viernes, 28 de octubre de 2011

Miguel Ildefonso: “Uno avanza en la escritura de un poema como quien se acerca a un abismo”

Augusto Rubio Acosta

Trabajar con el lenguaje y dejar que éste nos conduzca adonde sabemos tendrá que llevarnos, es parte del día a día para creadores como Miguel Ildefonso, uno de los más destacados poetas peruanos contemporáneos. A continuación nuestra breve conversa:

En tus libros, Miguel, están muy presentes siempre la vida underground y la depresión, el desempleo y la miseria, el alcohol. ¿Es la única forma de ser artista?, ¿es el caldo de cultivo en el cuál te sientes más cómodo a la hora de escribir?
Tengo diez libros de poesía publicados, que hace unos días pensé titular al conjunto Poesía Trash del Soul. Justamente en el sentido que señalas en mi estética y actitud vital. La voz poética de mis libros pertenece a un joven rebelde, un joven peruano, latinoamericano, perteneciente a una clase media o proletaria, hijo de migrantes de los Andes; de ninguna manera a la clase alta o criolla. Y justamente por ser de esta clase económica-cultural, es una voz de rebeldía, iconoclasta, siguiendo la tradición de los poetas malditos y morales de Baudelaire y los Beatnik. Asumo una voz desencantada para meter el dedo con la pluma en las llagas de este país y de este mundo, y para señalar la hipocrecía de todos los poderes que rigen la vida moderna: los gobiernos neoliberales, las iglesias, los medios de comunicación, por ejemplo. Como Dante Alighieri, la ruta de mi poesía trasunta infierno, purgatorio y un paraíso que se hermana con el reclamo de la voz de César Vallejo. Mi poesía no es política, sino trata de cuestionar todo, incluido la política.

Existe en tu obra una necesidad de expresar la hibridez de la cultura peruana, hay también cierta insistencia por lo chicha, lo marginal, el desencanto por lo urbano, lo metapoético, lo cual se refleja de algún modo en los giros radicales en el lenguaje. ¿Adónde va tu obra vista de manera integral, como unidad: poesía-narrativa, adónde miras como artista en este tiempo?

Siempre he sido atento, desde muy chico, con lo que ocurre en el país. Una de las preguntas más importantes de mi vida siempre ha sido qué es el Perú. Hoy vemos un país distinto a hace unas décadas. Mientras hay más tecnología, el hombre está involucionando. Será que la tecnología facilita las cosas, y entonces el ser humano no se exige un desarrollo interior. En ese proceso hay una evidente transformación de los valores. Por eso que no nos sorprendan más muertes, ya no por la violencia política, sino por la violencia del capital, del dinero, de la usura, como decía Ezra Pound. El Perú es un híbrido en constante desarrollo. Yo antes, en los fines del 80 e inicios del 90, creía que la chicha era una propuesta de autentica reinvindicación de un Perú Profundo y desdeñado. Lamentablemente con la dictadura del estado en la década del 90 y por la dictadura del raiting en los medios masivos, la chicha se ha vuelto hoy en día en un comercio más, una mercancía plástica y decadente, una maquinita de dinero fácil. Lo que hago con mis textos es reflejar estos cambios, narrar la violencia cotidiana y desnudar sus nexos con el gran proyecto de estupidización que es el dogma inmaculado de este mundo de hoy.
Como parte de la diáspora producida en el país en los años noventa, de una u otra forma o razón terminamos yéndonos, abandonando nuestro lugar de pertenencia originaria, aunque sin perder las raíces. ¿Por qué te fuiste del Perú?
Bueno, yo he salido del Perú una vez más, pero siempre estoy retornando. Ahora estoy ya unos meses aquí, por motivos familiares, sobre todo. Pero ya hace un tiempo que no estoy ni aquí ni allá. Mi país está en mis textos, ese es mi mundo, mi universo. Es cierto que muchos poetas, escritores, compañeros de los 90s, se fueron. Muchos no querían ser parte de la vida bajo el régimen que hubo en esa década, también por la imposibilidad de desarrollarse como intelectual, o como artista. Creo que ya no se idealiza tanto, por otra parte, el mundo allá afuera. El irse es una necesidad más inmediata. Un escritor ya no se va porque cree que se hará famoso, no existe necesariamente ese sueño que pudo haber existido en los años 60. Del 60 al 90 el mundo se puso al revés.

