martes, 24 de julio de 2007

ARGUEDAS, EL ADORABLE INDIO AGUAFIESTAS *



Pablo Pinedo

Cuesta mucho creer que en un país como el nuestro con profunda raigambre histórica y antropológicamente andina, hablar de identidad sea una suerte de parto doloroso que muchas veces culmina en un consciente aborto, llegando a lacerar no solamente viejos prejuicios burgueses sino también algunos paradigmas sociales vigentes, más aún en estos tiempos rico en transformaciones y contradicciones donde verdades occidentales (TLC, globalización, modernidad, etc.) tan vociferadas nos voltean la mirada sólo al norte del hemisferio.
Para quienes profesan con erudición la transculturización hacia el mito contemporáneo del progreso (uniformización y standarización a los patrones de consumo) que exige la cultura dominante, mirarnos a nosotros mismos e identificar nuestro auténtico y telúrico rostro nacional es una tarea subjetiva de vano arcaísmo. Y es que somos un país en trozos que no nos conocemos y lo que es peor no nos queremos conocer o reconocer y eso nos hace una inmensa sumatoria de diferencias que van desde lo racial, étnico, cívico, sociocultural, etc.
En consecuencia me pregunto: ¿Tendrá valor cívico e histórico para un indígena aymara o un campesino quechua la gesta heroica de Grau? No olvidemos que somos un país multicultural y plurilingüe en el que coexisten más de 65 grupos étnicos en costa, sierra y selva. En realidad ¿Quiénes somos? ó ¿Qué es lo que queremos ser?
Estas preguntas desnudan nuestra famélica conciencia nacional. Tenemos 186 años de vida republicana y la realidad es que somos una concurrida feria de desencuentros y heterogenias con intereses, ideologías, idiosincrasias muy divergentes que han generado dominación y oprobio sobre el mundo andino con nefastas consecuencias sociales y humanas (migración desequilibrada, pobreza, terrorismo etc.) para nuestro país.
Para respondernos esta dolorosa pregunta es preciso recordar la vida y obra de José María Arguedas, figura invalorable que luchó heroicamente por la reivindicación social del mundo andino como fuente y punto de partida de nuestra verdadera identidad nacional. Nacido en Andahuaylas, el corazón andino de Apurímac, el 18 de Enero 1911 en el seno de una hacendada familia andina. Su temprana orfandad materna lo llevó a criarse con los indígenas quechua hablantes de la servidumbre y del campo adquiriendo la habilidad bilingüe y cultivando la sensibilidad sigilosa del hombre andino.
Como escritor prolífico y como estudioso agudo de nuestra enrevesada realidad nacional estuvo atento a los fenómenos sociales de la cultura occidental y el andino con la finalidad de establecer una relación armoniosa de carácter sincrético sin polarizaciones antropológicas ni culturales para concluir en una identidad verdaderamente mestiza donde la cultura indígena tenga un espacio reservado en el devenir histórico de nuestra nación, ese fue siempre su más caro anhelo por eso luchó contra la discriminación, postergación e injusticia social (que el mismo experimentó) de la cultura andina.
Mariátegui lo hizo desde su vertiente ideológica marxista, Vallejo lo hizo desde su desgarro humano hecha poesía y Ciro Alegría lo hizo desde su nítida narrativa de protesta social. La obra de Arguedas fue más persistente y apasionada que abarcó desde las aulas (como profesor secundario en la sierra cuzqueña y catedrático universitario en la facultad de sociales de San Marcos) y también desde sus libros, ensayos, artículos etnológicos, traducciones, etc. basados en su cientificismo social y en una fe inquebrantable en los ideales de justicia social.
Arguedas propugnó un ecuménico mestizaje social revalorando los elementos culturales andinos (religiosidad, lengua, manifestaciones artísticas, gastronomía, folklore, etc.) para nutrir, no para adicionar, sin enconos ni instrumentalizaciones ideológicas a las costumbres y manifestaciones occidentales socialmente establecidas (más allá de la postal y el afiche turístico); sin perder nuestra esencia andina y tampoco el horizonte hacia una nueva civilización netamente mestiza y urbana.
En ese sentido Arguedas fue un gran visionario (irreconocido) porque supo prever el desenlace en la historia, la irrupción violenta de la cultura foránea sobre la andina y su consecuente proceso dialéctico de aculturamiento.
La vigencia Arguediana en la choledad urbana
Los grandes desajustes económicos desde nuestra embrionaria vida republicana hasta la actualidad han generado un proceso de masiva migración de los andes a las grandes urbes especialmente costeras. En Lima así nacieron los pueblos jóvenes, los asentamientos humanos que llegando a conformar los llamados “conos” le dieron un nuevo rostro a nuestra capital haciéndola no precisamente menos horrible. Este fenómeno obligó a replantear la organización y planificación social urbana. Mayores demandas sociales, mayores necesidades, nuevos retos eran necesarios solucionar (pobreza, desempleo, seguridad ciudadana, transporte público, etc.)
Lima se ha convertido ahora en la provincia más poblada del Perú. Esta población provinciana mayoritaria ante su condición de marginalidad ha ido desarrollándose y adaptándose a las nuevas usanzas y tendencias de estilos de vida adquiridas por añadidura (aculturamiento) y creando a la vez métodos y expresiones de supervivencia ante las hostilidades de la sociedad urbana, como por ejemplo el comercio informal y ambulatorio en lo económico.
En el Perú esa marginalidad u “otredad” (definición antropológica) empezó a elaborarse a principios del siglo XX (Mariátegui con su tesis el problema del indio) siendo el indio el actor social y cultural que reivindicaba el mundo andino que era desdeñado por los hispanistas que representaba la visión de un país burgués y aristocrático. Esta marginalidad esencializa al indio como una cultura radicalmente opuesto al criollo de ahí el nombre de “otredad”. Esta “otredad andina” se cubre con el eufemismo de “cholo” que tiene características básicamente urbanas pero sin dejar su herencia andina.
Los medios de comunicación masiva junto con el inconsciente colectivo urbano han idealizado al cholo como una “otredad urbana”. Arguedas se opuso a los que desde una perspectiva negativa sostenían la tendencia paternalista que construye al cholo como una “otredad marginada” que legitima entre los peruanos una serie prácticas poscoloniales como la discriminación y el racismo hacia el cholo y su choledad llegando incluso a la vejación de los derechos humanos tal como lo demostró la CVR.
En ese sentido el esfuerzo de Arguedas ha tenido resonancia positiva en las nuevas visiones sociológicas donde lo cholo es reivindicado y representado como lo bueno, lo emprendedor, lo estéticamente original, etc. El mundo popular (música, chicha, cultura combi, colores chillones y fosforescentes, celebraciones costumbristas renovadas, etc.) reemplazó a las antiguas comunidades de los andes pero esta vez con un elemento nuevo: el criollo. Aquí radica el carácter vigente y dialéctico de la tesis Arguediana que nos hace pensar que lo cholo es la síntesis de todas las sangres que es nuestra verdadera identidad.

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