Esta mañana, después del desayuno, pasamos frente a la sexta cuadra de la avenida Meiggs, donde encontramos este grafitti que nos conmovió hasta las lágrimas.
martes, 30 de abril de 2013
1 de mayo: nada que celebrar
Augusto Rubio Acosta
El 1 de mayo, más que representar
un día festivo, representa para la mayoría de peruanos una serie de pesares
derivados del desempleo, el subempleo, las precarias condiciones de trabajo en
que sobrevive un gran porcentaje de la clase trabajadora, así como la
informalidad (disfrazada siempre bajo la etiqueta de ‘trabajo independiente’).
En el Perú, el sector informal supera
ampliamente al porcentaje de trabajadores formales. Los problemas derivados del
salario mínimo, la persecución de las grandes compañías a los sindicatos (violencia
antisindical) y la inestabilidad que ciertos regímenes laborales aplican en la
masa trabajadora, generan incertidumbre y zozobra en casi todos los ámbitos, debido a la
sensación de que nadie sabe hasta cuándo trabajará en la empresa de turno, a la
prácticamente nula presencia del Estado para defender derechos, y a la
necesidad de generarse más ingresos de cualquier forma e ingeniosas formas de autoempleo para poder subsistir.
Mientras las mejores condiciones
de trabajo en el Perú favorezcan sobre todo a los grandes empresarios y altos
funcionarios, el aumento de la pobreza está lejos de ser detenida. El consumo
interno ha aumentado en el país en los últimos años, pero
surge de pocas manos, precisamente de ese sector privilegiado que dispone de un
salario por encima del promedio y puede gastar en lo que desee.
La situación de la mujer, de los
jóvenes y niños que trabajan, es también alarmante y denigrante por decir lo
menos. El género femenino continúa siendo marginado de las jefaturas y percibe sueldos inferiores que los varones, los
jóvenes son los que más sufren a causa de un subempleo pobremente remunerado, y los menores de
edad explotados de muchas formas por gente inescrupulosa y hasta por sus
propios padres.
¿Con qué cara pueden los
trabajadores peruanos ‘celebrar’ el 1 de mayo? La fecha se presta únicamente
para la reflexión, para analizar cómo impedir el retroceso de los derechos laborales, cada vez más atropellados y en franco retroceso. Vallejo tuvo siempre
razón: ‘Hay hermanos, muchísimo que hacer’.
sábado, 27 de abril de 2013
En defensa del arte: reflexiones sobre el pequeño artista que vive en casa
Augusto Rubio Acosta
Desde hace días, cierto
pensamiento y reflexión me persiguen. El hecho de que la profesora y la
psicóloga de mi pequeño Josemaría, habitante de un aula de educación inicial (5
años), se hayan referido a su ‘falta de atención y comprensión’ durante las
horas de clase y atribuyan el hecho a que el niño está sobre estimulado en diversas
actividades lúdicas y artísticas, dejando expresa la ‘necesidad de apartarlo’
de las mismas para que no lo distraigan de la parte ‘académica’ ni se genere en
él ansiedad por dibujar, pintar, escuchar música, otra vez pintar, de nuevoescuchar música, y tantas cosas más que le fascinan (que son su vida), me ha
hecho recordar cierta lectura con las primeras reflexiones sobre la educación
de la época moderna.
En ‘Pensamientos sobre la
educación’ (1693), John Locke advierte a los padres sobre la
‘necesidad’ de luchar contra la tentación de fomentar en sus hijos la vocación
poética y mucho menos permitirla si ésta ya se ha presentado o desarrollado
espontáneamente: ‘los padres deberían poner el mayor celo en ahogar y reprimir
esa disposición poética tanto como pudiesen; no veo por qué un padre habría de
desear convertir a su hijo en poeta, correr el riesgo de inspirarle repugnancia
por las ocupaciones y los asuntos de la vida’. Locke señala el ‘peligro’ que -según
él- implica dedicarse a los versos y a las ensoñaciones, ‘porque existe la
posibilidad de convertirse en un inútil ante los trabajos serios y desafíos rentables
que nos plantea la vida’. Además –insiste- ‘lo más probable es que nos lleve (o
lleve a nuestros hijos) a frecuentar ciertas compañías más bien desastradas e
impropias de un verdadero gentleman’.
