tiempo dictador, como es la educación en
el Perú de hace un tiempo, salta hasta el cielo. Hablo con él por mi
cercanía geográfica y porque soy amigo de la esposa del poeta Enrique
Sánchez Hernani, quien trabaja en el colegio y converso con Constantino
hasta ayer. Yo como periodista, él como sabio. Le digo que no friegue
con su ‘revolución educativa’, que se tira encima a la sociedad con su
peso a elefante dormido. No, dice, hay que cambiar no solo para ser
mejor sino para que todos mejoremos.
(...)
Rafo León tiene un problema parecido y lo cuenta en la revista “Caretas”
respecto al estilo de Carvallo. Lo cito en mi sitio: “En gran medida la
transparencia del alma de mis hijos data de los diez años que pasaron
en el colegio barranquino, tutelados por Constantino para que guardaran
siempre la alegría de vivir pero sin ignorar que nuestro mundo
generalmente es espantoso, que hay cosas que se pueden cambiar y hay que
hacerlo, pero existen otras en nuestra naturaleza que son inmutables.
Tenemos la obligación de domeñarlas: la crueldad, la envidia, el deseo
del mal a los otros, la mezquindad. Más áreas negras que blancas
llevamos dentro los seres humanos, y eso, con tino y respeto, componía
el mensaje pedagógico de Constantino a sus discípulos. Nuestra condición
existencial. (…) Por ese tema tuve con Carvallo una fuerte discusión
alguna vez, una bronca que nos distanció. Una diferencia infantil e
inmadura que el tiempo limó y también determinó que yo aceptara que
quien tuvo la razón fue él y no yo”.
Lea la crónica completa vía Cangrejo negro.
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