Con su último libro, Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) confirma la buena salud y el buen momento de la poesía peruana contemporánea. Volumen de gran intensidad poética y testimonio personal de la condición humana, el poeta dialogó en breve con nosotros y aquí están sus palabras:
Leyendo tus poemas el lector se enfrenta a esa pugna interna del poeta que busca encontrar su esencia estética y el afán por retratar cabalmente la condición humana. En ese sentido, ¡cuáles son tus prioridades al momento de elegir determinados temas, a la hora de escribir?
Un escribe lo que no sabe, y ese acto es ya otra forma de pensamiento, de construcciones y destrucciones de uno mismo cuando atrapa la palabra; en ese sentido, más allá de la elección de temas, uno busca completarse y encontrar la verdad como belleza en todo lo que existe.
El lenguaje en tus poemas constituye una suerte de defensa natural ante la vida material que nos agobia, ¿en qué momento decidiste utilizarlo para contraponer poderes y fuerzas entre el bien y el mal?
El lenguaje es un desplazamiento de vida, otro poder de quienes tenemos esta misión de escribir la poesía. Mi mal nace del silencio y la incomunicación como estigma de la época que nos tocó vivir en el Perú. Entonces hacia esa destrucción avanzo para hablar y tomar partido por mí, por el otro, por los objetos del deseo y por la vida.
El despliegue de símbolos a lo largo de tu último libro no hace sino reafirmar la imagen de una existencia que avanza hacia lo desconocido. ¿Hacia dónde va tu poesía, Willy, cuáles son los temas que más te acercan a tu esencia ética, a tus propias certezas?
La obra que uno construye es como el edificio que todos los días vemos que se levanta en las calles. Si nos detenemos unos minutos a observarlo, algo avanzó y al día siguiente hay otro poco de modelos por contemplar. Así es mi obra, así trabajo diariamente para encontrar respuestas que nadie puede darme, entonces, aparecen, los diálogos con la poesía misma, la literatura, el amor, la muerte, esas banalidades que revestimos con otras palabras, siempre.
Un escribe lo que no sabe, y ese acto es ya otra forma de pensamiento, de construcciones y destrucciones de uno mismo cuando atrapa la palabra; en ese sentido, más allá de la elección de temas, uno busca completarse y encontrar la verdad como belleza en todo lo que existe.
El lenguaje en tus poemas constituye una suerte de defensa natural ante la vida material que nos agobia, ¿en qué momento decidiste utilizarlo para contraponer poderes y fuerzas entre el bien y el mal?
El lenguaje es un desplazamiento de vida, otro poder de quienes tenemos esta misión de escribir la poesía. Mi mal nace del silencio y la incomunicación como estigma de la época que nos tocó vivir en el Perú. Entonces hacia esa destrucción avanzo para hablar y tomar partido por mí, por el otro, por los objetos del deseo y por la vida.
El despliegue de símbolos a lo largo de tu último libro no hace sino reafirmar la imagen de una existencia que avanza hacia lo desconocido. ¿Hacia dónde va tu poesía, Willy, cuáles son los temas que más te acercan a tu esencia ética, a tus propias certezas?
La obra que uno construye es como el edificio que todos los días vemos que se levanta en las calles. Si nos detenemos unos minutos a observarlo, algo avanzó y al día siguiente hay otro poco de modelos por contemplar. Así es mi obra, así trabajo diariamente para encontrar respuestas que nadie puede darme, entonces, aparecen, los diálogos con la poesía misma, la literatura, el amor, la muerte, esas banalidades que revestimos con otras palabras, siempre.
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