lunes, 21 de noviembre de 2011

Buñuel, ídolo de la generación del boom

En la misma medida que Faulkner, Joyce, Borges, Proust, Flaubert o Thomas Mann; como la realidad exuberante que retrataban y todos los subterráneos estratos difusos utilizados para reinventarla, los autores del boom literario latinoamericano tenían otro referente, incluso más unánime: el cine de Buñuel. Don Luis, para todos ellos.
Lo idolatraban sin fisuras, como prueban las cartas rendidas que le remitieron Julio Cortázar, José Donoso, Álvaro Mutis o García Márquez, como desvela Carlos Fuentes en su libro Diana o la cazadora solitaria, como se comprueba en las dedicatorias enviadas por autores como los citados, además de Miguel Ángel Asturias o Alejo Carpentier, que guardaba el cineasta en su archivo.
e le envió dedicados varios de sus libros y una carta relatándole el impacto que le produjo Viridiana. “En todo lo que filmaba estaba él entero, su personalidad, su ser”.
La impronta es lo que les subyugaba. Pero también la leyenda. El privilegio de poder tratar con alguien que no solo había vivido, sino que había formado parte activa de las vanguardias en París. Concretamente, de pasar a la historia como un referente activo del surrealismo después de haber impactado a todo el mundo junto a Salvador Dalí inventándose Un perro andaluz y La edad de oro. “En Un perro andaluz, él niega la misma esencia del cine cortándose el ojo”, comenta Fuentes. “Para nosotros Buñuel era la verdad vivida, la experiencia directa de aquel tiempo”, afirma Mutis.

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