domingo, 17 de febrero de 2013

Jerónimo Pimentel: “escribir es una aventura, un ejercicio de persistencia”


Entrevista a Jerónimo Pimentel, el autor de 'La ciudad más triste'
Marco Zanelli

Llamémosle Jerónimo Pimentel. Estudió periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú y ha publicado los poemarios Marineros y boxeadores,  Frágiles trofeos, La muerte de un burgués y el libro de prosas La forma de los hombres que vendrán por Matías P. Delgado. Su último libro publicado por Alfaguara¸ La ciudad más triste, es –a los ojos de este modesto escribidor— la mejor novela del año que se fue en Perú. Desde la mirada de Herman Melville, el autor recrea una Lima de salvajismo omnímodo, imperante desde su política hasta su modus vivendi. Pimentel nos habla de ella y de otros asuntos.

Quiero empezar por Melville. ¿Consideras que Melville es prescindible para una lectura de tu novela? Es decir, ¿se puede leer "La ciudad más triste" sin necesidad de haber recurrido antes a “Moby Dick”?
Sí, por supuesto. Toda obra tiene diferentes lecturas y la novela solo se hace en la medida que el lector la completa con sus afectos, sus experiencias y su imaginación. Quien no haya leído Moby Dick tendrá un tipo de resonancia, y quien la haya leído encontrará otros ecos. 'La ciudad más triste' no es un acto de imitación, y por tanto no es necesario conocer el "original". Dicho esto, debo agregar que nada me gustaría más que la novela funcione como una invitación a Melville.


Entonces, de alguna forma quizá subrepticia, le dices al lector: ahora puedes leer a Moby Dick. ¿Se podría considerar así?

No, en absoluto. No se trata de "ahora puedes" o "ahora no puedes". No planteo esos términos. Mi novela es un ensayo sobre Lima y un homenaje a Melville. Nada más que eso.
 
¿Este homenaje a Melville es algo que siempre has buscado o se cumple únicamente con "La ciudad más triste”?
No, es algo de lo que vengo dejando rastro desde mi primer poemario, 'Marineros y boxeadores'. Y de hecho, la novela inicia con un poema que figura en mi segundo libro, 'Frágiles trofeos'. Uno va pagando sus deudas literarias de esta manera, hasta que se hace inevitable asesinar al modelo, al acreedor. Esa ha sido mi intención con 'La ciudad más triste'.

Y aún esos resabios poéticos se pueden notar en la prosa. Este lenguaje, ¿se podría definir como tu voz narrativa o consideras que es una voz prestada, una voz a la que has tenido que recurrir porque el que tenía que decir las cosas era Melville?
No creo tener una sola voz narrativa, ni una sola voz poética. Creo que un escritor, o al menos en mi caso es así, tiene muchas voces para distintas necesidades expresivas o urgencias. Todas son mías o todas son prestadas, da igual.

¿Pero has procurado tener quizás un estilo más cercano al de los escritores decimonónicos para hacer más creíble esta historia?
De alguna manera, pero entramos ya a un terreno, a mi entender, libre. Borges decía que le gustaba escribir cuentos del pasado porque nadie sabe cómo hablaba la gente en el pasado, entonces era más libre de inventar; la oralidad dejaba de ser un problema. De alguna forma, he querido que en 'La ciudad más triste' se mantenga cierto espíritu 'melvilleano', algunas marcas formales (galicismos, referencias bíblicas, etc.), pero no mucho más. Como te decía antes, no es mi intención hacer un acto de imitación real, porque de ser así debería haber escrito en inglés decimonónico. La novela, en un punto, encuentra su propio lenguaje, y es en la consistencia de ese lenguaje donde se hace creíble y verosímil.

¿Has tenido problemas con ese tratamiento del lenguaje? Hay escritores que le encuentran mucha facilidad como Alfredo Bryce.
¿A qué te refieres exactamente?

