sábado, 15 de junio de 2013

Día del padre (huaqueando entre el hueso)



 Augusto Rubio Acosta

Hay quienes celebran fechas especiales (como el Día del padre) o cualquier domingo del mes, bebiendo cantidades industriales de ciertas pócimas, divirtiéndose a sus anchas con las amistades en interminables e insulsos partidos de fulbito (y full vaso), perdiendo el tiempo en conversaciones absurdas, vagando por inercia o simplemente no haciendo nada: dejando pasar las horas, el día. Hay quienes buscan imponer la diversión en sus vidas como forma de evasión, que ésta sirva como desahogo de las frustraciones, miserias y ansias de rebelión de las personas. Así, mediante el entretenimiento y el espectáculo (que es evasión, distracción y un pasar absurdo del tiempo), el poder (léase el epicentro de control que gobierna la sociedad en que vivimos) pretende entretener al rebaño para que carezca de iniciativas propias. La mente y la imaginación quedan entonces atrapadas en un programa de entretenimiento y son manipulables. Eso lo saben muchos, les consta a casi todos los que consumen televisión y prensa basura. Lo saben pero no les importa, más puede su afán de ‘sano esparcimiento’, de divertirse a costa de todo.
El paisaje en las ciudades ha cambiado en los últimos años. Chimbote ha cambiado, obviamente para mal (basta ver sus medios de comunicación masiva para darnos cuenta de lo que pasa). Sin embargo, es posible recorrer Lima, Buenos Aires, Seattle, Liverpool, Chimbote y otras urbes, para constatar que las calles se asemejan mucho por las mismas tiendas, los mismos anuncios, las mismas marcas. En todas las ciudades mencionadas hay centros comerciales en donde se puede conseguir todo tipo de productos, sensaciones y servicios totalmente empaquetados y con códigos de barras. En ellos, cualquier momento de ocio creativo o auténtico sano esparcimiento queda reglado por las normas mercantilistas que contribuyen a mantener el binomio ocio = dinero. En Chimbote se pueden alcanzar grandes cuotas de ocio, de acuerdo a la cantidad de dinero que se disponga. La máxima es una sola: “hay que divertirse intensamente y rápido”. Ese ocio acelerado es el espacio de evasión que existe antes de volver al trabajo, al empleo que proporciona el dinero necesario para comprar el momento de ocio (el peor de los ocios). 
Hace unos días dimos una vuelta por cierta librería de viejo de José Olaya, reducto del cual –como siempre- salimos fortalecidos y con pesados paquetes para el diario. En el camino de regreso, no fueron pocas las ideas que nos asaltaron. Es cierto que quienes se dedican a comercializar libros antiguos (del siglo XVIII para atrás) y de viejo (con más de 25 años) pertenecen a iniciativas en extinción que en los últimos años –gracias a la Internet- encontraron la cruz y la salvación, pero cuánta falta nos hacen a los verdaderos lectores, investigadores y coleccionistas este tipo de espacios que ojalá proliferaran en el puerto. Hace unos días ‘huaqueamos’ a fondo en sus estantes, dedicamos nuestros momentos ‘de ocio’ a prolongar la grata sensación de comprobar que a más volúmenes nuevos que leer, más materiales habrá para la imaginación, para la creación literaria.
Hay quienes celebran fechas especiales (como hoy) de mil ‘divertidas’ formas. Nosotros celebraremos regresando a Olaya (ojalá atiendan), huaquearemos entre el ‘hueso’, encontraremos lo que andamos buscando y aspiraremos la brisa del mar desde la Plaza 28. Con nuevos volúmenes volveremos a casa, seremos felices…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

only write