El año en que se conmemoraba el centenario del nacimiento de Pablo Neruda (1904), apareció en una publicación chilena una carta firmada en Münster (Alemania) por Isabel Lipthay en la que daba cuenta de su visita a un pequeño cementerio de la ciudad holandesa de Gouda. Allí, por indicación de su amigo chileno Antonio Reynaldos, Lipthay descubrió la tumba de Malva Marina, la hija olvidada del poeta sobre cuya existencia Neruda guardó un largo y cerrado silencio. “Aquí descansa nuestra querida Malva Marina Reyes –se puede leer en holandés en la lápida–, nacida en Madrid el 18 de agosto de 1934, fallecida en Gouda el 2 de marzo de 1943.
El poeta y su primera esposa, la ciudadana holandesa María Antonieta Hagenaar, se conocieron en Birmania, donde Neruda fue cónsul, y se casaron en Singapur en 1930. Malva Marina nació en la capital de la España republicana cuando su padre fue trasladado a nuestro país. (...) La hija esperada llegó además al mundo con una enfermedad incurable: hidrocefalia. Acerca de Malva Marina y su madre, dos personajes en sombra esquivados en el currículo afectivo del poeta, se publicaron en Chile y Holanda dos libros que los enfocan y rescatan para la luz pública. La lectura completa vía Público.es
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