A pesar que Twitter tiene ya cinco largos años de vigencia en la red, tiempo durante el cual se ha convertido en hábito diario de millones de personas en todo el mundo, a este blogger le llama poderosamente la atención que en mi ciudad quienes se supone deberían estar interesados en el tema lo ignoren, hagan como que no lo perciben o ven (con ellos no es la cosa), lo cual no hace sino poner en evidencia el derrumbe de viejos paradigmas comunicacionales, el miedo al futuro (en realidad al presente) y las dificultades de muchos para adaptarse a los cambios que el mundo civilizado impone. A caballo entre el chat y la mensajería instantánea, el microblogging crece: ya son 200 millones de usuarios y 130 millones de tweets al día. Pero al respecto, ¿qué sucede en Chimbote?, ¿qué tanta atención le prestan los portuarios a Twitter?, ¿qué tan importante es para sus relaciones interpersonales, de negocios, para su interacción laboral, su día a día?
Para variar, y como en Chimbote no existen estudios que analicen o hayan analizado científicamente los fenómenos colectivos producidos por la actividad social en la web 2.0, procederemos a ensayar algunos comentarios dentro del contexto en el cual habitamos.
La relación entre el microblogging y el periodismo es intrínseca; sin embargo, en mi ciudad la gran mayoría de periodistas no tiene cuenta en Twitter y los que sí la poseen se limitan a retwittear a los medios tradicionales (que sólo han trasladado sus agendas periodísticas a la red: siguen siendo los mismos de la versión en papel), a seguir a los “gurús” del establishment periodístico peruano, a seguirse entre ellos (todavía tienen un huevo en vez de fotografía), y a linkear (única y exclusivamente, en el caso del mínimo porcentaje que linkea) a su propio medio online. Los medios de comunicación del puerto no experimentan, no capacitan a su personal en temas tech, no rompen la rutina y carecen de disciplina en la red. Los periodistas de Chimbote presentes en Twitter no se han preocupado por construir una comunidad, por cubrir eventos en vivo, mucho menos por fomentar la participación de sus exiguas audiencias en forma frecuente. ¿Cómo pretenden difundir información si no tienen quién los lea o escuche?, ¿por qué no se aprovecha el aporte de los lectores? En Chimbote la radio de más credibilidad tiene sólo 84 followers y 2 listas, hay días (incluso semanas) en que no actualiza su estado, se limita a linkear a su propia web, no conversa con los usuarios, y sus periodistas o no tienen cuenta en Twitter o sí la tienen no linkean, tampoco la actualizan por meses o le han puesto candado para proteger lo que dicen (¿?). A nivel institucional el panorama es prácticamente el mismo y en algunos casos (salvo honrosas excepciones) incluso peor: la Municipalidad Provincial del Santa, su similar de Nuevo Chimbote, el Gobierno Regional de Áncash, el Obispado, los colegios profesionales y casi todas instituciones “representativas” de la ciudad son ajenas a la poderosa red de microblogging. En ese sentido, la Cámara de Comercio del Santa está innovando: su cuenta de Twitter bordea ya los 100 followers y la actualización es diaria, temática y permanente; algo similar ocurre con la Comisión de Justicia Social (que ojalá twitteara a diario y utilizara hashtag con más frecuencia).
El caso de las universidades –al igual que el de los periodistas- es también sintomático: la Universidad Nacional del Santa tiene sólo 51 seguidores en Twitter, enlaza siempre a Facebook (¿?) y sólo una persona la ha enlistado; la Universidad San Pedro cuenta sólo con un follower, con una sola lista y no twittea desde diciembre pasado (en que dicho sea de paso inauguró su cuenta); la Universidad César Vallejo tiene 171 seguidores, 7 listas y no actualiza desde marzo de 2010; Uladech cuenta con 122 followers, 7 listas, pero no twettea desde septiembre de 2009; la Universidad Alas Peruanas no tiene cuenta alguna en el microblogging. En todos los casos, las universidades chimbotanas no comprenden ni apuestan por Twitter como la poderosa herramienta de marketing que es, sus autoridades todavía piensan que se trata sólo de conversaciones superficiales e insignificantes acontecimientos diarios y noticias: grave error que se paga caro con el paso de los tweets, del tiempo.
A través del hashtag #chimbote es posible visualizar la escena, la realidad que vivimos: ahí están los que son o intentan ser algo en el puerto (en todo caso los que aportan contenidos o citan de alguna forma a nuestra ciudad). En medio del caos de información -pública y privada, relevante y accesoria, seria y en broma, trascendente y cotidiana, canalizada por amigos, personajes públicos, desconocidos, empresas y medios de comunicación- hay quienes están por encima del promedio porque twittean permanentemente (habitan en la red), porque son líderes de opinión en Twitter, porque han encontrado un “nicho de mercado” y porque aportan contenidos de calidad que son compartidos por el resto de manera inevitable e infinita. El fenómeno avanza en Chimbote lentamente pero a paso firme, sobre todo entre los estudiantes y entre quienes se han tomado en serio el rol social que cumplen sus marcas y empresas en la sociedad en que vivimos. Twitter avanza en el puerto pero también es cruel: en Chimbote hay quienes son seguidos por miles de personas, mientras que otros (muchas veces con gran popularidad en el mundo físico) son absolutamente ignorados en la red debido a que “no aportan” contenidos o no saben cómo conducirse ecuánimemente en el microblogging. En Twitter, si te rodeas de gente interesante, te llegará información interesante. Y si dices algo relevante y ocupas la posición correcta en la red, tu mensaje puede obtener repercusión mundial instantánea (en resumidas cuentas es como en la vida misma, pero de forma infinitamente más sencilla y rápida).