El arte es para los
niños (aunque jamás lo entiendan ‘profes’ ni psicólogas de turno) el medio de
expresión que utilizan naturalmente y en forma de juego, constituye el camino
para volcar sus experiencias, emociones y vivencias diarias. Hay niños que
muchas veces se expresan gráficamente con más claridad que en forma verbal,
siendo una actividad de la que disfrutan enormemente. Es el caso de mi pequeño
Josemaría, quien satisface sus necesidades transformando objetos y hechos de la
realidad y de la fantasía por medio del dibujo, de la pintura, de los papeles
recortados y de las plastilinas; su conducta (para su plena realización)
necesita del más alto grado de libertad interna y externa con respecto a él
mismo y a quienes lo rodean. Por eso es importante dejarlo ser, invertir
esfuerzo en ello.
¿Por qué suena imposible
que quienes sienten fervor artístico puedan acercarse al bullir colectivo de la
existencia que compartimos en lugar de alejarnos de ella?, ¿por qué pensar que
el artista se desinteresará siempre de los asuntos de la práctica cotidiana y
sentirá repugnancia por las ocupaciones que nos impone la vida? La disposición
artística puede ser cívica, pero también civilizadora; puede llevarnos a
frecuentar compañías ‘bohemias’ y pluriculturales que quizá alarmen a los gentleman, pero que poblarán de
cultura y de verdades los rincones de nuestra obra, de nuestras vidas.
Quizá algún día el
pequeño Josemaría lea estas líneas y se reconozca, se descubra en ellas. Quizá
algún día se dedique al mundo ‘académico’ que le exigen en la escuela, quizá
no; quizá la antropología, la observación social, las exigencias y
contradicciones de la política, el derecho, la ingeniería, las ciencias
naturales, sean lo suyo. Quizá en el futuro sea solo como su padre: un simple
capitán de empresas de creación artística colectiva que marque su fecundo rumbo
personal (ojalá el de su tiempo). Quizá algún día se entere del pirañita de John
Locke y su temor de que los sueños poéticos desviasen la educación de sus
propósitos ‘más útiles’. Quizá sus ‘profes’ nunca sean educadores de estilo
hondo y ancho, de los que emplean los sueños de los más pequeños como una vía
para desvelar y no para adormecer, para hacer nuestra realidad más clara y menos
borrosa. Quizá haya que esperar cierto tiempo escuchando a The Beatles para ver qué ocurre, para constatar
qué aflora de un niño que hoy solo tiene cinco años y una pasión desbocada y
natural por las artes plásticas. Mientras, sus padres atentos lo apoyamos en el
largo camino donde se enhebra la urdimbre de la que estamos hechos los seres
humanos.
miércoles, 24 de abril de 2013
Hacia dónde vamos, qué camino seguimos
Augusto Rubio Acosta
En los últimos tiempos, en
sociedades con autoridades que entienden a cabalidad la importancia de enhebrar
cultura y desarrollo, la primera de éstas ha comenzado a redefinir
paulatinamente su papel frente a la economía. Nadie duda ya acerca de su
importancia como inductora de desarrollo y cohesión social, de su relevante
papel ante la cuestión de la diversidad cultural, la integración de comunidades
minoritarias, los procesos de igualdad de género y la problemática de las
comunidades urbanas y rurales marginadas.
Sin embargo, en ciudades como la
nuestra, los sectores políticos no perciben ni reconocen que la cultura juega
un papel mucho más importante de lo que se supone y no entienden que las
decisiones políticas, las iniciativas económicas y financieras y las reformas
sociales, tienen muchas más posibilidades de avanzar con éxito si
simultáneamente se tiene en cuenta la perspectiva cultural para atender las
aspiraciones e inquietudes de la sociedad en que vivimos.
La contribución de la cultura como
factor de cohesión ante los procesos de profundización de desigualdades
económicas y de tensiones de convivencia social, es trascendente. ¿Qué tenemos
que hacer quienes estamos involucrados en ella para que se no se le vea como un
simple medio para alcanzar ciertos fines, sino como su misma base social?, ¿tan
difícil es que se entienda la simpleza de una propuesta sostenible como esta
que redunda en el beneficio de las mayorías? La respuesta tiene que ver con la
inteligencia y la voluntad, con el deseo también de heredar a quienes nos
siguen una ciudad y un país distinto.
Los chimbotanos somos herederos somos
de un rico legado histórico. Nuestros ancestros fueron, definitivamente, mucho
mejores que nosotros. Hacia dónde vamos, qué camino seguimos…
El reino del loche
Augusto Rubio Acosta
Hace unos días, en el búnker, llegó a mis manos una publicación que considero imprescindible para entender la gastronomía del norte del país, un libro para acercarnos a su ADN, para entender el proceso cultural que
vivimos, nuestra identidad. ‘El reino del loche’,
extraordinario compendio de textos e imágenes que recoge costumbres y comidas
de antaño, viandas populares, potajes del ayer y bebidas del festejo, es un libro que recorre los mercados, que ‘hace la plaza’, reúne a bohemios con
apetito alrededor de platos exóticos de Lambayeque y elabora un auténtico
catastro de espacios urbanos y rurales del buen comer.