Eres un autor que viaja constantemente, ¿cómo ves la escena poética en las provincias?
Muy intensa, con buena calidad de poesía y narrativa, que se ve en los premios nacionales que van ganando constantemente ya hace décadas. Las editoriales también son una grata novedad, así ya no se depende de la capital. También es fructífero lo que se ve en los festivales que hay en las provincias, en las ferias de libro, en los blogs, etc. Hay también mayor comunicación, eso sí gracias a los medios tecnológicos, no solo dentro del Perú, también se articula con la poesía de otros países. En Puno, el trabajo de Darwin Bedoya, Walter Bedregal, por ejemplo. En Chiclayo, el grupo Signos, el Festival del Diantre. En Huancayo: la Feria del Libro, los Dosamarus. En Huánuco, en Cajamarca, los encuentros que hacen. En fin, el Perú tiene muchas voces, ya es hora de que esas voces se escuchen en todas partes por igual. Uno de los lastres de la colonia es el centralismo.
¿La poesía es un riesgo?, ¿qué te ha dado la poesía, qué le puede dar a los lectores, a nuestras vidas?
Como poeta, como creador, es un riesgo, no solo ante la escritura, pues uno avanza en la escritura de un poema como quien se acerca a un abismo. Uno no sabe de qué manera te va a transformar un poema o un libro que has escrito, has dejado parte o todo de tu "espíritu" o "alma" allí, a partir de entonces vienen más preguntas aun, preguntas que te impelen a ir hacia un adelante inexistente. Igualmente uno no sabe qué podrá ocurrirle al lector. No se trata solo de sintonizar bellamente, estéticamente con quien te lea. La poesía es un rayo, un flechazo, que puede entrar en uno y removerle la existencia. Esas cosas lo logran poetas como Pessoa o Eielson, por ejemplo. La poesía también me ha permitido viajes, conocer otras gentes, otras culturas. A partir de ello, ando escribiendo nuevos textos, con nuevas voces, ya no de alguien tan joven, ya no tan peruano quizás. Esos son mis nuevos proyectos en poesía y narrativa.

"Polvo en el viento", de Hugo Coya

Se llama Demetrio Chávez Peñaherrera, pero todos los conocen como "Vaticano". Fue amigo del colombiano Pablo Escobar y asegura que para convertirse en el más importante capo del narcotráfico en Perú contó con el apoyo de Vladimiro Montesinos, el "hombre fuerte" del régimen de Alberto Fujimori. La historia de Peñaherrera ha sido escrita por el periodista Hugo Coya, quien ha publicado en el sello español Aguilar el libro "Polvo en el viento. Vaticano: esplendor y miserias de un narcotraficante".
Coya, cuyo libro se presenta hoy en la Feria del Libro Ricardo Palma, de Miraflores, señaló a Efe que "Vaticano", preso desde hace 18 años, estuvo a punto de formar el primer cártel peruano de la droga en la remota localidad selvática de Campanilla y que contó, según su testimonio, con el apoyo de las máximas autoridades del régimen fujimorista (1990-2000). El reportaje se originó hace un año y medio, cuando Coya fue contactado por los abogados de Peñaherrera, quienes le aseguraron que éste quería contarle su historia. "Me dijo señor, quiero contarlo todo, absolutamente todo, como yo trabajaba, todas las actividades, cómo se hace el narcotráfico en Perú", señala el periodista sobre ese primer encuentro. El narcotraficante le relató a Coya los detalles de sus operaciones: desde sus orígenes, su sociedad con los capos colombianos Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez Orejuela, hasta sus vínculos con Montesinos y su posterior captura.
"Polvo en el viento", remarca Coya, es el primer libro que cuenta esa historia "desde adentro", porque "difícilmente se accede a un narcotraficante que te dice: yo soy narcotraficante y operaba así". (Tomado de EFE)

jueves, 27 de octubre de 2011

R.E.M.: We all go back to where we belong


A manera de despedida, este video de “We all go back to where we belong”, que significa el adiós a R.E.M. tras 31 años de brillante carrera musical. La banda lanzará el 15 de noviembre una compilación de éxitos titulado Part Lies, Part Heart, Part Truth, Part Garbage: 1982-2011. Habrán además tres canciones nuevas, grabadas junto con el productor Jacknife Lee, el primer sencillo es “We all go back to where we belong”, del cual se acaban de estrenar dos videos (la otra versión tiene a Kirsten Dunst como musa, ambos fueron dirigidos por Michael Stipe y Dominic DeJoseph.

