viernes, 26 de julio de 2013

No me digas: 'Feliz 28'; dime qué mierda estás haciendo


Augusto Rubio Acosta
En fechas como la que nos tocan, los discursos oficiales no faltan, las sesiones solemnes no escasean, los Te Deum se imponen, los desfiles institucionales están de moda, las marchas de la bandera, las actuaciones escolares, las paradas militares, las jaranas ‘criollas’, los ‘feriados largos no laborables’, los reportajes periodísticos en medios de dudosa credibilidad, y una gran cantidad de eventos temáticos adornados por los colores rojo y blanco, capturan la atención de la mayoría de ciudadanos para quienes el sistema en el cual vivimos es perfecto, inmaculado, ‘patriótico’, encaminado hacia el 'desarrollo', pero sobre todo ‘divertido’ y altamente vacacional ('porque se está favoreciendo el turismo interno'). 
Así, el 28 de julio y los días que le anteceden y siguen, todos hablan de peruanidad mientras saborean un anticucho; todos ven (cebiches de por medio) el insulso mensaje anual de Fiestas Patrias en la televisión, aunque de economía y crecimiento sostenido no se conozca en absoluto (total: lo que importa es reunir a la familia y tomarse varios piscos bien ‘peruanos’). En 28 de julio todos ven la transmisión del desfile militar en el Campo de Marte, mientras recuerdan la época en que marchaban por un miserable gallardete o una medalla de latón (perdiendo valiosas horas de clase y de estudio efectivo); todos se acuerdan de Grau, de Bolognesi, y de tantas luminarias nacionales que nuestros historiadores ensalzaron a su manera para hacernos sentir de alguna forma (justificadamente o no) orgullosos, valerosos, unidos ante la amenaza foránea.
¿En nada más podemos pensar los peruanos en las fechas que hoy nos tocan?, ¿a tan poco se ha reducido la capacidad de análisis de los peruanos (si es que alguna vez existió en este país que de la gastronomía se precia mucho, pero de la dignidad no tanto en los tiempos que corren)?
Los peruanos hemos estado históricamente divididos. Somos tan escindidos como diversos desde tiempos inmemoriales. Revisando la historia, caemos en la cuenta de que los múltiples malos ejemplos que nos dejaron nuestros antecesores son muchos (tenemos a quiénes salir), haciéndose entonces necesario poner los puntos sobre las íes.
Situémonos nomás en Chimbote, veamos a nuestro alrededor, afinemos el sentido del olfato y bastará para darnos cuenta qué está en proceso de descomposición en la ciudad y de dónde viene la podredumbre. Hacer patria, servir al Perú, no implica necesariamente dirigirse como voluntario al frente de batalla durante algún conflicto armado externo o interno. Hacer patria no significa salir a marchar junto a quienes dicen ser ‘autoridades’ en ridículos e hipócritas ‘paseos de bandera’ alrededor de la Plaza de Armas o hacerse el disforzado a la hora del izamiento. Hacer patria no significa aparecer con nombre y apellido en los programas impresos de la comuna por esta época del año. Tampoco implica colocar el emblema nacional en la fachada de nuestras casas para evitar la multa. Hacer patria es mucho más. Es abrirle los ojos a la gente que se niega a ver lo que verdaderamente vivimos, es apoyar las causas ciudadanas exigiendo el respeto a los derechos inalienables, es luchar contra la corrupción que se ha apoderado de Áncash y de todos sus estamentos oficiales, es pararse ante los semáfotos pancartas en mano (brazos en alto), y salir a marchar para levantar la voz de protesta ante la desidia e indignidad en que nos desenvolvemos día a día, semana a semana, año a año (por décadas) en Chimbote mientras las cosas siguen iguales: el mismo caos, la misma mediocridad, la miseria y desigualdad de siempre, la misma podredumbre.
 Es 28 de julio, lector de este blog miserable. Te dejo un abrazo, siempre y cuando estés haciendo algo para cambiar la realidad en Chimbote, puerto donde sobrevivimos. Muchas gracias por comentar y estar ahí siempre (hace unos días se cumplieron seis años ininterumpidos de este espacio digital), ya nos vemos.

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