miércoles, 19 de septiembre de 2007
Ribeyro y la tuberculosis fueron mis escuelas literarias *
Entrevista al notable narrador Carlos Calderón Fajardo, a propósito de su presentación en Chimbote este 25 de septiembre con su última novela “El huevo de la iguana”
Augusto Rubio Acosta
La primera vez que supimos de su existencia corrían los primeros años de los noventa, éramos estudiantes en la Facultad de Letras en San Marcos, la violencia política se había instalado en Lima y leíamos “La tentación del fracaso”, los diarios de Julio Ramón Ribeyro. De ese tiempo a esta parte nunca pudimos verlo ni oírlo hablar en público. Su fama de escritor huraño, tímido y autor de culto crecía junto a nuestra disimulada ansiedad por acercarnos a los casi perdidos primeros libros de este autor peruano.
Preguntando entre algunos narradores y habitantes del mundillo literario nos enteramos que vivía en San Antonio, Miraflores; nos conseguimos fotocopiados algunos de sus cuentos publicados a mediados de los ochenta y pudimos acceder a su prosa. Por años Carlos Calderón Fajardo se convirtió en un escritor inalcanzable, con ocho libros prácticamente inhallables, alejado de las presentaciones de libros y con una imagen subterránea que galopaba seguramente al interior de cada uno de los cuentistas peruanos jóvenes que por entonces admiraban su talento.
Hoy, después de tanto tiempo y en ésta mi querida ciudad, nos alistamos a recibirlo con su última novela “El huevo de la iguana”, que se presenta este 25 de septiembre a las 7 de la noche junto a la revista cultural “Los Zorros” en el auditorio de la UPSP. Pero antes, un pequeño stop -a modo de interview- en el camino para dialogar con este notable habitante del imaginario y la narrativa peruana.
AR. En las escasísimas entrevistas realizadas con anterioridad a Carlos Calderón Fajardo, mencionas un hecho profundo que te ha marcado al igual que a tu producción literaria: la TBC. Incluso cierta vez citaste a Dylan Thomas, quien señala que todo narrador nato nace tuberculoso. ¿Te sientes tú parte de una cofradía especial de narradores que tuvieron que vivir al extremo para dejar fluir sus emociones en sus novelas?, ¿hubieras escrito los libros que escribiste si no hubieses contraído la TBC?, ¿qué tanto miedo o respeto le tienes a esa terrible enfermedad?
Yo nací como escritor en un sanatorio para tuberculosos en Viena. Me enfermé cuando tenía 17 años. El que sufre una enfermedad de ese tipo tan joven queda marcado para toda la vida. No sé si hubiese sido otra cosa, si no me hubiese enfermado. Pero hubiera sido tal vez un escritor diferente. Sí, me siento parte de una cofradía con los escritores que sufrieron de tuberculosis. Creo que los leo con un afecto especial: Chejov, Kafka, Camus, Ciro Alegría, Thomas Bernhard. La tuberculosis es una enfermedad grave, pero ahora la medicina la maneja bien. Si a un joven le da una enfermedad de ese tipo que no piense que se ha acabado el mundo. Las enfermedades en general fortalecen mucho el espíritu, afinan la sensibilidad, son pruebas enviadas por Dios para hacernos mejores.
AR. Ribeyro te cita en varios pasajes de sus diarios. ¿Qué piensas de Ribeyro y de su obra narrativa?, ¿qué tan estrecha fue la relación que tuviste con él?, ¿no crees que te pareces un tanto a nuestro mayor cuentista en cierta actitud huraña que tanto se te endilga?
A Julio Ramón Ribeyro lo conocí muy joven. En los años 60 en Paris tuve con él una relación casi filial. En los 70 lo volví a frecuentar mucho también en Paris y como él mismo dice en su Diario la influencia que tuvo sobre mi fue muy grande. Además de ser un gran escritor era un extraordinario ser humano, él y la tuberculosis fueron mis escuelas de donde saqué lo poco que puedo hacer literariamente.