miércoles, 26 de octubre de 2011

“Las malas intenciones”: nuestra lectura

Hace un par de semanas, el suscrito tuvo el gusto de verla apenas estrenada. “Las malas intenciones”, el film de Rosario García-Montero nos devolvió desde el principio al Perú de los ochentas, cuando la guerra interna asomaba en la megaurbe del país y los peruanos asistíamos incrédulos –muchas veces indiferentes- a la mayor de nuestras desgracias. Film cargado de imágenes y de inteligencia encarnadas en una niña oscura y de personalidad muy definida, el puñado de cinéfilos que asistimos a esa función nocturna no pudimos evitar estremecernos ante la apabullante soledad a que muchas veces estamos expuestos los seres humanos, sobretodo los niños.
A Túpac Amaru le amarraron las piernas y los brazos a unos caballos, y luego los espantaron para que quedara desmembrado; pero Túpac Amaru era muy fuerte y se los tuvieron que cortar”, reflexiona Cayetana ante una lámina escolar que ilustra la agonía del prócer de nuestra independencia. ¿Te dolió?, pregunta la protagonista, después de cercenarle los miembros al prócer con una navaja. A la mitad de su soledad, los héroes de la patria pueblan la imaginación una niña de nueve años y constituyen el reemplazo del padre ausente, sus únicos aliados al inicio del conflicto armado interno, la crisis familiar y el país cayéndose a pedazos. Así, Cayetana se desenvuelve entre el colegio y su casa de Ñaña, entre el bien y el mal, y transita siempre al filo de la navaja. “Dos soles no caben en un mismo cielo”; con esa frase la protagonista anuncia el fin de su vida ante la llegada de un nuevo miembro de la familia. La cita –sin embargo- se la dijo Bolívar a San Martín en la Conferencia de Guayaquil, pero para ella es un reflejo de la situación que vive, que palpita.
Crítica social abierta, crítica a la religión, a la clase alta que abandona el Perú de los años de la guerra y que poco a poco va desapareciendo, la cinta llega a su clímax en sus últimas escenas. Podríamos entrar en detalles, pero se trata de la simple y muy personal lectura de un film inolvidable, una película que difícilmente se proyectará en las provincias, pero que bien vale la pena conseguir y visualizar de cualquier forma.Las malas intencioneses mucho más que la ópera prima de García-Montero y los festivales europeos donde se ha exhibido, el film –como los buenos libros y las obras de arte recién estrenadas y puestas a circulación- ha dejado de pertenecerle a su autora y a sus protagonistas, la película ahora nos pertenece a todos y merece un mejor destino que la crítica o comments que puedan circular en blogs y en la twittósfera peruana. El cine nacional y los cinéfilos estamos por encima de Hollywood, las transnacionales y de la Asociación de Exhibidores de “films basura” que pueblan nuestra paupérrima cartelera cinematográfica. Fuimos a ver “Las malas intenciones” y salimos tarareando la vieja canción de Salvatore Adamo, el día que entrevistemos a Fátima Búntix se lo haremos saber, le daremos este abrazo.

