Augusto Rubio Acosta
En las aulas, los maestros
repetían con insistencia que las sociedades se construyen desde diferentes
enfoques y pensamientos, desde diferentes grupos de pertenencia, y que en ello
residía el valor principal del periodismo. En las aulas nos enseñaron que sin
libertad de expresión no podría existir democracia y que el mejor ejemplo de
ello era el momento que los peruanos vivíamos. Corrían los primeros años de la aciaga
década del noventa y la dictadura fujimorista se encargaba de castrarlo todo y
maquillarlo hábilmente. A quienes fuimos entonces noveles estudiantes de una
universidad tomada por asalto por el Ejército Peruano nos quedó entonces muy en
claro que mientras viviéramos entre dos fuegos (el Estado y la subversión
manifiesta) debíamos poner énfasis en nuestra formación humana y ética a toda
costa, en aprehender de cualquier forma los elementos y las herramientas que
nos permitieran poner los valores del periodismo al servicio de la sociedad, porque
ésta lo estaba necesitando a gritos, en forma desesperada.
La universidad
se convierte entonces en un espacio para comprender cómo se constituyen las
sociedades democráticas; en el ideario de la misma debería reinar la libertad
de expresión entre todos los miembros de la academia y en todos los temas, no
sólo en la libertad de expresión propiamente entendida como tal (estoy hablando
de la prensa), sino sobre todo en el ser libres para crear, para pensar,
para opinar distinto y aún así poder trabajar mancomunadamente como equipo. La
constitución de las sociedades democráticas se construye de esa forma y el
periodismo cumple aquí un rol esencial. El día que se acabe el verdadero periodismo,
se acabará la democracia e ingresará la dictadura. No habrá nadie ya que
defienda al ciudadano, nadie que se constituya en la voz de los que no tienen
voz, todo estaría perdido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
only write