AR. Sabemos de los días que pasaste con Arguedas durante tu estancia en Viena. ¿Cómo percibiste su ideario?, cuéntanos un poco acerca del autor de El zorro de arriba y el zorro de abajo en sus días europeos…
A Arguedas lo conocí en Viena, también cuando yo era muy joven, cuando aún no me interesaba la literatura. Pasé quince días con él, día y noche. Cuando don José Maria volvió a Lima, en Viena me detectaron la enfermedad y fue un golpe muy fuerte para mis padres. Entonces yo le escribí a Arguedas pidiéndole que fuese a mi casa a mi casa a consolar a mis pobre viejos. El fue a mi casa a decirles que hacía sólo un mes había bailado, cantado y bebido conmigo y que yo estaba bien. Se hizo luego muy amigo de mi madre. Mi madre era ayacuchana, era bilingüe y hablaba en quechua con Arguedas. Fui amigo de él durante muchos años. Pero mi relación fue más estrecha con Ribeyro.
AR. ¿Qué es lo primero que tiene que hacer un narrador cuando decide empezar a escribir una novela?, ¿en qué consiste la vocación literaria? Entrégale un consejo a los autores jóvenes.Cuando uno va a escribir una novela lo que tiene que hacer es escribirla. La narrativa exige mucha disciplina, un trabajo continuo durante años. Una novela no se puede dejar, porque uno pierde el tono de la novela que se está escribiendo. Uno tiene que sostener un tono durante años, sumergido en un universo el de la novela que se está escribiendo. El único consejo que puedo dar es que cada escritor debe descubrir el tipo de escritor que es. Luego de este descubrimiento nuestros maestros vienen sólo, nuestras afinidades con algunos escritores más que con otros; sabiendo qué nos interesa contar, cuál es nuestro mundo, nuestro mundo narrativo, los cuentos y novelas salen con facilidad y escribimos con placer. Lo que uno no debe hacer nunca es escribir un libro que no nos causa placer escribirlo. La literatura da muy pocas compensaciones, pero nada se compara con el placer de escribir cuando se ha nacido con esa vocación. Pero hay que distinguir placer de diversión, el placer es espiritual, la diversión es superficial.
AR. Tu novela “La segunda visita de William Burroughs” ha sido presentada por el Fondo Editorial de la UNMSM postulando al Premio Rómulo Gallegos. ¿Cuál es el concepto que tú tienes de los premios literarios y por qué tanto se les cuestiona?
Los premios literarios no son importantes. Pero si uno tiene la suerte de ganarlos la difusión de la obra puede ser mayor, pero los compromisos son muy grandes y uno tiene que dedicarse a promocionar el libro obligado por la editorial, a viajar más que a escribir.
AR. Cuéntanos de tu acercamiento a Kerouac y a toda la estética beatnik.
Yo fui a Paris ilusionado con conocer, experimentar el surrealismo y me encontré con el Nouveau Roman, pero me impactó más la generación Beat: Kerouac como ser humano y Burroughs como escritor. Me fascinan los dos.
AR. Finalmente, Carlos, ¿qué sabes de Chimbote, su vida cultural y qué es lo que esperas de ésta tu primera presentación en nuestra ciudad?
Chimbote para mí siempre fue una ciudad mítica. De niño cuando vivía en Talara, por el olor quizás, sentía un extraño estremecimiento al pasar cerca a la ciudad. De niño estaba convencido que en Chimbote vivía el mar, y por eso olía así. Después la ciudad se hizo más mítica aún con la novela de Arguedas que me impactó mucho porque yo conocía al maestro de cerca, y la crónica de su suicidio es parte de esa novela. Después he hablado de Chimbote con mi amigo Oscar Colchado. Ahora voy ahora Chimbote llevando mi novela. Creo que en Chimbote están los lectores naturales de este libro. "El huevo de la iguana" cuenta la historia de Talara, un puerto norteño como Chimbote. Los personajes son el mar, el desierto, los chamanes, las iguanas…
* Tomado de www.mareacultural.blogspot.com
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carlos calderón fajardo. tus lectores sabemos que eres junto a ribeyro el más notable cuentista contemporáneo peruano. tendré que viajar a chimbote para estar entre ustedes amigos de marea cultural..
ResponderBorrarfoncho f.
con ustedes hermanados en la literatura. saludos a calderón fajardo. trujillo cultural.
ResponderBorraraguirre leo.
Me parece que el ejemplo de Calderón Fajardo debe ser seguido por otros autores peruanos. Esta bien que nuestros narradores viajen a Berlin o Barcelona, pero ojalá que se den tiempo para presentarse en algunas provincias del Perú, como Chimbote, en donde al parecer hay una movida cultural muy interesante.
ResponderBorrar¡GRANDE DON CARLOS CALDERON FAJARDO!
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