"Deja que la calle se abra como un paso / y el paso se abra como una ciudad / deja que la ciudad y la calle / se abracen a tu cuerpo y una rama sin tiempo cuelgue de tus palabras cerradas / sentirás que la luna vive aquí, entre tus papeles / y que el oro de la piedra se sumerge en el mar..."
Es domingo en Chimbote y me he regalado la mañana, la tarde, el día, para leer "La belleza no es un lugar" (Carpe diem Editora, 2010), tercer poemario de Juan de la Fuente, poeta y periodista de quien el año pasado había leído "Las barcas que se despiden del sol" (Travías Editores y The Latino Press, 2008), libro-objeto que reseñé en su momento en este mismo espacio. Leí el libro y me fue inevitable acordarme de Óscar Hann, quien justificaba la escritura de poesía "porque la luna porque rimbaud / porque el claro porque la sangre porque el papel / porque la carne porque la tinta porque la piel / porque la noche porque me odio porque la luz...".
Los poemas de Juan de la Fuente nos ayudan a encontrarnos a nosotros mismos, la palabra es el instrumento mediante el cual exploramos nuestro interior, nos acercamos a nuestros orígenes y descubrimos lo que somos. Lo efímero de la felicidad y la belleza, la vida hecha poesía y la poesía hecha muerte. "La marea trae sus palabras como la noche sus conjuros (...) ven conmigo, palabra / ya nada tenemos que hacer / aquí sólo hay lugar para la poesía".
Escribo en el navegador, visito Noticias del interior (el blog de Juan de la Fuente) y clickeo sobre las portadas de sus tres libros de poesía; me acompaño entonces con una entrevista al autor más la respectiva lectura de poemas. Uno tras otro, fluye la palabra, la voz de un lirismo sin tiempo, la matemática de un lenguaje que nos devuelve el sentido de nuestra existencia, que nos ilumina, que nos hace mejores hombres, más humanos...
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