domingo, 12 de enero de 2014

Dos años sin Marco Cueva



 Augusto Rubio Acosta

El tiempo pasa, la vida y sus imperecederos recuerdos quedan. Una mañana dominical de enero (hace dos calendarios), el poeta Ricardo Ayllón telefoneó a Chiclayo para comunicarnos la partida de uno de los mejores amigos que hemos tenido. Se había ido Marco, había ingresado en la historia, y con Lucy nos abrazamos para llorar amarga y prolongadamente, mientras el pequeño Josemaría dejaba a un lado sus semáforos de cartón y se nos unía a brazo abierto sin comprenderlo todo.
Se había ido Marco y durante el interminable viaje de regreso al puerto, al velatorio en Cipreses, nuestra memoria se sacudía con el recuerdo zigzagueante de los niños enfermos boca arriba en las postas médicas, con las vocecitas de quienes suelen dialogar con los pediatras mientras se les alinea en la jirafa del consultorio para registrar su talla, a nuestras mente volvieron las innumerables jornadas culturales que tuvimos, los libros, revistas y plaquetas que editamos, imágenes polvorientas que se atesoran, reaparecen, que siempre nos acompañan.
Conocí a Marco Cueva los primeros días del nuevo siglo. Nos había presentado Jaime Guzmán, vía telefónica, aduciendo que estaba seguro ‘teníamos mucho de qué hablar’. No se equivocó. Con las semanas y los días, nuestras conversaciones sobre la coyuntura social y la injusticia se hicieron frecuentes. De literatura no hablábamos: la vivíamos, ella fue siempre parte indesligable de nuestra existencia.
Recuerdo a Marco, porque anoche en la reunión de Isla Blanca se acordó volver a honrar su memoria en un acto público a realizarse durante las semanas que siguen; lo recuerdo además al releer ‘Diagnóstico situacional’, su libro póstumo. A mi retina vuelven los días en que atendió a mi pequeña Trilce, en su consultorio, cuando despuntaba el nuevo siglo; las veces que recibió a Josemaría en su propia casa delirando en fiebres tan inexplicables como la vida, la escritura y su partida misma. Han pasado dos años, pero su ejemplo y sus versos continúan guiando a quienes somos conscientes que el cambio cultural es el único camino a la verdad, la justicia, al país distinto y refundado que tanto necesitamos.
Marco Cueva: una vida por los demás. Pasa el tiempo, los años y los libros, pero sus enseñanzas quedan.

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