Augusto Rubio Acosta
Hace diez años, por alguna razón inexplicable, a la redacción del
periódico donde trabajaba por entonces llegó una carta de la Comisión de
Justicia Social (CJS), documento mediante el cual se me invitaba a
participar de una mesa en homenaje a monseñor Romero, el recordado
sacerdote salvadoreño asesinado a balazos en 1980 por sus reiteradas
denuncias contra la violencia militar que se vivía en su país.
Hasta entonces, el suscrito conocía –únicamente de oídas y por los
periódicos, debido a que había domiciliado más de una década fuera de la
ciudad- que la antes mencionada institución prestaba ayuda a los
desvalidos, a quienes les hacía conocer sus derechos y los orientaba
para que supieran hacer uso efectivo de ellos. Lo que sabía era muy
poco: que se manifestaba frente a la realidad que nos tocaba vivir, que
enrostraba a los gobiernos y a las clases dirigentes la urgencia de
construir la paz social social combatiendo la injusticia, la desidia
ciudadana, la pavorosa insensibilidad en que vivimos.
De la mesa en cuestión recuerdo muy poco, excepto la ilustradora
disertación de Matías Siebenaller. Ante un auditorio abarrotado,
hablamos de cómo Romero y un importante sector de la iglesia católica se
comprometieron con los pobres de Latinoamérica a tal punto que
colisionaron de lleno con gobiernos opresores y dictaduras genocidas
financiadas por Estados Unidos. En la cita se proyectó un film de 1989,
donde Raúl Juliá es el protagonista. Pero lo más importante de entonces
(hablo en términos estrictamente personales) fue que el conversatorio me
permitió adentrarme en el espíritu de la Comisión de Justicia, conocer y
hacer amistad con quienes desde la quinta cuadra de la avenida Meiggs
impulsan el cambio, una ciudad y un país distintos.
En los últimos años, con regocijo, hemos sido testigos de cómo la
institución ha hecho hincapié en la defensa de los derechos culturales
(que son también derechos humanos) mediante diversos recitales,
conversatorios, muestras fotográficas y pictóricas, concursos, porque
asegurar su disfrute masivo conlleva a mejorar ostensiblemente la
capacidad crítica de las personas, la igualdad y dignidad humana, la
lucha contra la discriminación.
Así, en todo este tiempo (después de haber compartido experiencias y
esfuerzos en la última década), he considerado a quienes laboran en la
Comisión de Justicia, mis hermanos. Y estoy seguro que somos muchos en
la ciudad y el país los que tenemos el mismo concepto. Participar en
plantones, jornadas culturales, foros públicos y actividades en defensa
de los derechos humanos que organiza la institución, nos ha enriquecido
mucho, nos ha hecho sensibles sobremanera, ha contribuido en que seamos
mejores seres humanos; estamos agradecidos.
El tiempo pasa, treinta y siete años han trascurrido desde su fundación,
y en la quinta cuadra de Meiggs saben que el grito de hambre y de
justicia perdura, sobre todo en quienes menos o nada tienen. Los pobres
de Chimbote y la provincia siguen siendo los mismos, después de todo:
carecen de acceso a empleo digno, de servicios de salud y vivienda
adecuados, de educación liberadora mejor ni hablemos. El sistema en que
vivimos impide la igualdad entre los ciudadanos, quienes a pesar de
tener derecho a ser informados con la verdad, somos ‘bombardeados’ con
falacias por los corruptos medios de comunicación existentes, de
rodillas siempre al poder de turno. Pero hay que seguir luchando.
A pesar de la corrupta sociedad en que cual sobrevivimos, a pesar de
habitar en una urbe tomada por la criminalidad y la incapacidad de
quienes gobiernan (o dicen gobernarnos), saludamos el esfuerzo y
reconocemos el valor de quienes defienden la vida, la dignidad y la
libertad de las personas. Treinta y siete años han pasado y ha habido de
todo: persecuciones, estigmatización, amenazas y miedo; sin embargo,
nada de ello ha detenido el espíritu y la fuerza para luchar por lo que
es verdadero. Que sean muchos años más, Comisión de Justicia Social,
treinta y siete son muy pocos. Que los días que vengan sean mejores, la
reserva moral de la ciudad te necesita, hace tuya tus ideas y tus
sueños.
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