Anoche, en la tertulia celebrada en el "Mangú", caí en la cuenta de que -en su momento- no había reseñado El paraíso en la otra esquina, volumen que por estos días precisamente estoy releyendo. Libro ideológico-crítico a caballo entre el ensayo y la novela, su lectura nos alcanza importante información sobre las ideas del Siglo XIX, así como apreciaciones sociales y reflexiones estéticas. El personaje de Flora Tristán representa la rebelión del género femenino ante la opresión de una sociedad machista y degradada, y tiene como marco la Europa de las utopías socialistas.
Novela escrita y pensada desde la tradición decimonónica, cuenta las vidas paralelas de Flora Tristán (1803-1844) y de su nieto Paul Gauguin (1848-1903), idealistas que murieron en relativo abandono, pero que a través de sus empeños y ejemplos se adueñaron del Siglo XX. El legado de Tristán, a través de la liberación de la mujer y de los derechos democráticos obreros, fue vasto; de igual forma sucede con Gauguin, apóstol del arte moderno y de las libertades eróticas. Este libro es poderosamente optimista, digno de leerse en un tiempo de barbarie como en el que vivimos. Le falta sí suspenso a la novela, le falta locura, intriga y un ritmo más acelerado al momento de narrar. El autor ha demostrado a través de sus personajes que la valentía es un don excepcional que está reservado únicamente a los grandes individuos y cada uno de ellos -en su respectivo momento histórico- enseñaron a vivir, realmente vivir, mediante sus propias acciones. La novela, sin embargo, es una de las menos estudiadas, quien sabe porque gran parte de la crítica no acepta que Vargas Llosa haya escrito un libro tan cargado de alegorías a la voluntad de transformación, reconstrucción o reelaboración de la vida de su personaje femenino desde el punto de vista socialista, una Flora Tristán tan llena de valentía ante el género masculino opresor, una mujer tan polémica.
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