Augusto Rubio Acosta
En el lugar donde vivimos, ciudad diversa y heterogénea, la falta de curiosidad o inapetencia por el tema cultural es -a nuestro modesto entender- un índice de decadencia y pasividad, porque la cultura afectada por este síndrome se convierte en mero objeto de contemplación. Dar importancia a lo cultural en nuestras vidas es fundamental para poder ejercitar la sensibilidad, el entendimiento, el razonamiento y la comunicación que necesitamos aplicar en nuestro comportamiento social o ideológico; eso –en teoría- se conoce de sobra. A los chimbotanos (en edad escolar) se les obliga a tener una ‘cultura general’, se les ‘instruye’ (los índices de aprendizaje dicen lo contrario), pero es cuando dejamos este periodo donde debemos convertirla en afición, en modus vivendi.
En el lugar donde vivimos, ciudad diversa y heterogénea, la falta de curiosidad o inapetencia por el tema cultural es -a nuestro modesto entender- un índice de decadencia y pasividad, porque la cultura afectada por este síndrome se convierte en mero objeto de contemplación. Dar importancia a lo cultural en nuestras vidas es fundamental para poder ejercitar la sensibilidad, el entendimiento, el razonamiento y la comunicación que necesitamos aplicar en nuestro comportamiento social o ideológico; eso –en teoría- se conoce de sobra. A los chimbotanos (en edad escolar) se les obliga a tener una ‘cultura general’, se les ‘instruye’ (los índices de aprendizaje dicen lo contrario), pero es cuando dejamos este periodo donde debemos convertirla en afición, en modus vivendi.
Ser culto no es privilegio único
de los que finalizan una carrera universitaria, tampoco de aquéllos que centran
su pensamiento exclusivamente en un aspecto específico. Tampoco se puede
pretender conocer todas las facetas; la cultura es tan extensa, tan vasta, que
necesitaríamos cien vidas para poder conocerla y nunca llegaríamos a dominarla.
Lectura, escritura, música, pintura, escultura,
arquitectura, historia, filosofía, ciencia y muchos más temas nos ofrecen un
amplio abanico donde buscar respuestas o crearnos preguntas, pero también
existe la cultura popular donde los usos y costumbres de otras personas también
pueden enriquecerte tanto como las anteriores. Nuestra región es rica en todo
ello.
La cultura engendra progreso y sin ella no cabe
exigir de los pueblos ninguna conducta moral. La falta de cultura favorece la
existencia de la discriminación, la intolerancia, la soberbia y otros
comportamientos que no favorecen al ser humano. Ejemplos de ello en el puerto
tenemos muchos (cientos, miles) y en todos los sectores sociales (incluso entre
gente que se hace llamar ‘culta’), constituyen taras que se multiplican, que
crecen entre los escasos árboles sobrevivientes a la pestilencia citadina día a
día.
En Chimbote -y en el sector cultura- es
urgente la autocrítica, el cambio radical, el empezar un nuevo proceso desde
cero (quizá con puntaje en contra). ¿Tan difícil es que
veamos la vida de otra forma?
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