Augusto Rubio Acosta
En tiempos en que ninguna de nuestras autoridades
sabe (quién sabe no tienen la voluntad de) elaborar un plan cultural sistemático,
concreto e integral sin favoritismos ni exclusiones, como tampoco de armar un
equipo de trabajo sostenido, suficiente, con gestores y difusores que tengan
experiencia y una formación mínima al respecto, así como que tengan –además y
obviamente- capacidad de trabajo y que no actúen de modo displicente o con
apatía frente al rubro, es muy complicado para quienes están detrás de la
gestión de cultura en Chimbote sacar adelante la escena.
La necesidad de crear un programa que abarque
todas las áreas posibles de difusión, suerte de hoja de ruta consensuada entre
las instituciones públicas y los sectores privados interesados, es cada vez más
grande. Se debe convocar a todos y recibir los aportes de cada uno de ellos sin
excepción, crear un consejo consultivo permanente de temas culturales,
turísticos, artísticos, históricos, pedagógicos, de identidad y memoria,
formado por profesionales y conocedores con capacidad de proponer ideas
vinculantes y con legitimidad, que sean refrendados por los funcionarios
políticos y administrativos respectivos.
Si nuestros funcionarios (presidente regional,
consejeros, los alcaldes, regidores y todos quienes están vinculados con las
decisiones) no tienen una idea clara sobre los ejes hacia dónde debe ir el
carro de la cultura, será imposible valorar los proyectos y planes culturales
por su pertinencia, importancia, calidad, innovación, impacto social y
económico o educativo; será imposible armar un banco de ideas y actividades que
tenga un perfil detallado y muy preciso, sustentable y real; será un sueño formar
un plan de sensibilización y fomento de la importancia del ámbito cultural
entre funcionarios y empleados administrativos. Debe existir entonces una
sensibilidad manifiesta y no impuesta. Si a eso le sumamos planificación,
calendario de trabajo, presupuesto digno y estrategia de marketing y difusión
(ojo con ello que resulta imprescindible), será imposible gestar el plan
cultural descentralizado que Áncash y Chimbote necesita.
La pregunta cae nuevamente en oídos de todos los
involucrados con el tema: ¿Quién se hace cargo de liderar una cruzada como
esta?, ¿quién media, quién gestiona, quién coge la papa caliente y hace
realidad el sueño de todos los que deseamos una ciudad y una región digna y
distinta?
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