Podría seguir escribiendo aquí sobre asuntos nada geeks y frikis como muchos piensan, pero esta primera parte de notas sobre la twittósfera del puerto se está extendiendo demasiado. En una próxima entrega abordaremos casos y temas más específicos (espero sugerencias y críticas). Es tarde, han entrado varios DM`s a mi bandeja, debo irme porque hace cuarenta minutos estoy ausente de Twitter y además el lomo saltado al vino que humea sobre mi mesa (le han echado un vaso entero, no medio vaso) me está esperando.
Para variar, y como en Chimbote no existen estudios que analicen o hayan analizado científicamente los fenómenos colectivos producidos por la actividad social en la web 2.0, procederemos a ensayar algunos comentarios dentro del contexto en el cual habitamos.
La relación entre el microblogging y el periodismo es intrínseca; sin embargo, en mi ciudad la gran mayoría de periodistas no tiene cuenta en Twitter y los que sí la poseen se limitan a retwittear a los medios tradicionales (que sólo han trasladado sus agendas periodísticas a la red: siguen siendo los mismos de la versión en papel), a seguir a los “gurús” del establishment periodístico peruano, a seguirse entre ellos (todavía tienen un huevo en vez de fotografía), y a linkear (única y exclusivamente, en el caso del mínimo porcentaje que linkea) a su propio medio online. Los medios de comunicación del puerto no experimentan, no capacitan a su personal en temas tech, no rompen la rutina y carecen de disciplina en la red. Los periodistas de Chimbote presentes en Twitter no se han preocupado por construir una comunidad, por cubrir eventos en vivo, mucho menos por fomentar la participación de sus exiguas audiencias en forma frecuente. ¿Cómo pretenden difundir información si no tienen quién los lea o escuche?, ¿por qué no se aprovecha el aporte de los lectores? En Chimbote la radio de más credibilidad tiene sólo 84 followers y 2 listas, hay días (incluso semanas) en que no actualiza su estado, se limita a linkear a su propia web, no conversa con los usuarios, y sus periodistas o no tienen cuenta en Twitter o sí la tienen no linkean, tampoco la actualizan por meses o le han puesto candado para proteger lo que dicen (¿?). A nivel institucional el panorama es prácticamente el mismo y en algunos casos (salvo honrosas excepciones) incluso peor: la Municipalidad Provincial del Santa, su similar de Nuevo Chimbote, el Gobierno Regional de Áncash, el Obispado, los colegios profesionales y casi todas instituciones “representativas” de la ciudad son ajenas a la poderosa red de microblogging. En ese sentido, la Cámara de Comercio del Santa está innovando: su cuenta de Twitter bordea ya los 100 followers y la actualización es diaria, temática y permanente; algo similar ocurre con la Comisión de Justicia Social (que ojalá twitteara a diario y utilizara hashtag con más frecuencia).
El caso de las universidades –al igual que el de los periodistas- es también sintomático: la Universidad Nacional del Santa tiene sólo 51 seguidores en Twitter, enlaza siempre a Facebook (¿?) y sólo una persona la ha enlistado; la Universidad San Pedro cuenta sólo con un follower, con una sola lista y no twittea desde diciembre pasado (en que dicho sea de paso inauguró su cuenta); la Universidad César Vallejo tiene 171 seguidores, 7 listas y no actualiza desde marzo de 2010; Uladech cuenta con 122 followers, 7 listas, pero no twettea desde septiembre de 2009; la Universidad Alas Peruanas no tiene cuenta alguna en el microblogging. En todos los casos, las universidades chimbotanas no comprenden ni apuestan por Twitter como la poderosa herramienta de marketing que es, sus autoridades todavía piensan que se trata sólo de conversaciones superficiales e insignificantes acontecimientos diarios y noticias: grave error que se paga caro con el paso de los tweets, del tiempo.
A través del hashtag #chimbote es posible visualizar la escena, la realidad que vivimos: ahí están los que son o intentan ser algo en el puerto (en todo caso los que aportan contenidos o citan de alguna forma a nuestra ciudad). En medio del caos de información -pública y privada, relevante y accesoria, seria y en broma, trascendente y cotidiana, canalizada por amigos, personajes públicos, desconocidos, empresas y medios de comunicación- hay quienes están por encima del promedio porque twittean permanentemente (habitan en la red), porque son líderes de opinión en Twitter, porque han encontrado un “nicho de mercado” y porque aportan contenidos de calidad que son compartidos por el resto de manera inevitable e infinita. El fenómeno avanza en Chimbote lentamente pero a paso firme, sobre todo entre los estudiantes y entre quienes se han tomado en serio el rol social que cumplen sus marcas y empresas en la sociedad en que vivimos. Twitter avanza en el puerto pero también es cruel: en Chimbote hay quienes son seguidos por miles de personas, mientras que otros (muchas veces con gran popularidad en el mundo físico) son absolutamente ignorados en la red debido a que “no aportan” contenidos o no saben cómo conducirse ecuánimemente en el microblogging. En Twitter, si te rodeas de gente interesante, te llegará información interesante. Y si dices algo relevante y ocupas la posición correcta en la red, tu mensaje puede obtener repercusión mundial instantánea (en resumidas cuentas es como en la vida misma, pero de forma infinitamente más sencilla y rápida).
Podría seguir escribiendo aquí sobre asuntos nada geeks y frikis como muchos piensan, pero esta primera parte de notas sobre la twittósfera del puerto se está extendiendo demasiado. En una próxima entrega abordaremos casos y temas más específicos (espero sugerencias y críticas). Es tarde, han entrado varios DM`s a mi bandeja, debo irme porque hace cuarenta minutos estoy ausente de Twitter y además el lomo saltado al vino que humea sobre mi mesa (le han echado un vaso entero, no medio vaso) me está esperando.
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