viernes, 19 de julio de 2013

Sabato en el corazón

El otro día leí una vieja entrevista realizada a Ernesto Sabato, en Santos Lugares, su lugar de siempre. De la misma extraigo algunos fragmentos que considero de interés de ustedes los lectores:
Sábato dice: "Siempre busqué el lado de la perfección, por eso estudié matemáticas, y además venía de una familia muy estricta, donde lo que se comenzaba se terminaba; era la educación de antes. Con el tiempo, fuerzas oscuras me empujaron a los abismos del arte, y desligado de la razón encontré en éste una especie de encarnación de lo abstracto". El escritor coge uno de sus libros y para precisar este pensamiento, esta ruptura de su yo, lee con voz dificultosa: "Durante años estudié con frenesí, casi con furor, las cosas abstractas, me di inyecciones de transparente opio, viví en el paraíso artificial de los objetos ideales... Pero cuando levantaba la cabeza de los logaritmos y las sinuosidades, encontraba el rostro de los hombres".
Esta revelación provoca grandes sombras y paraísos de lucidez. Por eso, el naufragio es una línea mayor en toda su obra; una secuela circular que dolorosamente escribe en mayúsculas. Fiel a sí mismo, dice: "Mi vida es irregular, todo es irregular, mi literatura es irregular, seguramente está llena de defectos, pero es cierto que en la búsqueda de mí mismo, en una especie de exploración desesperada del sentido de la existencia, es cuando me vi obligado a escribir". 
"Los personajes de mis novelas son inventados. Todo sale de mi corazón, de la realidad. Alejandra -protagonista de Sobre héroes y tumbas- es una mujer totalmente creada, no es que haya existido, pero gracias a la literatura es un ser humano. Es un personaje que llama mucho la atención por su fuerza áspera, es muy oscura. A medida que la iba escribiendo me fascinaba. Vivía en un altillo, sola con sus fiebres, demencias y arrebatos; sus pensamientos no eran abstractos, sino serpientes enloquecidas y calientes. Era una loca inteligente y ardiente, su piel se erizaba y se estremecía como la piel de los gatos. Y el chico Martín, tan enamorado de ella, la perseguía como un perrito faldero, pobrecito. Alejandra lo despidió muchas veces, para que no sufriera, pero el amor es ciego y mortal. Después del suicidio de ella, Martín termina en la Patagonia, como muchas personas, termina en el confín del mundo, en Tierra del Fuego. En medio de la tempestad lo que lo atraía era el frío, esa cosa austera. Es de las cosas más crueles que he escrito porque me salió sin proponérmelo, yo no sabía a dónde iba a parar y sentía que tenía que hacerlo. Hay muchas cosas que escribí con lágrimas en los ojos, aunque parezca una broma. Me gustan siempre los personajes marginales; en ellos están muchas veces las grandes verdades, son fuera de lo común, amorales, y nos sacan de esa especie de mediocridad general que habita el alma de los hombres".  
(...) "Uno va por las calles, y me dicen cosas grotescas; algunos se acercan con timidez y me preguntan que si es cierto que los ciegos viven en los subterráneos de Buenos Aires, en cavernas. Eso es una fantasía mía, una metáfora de la ceguera, de habitar en la oscuridad. Puede tener una similitud con Temporada en el infierno de Rimbaud, pero fue inconsciente; por instinto me acerqué a los poetas malditos, es más, el Informe lo pudo haber escrito uno de ellos. Ese libro me trajo muchos disgustos, hasta una queja pública de la Sociedad Argentina de Invidentes. No hago literatura naturalista, eso era una ficción. Curiosamente Informe sobre ciegos, lo pusieron ahora en lenguaje braille", y ríe, con gran ironía, como burlándose de sí mismo, como debe ser.
"La pintura es más sana, he podido vivir 86 años gracias a ella. La literatura que yo hago es muy terrible, llena de vértigos, agotadora; en cambio la pintura es un placer, el placer del color. La pintura ha sido un milagro, quizás me hubiera vuelto loco o simplemente me hubiera muerto de tristeza"...
  

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