miércoles, 24 de abril de 2013

Hacia dónde vamos, qué camino seguimos


Augusto Rubio Acosta

En los últimos tiempos, en sociedades con autoridades que entienden a cabalidad la importancia de enhebrar cultura y desarrollo, la primera de éstas ha comenzado a redefinir paulatinamente su papel frente a la economía. Nadie duda ya acerca de su importancia como inductora de desarrollo y cohesión social, de su relevante papel ante la cuestión de la diversidad cultural, la integración de comunidades minoritarias, los procesos de igualdad de género y la problemática de las comunidades urbanas y rurales marginadas.

Sin embargo, en ciudades como la nuestra, los sectores políticos no perciben ni reconocen que la cultura juega un papel mucho más importante de lo que se supone y no entienden que las decisiones políticas, las iniciativas económicas y financieras y las reformas sociales, tienen muchas más posibilidades de avanzar con éxito si simultáneamente se tiene en cuenta la perspectiva cultural para atender las aspiraciones e inquietudes de la sociedad en que vivimos.

La contribución de la cultura como factor de cohesión ante los procesos de profundización de desigualdades económicas y de tensiones de convivencia social, es trascendente. ¿Qué tenemos que hacer quienes estamos involucrados en ella para que se no se le vea como un simple medio para alcanzar ciertos fines, sino como su misma base social?, ¿tan difícil es que se entienda la simpleza de una propuesta sostenible como esta que redunda en el beneficio de las mayorías? La respuesta tiene que ver con la inteligencia y la voluntad, con el deseo también de heredar a quienes nos siguen una ciudad y un país distinto. 

Los chimbotanos somos herederos somos de un rico legado histórico. Nuestros ancestros fueron, definitivamente, mucho mejores que nosotros. Hacia dónde vamos, qué camino seguimos…

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