A cuál es tu sensación frente a ese lenguaje, ¿te cuesta mucho escribir conforme vas avanzando en tus ambiciones literarias o cada vez lo encuentras más fácil?
No, no me cuesta escribir. De hecho disfruto mucho el proceso de encontrar un lenguaje, porque solo hay un lenguaje que permite expresar la emoción o contar la historia que necesitas relatar en cada caso. Es prueba y error. Vas viendo qué funciona y qué no. Y en ese lapso hay hallazgos y fracasos, hay descubrimientos y decepciones, hasta que encuentras el filón. Escribir es una aventura, un ejercicio de persistencia.

En "La ciudad más triste" leemos la evocación de un salvajismo omnímodo, que parece poblar casi toda Lima, ¿crees que aparte del cielo de Lima, eso es lo que la convierte en algo con mayor melancolía?
Sí, es una ciudad salvaje, que se hizo a punta de golpes y melancolía, como bien dices. Es una ciudad donde la moneda de cambio es el odio, con problemas identitarios, con una fuerte tendencia a no reconocerse a sí misma, que por lo general trata terriblemente a sus mejores hijos y que tiene una relación conflictiva con su entorno. Todo eso, a mi entender, alimenta una añoranza por la "arcadia colonial" de la que habló Salazar Bondy, en 'Lima, la horrible'. ¡Aún hasta hoy!

Ese salvajismo no ha cambiado mucho entonces. ¿Crees que no hay mucha diferencia entre la Lima de Melville y la Lima actual?
Creo que de alguna manera perversa es la misma ciudad, que alienta los mismos comportamientos. Pero de otra, y esto a la luz de los procesos de migración de las últimas décadas, tengo claro también que Lima ha muerto. La capital está en franco camino a ser otra urbe, una que aún no conocemos.

Aparte del salvajismo, también hay un plano onírico en la novela. Quizás temas de desdoblamiento, que podrían decirse fantásticos si no los considerásemos sueños. ¿Es una forma de contrapesar esa realidad salvaje?
Depende de cómo lo leas. Una forma de verlo es que la novela necesitaba un balance entre su hiperrealismo y un correlato onírico. Otra forma de verlo es que la acentuación de ese hiperrealismo genera un estado febril en el que la realidad se deshace y abre otro plano.

Pasando a tu papel de escritor o poeta. ¿Crees en esos compromisos sartreanos con la sociedad o piensas que se puede prescindir de ello? ¿Te sientes un escritor comprometido?
Creo en los compromisos ciudadanos. Creo que el escritor, como todo ciudadano, tiene el derecho de generar discursos críticos y políticos acerca de su realidad comunitaria. Asumo también que por hacer una labor intelectual, el escritor tiene en teoría más recursos para realizar estos acercamientos. Y sin embargo, eso no es cierto. Hay una cantidad enorme de escritores con una facilidad espantosa por decir tonteras. Una idea no vale por su origen, por quien la enuncia, sino por la calidad de sus argumentos.

¿Consideras alguna reminiscencia de Hora Zero circunscrita en tu estética? ¿O solo contribuyó a formarte como poeta por el ambiente familiar tan cargado de poesía?
Hora Zero ha sido fundamental en mi formación como escritor, no solo por el disfrute de sus obras, sino por su postulado teórico, el poema integral. Plantear que el poema es una fuente donde, desde lo poético, se pueden conciliar todos los discursos y estéticas, te permite crear una poesía libre y desacomplejada. Por supuesto, mi formación no se ha circunscrito a HZ, quiero decir, mis padres no han formado a un militante, sino a un hombre. Leo a Vallejo y a Eguren, a Eielson y a Varela, a Hinostroza y a Cisneros, a Calvo y a Morales, a los poetas de Hora Zero, por supuesto, pero también a Watanabe, Montalbetti, etc.

Fotografía de Jerónimo Pimentel:  Deborah Valença.

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