viernes, 3 de agosto de 2007
“Tierra de promisión Chimbote”: la mirada oligárquica de Tovar
Augusto Rubio Acosta
Si bien es cierto, el libro de Enrique Tovar (Sociedad Editorial Au-tour du monde, Lima, 1924) recoge datos geográficos, históricos y sociales de las primeras décadas del siglo XX en Chimbote, los mismos que sirven para acercarnos al variopinto panorama que presentaba nuestro puerto en los albores de su institucionalidad política y su desarrollo económico, esta publicación no deja de sentar un precedente respecto a cierta forma de ver el mundo y el entorno que le tocó vivir al autor en la todavía pequeña caleta de pescadores.
Publicado en homenaje a la batalla de Ayacucho (1924), el volumen del cual nos ocupamos en estas líneas, recogió también noticias históricas relacionadas con el origen del nombre de nuestra ciudad, el castigo despiadado del cual fue víctima a manos del invasor chileno y sobre la vida cotidiana de los habitantes del puerto, pero desde una perspectiva que podríamos calificar de sesgada, oligárquica y sin duda alejada del profundo sentir de sus habitantes, en su mayoría jornaleros sin nombre y gentes sencillas que laboraban en ese pequeño estado feudal que se alzaba en torno a los valles que rodeaban el puerto y sus primigenias actividades comerciales.
Tovar adjunta en su libro la ley que eleva a Chimbote a la categoría de puerto mayor, la de su elevación a distrito, y documentos que giran en torno a las observaciones surgidas en el Congreso alrededor de dicha ley. El autor deja constancia de su entusiasmo respecto al desarrollo de Chimbote con la puesta en funcionamiento de la Aduana (bajo su administración) y se refiere a la necesidad de creación de un hospital, la pavimentación de calles, dotación de servicios de agua, desagüe, etcétera, pero no escribe una línea en torno a la situación de exclusión social, crisis moral y de explotación económica en que sobrevivían miles de peones y empleados menores a la sombra de los poderosos terratenientes, propietarios de bienes y comercios de exportación local.
Uno a uno, sólo los algunos de los matices y personajes de Chimbote desfilan ante los ojos del autor: la situación hotelera, la realidad de las escuelas primarias, el camal edil, la pesca, la colonia china, la llegada del alumbrado público en 1924, la situación del ferrocarril, el avance del telégrafo y las comunicaciones entre el puerto y los fundos del valle. Tovar da cuenta en su libro -cifras de por medio- de las exportaciones de algodón, azúcar, minerales, tubérculos, cueros, semillas y ganado mayor, prediciendo un promisorio y casi inmediato porvenir para los habitantes de esta tierra, pero siempre desde una óptica mezquina que obvia referirse al futuro que le espera a las grandes masas.
En el libro se resaltan las privilegiadas condiciones del puerto en relación a otros existentes en el país y el Pacífico; se inserta una cronología de los burgomaestres que condujeron los destinos de la ciudad, la plana titular de la comuna, así como sus egresos, ingresos y el detalle de la labor que realizan, destacándose la “encomiable y fecunda labor” de las autoridades de turno.
En “Tierra de promisión Chimbote”, se mencionan sin mesura las “grandes calidades intelectuales” del autor del libro, sus condecoraciones, “carácter y entereza”, así como las de otros empleados de la Aduana y el volumen de exportaciones e importaciones de la misma, al frente de la cual laboró Tovar. En este libro el listado y dossier fotográfico de funcionarios y oficinas públicas de Chimbote tienen una participación estelar en sus páginas. La Capitanía, Correos y Telégrafos, “profesionales destacados” del valle (que no han trascendido en lo más mínimo en la historia del puerto, excepto por estar incluidos en reseñas que resaltan su caballerosidad, circunspección, don de gentes, inteligencia y brillante foja de servicios, lo cual deja entrever un desenfadado publirreportaje escrito por el autor del libro a la exacta medida de sus “virtuosos” personajes) son quienes “ilustran” las páginas de esta publicación que no pocos chimbotanos idolatran.
