(unas palabras por Juan Ramírez Ruiz)
Bernardo Rafael Alvarez
Juan Ramírez Ruiz nació en Chiclayo en 1946. Tenía 24 años cuando publicó “Un par de vueltas por la realidad”. Este libro, tengo entendido, debió haber salido al mismo tiempo que el de Jorge Pimentel, “Kennacort y Valium 10”, como una suerte de proyecto conjunto (este era el espíritu del Movimiento Hora Zero, ajeno a cualquier protagonismo individual). La falta de recursos de un lado y alguna otra razón que desconozco, hicieron que el autor de “Palabras urgentes” y teórico de la Poesía Integral se resignase a ver su obra impresa un año después. Calendarios diferentes, títulos distintos, voluntades acaso ya diversas, pero una sola verdad: ambos, como la espada de Pizarro en la Isla del Gallo (perdóneseme el símil tan desproporcionado e inconveniente) marcaron el deslinde entre pasado y futuro.
Seis años después apareció “Vida perpetua”. Un libro, en el aspecto formal, extremadamente distinto. Si el primero significó la incorporación del lenguaje popular a la poesía, el segundo representó una profunda y sorprendente incursión de la poesía en el lenguaje mismo. Fue, además, una invitación al lector a participar en la fiesta de la creación. Se trató de la primera gran expresión de estudio y experimentación que Juan se había propuesto y puso en práctica en “un solitario y franco proceso de ruptura.”
Luego vino lo que es, creo, el más importante y ambicioso libro escrito por el fundador de Hora Zero: “Las armas moldas” (Arteidea editores, 1996). Un libro que ofrece múltiples lecturas: poética, política, social, antropológica, lingüística. Un libro que no es para ser leído en una sola tarde. Consta, por lo demás, de doscientas treinta y cuatro páginas y contiene setenta poemas de excelente factura, muchos de los cuales son la suma de varios poemas lo que hace que la cuenta arroje un total de ciento treinta y ocho. El conjunto es lo que me atrevería a llamar una expresión de épica y lírica contemporáneas. Puede ser leído (otra vez perdóneseme, ahora por la irreverencia) como la Biblia: en el momento que usted desee, comenzando por la página que elija ex profeso o al azar, al revés o al derecho, de manera integral o interesándose solo en versos sueltos.
Paralelamente a la sucesión de los poemas, el libro ofrece el desarrollo de un trabajo de, al mismo tiempo, investigación y creación en el plano estrictamente lingüístico. A partir de una suerte de prólogo conformado por el antecedente de los “andigramas”, Juan Ramírez Ruiz se entrega a la tarea de sustentar una propuesta sumamente ambiciosa y audaz: crear la escritura de lo que denomina la dimensión hanan que no es sino (en sus propias palabras) “la dimensión suprema: la energía reunida del protoplasma, de la biosfera; el paraíso terrenal y cósmico poblado por las diáfanas teleologías de las altas elaboraciones mentales y espirituales de todos los hombres”. El resultado que obtiene es un catálogo de signos, o signario, llamado alfagrama, cuyos valores semánticos tienen carácter verbal, numérico, musical, cromático, geométrico y algoritmico.
Hagamos memoria. Hora Zero quiso significar una “toma de situación y de conciencia” como posición considerada ineludible. Planteó una nueva actitud frente al acto creador; señaló la necesidad de estudio, de investigación, de descubrimiento y de renovación; afirmó la urgencia de una poesía que no invite a la conciliación ni a pacto con las fuerzas negativas y se impuso el compromiso de escribir una poesía viviente que no deje escapar nada al trayecto del poeta como hombre momentáneo sobre la tierra. Su aporte fue o, mejor dicho, es la Poesía Integral como una totalización, donde se amalgame el todo individual con el todo universal.
A eso corresponde, estrictamente, “Las Armas molidas”: a lo que es la Poesía Integral, por su afán totalizador y su propuesta de un nuevo lenguaje como cabal signo de ruptura. No solo representa el punto culminante del desenfreno creador de Juan Ramírez Ruiz, es decir, el producto más elevado de una verdadera orgía de trabajo protagonizada por el luminoso habitante de aquel casi oscuro 444 del jirón Ancash (donde vivió durante un gran número de años). Es también la rigurosa realización del proyecto llamado Hora Zero.
Nos muestra, además, que, en verdad, la poesía no es solo ofrecimiento de complacencia, sino la búsqueda de lo imposible, el abrir las puertas de la utopía. Es la creación plena!
Con este libro, Juan Ramírez Ruiz nos dice, con certeza, que la inmolación de sus días (literalmente y al puro estilo horazeriano –cf. Palabras urgentes) no ha sido sacrificio vano, sino fecundo ejercicio vital. Por ello, lo digo creo que también con certeza, Juan sigue dando guerra: la exultante guerra de la poesía, cuyo objetivo no es la muerte sino la vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
only write