De las decenas de notas de prensa que llegan a diario a “Marea cultural”, rescatamos una que hoy nos llamó sobremanera la atención, quizá porque está íntimamente relacionada con la tan venida a menos educación superior en el Perú, un tema al cual nos hemos referido mucho en el pasado (en el papel, el digital y el mundo real) y del cual resta mucho que decir, analizar y discutir. La nota de prensa en cuestión anuncia la presentación en las próximas horas del libro “La Producción Científica en San Marcos. Hechos, cifras y estándares internacionales 2002-2010”, volumen de 684 páginas que recoge mediciones de Thomson-Reuters y que registra las publicaciones científicas en revistas indexadas por la Science Citation Index Expanded a nivel mundial, una publicación que dentro de poco estará en nuestras manos y que seguramente comentaremos por aquí.
Pero lanzamiento del libro es sólo un pretexto para referirnos al pobre desempeño de nuestras casas superiores de estudio (si así se les puede llamar) en el campo de la investigación. Sólo cinco universidades peruanas (tres públicas y dos privadas) realizan investigaciones científicas bajo estándares internacionales, hecho a todas luces escandaloso si tenemos en cuenta que actualmente existen 122 “universidades” en el país, cada una de las cuales se esmera cada vez más en marketear su condición de centro de fomento de la investigación, de innovación, eje central de la “calidad total” y de la excelencia académica “debidamente acreditada”.
La casa que debe educar, el espacio al cual concurren profesionales capacitados para ejercer dicha labor y estudiantes con ansias de aprender, es una mera ficción en el país en que vivimos. Las seudo universidades proliferan en cada esquina (se han convertido en una plaga, en una enfermedad endémica) sin que exista el propósito de mejorar productos y servicios educativos, capacitación y liderazgo, mucho menos el anhelo de elevar el nivel de instrucción y formación en ética y valores inherente al orden y el ejercicio profesional.
Entre las universidades estatales, San Marcos registra 366 publicaciones científicas anuales, seguida de la Universidad Agraria de La Molina con 93 y la Universidad Nacional de Ingeniería con 70 artículos. En las privadas, la Universidad Peruana Cayetano Heredia registra 714 publicaciones científicas y la Pontificia Universidad Católica del Perú cuenta con 225. Los criterios bibliométricos utilizados para medir la producción científica en el ámbito regional iberoamericano echan por tierra cualquier verdad aparente: qué lejos está el Perú del horizonte académico universitario de la ciencia internacional.
La Universidad Estatal de Sao Paulo, por ejemplo, produce 5,484 artículos anuales y está muy cerca de alcanzar los niveles de producción científica de Stanford University (6,178 artículos) y de la Universidad de Cambridge (5,900 artículos). El presupuesto asignado a la universidad brasileña (ascendente a 350 millones de dólares, más sus fondos de investigación y sus recursos de patentes) revela el gran impulso que el país vecino le ha dado a la investigación científica. ¿Y nosotros, los peruanos?, ¿y Áncash?, ¿a cuánto asciende el presupuesto de la Universidad del Santa destinado a investigación científica?, ¿y la Unasam?, ¿y las otras úes privadas que pululan en mi ciudad?
El problema educativo es un problema social grave que se encuentra íntimamente vinculado a la pobreza. Somos pobres porque no existe calidad en la educación superior y en los niveles inferiores de enseñanza. Es la historia de nunca acabar, cruda, hartamente conocida y directa. Nada estamos haciendo para revertir la realidad, absolutamente nada.
Pero lanzamiento del libro es sólo un pretexto para referirnos al pobre desempeño de nuestras casas superiores de estudio (si así se les puede llamar) en el campo de la investigación. Sólo cinco universidades peruanas (tres públicas y dos privadas) realizan investigaciones científicas bajo estándares internacionales, hecho a todas luces escandaloso si tenemos en cuenta que actualmente existen 122 “universidades” en el país, cada una de las cuales se esmera cada vez más en marketear su condición de centro de fomento de la investigación, de innovación, eje central de la “calidad total” y de la excelencia académica “debidamente acreditada”.
La casa que debe educar, el espacio al cual concurren profesionales capacitados para ejercer dicha labor y estudiantes con ansias de aprender, es una mera ficción en el país en que vivimos. Las seudo universidades proliferan en cada esquina (se han convertido en una plaga, en una enfermedad endémica) sin que exista el propósito de mejorar productos y servicios educativos, capacitación y liderazgo, mucho menos el anhelo de elevar el nivel de instrucción y formación en ética y valores inherente al orden y el ejercicio profesional.
Entre las universidades estatales, San Marcos registra 366 publicaciones científicas anuales, seguida de la Universidad Agraria de La Molina con 93 y la Universidad Nacional de Ingeniería con 70 artículos. En las privadas, la Universidad Peruana Cayetano Heredia registra 714 publicaciones científicas y la Pontificia Universidad Católica del Perú cuenta con 225. Los criterios bibliométricos utilizados para medir la producción científica en el ámbito regional iberoamericano echan por tierra cualquier verdad aparente: qué lejos está el Perú del horizonte académico universitario de la ciencia internacional.
La Universidad Estatal de Sao Paulo, por ejemplo, produce 5,484 artículos anuales y está muy cerca de alcanzar los niveles de producción científica de Stanford University (6,178 artículos) y de la Universidad de Cambridge (5,900 artículos). El presupuesto asignado a la universidad brasileña (ascendente a 350 millones de dólares, más sus fondos de investigación y sus recursos de patentes) revela el gran impulso que el país vecino le ha dado a la investigación científica. ¿Y nosotros, los peruanos?, ¿y Áncash?, ¿a cuánto asciende el presupuesto de la Universidad del Santa destinado a investigación científica?, ¿y la Unasam?, ¿y las otras úes privadas que pululan en mi ciudad?
El problema educativo es un problema social grave que se encuentra íntimamente vinculado a la pobreza. Somos pobres porque no existe calidad en la educación superior y en los niveles inferiores de enseñanza. Es la historia de nunca acabar, cruda, hartamente conocida y directa. Nada estamos haciendo para revertir la realidad, absolutamente nada.
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