De 'Brief interviews with hideus men' (Entrevistas breves con hombres repulsivos), de David Foster Wallace, hoy leí este texto que les comparto. En realidad desaría tener-leer el libro completo (publicado por Mondadori en 2001), una traducción de Javier Calvo, que seguramente tardará en llegar a mis manos (las versiones i-pub o en PDF merecen mi respeto, pero prefiero el libro de papel, tan escaso cuando se trata de buena literatura en esta fucking ciudad). En fin, que sea una amable y cafeinómana lectura:
Había una vez una madre que lo pasaba muy, pero que muy mal, emocionalmente, por dentro.
Por lo que ella recordaba, siempre lo había pasado mal, incluso de niña.
Recordaba pocos detalles específicos de su infancia, pero sí recordaba
haber sentido un odio hacia sí misma, un terror y una desesperación que
parecían haberla acompañado desde siempre.
Desde una perspectiva objetiva, no sería descabellado decir que aquella
futura madre tragó mucha mierda psíquica cuando era una niña y que parte
de aquella mierda podía describirse como abusos sexuales por parte de
sus padres. Sin embargo, aunque todo esto era verdad, no era el
problema.
El problema era que, hasta donde alcanzaban sus recuerdos, aquella
futura madre se odiaba a sí misma. Percibía todas las situaciones de la
vida con aprensión, como si cualquier ocasión u oportunidad fueran una
especie de examen importante y terrible y ella hubiera sido demasiado
estúpida o perezosa para prepararse con antelación. Se sentía como si
tuviera que sacar la nota máxima en todos aquellos exámenes para evitar
algún castigo terrorífico.41 Se sentía aterrorizada por todo y le aterrorizaba que se notara.
La futura madre sabía perfectamente, desde una edad temprana, que
aquella presión constante y horrible venía de su propio interior. Que no
era culpa de nadie más que de ella. Aquello la hacía odiarse más
todavía. Esperaba de sí misma una perfección absoluta, y cada vez que no
la conseguía la colmaba una desesperación profunda e insoportable que
amenazaba con romperla en pedazos como si fuera un espejo barato.42
La futura madre proyectaba aquellas expectativas tan altas en todos los
ámbitos de su vida futura, particularmente en aquellos que involucraban
la aprobación o desaprobación de los demás. Por esta razón, durante su
niñez y su adolescencia, todos la percibían como a una chica brillante,
atractiva, popular y admirable; la elogiaban y la aprobaban. Sus
compañeras parecían envidiar su energía, su dinamismo, su aspecto, su
inteligencia, su disposición y su atención infalible a las necesidades y
sentimientos ajenos;43 tenía
pocas amigas íntimas. A lo largo de su adolescencia, las autoridades
como, por ejemplo, profesores, patrones, líderes militares, pastores y
asesores de asociaciones de alumnos universitarios comentaron que la
joven «parec[ía] tener expectativas muy, muy altas de [sí misma]», y
aunque a menudo aquellos comentarios se emitían desde una voluntad de
preocupación o reprobación amables, casi siempre se podía distinguir en
ellos una nota ligera pero inconfundible de aprobación —de que la
autoridad había emitido un juicio objetivo e imparcial y había otorgado
su aprobación—, y en todo caso la futura madre se sentía (por entonces)
aprobada. Se sentía tenida en cuenta: sus criterios eran altos. Sentía
una especie de orgullo abyecto por la falta de piedad que mostraba hacia
sí misma.44
* El texto completo vía la imprescindible web de Ignoria.
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