Manuel Jesús Orbegoso
A Nicanor Parra, devotamente
Voy a instalar mi fábrica
de poesía para producir
peces voladores,
amapolas baratas,
hombres tristes
a tres centavos.
Fábrica para alquilar ángeles
o demonios
según el caso.
Mi fábrica se va a encargar
de arreglar lámparas
para los mineros.
Compondrá poesías en el suelo
para ignorantes.
Los intelectuales
son de otro mundo,
de otra élite.
Ellos tienen factorías
de marca.
Mi fábrica será para
mecánicos de carros
no de metáforas.
Se encargará
de poesía barata
para salvar osos polares
en el Ártico.
No para salvar
vírgenes del Sol
en el Cusco.
Mi poesía no tendrá lustre
no será exquisita,
será para el carbonero,
el electricista, el bombero.
No habrá distingos,
todos entenderán mi poesía,
los pájaros bobos,
las ciruelas, los tomates,
las cocineras, las artistas
de la televisión.
Voy a poner mi fábrica
de poesía para todo el mundo
no solo para los entendidos,
sino para los ignorantes,
los misóginos, los acomplejados.
La poesía es la vida,
y la vida es la poesía
dicen los sabios.
Es un arma eficaz
contra los banqueros,
contrabandistas del lenguaje,
y los zafios pregoneros
de la poesía pura.
Esa va a ser mi fábrica
de poesía construida
con piedras, en una zanja,
en un columpio, en tus ojos.
Voy a dejarme de macanas
de buscar rimas o belleza
lingüística o semáforos
en agujeros de hormigas
o guaridas de lobos.
Voy a hablar del destino,
de la muerte, de la vida,
de la humildad, de la soberbia
con que nos tratan los sabihondos.
Voy a hablar del carbón
de la ceniza de que estamos hechos.
Si me va bien he de ampliar
mi fábrica de poesía
a las barriadas, los mercados,
los tugurios, los velorios,
las zamacuecas.
Y si no me va bien
me enterraré con mi proyecto
total, no se ha perdido nada.
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