martes, 16 de abril de 2013

Talking about reading


Augusto Rubio Acosta

En Chimbote, hay quienes ponen como pretexto para no leer: que el libro es caro, que en las provincias del Perú no hay librerías especializadas, que el libre mercado y la prensa vendida solo visibilizan libros de determinadas ideas y clusters editoriales, cientos de pretextos que constituyen -en el fondo- solo verdades aparentes. En las ciudades de provincia hay libros en todas partes, solo hay que darse el tiempo y tener el interés (la necesidad) de buscarlos. Después de todo, en la lucha contra la ignorancia y a favor de la lectura, todo vale, menos terminar de perdedores: fotocopia parcial, pirateo completo, préstamo de libros, trueque, alquiler, expropiación, hurto, robo (conozco casos extremos en los que -de alguna forma- fue necesario delinquir para seguir leyendo y aprendiendo, sin que ello justifique el delito)... Al final de cuentas, nadie te quitará lo leído, lo aprendido será siempre -hasta la muerte- tu más preciado patrimonio…

El párrafo que arriba expongo, así como la ilustración que acompaña, fue motivo de una reflexión que tuvo su origen en un comentario escuchado por ahí respecto a la necesidad de “meter tractor” a oraciones y textos mal construidos, a la necesidad de erradicar para siempre aquéllas “comas” asesinas muy mal puestas, así como a la urgencia de “jalar la silla al patio y ponerse a leer, antes de envejecer sin haber participado en el big show de los más bravos…”

A esta hora, en el búnker, ya se debe haber repartido un manojo de fotocopias reproducidas del último libro de César Lévano, maestro y leyenda del periodismo peruano, quien se ha animado a recoger sus mejores artículos en una publicación imprescindible para todo comunicador y miserable lector que se respete. Menciono el hecho porque no hay pretexto alguno para no leer, lo dejo en claro aunque suene insistente.

Como ustedes saben, el espacio es demasiado breve siempre por aquí. Propongo entonces continuar la conversa en otro espacio, uno menos “académico”, “formalón” e insufrible que éste. Después de todo, para hablar de libros y de lectura siempre habrá tiempo (el tiempo que casi nunca tenemos), el que se extingue con los libros del día y la vida de tinta y papel que elegimos hace mucho, la misma que misteriosa e inefablemente nos hace de alguna forma felices.

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