César Lévano
Estuve ayer en el museo de Louvre. A pesar de la lluvia y el frío, miles de personas circulaban por sus ambientes. Franceses, europeos de otros países, estadounidenses, japoneses, indios de la India y hasta del Perú (como el que te jedi).
Era la demostración de que la cultura puede ser, si se la cuida y renueva, un buen negocio.
Hace más de treinta años que no venía a París. En ese tiempo vivían aquí mis amigos Julio Ramón Ribeyro, Manuel Scorza y Rodolfo Hinostroza. Peruanos y latinoamericanos en general solíamos recalar en la casa de Désirée Liewen. Era Désirée una rusa de origen aristocrático, que en los años 20 y 30 del siglo pasado vivió la bohemia paupérrima y brillante. Fue entonces amiga de James Joyce, de Ezra Pound, del Hemingway joven. Y de los peruanos César Vallejo y Gonzalo More, pareja de Anaïs Nin.
Me contó Désirée cómo había vivido las dos revoluciones rusas del siglo XX. Era una niña cuando vio que cientos de campesinos marchaban al asalto del palacio familiar, en 1905: “A los niños nos prohibieron mirar por las ventanas. Pero yo asomé por una y vi cómo la nieve se teñía de sangre”.
Cuando en 1917 llegó la revolución de octubre, que ocurrió en noviembre, su padre dijo: “Vamos al exilio por poco tiempo. Esto va a terminar igual que en 1905”.
No terminó igual. Désirée marchó al exilio. Combatió a favor de los republicanos en la guerra civil española de 1936-1938.
Participó en la resistencia antinazi en la Segunda Guerra Mundial.
En la época en que yo visitaba Francia, gracias a un canje publicitario de Caretas con Air France, allá por los años 60, coincidimos una vez con Rodolfo Hinostroza. Recuerdo que pregunté a Désirée cuál era el carácter de Vallejo en la vida diaria.
–Era –me respondió– un hombre alegre. Salvo cuando bebía y se ponía a llorar. Como todos los peruanos, por lo demás...
–¡No todos los peruanos! interrumpió, con su voz ronca, Hinostroza. Era otro París. Eran otros peruanos.
En el Louvre me perdí en un vasto mundo de libros y discos. Vi esa pirámide de luz, pirámide invertida, hecha de plexiglás, que hace llegar claridad hasta el fondo de un amplio patio exterior. Es la Francia del arte, la ciencia y la técnica, siempre en la vanguardia.
De los peruanos de hoy en París, que son estudiantes, poetas, pintores, científicos, técnicos, hablaré más adelante. Espero verlos personalmente. (Desde Francia)
* Tomado de La Primera.
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