Augusto
Rubio Acosta
En San José de Moro, las investigaciones,
dirigidas por Luis Jaime Castillo Butters, se han centrado en el estudio de las
prácticas ceremoniales y funerarias de las sociedades prehispánicas que
habitaron el valle del Jequetepeque y en la evolución de su cultura material.
Se ha enfatizado en algunas manifestaciones singulares como la cerámica Mochica
Tardía de Línea Fina y la cerámica Mochica Polícroma, se ha desarrollado temas
como el estudio del colapso Mochica, el impacto Wari y Cajamarca en la región,
así como el tránsito hacia Lambayeque y Chimú. Sin embargo, no es lo único que
se estudia en la zona; en el lugar encontramos también a otros investigadores
como el geoarqueólogo de la
Universidad de Maine (Estados Unidos), Daniel Sandweiss, quien
investiga la prehistoria del fenómeno de El Niño en la costa peruana, usando
los datos arqueológicos para reconstruir el clima y para indagar en los efectos
que estos podrían ejercer en las sociedades del pasado. Aquí nuestra breve
conversa:
¿Qué tanto
podemos decir sobre El Niño y la influencia que ejerció en los antiguos
pobladores de San José de Moro?
Para empezar,
los cambios culturales en este pueblo no fueron el resultado directo de los
cambios de frecuencia de El Niño. Sin embargo, la correspondencia entre estos
dos ámbitos sugiere alguna relación, mediada a través de la tecnología, la
historia, las prácticas culturales, la religión, la percepción y las
idiosincrasias personales y de grupo. Para estudiar todo esto se requiere de un
equipo multidisciplinario que vaya más allá de lo que dice la arqueología, la
antropología, la biología y otras especialidades. Se requiere que trabajemos
juntos. Con gente con diferente entrenamiento podemos acercarnos mejor a
entender el desarrollo de las culturas en la costa peruana en el ambiente
natural y en su ambiente social. Necesitamos de múltiples enfoques para
interpretar lo que encontramos, para entenderlo cabalmente.
¿Qué es lo
que están excavando ahora?
Estamos analizando depósitos de aluviones del
fenómeno de El Niño en la antigüedad, para ver su frecuencia. Vemos varios
niveles naturales. Cuando viene el agua deja sedimentos expuestos, los estamos
estudiando. Excavamos, vemos el perfil, los dibujamos, describimos, recogemos
las muestras y los llevamos a la
Universidad de Maine, a laboratorios especializados que
arrojarán un resultado todavía dentro de un año. Fechamos la arena y cuidamos
mucho el contexto, no perturbamos los depósitos geológicos. Excavaremos cinco o
seis metros de profundidad. Después, publicaremos un libro con todos los
resultados.
¿Cuántos
investigadores trabajan específicamente en el estudio de El Niño?
Somos tres arqueólogos, una geóloga, un promedio
de 10 a
quince personas trabajando en un proyecto que hace posible la Nacional Science
Foundation. El enfoque interdisciplinario es imprescindible.
¿Qué tanto
ha afectado el cambio climático a este tipo de investigaciones?
Partamos de que los eventos climáticos como El
Niño tienen un efecto enorme en el desarrollo del pasado, tienen impacto muy
fuerte en el registro arqueológico. Cuando llueve fuerte destruyen sitios,
malogran todo. Hace varios años en Lambayeque, durante el último Niño, toda una
huaca desapareció porque se la llevó el río, fue algo espantoso. La vegetación
que crece después del fenómeno, crece y entorpece el trabajo que hacemos. En la
naturaleza hay cambios climáticos, siempre han habido, pero lo que hace el
hombre (destruyendo el medio ambiente de diversas formas) ahora no sabemos adónde nos va a llevar; puede ser terrible, quizá peor
que lo que ha pasado en la antigüedad. Por eso, para prevenir desgracias, tenemos que poner en práctica estrategias
sostenibles y ‘verdes’ para evitar desastres arqueológicos y de todo tipo.
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