Se ha echado al viento una publicación que -sin
duda- debe formar parte importante en la biblioteca de todo buen sibarita.
Las páginas de ‘El reino del loche’ están atiborradas de picanterías,
chicherías y huariques con la sazón de verdaderos artistas de la cocina. En
ellas es posible hallar los primeros reductos gastronómicos, periplos por
Chiclayo, Lambayeque y Ferreñafe, las cocinas del litoral, Pomalca, Pampa
Grande, Olmos, la sazón lambayecana en Lima. El libro de Mariano Valderrama
(bellamente ilustrado con fotografías de Heinz Plenge) dedica también sus
páginas a las delicias zañeras, a los postres lambayecanos y al king kong,
emblemático dulce insignia de las tierras de Ñaimlap. Mención aparte merecen los
placeres del mar, los insumos que se utilizan en la gastronomía del norte
del país, las bebidas de la región y el enriquecimiento de la cocina determinado por el aporte de vertientes culturales europeas,
africanas y orientales, así como por la migración proveniente de regiones vecinas.
La gastronomía lambayecana, herencia de los antiguos
pobladores del reino Sipán quienes abastecían su mesa con una amplia gama de
productos gracias al desarrollo de la agricultura, la pesca y el comercio,
tiene en el loche (alimento milenario que solo crece en determinadas tierras) su
ingrediente principal en la mayoría de recetas y constituye su emblema. Encomiable esfuerzo editorial y de investigación que ha hecho posible que la
bibliografía del norte se enriquezca sobremanera con el título como el
que aquí comentamos.
viernes, 19 de abril de 2013
La papa caliente de la cultura
Augusto Rubio Acosta
En tiempos en que ninguna de nuestras autoridades
sabe (quién sabe no tienen la voluntad de) elaborar un plan cultural sistemático,
concreto e integral sin favoritismos ni exclusiones, como tampoco de armar un
equipo de trabajo sostenido, suficiente, con gestores y difusores que tengan
experiencia y una formación mínima al respecto, así como que tengan –además y
obviamente- capacidad de trabajo y que no actúen de modo displicente o con
apatía frente al rubro, es muy complicado para quienes están detrás de la
gestión de cultura en Chimbote sacar adelante la escena.
La necesidad de crear un programa que abarque
todas las áreas posibles de difusión, suerte de hoja de ruta consensuada entre
las instituciones públicas y los sectores privados interesados, es cada vez más
grande. Se debe convocar a todos y recibir los aportes de cada uno de ellos sin
excepción, crear un consejo consultivo permanente de temas culturales,
turísticos, artísticos, históricos, pedagógicos, de identidad y memoria,
formado por profesionales y conocedores con capacidad de proponer ideas
vinculantes y con legitimidad, que sean refrendados por los funcionarios
políticos y administrativos respectivos.
Si nuestros funcionarios (presidente regional,
consejeros, los alcaldes, regidores y todos quienes están vinculados con las
decisiones) no tienen una idea clara sobre los ejes hacia dónde debe ir el
carro de la cultura, será imposible valorar los proyectos y planes culturales
por su pertinencia, importancia, calidad, innovación, impacto social y
económico o educativo; será imposible armar un banco de ideas y actividades que
tenga un perfil detallado y muy preciso, sustentable y real; será un sueño formar
un plan de sensibilización y fomento de la importancia del ámbito cultural
entre funcionarios y empleados administrativos. Debe existir entonces una
sensibilidad manifiesta y no impuesta. Si a eso le sumamos planificación,
calendario de trabajo, presupuesto digno y estrategia de marketing y difusión
(ojo con ello que resulta imprescindible), será imposible gestar el plan
cultural descentralizado que Áncash y Chimbote necesita.