lunes, 24 de octubre de 2011

Una piedra en el zapato. crónicas de un tiempo oscuro

Nelson Manrique

Para definir la significación de César Hildebrandt en la historia contemporánea del Perú, bastaría lo escrito ayer por Eduardo Adrianzén en Twitter: “Aunque le arda a muchísimos, César Hildebrandt ya llegó a ser historia, referencia y modelo en el periodismo peruano. Y sin coctelitos”. (Confieso que aunque tampoco frecuento los cócteles de las embajadas aprendí a respetarlos cuando me enteré que constituían un componente relevante de la frugal dieta de Alfonso Barrantes).
Elogiar a Hildebrandt es arriesgarse a caer en el lugar común. Por eso aprecio especialmente la opinión de un buen amigo que me confiesa que leerlo le irrita profundamente, pero no puede dejar de hacerlo religiosamente cada semana, porque considera su opinión imprescindible. César es tajante en sus opiniones; no hay medias tintas en sus afirmaciones y por lo tanto se lo toma o se lo deja; se le acepta con todo o se le rechaza con el mismo entusiasmo. No es casual su admiración por Manuel Gonzales Prada, nuestro mejor cultor del verbo exacto y la frase rotunda. Con él lo emparenta la voluntad de hablar donde otros callan y no es, por eso, sorprendente que su otro gran referente sea César Lévano, otro singular ejemplo de buen periodismo y limpieza moral.
En una reflexión personal sobre la significación de César Hildebrandt para el periodismo peruano me viene a la memoria lo que cierta vez dijo Pablo Macera -cuando era Pablo Macera- en los años setenta sobre V.R. Haya de la Torre: que el hecho de que el político más importante del siglo XX no hubiese llegado a ser elegido ni siquiera alcalde de un pueblito perdido de la sierra mostraba hasta qué punto andaba divorciada la política de la sociedad en el Perú. Algo similar sucede con Hildebrandt y los medios de comunicación: el hecho de que el periodista con mayor credibilidad del país no tenga un programa televisivo muestra hasta qué punto los dueños de los canales están decididos a hacer cualquier cosa menos a informar y comunicar y como su enemistad con la verdad es una cuestión de principios. Si algo debemos agradecerles a los patrones de la televisión es haber devuelto a Hildebrandt al texto impreso, el punto de partida de su quehacer como periodista y su amor de toda la vida.
César Hildebrandt nos ha prevenido siempre sobre la farsa que es confundir la libertad de prensa con la libertad de empresa. Tiene toda la autoridad del mundo para hacerlo; por algo ha sido una víctima recurrente de esta sutil diferencia semántica. A mí me han censurado y me han desaparecido inútilmente –escribe-. A mí el poder me da náuseas porque sé que está en manos de locos y criminales. Y con el poder sólo he podido tener relaciones rotas”.
Posiblemente estas experiencias hayan modelado su intransigencia frente a la escritura para el gusto de las mayorías:
Releo los párrafos anteriores y compruebo, gustoso, que no son fashion, que son anacrónicos, que vienen de la más amplia minoría. ¡Qué bien! ¡Cuánto me alegra! Me moriría de la pena si lo que escribo se pareciera, aunque fuese de perfil, a la “prosa” periodística moderna.
Estoy, también en esto, en mis trece. Nadie me va a convencer de que para estar a la moda tienes que renunciar a pensar, tienes que apagar tu ira, tienes que pertenecer al colectivo del optimismo de las barras bravas.
“No tengo ganas de aplaudir después de oír este concierto. Es música que ya conozco y sé adónde nos conduce”.
Las crónicas que forman “Una piedra en el zapato” fueron publicadas en La Primera y en Hildebrandt en sus Trece. Cubren un arco temporal que se extiende desde julio del 2006 hasta agosto del 2011, para desgracia del doctor Alan García, uno de los caseritos habituales de sus columnas. El periodo ayuda a entender por qué ciertos temas son recurrentes: la denuncia de la corrupción y los corruptos, poner en evidencia el escándalo de la disociación entre lo que se dice y lo que se hace, el desprecio por los derechos humanos y la vasta confabulación por la impunidad, la alianza nada santa entre el poder económico y la política para imponerle al país una agenda que defiende los intereses de los menos y sacrifica el derecho al porvenir de los más.
