Aguirre, la ira de Dios, Woyzeck, Nosferatu y demás clásicos del alemán Werner Herzog tienen un lado B: la incomparable y extensa obra documental de un cineasta capaz de encontrar el rastro de sus obsesiones personales en la triste mirada de un niño soldado en Nicaragua, en la ambigua sonrisa de la única sobreviviente de una tragedia aérea en Perú o en el contagioso éxtasis de un pastor negro de Brooklyn. Radiografías de personajes que parecen extraídos de un clandestino santoral contemporáneo, los documentales del creador de Cobra verde combinan la intuición periodística con el interés autobiográfico y dibujan el inestable rompecabezas filosófico de un autor que, como dejó claro en la legendaria filmación de Fitzcarraldo, parece encontrar lo mejor de la humanidad en los márgenes de la catástrofe.
De hecho, lo que Herzog exhibe en su registro no ficcional son los souvenirs morales del desastre, el retrato íntimo de quienes fueron y volvieron (o no) del abismo, del accidente, de la insensatez o del indescriptible sacrificio personal. Con 24 films extraordinarios, buena parte de ellos inéditos en la Argentina, el ciclo "Caminar sobre hielo y fuego: los documentales de Werner Herzog" de la sala Lugones constituye uno de los primeros grandes acontecimientos cinematográficos del año, un auténtico milagro que invita a descubrir el verdadero significado de las palabras "arte", "artista" y, sobre todo, "cineasta como no hay dos"... Lea la nota completa vía adn.
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