domingo, 25 de mayo de 2008

"Georgette se creía predestinada a ser viuda" *

Peruanista André Coyné en conferencia en el centro cultural garcilaso de la cancillería. Narró animadas y sentidas anécdotas con las que retrató a la esposa de César Vallejo.

Pedro Escribano

Antonio Cisneros, director del Centro Cultural Garcilaso, no tuvo mejores palabras para presentar ayer al peruanista francés André Coyné, quien llegó rayando las doce del día a dicha casa de cultura para hablar de Georgette Phillipart y César Vallejo.

"Es un día precioso. Brilla el sol. Es insólito que a estas horas, del mediodía, hagamos una conferencia. Brillo del sol, pero también brilla André Coyné, antiguo amigo del Perú y de la poesía peruana", fueron las palabras de agasajo del poeta.

El aplauso del público refrendó sus palabras. Luego Cisneros enumeró la contribución académica del peruanista.

Coyné, remecido de emoción, aguardó en silencio para luego dirigirse al auditorio, directo y en confianza:

"Un viejo peruano es quien les habla. Digo peruano porque estoy ligado a este país hace más de cincuenta años. En mi primer viaje vine por nueve meses y me quedé nueve años", refirió el académico.

A partir de estos, el público le siguió con el oído atento. No quería perderse las revelaciones, pasajes y recuerdos del peruanista sobre Georgette y Vallejo, quienes se casaron en 1934.

Refirió que Georgette era una niña de quince años y que tenía como vecino a Vallejo. Y que siempre desde su ventana lo veía callado, pero un día el poeta la saludó.

Ella corrió donde su madre, exclamando: "¡¡Mamá, el mudo de enfrente habla!!" (risas).

PRÁCTICA SOCIALISTA

Así nació el amor de Georgette y Vallejo. Se casaron a los pocos meses y viajaron en una delegación a la Unión Soviética, país socialista.

Cuando la delegación llegó, narró Coyné, fueron recibidos por una delegación oficial. Junto a esa delegación había una anciana que se mantenía en silencio. Pero en el momento de dirigirse al hotel, invitados por los delegados, la anciana cargó con las malestas.

–¿Qué clase de país socialista es este en donde las ancianas cargan las maletas? –protestó Georgette.

–En la tierra no hay paraísos. Lo que vale es que haya un poco más de justicia –le respondió Vallejo.

En otro pasaje, refirió sobre los abortos de Georgette, que habrían impedido la paternidad del poeta.

"Vallejo decía que un revolucionario consciente no debería tener hijos", porque estos se expondrían al sufrimiento.

"Así que los abortos –comentó Coyné– no solo dependían de la voluntad de Georgette".

LA FRAZADA HUANCA

Luego pasó a narrar otra anécdota en la que, según él, Georgette no queda bien parada.

Ocurrió en Huancayo, cuando viajaron entre otros, él y Américo Ferrari. "A Ferrari lo detestaba mucho tiempo, pero tuvo un día de amistad (risas)", subrayó.

Contó que se habían hospedado en un hotel y cuando ya estaban yéndose, salió el cuartelero suplicando que le devuelvan una frazada. Todos se miraron azorados y se negaron haberla tomado. Georgette también. El cuartelero no cesaba de suplicar.

"A presión nuestra –sonrió Coyné–, Georgette abrió su maleta y lo primero que apareció fue la frazada". (Risas).

AMOR A LA MUERTE

El peruanista también refirió que Georgette era una obsesa de la muerte.

"Tenía vocación de viuda. Se creía predestinada a ser viuda", (risas).

Tan así que cuando murió Vallejo, lo primero que le dijo a Juan Larrea, fue: "Juan, he esperado tanto tiempo este instante".

'Sí –comentó Coyné–, Georgette hizo su vestido de viuda antes de ser viuda".

El académico comentó que muerto Vallejo, una delegación había retirado el cadáver de la clínica para llevarlo a la Casa de Escritores Antifacistas.

"Decía que lo llevaron para un rito y no sabían dónde enterrarlo. Georgette al final lo sepultó en la tumba de su madre, en donde hay tres nichos", refirió el peruanista.

–Lo ideal es que Georgette deje la tumba en Lima, que no sé dónde está, y vaya al lado de su madre y su marido", Concluyó André Coyné.

EL DATO

Epitafio. "J´ai tant neige pourque tu dourmes" (Yo he nevado/ para que tú duermas), versos de Georgette que están como epitafio en la tumba de Vallejo. Según Coyné, ella no gustaba mucho de los poemas de Vallejo, más le gustaba de Guillaume Apollinaire.

* Tomado de La República.

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