jueves, 6 de septiembre de 2007

“Llora corazón” o la vida de Chimbote en toda su polifonía



Notas sobre la última novela de Fernando Cueto

Javier Garvich

Chimbote no para. A la abundancia de su poesía se suma una narrativa que está pegando con fuerza y creando su propia escuela dentro de la literatura peruana. A los consagrados Zavaleta, Ortega y Colchado, a la agradable sorpresa de Rodríguez Liñán; se suma un nuevo narrador –aunque poeta ya reconocido- que vuelve a palpar el torso multicolor de la pujante capital del Santa: Fernando Cueto sigue la estela de otros narradores que están dibujando una Novela de Chimbote, que están recreando y reinventando una ciudad que es un mar de historias, una riada de sujetos diversos, una explicación del Perú.

Desde la novela trunca de José María Arguedas, Chimbote se ha convertido en una propuesta sobre los caminos de modernidad que ha vivido el Perú en casi medio siglo: La empresa colectiva de la migración, el proceso de nueva maduración de la cultura andina bajo el capitalismo, los cambios en la movilidad social, el optimismo popular del auge de la anchoveta, la lucha social, la magia de una de las ciudades más jóvenes pero igualmente más populosas del país.

Llora corazón, título de un bolero mítico en la ciudad norteña, es una exploración por el chimbote de 1973. Si en Lancha varada lo que hay es el recuerdo de la preadolescencia canalla, del recuerdo de la ciudad bajo la membrana de la melancolía; Llora corazón es el planteamiento directo de la vida de la ciudad en toda su polifonía: Chimbote es la noche sin fin en El Saoco, las jornadas de abundante y depredadora pesca, los domingos de fútbol vibrando con el José Gálvez de Otorino Sartor y César Cueto, los éxitos musicales de los primeros conjuntos peruanos de música tropical –señaladamente los chimbotanos Los Rumbaneys y Los Pasteles Verdes-, la corrupción policial, la rutina de los burdeles, los sueños políticos y literarios, la religiosidad popular, los comienzos heroicos de la teología de la liberación y, como no, la huella de Arguedas en la ciudad. La novela da para todo esto.

La novela se organiza en dos relatos mayores: La exultaciones y desventuras de un trío de amigos bohemios: El capitán Palomo (un policía que se aprovecha de su cargo para medrar con privilegio en el circuito de bares, boites y prostíbulos), el poeta Washington (borrachín, mantenido por su madre, que intenta, inútilmente, dedicar su vida a la causa revolucionaria) y Caralinda (futbolista en decadencia, de pocas luces, envuelto en un comprometedor noviazgo). El otro relato es la historia que cuenta Bea, hipotética sobrina de José María Arguedas, acerca de las andanzas del escritor en Chimbote. La música de fondo para este contrapunto son las narraciones menores acerca del turbulento (y muy efímero) paso del club de fútbol más popular de Chimbote por la Primera División, la historia de cómo surgió uno de los grupos musicales más conocidos de la ciudad, la visita de vedettes a los clubes nocturnos del puerto. Y todo rociado de abundante cerveza.

La polifonía de historias y sujetos es, innegablemente, un guiño al juego de espejos que Cueto propone entre su propia obra y la legendaria novela de Arguedas sobre la ciudad, donde incluso se comparten algunos personajes (el loco Moncada, por ejemplo). Por un lado se sigue el canon que Arguedas marcó para referirse a Chimbote en particular y al Perú en general: La emergencia de nuevos sujetos populares, de nuevas prácticas sociales, de nuevas dinámicas culturales. Lo cholo y lo criollo, en estado puro y a la vez ya intoxicados, que pasean sus existencias entre oportunidades fallidas y aprovechamientos bellacos, que pactan resistencias, que administran su ritmo vital entre el derroche súbito y la eterna precariedad. Que comparten enemigos. En Llora Corazón no hay ni buenos ni malos. Y el concepto de perdedor no es fácil de aplicar. En Chimbote casi todas las historias terminan mal, pero se sobrellevan adelante porque la mecánica cotidiana de la ciudad (mecánica vigorosa, con permanente upgrading existencial) les obliga siempre a seguir viviendo. El novio desengañado que busca en el mar su destino, el funcionario que todo lo tenía y alcanza su otoño como figurín de circo, la chica que jugó y perdió y ahora se busca la vida independientemente.

Y queda la muerte. La muerte arguediana –la elección intelectual del suicidio, el derecho a volarse la tapa de lo sesos como respuesta razonada/emocionada al dolor- como un telón de fondo que liquida con un rictus amargo el tono jovial y desenfadado de toda la novela. Llora corazón termina con un capítulo de excepción, un auténtico homenaje a los fantasmas andinos de Arguedas en Chimbote, unas páginas que parecieran ser aquellas perdidas (e inevitablemente inéditas) de El zorro de arriba y el zorro de abajo (no en balde, uno de los personajes de la novela de Cueto da a entender que tiene las últimas cuartillas del gran escritor guardadas en su caja de zapatos) y que tiñe con un fatalismo ancestral el destino de la ciudad (¿y del Perú?): la de la vida como un sacrificio ritual para futuras vidas, la muerte como una purificación que fecundará la tierra de próximas generaciones. “La muerte siempre gana. Compite con la vida, pero siempre gana. Entonces ¿qué queda de la vida si la muerte gana? Casi nada. Del cuerpo no queda ni polvo. De lo otro; del amor, unos cuantos poemas y un cuento sin fin. Del odio, un recuerdo roído por el olvido…” reflexiona el antihéroe en la cubierta de una lancha pesquera.

Y sin embargo, no es una novela pesimista. Ni Chimbote ni el Perú lo pueden ser.

5 comentarios:

  1. excelente libro... sin mas comentarios que agregarle... este libro me hizo reavivar mi orgullo de ser chimbotano y que todos podemos surgir sin mirar el futuro con pesimismo,... el que persevera ese es el que gana !!

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  2. muy hermoso el libro, al principio no me agradó pero una ves que le agarre el gusto me agrado completamente. pude ser un personaje mas en esta obra

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  3. sacatecomo puedas en ese examen se ve ewque es muxo

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