Hace unos días empecé a leer -de manera interrumpida- los diarios de Sándor Márai (1984 - 1989), novelista, dramaturgo y periodista húngaro del exilio, que sinceramente recomiendo. La vida del autor, famoso en su patria hace
cinco décadas y totalmente desconocida desde entonces debido a vetos y prohibiciones de sus libros por razones políticas, empezó -relativamente hace muy poco- a ser redescubierta. A pesar del exilio y la censura de su vasta obra literaria en el país donde nació, Márai perseveró escribiendo en su idioma y publicando en pequeñas
editoriales húngaras del extranjero. Hay quienes afirman que en los varios tomos de sus diarios está tal vez lo
mejor de su obra; el suscrito deberá leer primeros sus novelas para corroborar o negar lo antes señalado.
Escogí el sexto, último y póstumo tomo de los diarios de Márai porque ha sido el primero en traducirse al castellano y el único que circula en librerías. El libro está poblado de confesiones sobre la forma en que se descompone la vida de un escritor que está viejo y fatigado, uno que apunta sus
reflexiones literarias y observaciones, que alterna recuerdos personales con
comentarios diversos, desde sus lecturas a las noticias de actualidad. Se trata del testimonio apasionante y doloroso de un escritor que se enfrenta sin ambages a la muerte; un hombre que comienza a
doblarse bajo el peso de los recuerdos y de la soledad definitiva que lo aniquila a plazos desde la muerte de su esposa; alguien que compra un revólver, que afirma no tener planes de suicidio, pero que se prepara poco a poco para la hora final.
Kertész (Premio Nobel de Literatura 2002), en
el ensayo que le dedica en su libro -La lengua exiliada- señala sobre sus diarios: "Son
para mí, quizá, el documento humano y literario más grandioso de la
época". Y razón no le falta.
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