Los buenos textos se escriben no sólo con el cerebro y las manos. Intervienen en ellos los pulmones, los riñones, el hígado (es de César hacer sobretiempos) y por supuesto el corazón. De ahí que digan mucho sobre sus autores, aún si ellos buscan púdicamente ocultarse. Hildebrandt no es de hablar de sí mismo, pero si exhibe sin inhibiciones una pasión que lo ha marcado de por vida: su amor por las palabras, la literatura. En las palabras, nos dice, encontró un refugio ante un mundo mediocre, donde prima la estupidez. Esta condena sin apelativos está hecha no desde el sentimiento elitista de sentirse por encima de los demás sino como conclusión de un análisis de qué pasó con ese mundo que en la década del 60 – lo cito- “era pura lucidez combatiente” y cómo los errores y las insuficiencias de la izquierda sirvieron al triunfo de las grandes campañas de desinformación que abrieron el camino al capitalismo salvaje, a Tatcher y Reagan. “La gran conspiración escribe ha funcionado. Ahora los medios de comunicación están, casi por decreto ley, condenados a ser estúpidos. Y lo están porque son parte del conservadurismo mundial que gobierna y que hay que mantener en el gobierno. Y ese conservadurismo mundial sólo se puede mantener desde la estupidez. De modo que el método es claro: fabricar estúpidos para el rebaño mundial de consumidores anuentes, que a eso nos han reducido los que cortan el jamón”.
Para componer este libro su autor ha tenido que seleccionar columnas: ni están todas las que son ni son todas las que están. Me llama la atención la forma cómo César escoge algunos temas en los cuales expone sus fobias. No se trata sólo de su ira contra las injusticias y su indignación contra quienes abusan de su poder para agraviar a los débiles. En sus textos trata también temas más triviales, como su aversión al pisco, el poco entusiasmo que le suscita la gastronomía peruana, su desagrado por las Olimpiadas, la escasa consideración que le tiene a La teta asustada y la -esta si irascible- defensa su derecho de fumar, dejando muy en claro que está perfectamente informado de los riesgos de su opción supone. Por supuesto, sus razones me parecen tan legítimas como espero le parezcan a él las mías para defender la opinión contraria, pero no deja de llamarme la atención que escoja asuntos en los cuales su opinión evidentemente va a chocar con la opinión de la mayoría. Creo adivinar ahí cicatrices conquistadas en su experiencia vital; la necesidad de defender su individualidad a todo trance, contra los intentos de someterla.
¿Tiene César Hildebrandt una posición política? Es claro que es un izquierdista que abomina del estalinismo, pero no se instala en la cómoda posición de proclamarse demócrata liberal. Las razones que expone debieran llamar a reflexión a quienes se cobijan bajo esa popular etiqueta, hoy consagrada como políticamente correcta:
“dejémonos de monsergas: ¿Qué es la democracia liberal? ¿La de Estados Unidos, donde si quieres mejorar la salud pública dándosela a los que no están cubiertos tienes que enfrentar un ejército de analfabetos cívicos encabezados por Sarah Palin, ejército que, al final, paraliza o esteriliza tus proyectos? ¿O la de Chile, que nació en el mar de sangre de Pinochet y continúa hoy con un enorme grado de desigualdad y con el desconocimiento de los derechos mapuches? ¿O la del Perú, parida en el golpe de Estado de Fujimori y ahondada hoy por un farsante, con quien Vargas Llosa se ha amistado, que dice que la plata viene sola cuando la verdad es que viene acompañada de una licitación, una ley a domicilio o una gran concesión fraudulenta y que añade que si Humala gana las elecciones, él promoverá un golpe de Estado? ¿Esa es la democracia liberal por la que debemos, como caballeros andantes, luchar hasta morir?”.
Las páginas de Una piedra en el zapato están cargadas por momentos de un pesimismo denso, alimentado por los desencantos en que esta primera década del tercer milenio ha sido pródiga. Sin embargo sus últimas páginas están alimentadas por un renovado optimismo.
Veamos algunas líneas y congratulémonos de que César Hildebrandt siga en la brega:
“Lo que revelan las noticias, por lo general, es que, en ese occidente jactancioso que creía haber llegado al “fin de la historia” y a la fórmula de la inmortalidad capitalista, la gente está harta. Lo que también revelan las noticias es que el sistema de contención del capitalismo neardenthal -redescubierto por la Thatcher y adorado en Wall Street -ha empezado a resquebrajarse.
La gente está harta de que le hayan robado la democracia y de que una sola partitura -la de los tiburones de las bolsas y los ladrones de la banca -sea la que se imponga en los coros de los niños castrados de la prensa.
Hartas están las gentes -y con razón- de que los truhanes de las finanzas y el hampa corporativa compren periódicos y televisiones para decirle a la gente que está bien que se joda, muy bien que se resigne, mejor que se calle y maravillosamente bien que obedezca. Lo que estamos viendo es como la película Despertares, pero en la versión de la Comuna de París: millones de aturdidos abandonan el limbo y gritan para comprobar que están vivos”.

