Augusto Rubio Acosta
En Chimbote, los espacios que reúnen periódicamente a pocas o numerosas personas alrededor de la lectura, la discusión y la reflexión acerca de autores y obras literarias que muchos ni siquiera conocemos, son escasos. Los pocos que existen transforman de alguna forma a quienes asisten y hacen lo mismo con la sociedad en que vivimos. Los lectores están ahí porque quieren y quienes dirigen las discusiones o exponen algo acerca de la obra literaria de turno o el tema que los convoca, lo hacen más por amor al arte que por el pago que -en la mayoría de casos- no existe o es simbólico. Lo importante es que los lectores o asistentes se revisen a ellos mismos, pero que también revisen la mentalidad con la que fuimos formados, los tabúes, la cultura, y nuestras trampas y subterfugios culturales. Son en estos espacios donde nacen los cuestionamientos, las provocaciones que dan origen a los cambios, y Chimbote necesita de ellos para enfrentarse a las balaceras, los asaltos, a la negrura amenazante y pestilente del caos gubernamental y la corrupción en que vivimos.
En Chimbote, los espacios que reúnen periódicamente a pocas o numerosas personas alrededor de la lectura, la discusión y la reflexión acerca de autores y obras literarias que muchos ni siquiera conocemos, son escasos. Los pocos que existen transforman de alguna forma a quienes asisten y hacen lo mismo con la sociedad en que vivimos. Los lectores están ahí porque quieren y quienes dirigen las discusiones o exponen algo acerca de la obra literaria de turno o el tema que los convoca, lo hacen más por amor al arte que por el pago que -en la mayoría de casos- no existe o es simbólico. Lo importante es que los lectores o asistentes se revisen a ellos mismos, pero que también revisen la mentalidad con la que fuimos formados, los tabúes, la cultura, y nuestras trampas y subterfugios culturales. Son en estos espacios donde nacen los cuestionamientos, las provocaciones que dan origen a los cambios, y Chimbote necesita de ellos para enfrentarse a las balaceras, los asaltos, a la negrura amenazante y pestilente del caos gubernamental y la corrupción en que vivimos.
La ciudad necesita promover espacios alternativos
y culturales como los que líneas arriba nos hemos referido, lugares que definan
la vocación de quienes están por definirse en la causa de la literatura o del
camino cultural que nos enriquece a todos. En los barrios y en las familias, en
la iglesia y en la escuela, en los centros de trabajo y en los clubes sociales
(hasta en los polideportivos) deberían impulsarse espacios de lectura y de
debate alejados de las mafias o círculos cerrados (especie de ‘cofradías
exclusivas’ que con fines poder y de dinero existen en el puerto), ya basta de la
arrogancia de sentirse los non plus ultra al tratar
con la crema y nata de la intelectualidad, porque la lectura es para todos y ajena
a la soberbia y a una simple apariencia de superioridad enfermiza.
Chimbote, hay tanto por hacer en materia de lectura en mi ciudad.
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