La pregunta cae nuevamente en oídos de todos los
involucrados con el tema: ¿Quién se hace cargo de liderar una cruzada como
esta?, ¿quién media, quién gestiona, quién coge la papa caliente y hace
realidad el sueño de todos los que deseamos una ciudad y una región digna y
distinta?
jueves, 18 de abril de 2013
El irrisorio presupuesto de cultura para el 2013
Augusto Rubio Acosta
Es triste que a 319 millones 340 mil nuevos soles ascienda únicamente el presupuesto del
Ministerio de Cultura que le ha asignado el Poder Ejecutivo para el año 2013, lo que representa 113
millones de soles más que el correspondiente al presente año, pero menos del 1 por ciento del
presupuesto del sector público: 0,29%
Es lamentable y altamente indignante para una
institución pública, que además tiene asiento en el Consejo de Ministros,
recibir el presupuesto antes mencionado porque con ello es imposible llevar
adelante retos importantes en lo que es patrimonio cultural, industria
cultural, arte y acceso a la cultura, interculturalidad, así como generar
sentido a la identidad nacional, implementar procesos de consulta previa a nivel
nacional, protección de los pueblos indígenas en situación de aislamiento, y
protección y difusión de las lenguas indígenas.
En verdad no sabemos cómo (con ese dinero) el
Ministerio de Cultura puede tener entre sus metas principales para el año 2013
el fortalecimiento de las direcciones regionales de Cultura para que se
conviertan en herramientas de acceso a la cultura; la protección y defensa de
los sitios arqueológicos y el patrimonio cultural, que incluye la repatriación
de objetos arqueológicos. Tampoco sabemos cómo se repotenciará el Archivo
General de la Nación
y la maltrecha y repetidamente saqueada Biblioteca Nacional del Perú, cuyo presupuesto para
este año ascendió a la exigua suma de 19 millones 825 mil nuevos soles.
En fin, ya sabemos todos que al gobierno central
–como al de la región Áncash y al de la comuna de Chimbote- no les interesa la
cultura, pero igual nos indignamos y exigimos respeto y compromiso con lo único
que es verdaderamente necesario e imprescindible.
Un abrazo desde el búnker
Augusto Rubio Acosta
En días como hoy (en que amanecimos más reflexivos que de costumbre), es necesario
que la autocrítica se abra paso. Instalarla en este pequeño espacio respecto al
producto que entregamos, estimado lector, y no solo vivir del victimismo ante
los cuestionamientos externos, es más que indispensable para todos los que
ejercemos desde siempre (desde la vida anterior) esta complicada pero hermosa forma
de vida. Ello no implica, por supuesto, autocensurarnos; al contrario,
autorregulándonos estamos seguros que haremos un mejor periodismo.
Día a día, desde el búnker construimos la
libertad que nadie nos otorga, que la hacemos nosotros mismos. Con las notas
que aquí posteamos, que muchas veces conseguimos en las calles, en los espacios más disímiles y que traemos a este
pequeño espacio digital, se enhebra desde hace más de seis años el manojo de post que tiene usted en las manos (si es que llega a imprimirlos) y que busca siempre defender la libertad
desde la praxis periodística, sin esperar nada a cambio. Desde estas páginas
somos críticos (muchas veces ácidamente duros) con todos, y buscamos contribuir
siempre con el desarrollo cultural y social de Chimbote, la región Áncash y el país, espacio
geográfico al que nos debemos y al que hemos acompañado desde siempre en sus
grandes luchas por un mejor destino.
En días como hoy, en que los
medios de comunicación y el periodismo cultural están cada vez más sensibles a los cuestionamientos
o intentos de injerencias políticas, en días en que la audiencia está más
inquieta y desconfiada con todo lo que sucede, es cada vez más complicado hacer
periodismo no solo por la crisis de credibilidad, sino también por los cambios
en el negocio y en la misma profesión. Sin embargo, aquí estamos y aquí
moriremos, comprometidos con nuestra realidad y la no manipulación de los
hechos, abrazando una profesión digna y transparente siempre hasta el final de
nuestros días.
Muchas gracias por estar ahí todos estos años. Un abrazo desde el búnker.
Periodismo cultural, esas palabras proscritas
Augusto Rubio Acosta
El intercambio de experiencias y
visiones sobre periodismo cultural permite desarrollar en los estudiantes
universitarios, en la comunidad académica, una perspectiva cultural de la
cobertura noticiosa, más allá de lo puramente informativo. El periodismo
cultural implica cubrir no sólo el acontecer en las diversas disciplinas artísticas,
sino también abordar y analizar procesos culturales mucho más complejos. En ese
sentido, creemos que es el periodismo más humano e inclusivo que existe. Se
trata de un periodismo que aterriza los procesos sociales y culturales
abordados por los artistas a través de su trabajo creativo, mediante un
análisis más profundo de estas realidades.