Líneas aparte merecen las páginas dedicadas a las Sociedades Agrícolas “Tambo Real”, “Vinzos”, a la Hacienda “Suchimán” y a los negocios agropecuarios del Santa y el Fundo “La Primavera”. Tovar destaca las grandes extensiones de tierra irrigadas y cultivadas por prósperos empresarios a quienes dedica decenas de fotografías, las mismas que si bien es cierto ilustran en gran medida nuestra visión del modus vivendi de los hacendados de la época, son innecesarias desde el punto de vista editorial y constituyen la mayor prueba de la visión oligárquica del autor en tanto se omiten detalles y las más mínimas menciones sobre la vida de “la peonada” o de los más de mil obreros que por ejemplo laboraban cañaverales y algodonales de Tambo Real y otros fundos.
El autor sí se refiere en cambio a las casas de los empleados de jerarquía, a la moderna maquinaria e infraestructura, al ganado suizo, al currículum vitae de los administradores de las haciendas, a las redes ferroviarias del latifundismo y a los grandes proyectos de irrigación de la clase dominante.
Las páginas dedicadas a Chimbote y sus haciendas contiguas constituyen, sin embargo (hay que decirlo), la más escasa porción del libro en cuestión. En efecto, artículos de Abelardo Gamarra “El Tunante” sobre el Callejón de Huaylas (incluido de acuerdo al pie de página inserto en el libro “por su colorido poético”), de otros autores que prefirieron no firmar sus escritos y dedicarse a pintar el departamento de Ancash, sus provincias y distritos, excepto nuestro puerto, figuran dentro de una larga lista de semblanzas y crónicas como las que se refieren al rol de Bolívar en la batalla de Ayacucho (sin firmar), los próceres huarasinos de la independencia (firmado por el senador Glicerio Fernández), la espada de Bolívar (suscrita por Arístides Rojas), semblanza de Bolívar (firmada por José Antonio de Sucre), la vida de Sucre (suscrito por Simón Bolívar), un poema dedicado a Sucre en Chuquisaca (de autor venezolano), el parte oficial de la batalla de Ayacucho (firmado por Sucre), un artículo sobre Córdova (sin firmar) y hasta un “homenaje fotográfico” a la representación parlamentaria de Ancash y fotos de la alta sociedad santeña.
Tovar desperdició de esta forma legarnos un panorama más democrático del Chimbote que le tocó vivir, una visión más universal y sensible de las cosas, que nos permita dilucidar y entender a la distancia de los años (más de ochenta) la forma de vida y la entraña social de su época. Con “Tierra de promisión Chimbote” se abre, qué duda cabe, el horizonte de Chimbote en el campo editorial y se ausculta (por no decir se profetiza) a una ciudad con promisorio futuro económico. Quizá aquí resida el único mérito del autor a quien el título del libro le queda bastante grande en la medida que sus páginas estuvieron dedicadas mayoritariamente al autoelogio y a resaltar las virtudes de quienes protagonizaron la epopeya bélica de Ayacucho, así como la actividad económica y comercial de una urbe primigenia pero bullente por dentro y que, sin embargo, no le alcanzó a todos para vivir como es debido por esos factores a los cuales ya nos hemos referido de sobra en estas líneas.
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sin duda, un polémico comentario sobre uno de nuestros libros señeros por así decirlo. comparto en parte la opinión del autor de la reseña, sobre todo cuando se refiere a la ausencia lamentable de "la otra" parte de ese chimbote de los años veinte que recién nacía y labría los ojos a su promisorio destino.
ResponderBorrarrenato g. nuevo chimbote.
polémico pero bastante ilustrativo me ha resultado el artículo sobre el libro de tovar. seguramente habrá quienes no estén de acuerdo con lo que en realidad es crudo decirlo pero es cierto. los que hemos leído el libro podemos dar fe de aquello que se cita en la reseña.
ResponderBorrarrenato. nuevo chimbote
abajo los ídolos de barro. ¿quién es tovar para decirnos cómo ha sido chimbote?... me basta leer su libro para darme cuenta de qué lado estuvo siempre...
ResponderBorrarvanessa ruiz. pueblo libre. lima 21