viernes, 19 de julio de 2013

San José de Moro: impacto comunal y desarrollo

Augusto Rubio Acosta

En San José de Moro, pequeña comunidad ubicada en la margen derecha del río Chamán, valle de Jequetepeque (La Libertad), existe uno de los más importantes cementerios y centros ceremoniales regionales pertenecientes a la sociedad Mochica y culturas subsecuentes. El sitio es una llanura arenosa de 10 hectáreas aproximadamente, y en él se concentran restos de edificaciones prehispánicas cuya forma original no es posible definir con exactitud a causa de la erosión y el huaqueo que sufrieron a lo largo de cientos de años. En las cercanías de la zona también se encuentran una serie de sitios arqueológicos de importancia. Hasta ese lugar llegamos para mostrar los tesoros que guarda producto de los sorprendentes descubrimientos de tumbas y cámaras funerarias en 1991, cuando las magníficas tumbas de mujeres halladas en la zona sirvieron como fuente de información privilegiada para conocer detalladamente los aspectos más íntimos y complejos del mundo ritual de los mochicas. Sin embargo, no fue lo único que encontramos. El turismo no es lo que precisamente produce desarrollo, pero sí la generación de bienes y servicios destinados a favorecer la economía de la comunidad del lugar. Entre otras iniciativas emprendedoras, más allá de los grandes hallazgos arqueológicos de San José de Moro, esta es una primera entrega de lo que encontramos:
Sin duda, involucrar a la comunidad en las actividades de excavación arqueológica y sobre todo en la preservación y cuidado del sitio, es uno de los grandes logros del proyecto. La continua interacción entre investigadores y pobladores ha devenido en un dinámico manejo y promoción de los hallazgos, se ha incentivado la recuperación de tecnologías ancestrales por parte de los moradores de la zona, para quienes el rescate de milenarias prácticas artesanales ha significado una oportunidad de desarrollo económico y exposición al turismo. La implementación de un Módulo de Área de Excavación Abierta, que expone los más resaltantes componentes de una excavación real, y el módulo de Reconstrucción a escala de la Tumba de la Sacerdotisa de José de Moro, que es el más visitado por los turistas nacionales y extranjeros, son prueba de ello. El fomento de las danzas folklóricas también lo ha sido. Pero quizá la estrecha relación proyecto-escuela sea parte primordial en la construcción de identidad en una zona donde la migración y el divisionismo de la población es un fenómeno permanente.


El Jardín de Niños Nº 1885
En los últimos años, se ha priorizado la cooperación con las escuelas primaria y secundaria de San José de Moro, contribuyendo con la construcción de aulas y baños, apoyándolos en aspectos básicos de infraestructura y sobretodo tratando de generar en los niños y en sus padres un sentido de identidad con el patrimonio arqueológico. De igual manera, se ha enfatizado la necesidad de pensar en un desarrollo a futuro, que no esté dirigido únicamente a la satisfacción de las necesidades inmediatas.
Según Evelyn Sánchez, directora del Jardín de Niños Nº 1885, los 104 alumnos que tienen distribuidos en cuatro aulas, estudian en un lugar construido en base al tesón de sus padres y al aporte pecuniario del proyecto arqueológico, que donó materiales de construcción, libros, materiales didácticos y aportes monetarios para cubrir necesidades educativas y festividades. ‘Queremos que nuestros niños y niñas sepan lo que aconteció en los orígenes de este pueblo, que se sientan orgullosos del lugar donde nacieron o donde migraron, que valoren lo que tienen para que cuando sean adultos impulsen su desarrollo’, manifiesta.

Los talleres de cerámica y la transferencia tecnológica
Conversando con Luis Jaime Castillo, arqueólogo descubridor junto a Christopher Donnan, de las tumbas de las Sacerdotisas de San José de Moro (que fueron motivo de asombro mundial y foco de una intensa investigación científica dada su extraordinaria riqueza y gran complejidad), nos enteramos que el impacto comunal del proyecto se extiende a diversas áreas, entre las cuales podemos citar la pequeña industria de cerámica puesta en marcha con la colaboración de Sustainable Preservation Initiative, fundación neoyorkina que apoya varios proyectos similares en distintos puntos del país.
‘Los proyectos deben concebirse como impactos comunales. Aquí en San José de Moro primero nos interesa el desarrollo de bienes y servicios, después el turismo. Tenemos una pequeña industria de réplicas de cerámica de muy alta calidad, piezas de línea fina que se exportan gracias a la capacitación de jóvenes lugareños y a Julio Ibamola, experto en la elaboración de ceramios. Estilo mochica tardío de línea fina.
Destinados básicamente al turismo extranjero, los ceramios cuestan entre 15 soles y 120 dólares. Pero eso no es todo: gracias a un convenio con las universidades de Burdeos, PUCP y de Chemnitz (Alemania), se viene produciendo un proceso de transferencia tecnológica que permite elaborar ceramios con bases científicas en cuanto a temperaturas de cocción, pigmentos, uso de difractómetros de rayos equis y espectografía por fluorescencia que permite revelar la manera en que los mochicas elaboraban su cerámica.

La Escuela de campo de Bioarqueología y los rituales de la muerte
El análisis de individuos salidos de las excavaciones en San José de Moro, es otra de las actividades que se realizan en la zona con estudiantes de doctorado y masters de las universidades de Harvard, Yale, California y South Illinois. Los estudios permiten sacar un perfil de las características físicas de las personas que habitaron el lugar en esa época. Se sabe, por ejemplo, que eran muy bajos de estatura (1.43 m. en promedio), que algunos individuos (los que llevaban máscaras) pigmentaron su cráneo de color verdoso así como otras partes de su cuerpo (las manos y el pecho) donde llevaron ornamentos que la corrosión tiñó de verde. Y que hay muchos rasgos similares entre los actuales pobladores y la gente que habitó la zona en esa época. Se estudian los dientes y las características que tienen. Es posible saber todo mediante diversos métodos. 
Las escuelas de campo de Bioarqueología (restos óseos) y la de Arqueología de campo (tumbas y cámaras mortuorias) son una auténtica aula de babel en pleno desierto, por los múltiples idiomas con que se comunican entre ellos. Los jóvenes investigadores aprenden en el lugar lo que aplicarán en otras partes del mundo. No todos serán bioarqueólogos, hay quienes se forman para antropólogos forenses, psiquiatras pediátricos, etcétera. Sus integrantes fueron admitidos en programas de postgrado altamente competitivos y ellos saben perfectamente que se trata de ser profesionales de excepción, adquirir altas competencias y tener entrenamientos rigurosos para llegar lejos en la vida. Una comunidad de investigadores de alto nivel es el que se forma en San José de Moro.

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