* Texto leído, el 21 de octubre último, durante la presentación de "Una piedra en el zapato", en la Feria del Libro de Miraflores.

sábado, 22 de octubre de 2011

Perdonen la franqueza

Inventario de iras, reflexiones a 12 mil metros de altura y otras hierbas

No hay nada que nos irrite tanto como escuchar a los políticos caducos, lamentables e hipócritas, hablar de moral y prometerle al pueblo -en la plaza o en cualquier noticiero de radio o de tevé- la ansiada estabilidad económica, asegurar que habrá empleo suficiente para todos y que al fin se desterrará la pobreza, la injusticia, la maldita corrupción.
No hay nada que nos reviente más que leer publicaciones pésimamente escritas; nos irrita hasta el límite estar en la cola del estadio, del paradero interprovincial o de saludo del matrimonio, y que alguien (alguna fémina atractiva o dama entrada en años) pretenda “colarse”. Nos revientan los cantantes sin voz en el mejor de los karaokes; las mujeres vulgares, “lanzas” y sofisticadas; los que dicen ser periodistas pero la profesión les queda grande a pesar de sus estudios de postgrado. Nos enerva además los peloteros de fin de semana (¿acaso no tienen nada que hacer?) y el respectivo “full vaso” (podría emplearse el tiempo en actividades más productivas); los padres que compran metralletas de juguete a sus hijos; los menores de edad que mueren de una bala perdida y por la espalda; los TLC “con beneficios” para sus impulsores; la gente hipócrita; los piscos peruanos pero “chilenos”; los que dicen “Que Dios te bendiga” si les das cincuenta céntimos; tantas cosas…
Para variar, el suscrito odia a quienes crían perros y no saben cómo cuidarlos o evitar que muerdan al prójimo (después se escudan en seudo asociaciones protectoras de animales); odia a los policías corruptos (en verdad no los odiamos, se trata de desprecio) y a sus abusivos integrantes. Nos enerva (además nos da risa) que la ignorancia sea tal en los gobiernos regionales, que no tengan un solo proyecto de desarrollo cultural en su lista de prioridades; nos revienta que los municipios de la provincia no promuevan la lectura y todo lo vean construir “obras de cemento” y losas deportivas sobre los desolados arenales. Nos da bronca los que se emborrachan y provocan trifulcas, los que afanan hembritas con sonrisa fingida, los profesores que nunca leen (y jamás leerán), y los tristemente célebres jueces corruptos y trabajadores “vendidos al poder de turno” del Poder Judicial, el edificio ése que nos avergüenza a muchos.
Nos dijeron que no deberíamos escribir sobre las cosas que odiamos sino sobre aquéllas que no odiamos, que sería más sencillo –dada nuestra naturaleza- “carburar” sobre ello. Emplearíamos menos papel, seguro; ¿por qué no mencionas sólo lo que te agrada, Augusto?, usarías menos tiempo y tus aburridos lectores del blog no estarían pensando abandonarte antes de terminar de leer estas líneas…
El hecho es que detestamos también que la gente gaste su plata yendo al estadio a ver a la selección peruana y se olvide de la podrida Federación Peruana de Fútbol, cuya corrupción se pretende ocultar con algunos partidos ganados (dizque para clasificar al mundial); nos irrita que haya quienes creen que algún día un equipo peruano campeonará en la Libertadores (son tan ilusos). Nos da náuseas comprobar que la prensa vendida gana cada vez más adeptos, que aparezcan más locutores de programas chicha y tristes periódicos y revistas dedicados a la farándula, al fútbol y al seudo periodismo. Olvidábamos decir que nos revienta sobremanera que al tema cultural las autoridades no le den importancia (allá ellos, morirán sin conocer lo que es verdaderamente importante en la vida). Podríamos desaparecerlos a todos, pero no creo que valga la pena; además nos ensuciaríamos las manos, son demasiadas las cosas que nos molestan y sólo hemos podido acordarnos de algunas de ellas en este avión camino a la capital de la República. Es hora de aterrizar; seguramente el piloto y su tripulación podrían ser parte de algunos de los personajes que he nombrado hoy y sobre los que he escrito en ésta mi libreta huancaína que siempre me acompaña. Es todo, amigos; tranquilos nomás, no los odiamos. Nos jode sí que no nos lean (perdonen la franqueza), que compren un panfletos chicha para coleccionar “malcriadas” y que sintonicen una de esas radios o canales de tevé que solo producen ruido, escándalos mediáticos y no aportan en absoluto al desarrollo. Es tarde, viajamos en vuestras palabras y nuestras palabras viajan (Hinostroza); hablamos, entonces; uno de estos días nos encontramos en cualquier café de la ciudad o en Twitter, ya nos vemos.

lunes, 10 de octubre de 2011

Hablemos de fútbol (y de cierto periodismo)