Al respecto, se cree que el periodismo político y el periodismo económico deben estar en el primer lugar de la escena, de la agenda, y ese es un prejuicio que debemos combatir tenazmente. La cultura implica alimentar un cambio en el país, en nuestra sociedad, implica reivindicarnos a nosotros mismos. El rol que cumplen las nuevas tecnologías y el periodismo son decisivos en ello. Los tiempos han cambiado y ahora es más accesible llegar a más gente, pero antes es necesario sentarse a dialogar sobre ello.
Mediante el impulso de la reflexión sobre los procesos culturales como elementos de cohesión en nuestra sociedad y su interrelación con otras, estamos forjando un nuevo periodismo. La cultura es un vehículo que puede unir a los pueblos más allá de sus diferencias políticas, económicas, religiosas o sociales. En Chimbote hacen falta espacios de debate y discusión de ideas, foros donde los nuevos comunicadores puedan enhebrar proyectos destinados a mirar la sociedad que tenemos con otro rostro, uno altamente inclusivo, cultural.
miércoles, 17 de abril de 2013
Chimbote: indignarse no basta
Augusto Rubio Acosta
“Todos somos cómplices de los
canallas que nos manipulan; lo somos por incultura, por comodidad y por falta
de reacción”. Las palabras de Arturo Pérez Reverte, escritor y periodista
español, nos remiten a la sociedad dividida en la que sobrevivimos, una que está
cohabitada por quienes defienden sus valores sin tener en cuenta la realidad y
por los que gestionan la realidad sin tener valores.
La cita me ha venido a la mente a raíz de lo acontecido el último domingo en el auditorio de la Municipalidad Provincial del Santa, lugar adonde fui invitado para recibir la medalla de la ciudad y un reconocimiento público 'por el aporte al desarrollo cultural de Chimbote' como
escritor, activista cultural y periodista que soy, trabajo que he
podido realizar modesta y sostenidamente a lo largo de mi vida. La razón
por la cual me negué a recibir resolución y medalla
alguna, es obvia (lo dejé en claro vía Facebook) y también fue recogida en Poder público.
Sentimientos encontrados afloraron entonces de manera natural el último domingo, porque en ese
instante mi madre y mi hermano estaban presentes, porque abarrotaban el auditorio trabajadores culturales que merecen todo
mi respeto, ciudadanos y amigos de toda la vida, que asistieron
porque entienden que el esfuerzo cultural es importante y vital para el
auténtico desarrollo del puerto. A éstos últimos muchas gracias. A
quienes en la comuna propusieron el reconocimiento a este servidor,
también les agradezco aunque pueda sonar paradójico. No es posible mezclar
las cosas, manchar la vida cultural que uno ha tenido siempre, compartiendo
mesa, fotografías, discursos y notas de prensa con quienes representan
la indignidad y desgracia de mi ciudad y la región en que vivimos.
A propósito de todo esto, algunas reflexiones complementarias: ¿indignarse es suficiente en los tiempos que
corren? Creo que no. Estoy convencido que urge ser más inteligente en una sociedad que ya no
tiene un centro de decisiones que requiera un hombre providencial al mando. En
la medida que pretender controlar la sociedad es anticuado (porque es
incontrolable), se puede gobernar, que es otra cosa. En tiempos en que quien
gobierna no es quien impone sus ideas a una sociedad que controla, sino quien
articula lo que esa sociedad quiere, se necesita más que un médium de un líder.
Y aquí juega un rol central quien sepa convertir la inteligencia colectiva en
decisiones.
En ese sentido, respecto a lo que sucede en la vida política y cultural de Áncash, no basta quedarse en el análisis,
no es suficiente dar nuestro punto de vista respecto a una realidad crítica que
se ha ido distorsionando a lo largo de las últimas décadas en Chimbote -y
donde el periodismo y los medios de comunicación han cobrado una importancia
jamás pensada-, porque el profundo amor a la tierra que nos vio nacer necesita
de mucho más que eso: necesita de acción, perseverancia, de esa dosis que tanta
falta le hace al imaginario colectivo para poder transformarse en identidad, en
conocimiento sobre lo que fuimos, lo que somos, para saber qué seremos, qué
necesitamos alcanzar.
