El otro día leí una vieja entrevista realizada a Ernesto Sabato, en Santos Lugares, su lugar de siempre. De la misma extraigo algunos fragmentos que considero de interés de ustedes los lectores:
Sábato dice: "Siempre busqué el lado de la
perfección, por eso estudié matemáticas, y además venía de una familia
muy estricta, donde lo que se comenzaba se terminaba; era la educación
de antes. Con el tiempo, fuerzas oscuras me empujaron a los abismos del
arte, y desligado de la razón encontré en éste una especie de
encarnación de lo abstracto". El escritor coge uno de sus libros y para
precisar este pensamiento, esta ruptura de su yo, lee con voz
dificultosa: "Durante años estudié con frenesí, casi con furor, las
cosas abstractas, me di inyecciones de transparente opio, viví en el
paraíso artificial de los objetos ideales... Pero cuando levantaba la
cabeza de los logaritmos y las sinuosidades, encontraba el rostro de los
hombres".
Esta revelación provoca grandes sombras y
paraísos de lucidez. Por eso, el naufragio es una línea mayor en toda su
obra; una secuela circular que dolorosamente escribe en mayúsculas.
Fiel a sí mismo, dice: "Mi vida es irregular, todo es irregular, mi
literatura es irregular, seguramente está llena de defectos, pero es
cierto que en la búsqueda de mí mismo, en una especie de exploración
desesperada del sentido de la existencia, es cuando me vi obligado a
escribir".
"Los personajes de mis novelas son inventados.
Todo sale de mi corazón, de la realidad. Alejandra -protagonista de
Sobre héroes y tumbas- es una mujer totalmente creada, no es que haya
existido, pero gracias a la literatura es un ser humano. Es un personaje
que llama mucho la atención por su fuerza áspera, es muy oscura. A
medida que la iba escribiendo me fascinaba. Vivía en un altillo, sola
con sus fiebres, demencias y arrebatos; sus pensamientos no eran
abstractos, sino serpientes enloquecidas y calientes. Era una loca
inteligente y ardiente, su piel se erizaba y se estremecía como la piel
de los gatos. Y el chico Martín, tan enamorado de ella, la perseguía
como un perrito faldero, pobrecito. Alejandra lo despidió muchas veces,
para que no sufriera, pero el amor es ciego y mortal. Después del
suicidio de ella, Martín termina en la Patagonia, como muchas personas,
termina en el confín del mundo, en Tierra del Fuego. En medio de la
tempestad lo que lo atraía era el frío, esa cosa austera. Es de las
cosas más crueles que he escrito porque me salió sin proponérmelo, yo no
sabía a dónde iba a parar y sentía que tenía que hacerlo. Hay muchas
cosas que escribí con lágrimas en los ojos, aunque parezca una broma. Me
gustan siempre los personajes marginales; en ellos están muchas veces
las grandes verdades, son fuera de lo común, amorales, y nos sacan de
esa especie de mediocridad general que habita el alma de los hombres".
(...) "Uno va por las calles, y me dicen cosas
grotescas; algunos se acercan con timidez y me preguntan que si es
cierto que los ciegos viven en los subterráneos de Buenos Aires, en
cavernas. Eso es una fantasía mía, una metáfora de la ceguera, de
habitar en la oscuridad. Puede tener una similitud con Temporada en el
infierno de Rimbaud, pero fue inconsciente; por instinto me acerqué a
los poetas malditos, es más, el Informe lo pudo haber escrito uno de
ellos. Ese libro me trajo muchos disgustos, hasta una queja pública de
la Sociedad Argentina de Invidentes. No hago literatura naturalista, eso
era una ficción. Curiosamente Informe sobre ciegos, lo pusieron ahora
en lenguaje braille", y ríe, con gran ironía, como burlándose de sí
mismo, como debe ser.
"La pintura es más sana, he podido vivir 86
años gracias a ella. La literatura que yo hago es muy terrible, llena de
vértigos, agotadora; en cambio la pintura es un placer, el placer del
color. La pintura ha sido un milagro, quizás me hubiera vuelto loco o
simplemente me hubiera muerto de tristeza"...