La mediocridad de la mayor parte de la prensa deportiva peruana es algo que siempre nos ha indignado. Para ciertos periodistas la escena deportiva se reduce a veintidós inútiles tras un balón, a los resultados de las copas europeas y las grandes ligas sudamericanas, pues nuestro triste campeonato descentralizado solo les sirve para exaltar las “virtudes” de nuestros futbolistas, para recoger “declaraciones” de jugadores fracasados -que nunca pisaron ni pisarán un mundial- y que ahora –sorpresivamente- “presionan” en los medios pretendiendo subirse al carro de Markarián a última hora, entrar a la selección nacional de fútbol por la ventana. Lo vemos a diario. Basta revisar las deportivas de la semana que pasó (en realidad el fenómeno se viene dando desde la última Copa América, en que contra todo pronóstico nos fue regular, no bien) para comprobar lo que declaran los “Solanos”, las opiniones de una serie de personajes que en algún momento vistieron la camiseta de la selección y solo nos dieron fracasos, mayúsculas vergüenzas.
Cierta prensa deportiva le da espacio a los mediocres (¿por qué será, qué intereses oscuros existirán detrás?) y olvida que el deporte de las ligas menores está abandonado y es el más importante, el que necesitamos visibilizar, potenciar y defender. ¿Por qué nuestra prensa deportiva no denuncia las mafias existentes en el fútbol?, ¿por qué cuando hay violencia y muerte en los estadios los titulares exaltan el resultado del clásico?, ¿tanto les importa vender un ejemplar?, ¿no interesan, no existen el ajedrez, el frontón, el tiro, el ciclismo, los deportes paraolímpicos?
En nuestro país basta asomarse a la realidad del deporte en los pueblos jóvenes para constatar los terrales y las condiciones lamentables donde juegan sin zapatos nuestros verdaderos cracks, basta pisar los barrios y colegios más humildes para ver en qué condiciones practican el voleibol nuestras auténticas matadoras. Las verdaderas noticias deportivas están en la periferia, no en las grandes ligas donde todo se mueve al ritmo de los empresarios deportivos, los “sponsor” y las mafias dirigenciales que todo lo corrompen, todo lo nublan. Esta tarde juega la selección peruana de fútbol en Santiago de Chile y el país vibrará estamos seguros. Aquí en el blog no seremos indiferentes a lo que ello significa, pero estaremos pensando en las pocas o nulas oportunidades que tienen los sacrificados deportistas de otras disciplinas donde se han conseguido siempre más logros, más medallas, más orgullo nacional. El rol de los comunicadores siempre será trascendente en el desarrollo de nuestra sociedad, no es falacia; no lo olvidemos.

jueves, 6 de octubre de 2011

Se ha ido Jobs, pero nos deja el “Think different”

La muerte es inapelable, en muchos casos sirve para recordar más al que se ha ido y para ponerlo todo en perspectiva. Los dispositivos tecnológicos han sido y son mediadores de cultura y en ese sentido Steve Jobs es un gran referente cultural. El “Think different”, la campaña que impulsó desde Apple, su compañía, tuvo el acierto de sintetizar desde el principio el espíritu de quienes pensamos que el mercado no es importante y que más bien debemos dedicar todos nuestros esfuerzos a ofrecer productos de excelencia que probablemente el mercado ni siquiera es capaz de pedir o imaginar. Jobs siempre valoró más la excelencia que la rentabilidad, y finalmente una cosa le trajo la otra.
En estas brevísimas líneas no nos vamos a referir a los productos y dispositivos tecnológicos que Apple creó y que generaron la revolución digital en que vivimos. La informática no fue inventada por Jobs, porque para eso estaban los genios matemáticos, electrónicos, ingenieros, hackers, y científicos de diversas disciplinas. El legado de este hombre lo interpretamos desde el cambio que generó en nuestra relación con los dispositivos, desde la posibilidad de “pensar diferente” en términos de valores, objetivos, y sobre todo en concientizarnos respecto a lo que significa la tecnología informática para nuestras vidas. No vamos a recordar a Jobs como el millonario que fue o el hombre de negocios exitoso hasta la estratosfera, sino como el tipo sensible capaz de comprender profundamente los cambios que se produjeron en los últimos años en la humanidad, vamos a recordarlo porque puso a nuestro alcance la mejor experiencia y confianza con los dispositivos que produjo. Steve Jobs fue un emprendedor nato, un visionario, un líder, un artista.