Indignarse no es suficiente, Chimbote, no basta. Tus
graves problemas nunca se solucionarán si apelamos solamente a ello. Es un paso
importante, es cierto, pero no alcanza. Articular, tomar el pulso a la ciudad,
mediar y decidir a partir del conocimiento y la verdad colectiva, suma,
enhebra, enriquece siempre. Pero necesitamos pasar a la acción. No lo olvidemos.
martes, 16 de abril de 2013
Talking about reading
Augusto Rubio Acosta
“En
Chimbote, hay quienes ponen como pretexto para no leer: que el libro es caro,
que en las provincias del Perú no hay librerías especializadas, que el libre
mercado y la prensa vendida solo visibilizan libros de determinadas ideas y
clusters editoriales, cientos de pretextos que constituyen -en el fondo-
solo verdades aparentes. En las ciudades de provincia hay libros en todas
partes, solo hay que darse el tiempo y tener el interés (la necesidad) de
buscarlos. Después de todo, en la lucha contra la ignorancia y a favor de la
lectura, todo vale, menos terminar de perdedores: fotocopia parcial, pirateo
completo, préstamo de libros, trueque, alquiler, expropiación, hurto, robo
(conozco casos extremos en los que -de alguna forma- fue necesario delinquir
para seguir leyendo y aprendiendo, sin que ello justifique el delito)... Al
final de cuentas, nadie te quitará lo leído, lo aprendido será siempre -hasta
la muerte- tu más preciado patrimonio…”
El párrafo que arriba expongo,
así como la ilustración que acompaña, fue motivo de una reflexión que tuvo su origen en un comentario escuchado por ahí respecto a la necesidad de “meter tractor” a
oraciones y textos mal construidos, a la necesidad de erradicar para siempre
aquéllas “comas” asesinas muy mal puestas, así como a la urgencia de “jalar la
silla al patio y ponerse a leer, antes de envejecer sin haber participado en el
big show de los más bravos…”
A esta hora, en el búnker, ya se debe haber
repartido un manojo de fotocopias reproducidas del último libro de César
Lévano, maestro y leyenda del periodismo peruano, quien se ha animado a recoger
sus mejores artículos en una publicación imprescindible para todo comunicador y
miserable lector que se respete. Menciono el hecho porque no hay pretexto
alguno para no leer, lo dejo en claro aunque suene insistente.
Como ustedes saben, el espacio es
demasiado breve siempre por aquí. Propongo entonces continuar la conversa en
otro espacio, uno menos “académico”, “formalón” e insufrible que éste. Después
de todo, para hablar de libros y de lectura siempre habrá tiempo (el tiempo que
casi nunca tenemos), el que se extingue con los libros del día y la
vida de tinta y papel que elegimos hace mucho, la misma que misteriosa e
inefablemente nos hace de alguna forma felices.
Chimbote: erudición y cultura
Augusto Rubio Acosta
Ribeyro se refirió más de una vez
(en sus diarios y en una que otra entrevista) a lo fácil que es confundir
cultura con erudición. Decía nuestro excepcional cuentista que la cultura en
realidad no depende de la acumulación de conocimientos, sino del orden que
estos conocimientos guardan en nuestra memoria y de la presencia de estos
conocimientos en nuestro comportamiento.
“El erudito, como el avaro,
guarda su patrimonio en una media, en donde sólo cabe el enmohecimiento y la
repetición. Un hombre que conoce al dedillo todo el teatro de Beaumarchais es
un erudito, pero culto es aquel que habiendo solamente leído Las bodas de
Fígaro se da cuenta de la relación que existe entre esta obra y la
revolución francesa o entre su autor y los intelectuales de nuestra época. Por
eso mismo, el componente de una tribu primitiva que posee el mundo en diez
nociones básicas es más culto que el especialista en arte sacro bizantino que
no sabe freír un par de huevos…”, sentenció en una de sus ‘Prosas apátridas’
más celebradas.
¿Qué tan cultos
somos los chimbotanos? La cultura, esa especie de tejido social
que abarca las distintas formas y expresiones de nuestra sociedad: costumbres,
prácticas, maneras de ser, rituales, tipos de vestimenta y normas de comportamiento,
¿son inherentes a nuestro conocimiento, a nuestro día a día?, ¿qué
informaciones y habilidades tenemos los chimbotanos para ser capaces de
reflexionar sobre nosotros mismos?
Reflexionar
sobre la realidad en que vivimos siempre ayuda, ojalá muchos de ustedes hayan
podido responderse a sí mismos porque –finalmente- de ello depende que en el
futuro cercano las cosas cambien y vivamos en un país distinto.
