martes, 24 de agosto de 2010

Chimbote: la bendita identidad

Muro de Facebook, una fotografía de la antigua Plaza 28 de Julio y el espacio necesario para que se escuche (se lea) nuestra voz, la voz de los chimbotanos que cada cierto tiempo nos preguntamos si tenemos o no identidad. Y la pregunta nos la formulamos no precisamente porque pensemos que carecemos de ella, sino porque a los chimbotanos nos resulta inaguantable reconocer el estado patológico de nuestra personalidad social.
La inestabilidad del sujeto social (del chimbotano a secas) se evidencia con nuestra falta de reacción, con la abulia de la que hacemos gala al momento de emprender nuestros proyectos de desarrollo, como también cuando explosivamente emprendemos proyectos sin contar con la capacidad para su realización. Así somos. Basta mirar hacia atrás y revisar la historia de lo que hemos sido y somos como pueblo para abundar en ejemplos cada cual más preciso.
Chimbote ha tenido momentos brillantes, oportunidades históricas que no fueron aprovechadas en aras de la forja y consolidación de nuestra identidad. En el puerto se debió interrumpir el grave transtorno de nuestra psicología colectiva para sentir y levantar nuestra identidad con orgullo en el momento más adecuado. La falta de identidad como chimbotanos (y como peruanos) se refleja principalmente en la falta de identificación política y en la discriminación racial. Pero ¿de qué estamos hablando cuando mencionamos la palabra identidad? Subercaseaux se refiere a ella como el conjunto de rasgos relativamente fijos, que se relacionan a cierta territorialidad, a la sangre y al origen, como una esencia inalterable formada por un pasado remoto. Los psicólogos sociales señalan que la identidad es el reflejo del inconciente colectivo que se expresa en diversas ideas y acciones sociales, que y se transmite de forma genética de generación en generación obviándose el proceso de aprendizaje y socialización. Sin embargo, bastará responder a la pregunta ¿quién soy? para comprender la magnitud del problema que afrontamos.
En los días que siguen postearé en este mismo espacio algunas otras ideas y reflexiones surgidas alrededor de la necesidad de construir el sentimiento de comunidad que no tenemos en el puerto. Mientras tengamos una sociedad fragmentada, desigual e inautónoma, mientras la matoría de la población chimbotana sea víctima de todo tipo de discriminación y no hagamos nada como sociedad para defendernos de la globalización que extermina lentamente nuestras costumbres y tradiciones, seguiremos como estamos, preguntándonos cada mes de junio en los cada vez más inútiles foros públicos respecto al tema, en cada San Pedrito, si tenemos o no identidad, si nos es permitido apropiarnos de la dichosa palabra.

2 comentarios:

  1. La propiedad de la palabra, me atrevería a decir que es nacional. ¿Cuál? Abulia. Precisamente. Es el mejor diagnóstico. Esa es la enfermedad que padecemos los peruanos, no solo los chimbotanos. Sinó, mira cómo andamos, si es que se le puede llamar andar a ese estado...

    Ah, y la identidad no es una virtud ni un defecto, no es buena ni mala. Lo que nos falta es sentirnos satisfechos con ella cuando la reconozcamos... ¿no crees?

    En fin, después de un diagnóstico debe haber una receta con una terapia y varios remedios; y a veces los remedios tienen efectos secundarios. Alerta. A pensar: ¿Cuáles serán esos remedios? (podemos ir probando con alguno) y luego, ¿cuáles pueden ser los efectos secundarios que esos remedios produzcan?

    Es uno de los mejores artículos que te he leído.

    Saludos,
    Anahí

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  2. Tengo tres ideas básicas sobre la identidad de los chimbotanos.
    Previamente señalaré que he vivido 10 años en Lima y 3 en Huaraz; en esta última reconocí lo que es una identidad asociada a una teritorialidad. Y -diré también- que el tema de la identidad es una de las discusiones recurrentes con Dante Lecca, Pepe Reyes y Guillermo Martinez.
    1ro. En Chimbote tenemos una identidad en formación. Heterogenea, pluricultural. Con muchas vertientes, un puerto formado por migrantes, no puede dar mas.
    2do. Hay factores en esa identidad que no nos son agradables o simpáticos. Evidentemente, que como puerto nos vamos a parecer más al Callao que a Barranco, por ejemplo.
    3ro. No estaría muy de acuerdo con algunas tesis del autor respecto al perfil político, que termina extendiéndolo a escala nacional. Creo que la apatía política es más bien producto de las dos décadas pasadas. Recordemos que parte de la tradición en Chimbote ha estado marcada por la lucha sindical y el protagonismo popular. Ambos objetivos político del fujimontesinismo y toda la ola neoliberal.
    Espero volver a comentar con algunos de los elementos a los que me refiero.
    Atte.
    Antonio Acosta

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