Hace un par de semanas, el suscrito tuvo el gusto de verla apenas estrenada. “Las malas intenciones”, el film de Rosario García-Montero nos devolvió desde el principio al Perú de los ochentas, cuando la guerra interna asomaba en la megaurbe del país y los peruanos asistíamos incrédulos –muchas veces indiferentes- a la mayor de nuestras desgracias. Film cargado de imágenes y de inteligencia encarnadas en una niña oscura y de personalidad muy definida, el puñado de cinéfilos que asistimos a esa función nocturna no pudimos evitar estremecernos ante la apabullante soledad a que muchas veces estamos expuestos los seres humanos, sobretodo los niños.
“A Túpac Amaru le amarraron las piernas y los brazos a unos caballos, y luego los espantaron para que quedara desmembrado; pero Túpac Amaru era muy fuerte y se los tuvieron que cortar”, reflexiona Cayetana ante una lámina escolar que ilustra la agonía del prócer de nuestra independencia. ¿Te dolió?, pregunta la protagonista, después de cercenarle los miembros al prócer con una navaja. A la mitad de su soledad, los héroes de la patria pueblan la imaginación una niña de nueve años y constituyen el reemplazo del padre ausente, sus únicos aliados al inicio del conflicto armado interno, la crisis familiar y el país cayéndose a pedazos. Así, Cayetana se desenvuelve entre el colegio y su casa de Ñaña, entre el bien y el mal, y transita siempre al filo de la navaja. “Dos soles no caben en un mismo cielo”; con esa frase la protagonista anuncia el fin de su vida ante la llegada de un nuevo miembro de la familia. La cita –sin embargo- se la dijo Bolívar a San Martín en la Conferencia de Guayaquil, pero para ella es un reflejo de la situación que vive, que palpita.
“A Túpac Amaru le amarraron las piernas y los brazos a unos caballos, y luego los espantaron para que quedara desmembrado; pero Túpac Amaru era muy fuerte y se los tuvieron que cortar”, reflexiona Cayetana ante una lámina escolar que ilustra la agonía del prócer de nuestra independencia. ¿Te dolió?, pregunta la protagonista, después de cercenarle los miembros al prócer con una navaja. A la mitad de su soledad, los héroes de la patria pueblan la imaginación una niña de nueve años y constituyen el reemplazo del padre ausente, sus únicos aliados al inicio del conflicto armado interno, la crisis familiar y el país cayéndose a pedazos. Así, Cayetana se desenvuelve entre el colegio y su casa de Ñaña, entre el bien y el mal, y transita siempre al filo de la navaja. “Dos soles no caben en un mismo cielo”; con esa frase la protagonista anuncia el fin de su vida ante la llegada de un nuevo miembro de la familia. La cita –sin embargo- se la dijo Bolívar a San Martín en la Conferencia de Guayaquil, pero para ella es un reflejo de la situación que vive, que palpita.
Crítica social abierta, crítica a la religión, a la clase alta que abandona el Perú de los años de la guerra y que poco a poco va desapareciendo, la cinta llega a su clímax en sus últimas escenas. Podríamos entrar en detalles, pero se trata de la simple y muy personal lectura de un film inolvidable, una película que difícilmente se proyectará en las provincias, pero que bien vale la pena conseguir y visualizar de cualquier forma. “Las malas intenciones” es mucho más que la ópera prima de García-Montero y los festivales europeos donde se ha exhibido, el film –como los buenos libros y las obras de arte recién estrenadas y puestas a circulación- ha dejado de pertenecerle a su autora y a sus protagonistas, la película ahora nos pertenece a todos y merece un mejor destino que la crítica o comments que puedan circular en blogs y en la twittósfera peruana. El cine nacional y los cinéfilos estamos por encima de Hollywood, las transnacionales y de la Asociación de Exhibidores de “films basura” que pueblan nuestra paupérrima cartelera cinematográfica. Fuimos a ver “Las malas intenciones” y salimos tarareando la vieja canción de Salvatore Adamo, el día que entrevistemos a Fátima Búntix se lo haremos saber, le daremos este abrazo.
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