La ‘ciudadanía cultural’ que Chimbote necesita
Augusto Rubio Acosta
Para que el peruano sea realmente un ciudadano finisecular y de principios del Siglo XXI, no basta que tenga y practique los derechos civiles declarados y reconocidos por el ordenamiento constitucional, jurídico y normativo. Es necesario que tenga derecho y acceso a los bienes culturales tanto materiales como simbólicos. Es decir, que pueda inscribirse en la estructura política (elegir y ser elegido por ejemplo), económica (trabajar, tener propiedades y pagar impuestos, etc.) y social de su territorio (recibir algunos beneficios sociales); pero también puede y debe participar activamente en la vida cultural de su ciudad: ejercer las libertades de creación y expresión, participar de los circuitos de la oferta y el consumo cultural, intervenir en la industria cultural, establecer relaciones con los medios de comunicación masiva; ocupar, usar, interactuar en los espacios públicos, recreativos y culturales de la ciudad que habita.
En Chimbote, pocos o nadie pueden
ser considerados entonces ‘ciudadanos del Siglo XXI’. Antes era una condición
básica y mínima el saber leer y escribir y tener grados elementales de
escolaridad. Ahora, dado el desarrollo cultural y comunicativo de la sociedad,
son necesarias otras condiciones y cualidades; el espectro de los derechos y
deberes se ha ensanchado. Por lo tanto, el ciudadano tiene derecho a mayores
años de escolaridad, tiene derecho a la información adecuada, oportuna y veraz;
tiene derecho a establecerse en el espacio público según las normas de su
ciudad y su comunidad. Y en general, tiene derecho a manifestarse culturalmente
y a acceder a los bienes materiales y espirituales de su tiempo y de su
entorno. Ejercer y llenar estas expectativas configuran la ciudadanía cultural.
Chimbote necesita ciudadanos activos y
responsables que asuman e interioricen los valores democráticos o cívicos. Áncash no necesita seres pasivos, sino ciudadanos deseosos y capaces de
desempeñar en ella un papel activo y responsable. En ese sentido, la ciudadanía
cultural hay que entenderla como la dedicación y cooperación con lo
público, lo que es de todos. ¿Qué estamos haciendo al respecto?
Chimbote y la lectura
Augusto Rubio Acosta
En Chimbote, los espacios que reúnen periódicamente a pocas o numerosas personas alrededor de la lectura, la discusión y la reflexión acerca de autores y obras literarias que muchos ni siquiera conocemos, son escasos. Los pocos que existen transforman de alguna forma a quienes asisten y hacen lo mismo con la sociedad en que vivimos. Los lectores están ahí porque quieren y quienes dirigen las discusiones o exponen algo acerca de la obra literaria de turno o el tema que los convoca, lo hacen más por amor al arte que por el pago que -en la mayoría de casos- no existe o es simbólico. Lo importante es que los lectores o asistentes se revisen a ellos mismos, pero que también revisen la mentalidad con la que fuimos formados, los tabúes, la cultura, y nuestras trampas y subterfugios culturales. Son en estos espacios donde nacen los cuestionamientos, las provocaciones que dan origen a los cambios, y Chimbote necesita de ellos para enfrentarse a las balaceras, los asaltos, a la negrura amenazante y pestilente del caos gubernamental y la corrupción en que vivimos.
En Chimbote, los espacios que reúnen periódicamente a pocas o numerosas personas alrededor de la lectura, la discusión y la reflexión acerca de autores y obras literarias que muchos ni siquiera conocemos, son escasos. Los pocos que existen transforman de alguna forma a quienes asisten y hacen lo mismo con la sociedad en que vivimos. Los lectores están ahí porque quieren y quienes dirigen las discusiones o exponen algo acerca de la obra literaria de turno o el tema que los convoca, lo hacen más por amor al arte que por el pago que -en la mayoría de casos- no existe o es simbólico. Lo importante es que los lectores o asistentes se revisen a ellos mismos, pero que también revisen la mentalidad con la que fuimos formados, los tabúes, la cultura, y nuestras trampas y subterfugios culturales. Son en estos espacios donde nacen los cuestionamientos, las provocaciones que dan origen a los cambios, y Chimbote necesita de ellos para enfrentarse a las balaceras, los asaltos, a la negrura amenazante y pestilente del caos gubernamental y la corrupción en que vivimos.
La ciudad necesita promover espacios alternativos
y culturales como los que líneas arriba nos hemos referido, lugares que definan
la vocación de quienes están por definirse en la causa de la literatura o del
camino cultural que nos enriquece a todos. En los barrios y en las familias, en
la iglesia y en la escuela, en los centros de trabajo y en los clubes sociales
(hasta en los polideportivos) deberían impulsarse espacios de lectura y de
debate alejados de las mafias o círculos cerrados (especie de ‘cofradías
exclusivas’ que con fines poder y de dinero existen en el puerto), ya basta de la
arrogancia de sentirse los non plus ultra al tratar
con la crema y nata de la intelectualidad, porque la lectura es para todos y ajena
a la soberbia y a una simple apariencia de superioridad enfermiza.
