Augusto Rubio Acosta
Ribeyro se refirió más de una vez
(en sus diarios y en una que otra entrevista) a lo fácil que es confundir
cultura con erudición. Decía nuestro excepcional cuentista que la cultura en
realidad no depende de la acumulación de conocimientos, sino del orden que
estos conocimientos guardan en nuestra memoria y de la presencia de estos
conocimientos en nuestro comportamiento.
“El erudito, como el avaro,
guarda su patrimonio en una media, en donde sólo cabe el enmohecimiento y la
repetición. Un hombre que conoce al dedillo todo el teatro de Beaumarchais es
un erudito, pero culto es aquel que habiendo solamente leído Las bodas de
Fígaro se da cuenta de la relación que existe entre esta obra y la
revolución francesa o entre su autor y los intelectuales de nuestra época. Por
eso mismo, el componente de una tribu primitiva que posee el mundo en diez
nociones básicas es más culto que el especialista en arte sacro bizantino que
no sabe freír un par de huevos…”, sentenció en una de sus ‘Prosas apátridas’
más celebradas.
¿Qué tan cultos
somos los chimbotanos? La cultura, esa especie de tejido social
que abarca las distintas formas y expresiones de nuestra sociedad: costumbres,
prácticas, maneras de ser, rituales, tipos de vestimenta y normas de comportamiento,
¿son inherentes a nuestro conocimiento, a nuestro día a día?, ¿qué
informaciones y habilidades tenemos los chimbotanos para ser capaces de
reflexionar sobre nosotros mismos?
Reflexionar
sobre la realidad en que vivimos siempre ayuda, ojalá muchos de ustedes hayan
podido responderse a sí mismos porque –finalmente- de ello depende que en el
futuro cercano las cosas cambien y vivamos en un país distinto.
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