martes, 16 de abril de 2013

La ‘ciudadanía cultural’ que Chimbote necesita



Augusto Rubio Acosta
 
Para que el peruano sea realmente un ciudadano finisecular y de principios del Siglo XXI, no basta que tenga y practique los derechos civiles declarados y reconocidos por el ordenamiento constitucional, jurídico y normativo. Es necesario que tenga derecho y acceso a los bienes culturales tanto materiales como simbólicos. Es decir, que pueda inscribirse en la estructura política (elegir y ser elegido por ejemplo), económica (trabajar, tener propiedades y pagar impuestos, etc.) y social de su territorio (recibir algunos beneficios sociales); pero también puede y debe participar activamente en la vida cultural de su ciudad: ejercer las libertades de creación y expresión, participar de los circuitos de la oferta y el consumo cultural, intervenir en la industria cultural, establecer relaciones con los medios de comunicación masiva; ocupar, usar, interactuar en los espacios públicos, recreativos y culturales de la ciudad que habita.
En Chimbote, pocos o nadie pueden ser considerados entonces ‘ciudadanos del Siglo XXI’. Antes era una condición básica y mínima el saber leer y escribir y tener grados elementales de escolaridad. Ahora, dado el desarrollo cultural y comunicativo de la sociedad, son necesarias otras condiciones y cualidades; el espectro de los derechos y deberes se ha ensanchado. Por lo tanto, el ciudadano tiene derecho a mayores años de escolaridad, tiene derecho a la información adecuada, oportuna y veraz; tiene derecho a establecerse en el espacio público según las normas de su ciudad y su comunidad. Y en general, tiene derecho a manifestarse culturalmente y a acceder a los bienes materiales y espirituales de su tiempo y de su entorno. Ejercer y llenar estas expectativas configuran la ciudadanía cultural.
Chimbote necesita ciudadanos activos y responsables que asuman e interioricen los valores democráticos o cívicos. Áncash no necesita seres pasivos, sino ciudadanos deseosos y capaces de desempeñar en ella un papel activo y responsable. En ese sentido, la ciudadanía cultural hay que entenderla como la dedicación y cooperación con lo público, lo que es de todos. ¿Qué estamos haciendo al respecto?

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