Chimbote, hay tanto por hacer en materia de lectura en mi ciudad.
Chimbote: la urgencia de ver la vida de otra forma
Augusto Rubio Acosta
En el lugar donde vivimos, ciudad diversa y heterogénea, la falta de curiosidad o inapetencia por el tema cultural es -a nuestro modesto entender- un índice de decadencia y pasividad, porque la cultura afectada por este síndrome se convierte en mero objeto de contemplación. Dar importancia a lo cultural en nuestras vidas es fundamental para poder ejercitar la sensibilidad, el entendimiento, el razonamiento y la comunicación que necesitamos aplicar en nuestro comportamiento social o ideológico; eso –en teoría- se conoce de sobra. A los chimbotanos (en edad escolar) se les obliga a tener una ‘cultura general’, se les ‘instruye’ (los índices de aprendizaje dicen lo contrario), pero es cuando dejamos este periodo donde debemos convertirla en afición, en modus vivendi.
En el lugar donde vivimos, ciudad diversa y heterogénea, la falta de curiosidad o inapetencia por el tema cultural es -a nuestro modesto entender- un índice de decadencia y pasividad, porque la cultura afectada por este síndrome se convierte en mero objeto de contemplación. Dar importancia a lo cultural en nuestras vidas es fundamental para poder ejercitar la sensibilidad, el entendimiento, el razonamiento y la comunicación que necesitamos aplicar en nuestro comportamiento social o ideológico; eso –en teoría- se conoce de sobra. A los chimbotanos (en edad escolar) se les obliga a tener una ‘cultura general’, se les ‘instruye’ (los índices de aprendizaje dicen lo contrario), pero es cuando dejamos este periodo donde debemos convertirla en afición, en modus vivendi.
Ser culto no es privilegio único
de los que finalizan una carrera universitaria, tampoco de aquéllos que centran
su pensamiento exclusivamente en un aspecto específico. Tampoco se puede
pretender conocer todas las facetas; la cultura es tan extensa, tan vasta, que
necesitaríamos cien vidas para poder conocerla y nunca llegaríamos a dominarla.
Lectura, escritura, música, pintura, escultura,
arquitectura, historia, filosofía, ciencia y muchos más temas nos ofrecen un
amplio abanico donde buscar respuestas o crearnos preguntas, pero también
existe la cultura popular donde los usos y costumbres de otras personas también
pueden enriquecerte tanto como las anteriores. Nuestra región es rica en todo
ello.
La cultura engendra progreso y sin ella no cabe
exigir de los pueblos ninguna conducta moral. La falta de cultura favorece la
existencia de la discriminación, la intolerancia, la soberbia y otros
comportamientos que no favorecen al ser humano. Ejemplos de ello en el puerto
tenemos muchos (cientos, miles) y en todos los sectores sociales (incluso entre
gente que se hace llamar ‘culta’), constituyen taras que se multiplican, que
crecen entre los escasos árboles sobrevivientes a la pestilencia citadina día a
día.
En Chimbote -y en el sector cultura- es
urgente la autocrítica, el cambio radical, el empezar un nuevo proceso desde
cero (quizá con puntaje en contra). ¿Tan difícil es que
veamos la vida de otra forma?
Kapuściński: 'las malas personas no pueden ser buenos periodistas'
Para los periodistas que trabajamos con
las personas, que intentamos comprender sus historias, que tenemos que
explorar y que investigar, la experiencia personal es, naturalmente,
fundamental. La fuente principal de nuestro conocimiento periodístico
son «los otros». Los otros son los que nos dirigen, nos dan sus
opiniones, interpretan para nosotros el mundo que intentamos comprender y
describir.
No hay periodismo posible al margen de
la relación con otros seres humanos. La relación con los seres humanos
es el elemento imprescindible de nuestro trabajo. En nuestra profesión
es indispensable tener nociones de psicología, hay que saber cómo
dirigirse a los demás, cómo tratar con ellos y comprenderlos.
Creo que para ejercer el periodismo,
ante todo hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres
humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es
una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus
intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y
convertirse, inmediatamente, desde el primer momento en parte de su
destino. Es una cualidad que en psicología se llama «empatía». Mediante
la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y
compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los
demás.
En este sentido, el único modo correcto
de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra
existencia. Existimos solamente como individuos que existen para los
demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o
al menos describirlos.
Tomado de: Los cínicos no sirven para este oficio (Anagrama, 2002)
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