A cien años de su nacimiento, Eugène Ionesco (Slatina, Rumania, 1909-París, 1994) brilla en la historia de la escena mundial como uno de los representantes más destacados del teatro de posguerra, junto a Samuel Beckett y Arthur Adamov. Heredero del estallido formal e ideológico que introdujeron las vanguardias históricas (futurismo, dadaísmo, surrealismo) en las convenciones teatrales de la primera mitad del siglo XX, Ionesco sobresale por su desenmascaramiento del lenguaje como soporte de la realidad, por su capacidad de fundación de nuevos caminos poéticos y por la potencia de su comicidad. En las décadas del cincuenta y sesenta Ionesco sorprende con una serie de estrenos fundamentales cuya fama se irradia desde los escenarios de Francia: su trayectoria se abre con La cantante calva (1950) y continúa con La lección (1951), Las sillas (1952), Víctimas del deber (1953), Amadeo o cómo sacárnoslo de encima (1954), Jacobo o la sumisión (1955), El impromptu de l'Alma (1956), El nuevo inquilino (1957), Asesinos sin paga (1959), Rinoceronte (1960), El rey se muere (1962), El peatón del aire (1963), La sed y el hambre (1966). Más lectura vía un interesante artículo publicado en Ñ.
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